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#magia en español
misterioarcano · 5 months
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Sabiduría y Conocimiento:
En la brujería tradicional, los búhos son considerados símbolos de sabiduría y conocimiento. Su capacidad para cazar en la oscuridad y su mirada intensa se asocian con la percepción más allá de lo evidente, atribuyéndoles la capacidad de revelar secretos ocultos y conocimientos místicos. En mas de una ocasión hemos comprobado en nuestras practicas nocturnas la presencia de de estas hermosas y mágicas criaturas de la noche.
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ignorvnte · 6 months
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coincidir es magia, cuidar es amor
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anncardona7 · 2 months
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“No, no eres débil por llorar”
—Annie.
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quetzalnoah · 5 months
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Hay cosas que lo persiguen a uno toda la vida como el desamor, la música o la poesía. Uno no se libra tan fácil de ellas. Es como si hubiese un entrelazamiento con ellas por un propósito misterioso. La poesía y la música eligen a aquellos que tienen la sensibilidad para captarlas hasta en el más mínimo detalle.
Cuando casi fui famoso, Quetzal Noah
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inevitablesblog · 11 months
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“Ojalá te guste la magia, porque cuando veo desinterés me desaparezco”.
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sxmm04 · 1 year
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estoy enamorada de todo tu ser
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leregirenga · 2 months
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Cuando nos sentimos bien, las cosas fluyen, suceden como por arte de magia, esto y la llamada alta estima, nos enriquecen de adentro hacia afuera…
Fer Guerrero
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loveloverblackblog · 3 months
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El verdadero lujo de la vida es saber que sólo podemos ejercer nuestro poder de amor a través de otro. Sin afán de condicionar o poseer, más bien liberar el alma en todos los magníficos modos que sólo ella alcanza a entender.
-Ann CM.
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ignorvnte · 4 months
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Tienes magia hasta en la voz
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anncardona7 · 1 year
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“Entonces conoces a alguien que te hace tomar un respiro, que le da luz a tu vida, que te hace sentir como nunca nadie lo hizo, que te demuestra con su amor que lo valés todo”
—Annie.
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loshijosdebal · 5 months
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Capítulo XX: La Guardia de Myr
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Caminó hasta el establo, cabizbajo y arrastrando los pies. Después de lo que acababa de pasar con Alicent, lo único que le daba fuerzas era la posibilidad de encontrar alguna evidencia lo bastante sólida como para desenmascarar a Seth y ganar así el perdón tanto de ella como de su hermana. Se encontró allí a Gorm, el edecán de la familia. Además de velar por su seguridad, Gorm cuidaba del Salón de la Luna Alta y también de los animales que poseían.
—¿A qué viene esa cara larga muchacho? —saludó el nórdico. 
Joric se limitó a encogerse de hombros. No tenía ganas de dar explicaciones. 
—Un mal día. Voy a dar una vuelta con Tiber, a ver si se me pasa —se justificó mientras se acercaba a su caballo, al cual saludó con una caricia en la crin. 
Gorm lo miró vacilante, pero, por suerte, quizá motivado por su mala cara, no puso demasiadas pegas. 
—Está bien. Pero vuelve antes de que anochezca o los dos estaremos en un lío. 
Joric lo miró y asintió. Se sintió algo mal por él, pero se aferró a la convicción de que, para cuando anocheciera, ya habría regresado a Morthal con las pruebas que necesitaba contra Athan. Al pensar en él cayó en la cuenta de algo que había obviado hasta la fecha; el establo era pequeño y allí solo estaban los caballos de su familia.
—Oye, Gorm, ¿y el caballo de Athan?
El nórdico se rascó la barbilla y luego se encogió de hombros.
—Nunca lo ha dejado aquí. 
