PUES LOS HOMBRES ASÍ VIVEN
Todo es cambio de telón,
otro cuerpo, otro jergón;
para qué si al fin soy yo
quien a sí mismo se vende…
quien rastrero se prodiga,
una sombra sin camisa,
en los brazos de otra chica
donde arraigado se miente.
Muda el temple, leve o grave,
se alarga el sueño un instante,
tantos días por delante…
tantas noches que llenar.
No tenía amor ni abrigo,
ni bajo el pie un suelo fijo,
pasaba como un zumbido,
me dormía como el mar.
Pues los hombres así viven,
y sus besos los persiguen.
Era un tiempo sin cabeza,
sientan muertos a la mesa,
de arena es la fortaleza,
el lobo es perro guardián.
Norte, arrimo, todo cambia:
¿era tragedia? ¿era farsa?
Como yo no me aclaraba,
mi papel hice fatal.
En el barrio Hohenzollern,
entre río y barracones,
como de mielga las flores
brotaban pechos de Lola.
Su alma de golondrina
en un diván se tendía
de aquella casa de citas
con hipidos de pianola.
Pues los hombres así viven,
y sus besos los persiguen.
En el cielo anubarrado
volaban los grises gansos
gritando la muerte al paso
sobre las casas del dique.
Por el cristal los miraba,
su canto me traspasaba
como si lo que cantaran
fueran los versos de Rilke.
Era pálida y morena,
la mata por la cadera,
su carne ponía en venta
hasta fiestas de guardar.
Tenía de loza los ojos,
se empleaba con arrojo
por un artillero mozo
que nunca vio regresar.
Pues los hombres así viven,
y sus besos los persiguen.
Pero soldados hay miles,
y de noche, los civiles;
ponle a tus pestañas rímel:
Lola, cierra la función…
bebe otro vaso de vino.
Era abril sobre las cinco,
rompiendo el alba, su filo
hincó en tu pecho un dragón.
Pues los hombres así viven,
y sus besos los persiguen
como soles idos ya.
*
EST-CE AINSI QUE LES HOMMES VIVENT
Tout est affaire de décor
Changer de lit changer de corps
A quoi bon puisque c'est encore
Moi qui moi-même me trahis
Moi qui me traîne et m'éparpille
Et mon ombre se déshabille
Dans les bras semblables des filles
Où j'ai cru trouver un pays
Cœur léger cœur changeant cœur lourd
Le temps de rêver est bien court
Que faut-il faire de mes jours
Que faut-il faire de mes nuits
Je n'avais amour ni demeure
Nulle part où je vive ou meure
Je passais comme la rumeur
Je m'endormais comme le bruit
Est-ce ainsi que les hommes vivent
Et leurs baisers au loin les suivent
C'était un temps déraisonnable
On avait mis les morts à table
On faisait des châteaux de sable
On prenait les loups pour des chiens
Tout changeait de pôle et d'épaule
La pièce était-elle ou non drôle
Moi si j'y tenais mal mon rôle
C'était de n'y comprendre rien
Dans le quartier Hohenzollern
Entre la Sarre et les casernes
Comme les fleurs de la luzerne
Fleurissaient les seins de Lola
Elle avait un cœur d'hirondelle
Sur le canapé du bordel
Je venais m'allonger près d'elle
Dans les hoquets du pianola
Est-ce ainsi que les hommes vivent
Et leurs baisers au loin les suivent
Le ciel était gris de nuages
Il y volait des oies sauvages
Qui criaient la mort au passage
Au-dessus des maisons des quais
Je les voyais par la fenêtre
Leur chant triste entrait dans mon être
Et je croyais y reconnaître
Du Rainer Maria Rilke
Elle était brune et pourtant blanche
Ses cheveux tombaient sur ses hanches
Et la semaine et le dimanche
Elle ouvrait à tous ses bras nus
Elle avait des yeux de faïence
Et travaillait avec vaillance
Pour un artilleur de Mayence
Qui n'en est jamais revenu
Est-ce ainsi que les hommes vivent
Et leurs baisers au loin les suivent
Il est d'autres soldats en ville
Et la nuit montent les civils
Remets du rimmel à tes cils
Lola qui t'en iras bientôt
Encore un verre de liqueur
Ce fut en avril à cinq heures
Au petit jour que dans ton cœur
Un dragon plongea son couteau
Est-ce ainsi que les hommes vivent
Et leurs baisers au loin les suivent
Comme de soleils révolus
Louis Aragon/Léo Ferré
di-versión©ochoislas
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem Reader)
Capítulo 10:
—Hemos llegado—anunció el taxista.