Joric frunció el ceño. Menudo capullo. Con el frío que hacía, dejar a un animal a la intemperie durante horas no era lo más humano. Como fuera, todavía tenía una misión que cumplir, así que montó sobre Tiber, su purasangre bayo, y tras asegurarle a Gorm que volvería pronto, partió rumbo al Cerro Pedregoso.
Don Dogma tenía razón. La niebla aquel día estaba mucho más dispersa y permitía ver el camino lo suficiente como para poder cabalgar sin miedo a estamparse contra algún risco o terminar perdido en el bosque. Siguió la carretera y en menos de una hora llegó al Cerro. El lugar lo componían tres casas que formaban entre sí una pequeña plaza, frente a la cual estaba la entrada a la mina. Una era una choza de madera y tejado de paja, Joric dedujo que ahí vivían los trabajadores. Luego estaba la casa del matrimonio que regentaba las minas, de piedra y madera, y por último estaba la casa de Seth, la cual había estado en ruinas hasta ese mismo año, pero que ahora se destacaba sobre las tres.
Joric llevó al caballo hasta la plazoleta y, donde desmontó. Los hijos de Sorli y Pactur dejaron de jugar tan pronto lo vieron y un par de ellos salieron corriendo hacia la casa familiar. Los niños lo miraban curiosos, pero no se acercaron aunque él alzó la mano para saludar. Sorli, la mujer de la casa, no tardó en salir a su encuentro.
—Joven lord, ¿ha ocurrido algo? No esperábamos visita.
Joric la miró a los ojos. Sorli tenía exactamente la mirada que esperaba no tener que ver nunca en el rostro de Alicent, cargaba un bebé consigo y tenía una tripa de embarazada tan grande que le dio apuro pensar que podría ponerse de parto en cualquier momento. No recordaba la última vez que había visto a Sorli sin estar encinta.
Apretó los labios mirando a su alrededor, con rabia. Cuatro críos de edades dispares lo miraban con curiosidad. Jesper, que era un par de años mayor que él, se apostó en la entrada de la casa y observó la escena desde allí. Seth había dicho que el Cerro estaba vacío para convencerlos de que su plan era el mejor. ¿Cómo puede ser tan egoísta? Exponer a aquella familia al peligro de los nigromantes solo por hacerse el protagonista parecía muy propio de él. 
—Está todo bien, Sorli. Tengo asuntos que tratar con Athan —dijo, relajando la expresión para no preocupar más a la mujer. Sin embargo, notó que ella se tensaba. 
—Lord Athan está en las minas con mi marido en este momento, joven lord. Pero… lo puedo hacer llamar. 
Notó los nervios en su voz. Mentía. Claro que lo hacía, Seth estaba en Morthal con Idgrod y con Falion. ¿Por qué miente? Casi sintió alivio al darse cuenta del detalle. Durante todo el trayecto se había sentido angustiado ante la posibilidad de no encontrar nada y haber hecho todo aquello en vano, pero la actitud de Sorli era un buen indicio; allí había gato encerrado.
Joric asintió. Miró en dirección a la casa de Seth y se frotó los hombros, dando a entender que tenía frío.
—Gracias, Sorli. Vive ahí, ¿verdad? Lo esperaré en la casa, ¿puedo? Aquí está helado. 
La mujer asintió sin pensarlo demasiado. 
—Por supuesto, joven lord. Espere un minuto, enseguida vuelvo con la llave. 
Sorli se ausentó y Sirgar, que había salido de la casa, se acercó a donde estaba. La chica tenía su misma edad y Joric tenía la sensación de que ella intentaba flirtear con él cada vez que se cruzaban.
—¡Joric! ¿Has venido a visitarnos? No deberías viajar tú solo entre la niebla. Dicen que este año no hiciste tu ofrenda.
—Sirgar —saludó. Encogió un solo hombro, restándole importancia a su comentario—. Athan hace este trayecto casi a diario y él tampoco hizo sus ofrendas.
Ella asintió, con la boca semiabierta, y luego se balanceó sobre sí al mismo tiempo en que apretaba los labios formando un puchero, sin quitarle la mirada de encima pero sin saber qué decir. Sirgar era una muchacha dulce, pero tenía un problema: no era Alicent. Además, tenía la clase de padre que azuzaba a sus hijas para casarse con otros nobles. Se preguntó cómo habría cambiado su vida la llegada de Seth. 
—¿Qué tal es vivir con él? Con Seth.
La pregunta pareció cogerla desprevenida.
—Las cosas siguen igual que siempre. Seth no pasa…
Enmudeció tan pronto Joric sintió una presencia a sus espaldas. Se giró y allí estaba el mayor de los hermanos, con la vista clavada en él. 
—No pasa demasiado tiempo con nosotros. Está ocupado en las minas con nuestro padre —zanjó. 
Joric se dio cuenta de la dureza con la que miró a su hermana. Le recordó a la forma en la que Idgrod le miraba a él cuando estaba a punto de decir algo que no debía. Le hubiera gustado indagar más, pero Sorli salió de la casa con las llaves y se dirigió hacia la casa de Seth. Joric la siguió tras despedirse de los hermanos. 
—Póngase cómodo, joven lord. Nuestras minas son amplias y es posible que lord Athan tarde un poco.
Hizo un esfuerzo por parecer neutral y asintió. Tras eso, Sorli volvió a su casa y Joric saboreó la victoria de tener un rato para husmear entre las cosas de Seth. Entró a la vivienda y cerró la puerta tras de sí. Le bastó un rápido vistazo para darse cuenta de que algo no cuadraba. Conociendo a Athan, cabría esperar que viviera en una casa tan ostentosa como lo era él mismo. Sin embargo, por dentro estaba desnuda. Ni una biblioteca, ni un tocador, ni una bañera. Nada. Las estanterías estaban casi vacías, a excepción de un par de libros viejos y algunos frascos de pociones apilados. Cuando se acercó para verlo mejor, se dio cuenta de que el polvo lo cubría todo. Abrió un par de cajones, descubriendo que también estaban vacíos. Lo mismo pasaba con el armario, donde solo encontró unas ropas ajadas que, a juzgar por el tamaño, no podían pertenecer a Seth. Era como si la casa fuera de atrezo. Por descontado, la empuñadura no estaba por ninguna parte. 
Aquello no tenía sentido. No había ninguna otra casa deshabitada por la zona; como hijo de la jarl, lo sabía bien. Entonces, ¿dónde vives? La incógnita le empezó a palpitar en la cabeza. Ansioso, se dio cuenta de que había desvelado algo y, sin embargo, no tenía más prueba que su palabra de aquello. Viendo lo indulgentes que podían ser Alicent y su hermana con Seth, tuvo la seguridad de que no darían crédito a lo que él les dijera, y menos en la situación en la que se encontraban. 
Con el ceño fruncido siguió buscando algo, casi de forma desesperada. Solo unos minutos más tarde escuchó afuera los cascos de un caballo. Se asomó a la ventana a tiempo de ver a Jesper salir al galope del Cerro. Decidido como estaba a resolver aquel misterio, no dejó pasar la oportunidad. Salió de la casa a paso acelerado y, sin avisar de que se iba, avanzó a zancadas hasta Tiber, montó al animal y siguió la misma ruta que había tomado el chico. 
Jesper había seguido el camino que conectaba el Cerro con Morthal. Joric se desanimó al creer que se dirigía rumbo al pueblo para avisar a Seth, pero más o menos a la mitad del trayecto, este se desvió por un nuevo sendero. El camino estaba mal escondido entre dos árboles desnudos que tal vez en otra época del año tendrían las hojas suficientes como para ocultar la vereda que, supuso, llevaría a la auténtica casa de su rival. Te tengo, Athan. 