Alana se sobresaltó al escuchar la voz del hombre, estuvo todo el camino absorta en sus pensamientos que no había estado prestando atención del recorrido, se limpió las lágrimas rápidamente y agradeció que la ciudad estuviera a oscuras como para que el pobre hombre pudiera notar que ella había estado llorando desde que se subió al auto, había una tonelada de emociones en ella: la nostalgia de estar cumpliendo años lejos de su familia y amigas, la discusión que había tenido con Enzo el día anterior y claro, la cereza del pastel, Sebastián olvidando su cumpleaños.
—Eh, aquí no es—respondió Alana mientras entrecerraba los ojos para poder tener una mejor visión desde la ventana, no se encontraba muy lejos del departamento de Enzo, reconocía esa avenida, pero definitivamente no estaba frente al edificio como había planeado.
—Es la dirección que puso en la aplicación—dijo el señor, Alana sacó su celular y abrió la aplicación, efectivamente, había colado el pin del destino en el lugar incorrecto del mapa, había salido tan apresurada del departamento y había tenido tantas cosas en mente que no se había asegurado de colocar la dirección del departamento correctamente, soltó un suspiro de desesperación, todo en ese día estaba saliendo cada vez peor.
—Mierda—maldijo para sí misma—. Puse la dirección mal, el lugar al que voy está a unos 15 minutos de aquí—dijo.
—La puedo llevar si gusta, pero serían unos 5 euros más.
—¿5 euros?—exclamó sorprendida—. Son menos de 2 km—dijo casi ofendida.
—La tarifa es más cara durante la noche—dijo el hombre con tono de obviedad viéndola por el espejo retrovisor.
—Vale, aquí tiene—dijo ella dándose por vencida y entregándole los 5 euros que faltaban de la cuota.
—Eh…le faltarían los otros 15 de este viaje.
—¿Cómo qué otros 15?—preguntó ella confundida—. La cuota de este viaje ya la pagué desde la aplicación.
—Señorita, puso que iba a pagar en efectivo—respondió el señor.
Alana volvió a ver su celular, tampoco había pagado el viaje con tarjeta como había creído.
Era una idiota.
Esto era culpa de Enzo por siempre pedir los taxis por ella.
—Mire, déjeme aquí—dijo ella—. Y aquí tiene lo del viaje—le entregó el resto del dinero, aunque quisiera, no podía tomar otro viaje hasta la casa de Enzo, pues ya no tenía suficiente efectivo.
—Buenas noches—dijo el taxista de mala gana, probablemente por el lío que Alana acababa de hacerle pasar.
—Buenas noches—salió el auto.
Caminó rápidamente hacia la dirección del departamento, por suerte se sabía el camino de memoria, apenas dio unos cuantos pasos más volvió a llorar, al menos podría hacerlo tranquilamente hasta que llegara al edificio de Enzo.
Pero claro, porque el universo la odiaba en su jodido cumpleaños, una gota cayó sobre su cara y comenzó a llover.
˖⁺‧₊˚♡˚₊‧⁺˖
Enzo no tenía idea de cuánto tiempo había estado viendo la pantalla de su celular fijamente.
Tal vez sí tenía idea, pero se encontraba demasiado avergonzado como para admitirlo.
¿Había sido demasiado la manera en la que había felicitado a Alana? No había dicho nada que no sintiera, en verdad apreciaba a la chica, más que eso, la quería.
Era imposible no hacerlo, no cuando era tan inteligente, carismática y divertida, no incluso cuando estaba de malas lograba continuar siendo graciosa, no cuando se movía con una elegancia y con un precioso descuido que sólo ella tenía, no cuando lo había besado y tocado de aquella forma la noche anterior.
Una llama de esperanza se había incendiado en él cuando notó que ella claramente se había puesto celosa de Lucía, esa llama había crecido aún más cuando se atrevió a besarlo, pero todo se apagó cuando ella le recordó que seguía siendo novia de Sebastián y se fue del set de grabación después de decirle que no lo haría, se sentía patético, Enzo siempre había sentido desagrado hacia las personas que eran infieles, no veía el sentido de engañar a una persona, no encontraba la lógica de seguir con alguien cuando querías estar con alguien más y si hace 4 meses le hubieran dicho que él sería partícipe de una infidelidad, pensaría que eso sería una vil mentira.