Al poco de seguir el camino, una ola de niebla más espesa que el resto lo envolvió, jugándole una mala pasada y haciendo que perdiera la pista al chico. Siguió avanzando, mucho más despacio que antes, mirando a su alrededor y tratando de buscar alguna pista de por dónde podría haber ido. Fue entonces cuando vio al caballo de Jesper atado al tronco de un árbol cerca del nuevo camino. 
Joric desmontó de Tiber y examinó los alrededores. Pronto detectó unas huellas en la nieve. Huellas que se adentraban en el bosque. Respiró hondo, pensando en qué debía hacer. Si aquello no tenía nada que ver con Seth, estaría poniendo en riesgo su vida para nada. Pero, ¿y si sí que lo hacía? Miró al cielo. No quedaba demasiado para el atardecer e, incluso con la niebla dispersa, era peligroso estar a la intemperie cuando cayera la noche. La posibilidad de descubrir el secreto de Athan volvió a su mente y, pese a todos los motivos que encontró por los que no debía hacerlo, siguió las huellas. 
Se internó en el bosque. En él, sus botas se hundían en la nieve virgen y la densidad de los árboles hacían que la luz que llegaba fuera mucho menor. No obstante, los pasos por donde Jesper había pasado estaban bien marcados y no tuvo dificultad en seguirlos. Después de varios minutos caminando llegó a una nueva vereda entre los árboles, con la nieve pisada y sin maleza. Era como si hubieran dejado así el tramo previo a propósito para ocultar aquel sendero. 
Casi sin darse cuenta, avanzó aferrado a la empuñadura de la espada que colgaba de su cinturón. Las arañas gigantes y los osos eran frecuentes en la comarca. Cuando un cuarto de hora más tarde llegó al final del camino, se sentía afortunado por no haberse cruzado con ninguna bestia salvaje. Pero también sorprendido, pues reconoció el lugar. 
Frente a él se encontraba el nacimiento del río Hjaal. Allí, la nieve que bajaba de la montaña se derretía y formaba un gran lago, en cuyo centro había un islote aislado. En dicho islote todavía estaban los restos de la Guardia de Myr, la torre que en su día ocupó el mago legendario que había sido elegido por Magnus para combatir a las fuerzas de Molag. Pero, aunque la torre estaba en ruinas y el islote era inaccesible, Joric comprobó que los pasos salían de la vegetación y se dirigían hacia el lago. 
Se quedó agazapado entre la maleza, sin saber qué hacer. No estaba tan loco como para sumergirse en las aguas heladas del Hjaal con aquel frío; se congelaría antes de llegar a Morthal. Además, aunque afinó el oído, no escuchó ningún ruido proveniente del islote. Decidió esperar a que Jesper regresara por donde había venido y, entonces, confrontarlo para que le dijera la verdad. Era la alternativa más viable. 
Esperó en la misma posición, aguantando el frío gracias a que se distraía imaginando cómo enfrentaría a Jesper a su regreso cuando, de pronto, sintió una mano sobre el hombro. Se giró como un resorte por el susto y desenvainó la espada como un acto reflejo. Entonces vio a Alva frente a sí y suspiró sonoramente, echando el aire por la boca. 
—Alva, no te había escuchado llegar— reprochó con la voz ahogada. 
Resopló varias veces hasta recobrar la compostura y la miró. Ella lo contemplaba de un modo extraño. Parecía disgustada, pero no era el disgusto característico de siempre, sino que tenía otro matiz. Uno que no supo entender.
—¿Qué haces aquí? —preguntó al ver que no decía nada. 
Alva alzó ambas cejas con una expresión de cinismo.
—Qué curioso, eso mismo te iba a preguntar yo —replicó. 
Una vez recuperado del susto se puso firme, sin perderla de vista. Volvió a envainar la espada y frunció el ceño, recordando las veces que la había visto hablando con Seth en susurros entre las casas de Morthal. También pensó en Benor, en cómo el nórdico había seguido disgustado aún después de que Alva hubiera vuelto de su viaje. Desde entonces no los había vuelto a ver en pareja, como era frecuente antes de que ella se fuera y enfermase. 