Pero esta ocasión todo era diferente, se encontraba en una situación jodidamente difícil, le gustaba Alana más de lo que creía, no sólo era su belleza y que siempre había estado enamorado de su forma de escribir, eran las noches que pasaban juntos, conversando durante horas, era la forma en la que lo miraba con sus enormes ojos color miel y la forma en la que lo había besado, como si se encontrara desesperada de tenerlo cerca, justo como él se sentía con respecto a ella, era la conexión que ambos compartían, una que Enzo nunca había experimentado con alguien más, eran tan diferentes y similares al mismo tiempo.
Alana no había respondido su mensaje de felicitación, había escrito durante unos segundos para después no terminar de envíar nada.
Enzo en verdad sentía de la manera en la que le había hablado en el set, pero no se arrepentía de las cosas que le había dicho, ambos sabían que eran ciertas, ambos sabían que Alana no era feliz con Sebastián, pero Enzo era conciente que desgraciadamente, Alana era la única que tenía el derecho de decidir permanecer con el idiota de su novio o irse.
Lanzó el celular al lado de la cama, tenía que dejar de sobrepensar tanto, lo único que quería es que Alana fuera honesta con él, si decía permanecer con Sebastián, por más que eso le doliera a él, no le reprocharía, sólo esperaba que al menos siguieran siendo amigos, que al menos ella se sintiera cómoda de seguir escribiendo en su departamento, lo único que le importaba era la felicidad de ella, incluso si eso significaba sacrificar la suya.
Quería que las cosas volvieran a la normalidad, quería regresar a casa del trabajo y encontrar a Alana escribiendo hasta que sus dedos estuvieran entumecidos, él se los masajearía y después cenarían hasta hartarse, si se encontraban aburridos verían alguna película o simplemente pasarían horas echados en el suelo.
Se preguntaba dónde se encontraba ella en estos momentos, probablemente cenando en un lujoso restaurante con Sebastián, quizá en alguna fiesta que la editorial le había organizado o haciendo videollamada con sus padres.
Se dio una, dos y hasta tres vueltas en la cama, no tenía sueño, pero no encontraba otra cosa más interesante por hacer más que dormir, apenas cerró los ojos, escuchó unos golpes firmes en la puerta principal.
De un brinco se paró de la cama y se colocó la primera camisa que vio, no sabía quién pudiera estar llamando en su departamento tan noche, pensó que probablemente algún vecino necesitaba ayuda con alguna tontería.
—Ya voy—gritó caminando hacia la puerta, se pasó la mano por el pelo para estar aunque sea un poco presentable y la abrió.
Alana estaba ahí, empapada de pies a cabeza y con los ojos inyectados de sangre, seguramente de tanto llorar, pues justo ahora lo estaba haciendo.
—Lana—susurró ante la imagen, no sabía qué hacer primero, si felicitarla por su cumpleaños o preguntarle qué mierda había ocurrido, sintió una enorme preocupación y cuando estuvo apunto de decir algo, ella se le lanzó a los brazos rodeando su cuello con sus largos brazos y llorando sobre el—. Chiquita—susurró abrazándola sin importarle que lo estuviera empapando también.
La sostuvo entre sus brazos tan fuerte como pudo, estaba helada producto a la lluvia torrencial que se escuchaba desde fuera.
—Vení, te me vas a resfriar—le susurró despegándose de ella y tomando su mano, la adentró al departamento y sintió su corazón caer a sus pies cuando volvió a observarla.
Por más que intentaba quitarse las lágrimas del rostro estas no dejaban de caer, temblaba de frío y se abrazaba a sí misma al no sentir el calor de Enzo.
—Tenés que bañarte o te vas a enfermar—le dijo tomando su rostro, ella negó con la cabeza—. Tenés que hacerlo, ahora te presto algo seco y te preparo algo ¿te gusta la idea? ¿tenés hambre? ¿sed?
Alana no respondió y se limitó a volver a abrazarlo, Enzo sintió las comisuras de sus labios caer, sentía una pena profunda, deseó nunca haberse enterado que la tristeza de Alana era tan contagiosa como su felicidad.
—Por favor—le dijo, no dejó que ella respondiera y simplemente la encaminó hasta el baño de su habitación, la usual mirada curiosa de la chica ahora se encontraba puesta fijamente sobre él, como si tuviera miedo perderlo de vista, Enzo abrió la llave de la tina, esperó que se llenara y que el agua estuviera caliente, rebuscó en su cajón de pijamas y sacó ropa seca para ella.
—Tomáte el tiempo que quieras—le dejó un beso en la frente y salió del baño dándole privacidad.
Estaba dando todo de sí para no quebrarse frente a ella, no podía hacerlo, siempre se había sentido incómodo cuando la gente lloraba frente a él y no se consideraba para nada bueno consolando a las personas, pero quería hacer lo posible para traerle algo de alivio a ella.
Se encontraba actuando casi de modo piloto sacando ingredientes y ollas lo más rápido posible, no dejaba de preguntarse qué había sucedido para que Alana terminara así en su maldito cumpleaños, empujó la idea de Sebastián siendo el culpable porque una rabia profunda lo invadió.
Miró los pancakes que preparó en menos de 15 minutos con disgusto, estaban bastante delgados, lucían algo quemados de las orillas y crudos por dentro, si hubiera sabido que Alana iría a verlo en su cumpleaños le hubiera comprado un jodido pastel, por un momento pensó en salir a comprar uno a la panadería de la esquina, pero el lugar seguramente ya se encontraba cerrado y aunque no lo estuviera, no pensaba dejar a Alana sola.
—¿Qué es eso?—preguntó tímidamente aquella dulce voz que tan loco lo volvía, se giró sobre sus talones, Alana estaba recién bañada parada en la cocina, el suéter que le había prestado le llegaba casi hasta las rodillas y los pantalones de pijama tenían un montón de dobladillos para que no se arrastraran sobre el suelo.
Jamás había lucido así de sexy antes.
—Eh…pancakes—respondió—. Creo—Alana soltó una pequeña risa al escucharlo y él sintió que su estómago se volteaba de felicidad al saber que al menos había provocado que ella riera un poco.
—¿Queŕes hablar al respecto?—preguntó acercándose a ella, sabía la respuesta de antemano, pero aún así quería asegurarse de no ponerse a cantar las mañanitas en un momento inadecuado.
—No—respondió, como era de esperarse—. Más tarde—dijo apretando los labios, él asintió y la rodeó con sus brazos.
—Feliz cumpleaños, Lanita—susurró—. Te quiero un montón, en verdad.
Escuchó otro sollozo por lo cual la abrazó más fuerte.
—Ya son casi las 12—dijo ella tristemente.
—Aún quedan como 15 minutos de tu cumple, hay que aprovecharlos.
Se separó de ella y le indicó que se sentara en la silla de la mesa de la cocina con los pancakes frente a ella, ella los miró como la cosa más preciosa del universo cuando claramente eran una tremenda aberración culinaria.
—De haber sabido que vendrías te hubiera conseguido un pastel apropiado, me sorprende que haya tenido harina para prepararlos—dijo él con tono apenado.
—Son perfectos—respondió ella con la voz llena de amor.
—No tengo vela de cumpleaños—advirtió Enzo sacando un fósforo y perforando el pancake que se encontraba en el superior de la pila.
—No tienes que cantarme o algo así—dijo Alana riendo.
—No pensaba hacerlo, soy malísimo—respondió él—. Pero al menos tenés que pedir un deseo.
Alana sonrió tristemente, cerró los ojos y sopló el cerillo.
—Gracias por todo, en serio.
—No tenés nada que agradecer, vení a la sala para darte tu regalo.
Alana lo siguió no sin antes llevarse el plato de pancakes con un tenedor, se sentó en su típico espacio del suelo, Enzo le entregó la caja de regalo y se sentó frente a ella.
—Pensaba dártelo hasta el lunes, pero ya que estás aquí.
Alana sonrió ampliamente y abrió caja en menos de cinco segundos.
—¿Te gusta?—preguntó él nerviosamente—. Me parece un poco raro darte libros siendo que sos escritora, pero…
—¡Es el mejor regalo del mundo!—exclamó ella lanzándose a sus brazos nuevamente, Enzo no podría estar más feliz de cuantas veces se habían abrazado en la hora que Alana llevaba en el lugar—. ¿Cómo sabías que quería estos tres?—preguntó ella viendo las cubiertas de los libros completamente embellecida, para ser alguien que se la vivía entre libros y hasta los creaba, ahora mismo los veía como si nunca hubiera visto unos en toda su vida.