—Tienes algo con Athan, ¿no es así? Debí suponerlo, tiene sentido. Por eso Benor y tú habéis roto. 
La mirada de Alva se endureció. Se tocó el interior de la mejilla con la lengua. Ahora estaba enfadada y, sin embargo, su mirada seguía teniendo el mismo deje indescifrable de antes. Parecía culpa, pero no era exactamente eso.
—Ojalá fuera tan simple, Joric. Ven, sígueme —dijo de pronto, con voz cansada. 
Alva siguió los pasos de Jesper y se acercó a la orilla del lago. Joric la siguió de cerca, sin entender nada. Tenía tantas preguntas que formular que se le estaban amontonando en la garganta y, sin embargo, en su pecho nació una sensación de peligro que lo dejó mudo, como si su instinto intentara avisarlo de algo. Si no fuera porque la conocía desde que era un crío, habría salido corriendo.
—Creo que deberíamos volver… —empezó, arrepintiéndose de haber hecho todo aquello. 
Alva ladeó la cabeza y negó. Alzó ambas manos en dirección al lago y de las aguas del Hjaal brotó un puente natural de piedra. Alva esperó al pie de este y le hizo una seña para que avanzara él primero. 
—Debes haberte tomado tus molestias para encontrar este sitio, ¿no tienes curiosidad por saber qué es? 
Joric titubeó, pero Alva tenía razón. Había llegado demasiado lejos para echarse atrás ahora. Fuera lo que fuese que había en aquellas ruinas, pretendía descubrirlo. El hecho de que Alva estuviera al tanto le hizo relajarse, pensar que fuera lo que fuese, debía de haber alguna explicación lógica.
Tan pronto cruzó el puente, ocurrió algo magnífico. Como si hubiera cruzado un velo de ilusión, la imagen de las ruinas antiguas que se veían desde fuera del islote cambió por completo. Ante sí, la Guardia de Myr se alzaba en todo su antiguo esplendor. Era una torre redonda bastante elegante, de varios pisos de altura.
Alva cruzó tras él. Una vez ambos estuvieron en el islote, las piedras que les dieron acceso volvieron a hundirse en el lago. 
—¿Ha reconstruido las ruinas?
Alva asintió. Una vez se le pasó la fascinación, no pudo evitar rodar los ojos. 
—Típico de Athan. No podía vivir en una casa normal y corriente como todo el mundo —farfulló.  
El muy imbécil había tenido que restaurar una torre mítica para convertirla en sus aposentos. Pues él no estaba dispuesto a consentirlo. La torre tenía un valor histórico demasiado importante como para que ese relamido la usase para su propio  beneficio. Además, no podía apropiarse aquellas ruinas así como así, ya que pertenecían a su familia.
—Pronto lo entenderás todo, Joric —se limitó a decir ella, dejándolo confuso.
Alva se acercó a la puerta y la abrió. Una vez más, le cedió el paso. Joric entró a la torre, mirando todo con curiosidad. El interior era mucho más amplio de lo que parecía desde fuera, supuso que por obra de la magia. Joric intentó quedarse con los detalles de cuanto veía. Había una pared redonda concéntrica a los muros exteriores de la torre que dividía el espacio en una zona exterior y otra interior. En la pared un arco de piedra daba lugar a una sala donde se escuchaba la voz de varias personas. Apenas pudo ver lo que había en el círculo exterior al avanzar hacia la sala, ya que Alva lo azuzó para que avanzara hasta el salón central, pero distinguió una mesa de encantamientos y también otra que no supo reconocer, pero que parecía de bastones de mago. 
Joric cruzó el arco de piedra. La sala central estaba iluminada por una esfera azul misteriosa que flotaba sobre las cabezas de los allí presentes, a quienes pudo ver bien por primera vez. Uno era Jesper, había otro hombre al que no conocía y se le heló la sangre al reconocer a la desaparecida Lalette. 
 —¿Lalette? ¿Qué haces aquí? Se supone que tú estabas con los Capas… —enmudeció de pronto, al imaginar una nueva teoría. Se giró, lanzando una mirada acusatoria a Alva —¿Así que de esto va todo? ¿De política? ¿Athan apoya a Ulfric?
 La sorpresa de su voz era sincera, nunca hubiera imaginado que Athan estaba en el bando de Ulfric. Si hubiera tenido que posicionarlo en la guerra, probablemente lo hubiera imaginado del lado de los imperiales. Joric conocía a bastantes nórdicos como para saber que a él le considerarían un bebedor de leche entre sus filas. 
Miró nuevamente a Alva, que se pellizcaba el puente de la nariz y negaba, como si hubiera dicho una tontería. Luego volvió a mirar a Lalette, molesto porque nadie le estuviera dando ni una sola respuesta, solo nuevas dudas que sumar a todas las que ya tenía. Vio que Lalette se quedaba mirando al hombre desconocido, quien se levantó de la mesa con parsimonia. 
Debía ser de la edad de sus padres, pero era mucho más fuerte y, además, estaba completamente calvo.
—Lo pillé husmeando entre la maleza —explicó Alva—. Debe de haber seguido al chico.
Jesper clavó la mirada en la mesa de forma sumisa.
—Se suponía que esperaría en el Cerro… —se justificó. Luego lanzó a Joric una mirada. Aunque esta contenía una acusación, se parecía un poco a la de Alva—. ¿Por qué tuviste que seguirme? 
El desconocido se acercó hasta él y le puso una mano sobre el hombro. Era una mano pesada, y le dedicó una mirada tan amenazante que Joric se tensó. 
—Así que el joven hijo de la jarl ha decidido hacernos una visita —se rió. 
Aunque tenía una risa gutural que le puso la piel de gallina, Joric se obligó a mantener la compostura y, aunque estaba intimidado, fingió no estarlo y le mantuvo la mirada.
—¿Nos conocemos? No me suena tu cara —dijo Joric. 
—¿Debería? 
—Todas las personas que estén viviendo en Morthal necesitan la aprobación previa de la jarl… —apuntó sin demasiada convicción, intentando mantener la fachada de seguridad. 
 El hombre estiró una sonrisa apretada. 
—En ese caso, supongo que nunca es tarde para una presentación formal. Mi nombre es Movarth. Movarth Piquine. 
Parpadeó un par de veces tras escucharlo, reprimiendo las ganas de rodar los ojos. Como si fuera estúpido. Ya conocía ese nombre: Movarth Piquine era el protagonista de Sangre Inmortal, un libro bastante popular en la Marca de Hjaal. Joric se lo había leído hacía un par de años, cuando tuvo que pasar una semana sin andar por culpa de una mala caída del caballo. Contaba la historia de Movarth, un entrenador del Gremio de Luchadores que se dedicaba a cazar vampiros y que acabó cayendo en la trampa de un vampiro cyrodiílico.
—Si, claro —bufó, molesto ante la broma—. Y yo soy la reina Barenziah. 
En ese momento la sonrisa de Movarth se ensanchó y sus dientes se alargaron, volviéndose puntiagudos. Joric sintió cómo la sangre se le congelaba. Quiso gritar, pero hasta su voz se paralizó ante el miedo que sintió al ser consciente de que estaba ante un vampiro. No, ante un nido de vampiros. Como explicaba el libro de Sangre Inmortal, los vampiros cyrodiílicos se caracterizaban por su capacidad para pasar desapercibidos entre los humanos. Miró a Lalette y luego a Alva, reparando por primera vez en que están más pálidas que de costumbre. Volvió a mirar a Movarth, quien le devolvió la mirada con burla. 
—Es todo un placer, su majestad.
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inevitablesblog · 6 months
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Toda mi vida cobró un nuevo significado cuando nuestras vidas volvieron a coincidir.
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estefanyailen · 1 year
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Deseo una vida pacífica,
rodeada de flores salvajes,
en la cima de una montaña.
Viajes al mar en verano,
con la piel siendo besada por el sol; tener pecas.
Picnics sentados sobre el suave césped,
leyendo bajó la brillante luz del sol,
acariciados por la brisa...
Quiero sujetar la mano
de aquel al que amo.
Apoyándome en su hombro
mientras envejezco.
Viendo al mundo natural,
mantenerse cuasi igual,
a través de nuestros cambios.
- Lena. Theile.
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misterioarcano · 5 months
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Los Tesoros de la Meditación Guiada: Físicos, Psíquicos y Perceptuales
Las meditaciones guiadas son como llaves que desbloquean las puertas de nuestra percepción y experiencia. Sus beneficios se extienden más allá de lo que se puede imaginar. En el plano físico, reducen el estrés, disminuyen la presión arterial y fortalecen el sistema inmunológico. La conexión mente-cuerpo en la meditación guiada es profunda y transformadora. Cuando nos sumergimos en este estado de relajación y concentración, nuestro cuerpo responde positivamente produciendo la liberación de hormonas que tienen un efecto calmante en el sistema nervioso generando un estado de profundo placer.
La meditación guiada ofrece una variedad de beneficios que se manifiestan en diferentes niveles: físico, psíquico y perceptual.
Beneficios Físicos:
Reducción del Estrés: Uno de los beneficios más conocidos de la meditación guiada es la reducción del estrés. Al sumergirse en un estado de relajación profunda, los niveles de cortisol, la hormona del estrés, disminuyen significativamente. Esto lleva a una sensación de calma y bienestar.
Disminución de la Presión Arterial: La práctica regular de la meditación guiada ha demostrado disminuir la presión arterial. Esto es crucial para la salud cardiovascular, ya que la hipertensión arterial es un factor de riesgo importante para enfermedades cardíacas.
Fortalecimiento del Sistema Inmunológico: La relajación profunda inducida por la meditación guiada puede fortalecer el sistema inmunológico. Se ha demostrado que esta práctica aumenta la actividad de las células asesinas naturales (NK), que son responsables de combatir infecciones y células cancerosas.
Beneficios Psíquicos:
Autoconocimiento: La meditación guiada fomenta la autoconciencia y el autoconocimiento. Al explorar las capas más profundas de la mente, los participantes pueden descubrir aspectos de sí mismos que tal vez no habían reconocido antes. Esto puede llevar a una mayor comprensión de las emociones, patrones de pensamiento y comportamientos.
Autoaceptación: A medida que los practicantes profundizan en la meditación guiada, a menudo encuentran un mayor sentido de autoaceptación. Esta práctica puede ayudar a liberar la autocrítica y fomentar la compasión hacia uno mismo.
Liberación de Patrones Negativos: La meditación guiada puede ser una herramienta poderosa para liberar patrones negativos en la mente. Al explorar la mente de manera consciente, los participantes pueden identificar y desafiar creencias limitantes y pensamientos negativos.
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Beneficios Perceptuales:
Expansión de la Conciencia: La meditación guiada permite la expansión de la conciencia. A medida que los participantes se sumergen en estados de relajación profunda, su percepción se amplía, permitiéndoles acceder a niveles más profundos de la mente.
Exploración de la Imaginación: La meditación guiada fomenta la exploración de la imaginación. Los narradores o guías a menudo utilizan imágenes vívidas y metáforas, lo que estimula la creatividad y la imaginación de los participantes.
Conexión con el Subconsciente: A través de la meditación guiada, es posible establecer una conexión más profunda con el subconsciente. Esta práctica puede ayudar a acceder a información y conocimiento que de otra manera permanecerían ocultos
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