—Revisé tu lista de deseos en Amazón—carraspeó, esperando no sonar como un psicópata, por suerte Alana lo miró con adoración.
—Alana—murmuró Enzo una vez que vio que Alana volvió a guardar los libros cuidadosamente en la caja—. Lamento lo de ayer, tal vez no usé las palabras correctas, estaba cabreado por…
—Sólo decías la verdad—respondió Alana tristemente—. Tengo que terminar con Sebastián, no lo he hecho por el miedo a estar acá sola y cosas superficiales, pero está claro que somos buenos el uno para el otro.
Enzo tragó saliva en seco al escucharla, había tristeza en su voz ante la declaración, era de esperarse, llevaban años de novios y se notaba que Alana le tenía un gran aprecio al chico, a pesar de que era un completo idiota.
—Se olvidó de mi cumpleaños—dijo, Enzo apretó la mandíbula, pensaba que Sebastián no podía ser más estúpido, pero se equivocaba, ¿cómo podía olvidar el cumpleaños de su novia de hace años?—. Claro que no esperaba un regalo costoso o una celebración, pero no sé, al menos una felicitación, ¿sabes?
—Alana, vos merecés ser celebrada cada día de tu existencia, ¿me escuchás?—dijo él tomándola de las manos.
—Te quiero—dijo ella.
Enzo no resistió más e hizo lo que estaba pensando durante toda la noche, tomó su rostro entre sus manos y la besó.
Sus labios sabían y se sentían justo como los recordaba, suaves y dulces, pero desesperados y firmes al mismo tiempo, olvidó por completo lo que había sucedido en las últimas horas y se centró en sentir el cuerpo de Alana junto al de él.
Jadeó cuando dejó ella rompió el beso, pero de pronto sintió sus labios recorriendo su cuello, él se mordió la lengua al sentirla por primera vez ahí, dejó que la chica hiciera su trabajo por un buen tiempo hasta que no resistió más y la recostó suavemente sobre la alfombra con él encima de ella.
—Sos la persona más maravillosa que existe—dijo, no le importaba el tiempo que llevaban conociéndose o la situación sentimental de ella, lo único que le importaba es que la quería y haría lo que fuera por tenerla entre sus labios, Alana respondió volviendo a besarlo fuertemente, lo único que se escuchaban eran sus lenguas chocando y los jadeos que soltaban de vez en cuando, adoraba que ninguno tenía miedo de admitir lo mucho que sentían ante el toque del otro, así fuera una simple caricia.
Enzo metió las manos por debajo del suéter encontrándose con la tersa piel de Alana, trazó las líneas de su cintura y sin poder evitarlo comenzó a moverse sobre ella, ambos gimieron fuertemente al sentir sus proximidades rozando con la ropa puesta.
Las piernas de Alana le rodearon la cintura provocando que estuvieran aún más juntos, Enzo hundió su cara en el cuello de ella, olía a su propio jabón por haberse duchado en su baño, pero aún así podía percibir toques de ese auténtico olor a lavanda que tanto le encantaba.
Enzo no creía poder más, o paraban ahora o terminaría pasando lo predecible, la necesitaba sentir rodeándolo cuanto antes, la chica pareció leer sus pensamiento porque se detuvo en seco y lo apartó suavemente.
—En verdad quiero esto—dijo como pudo intentando recuperar la respiración, Enzo sintió cientos de fuegos artificiales en su abdomen al escucharla y decidió acariciar su cabello, el cual seguía bastante húmero—. Pero quiero hacer esto bien.
—Ehh, lo estás haciendo bastante bien—exclamó él burlonamente bajando su mirada hacia su propio short, el cual delataba lo mucho que estaba disfrutando del momento.
—Idiota—respondió Alana con el mismo tono y le dio un ligero golpe en el brazo.
—Sé a lo que te referis—dijo él inclinando la cabeza, sin dejar de observarla como ya lo estaba haciendo—. Todo a tu tiempo, bonita.
—Mañana mismo romperé con él—dijo ella firmemente, Enzo asintió haciendo lo posible por mantener la compostura y no ponerse a brincar de la felicidad—. Después de eso haremos cualquier cosa que quieras.
—Ahh, ¿sí?—preguntó él volviendo a besar su cuello.
—Sí—respondió ella riendo.
—¿Y por ahora?—preguntó él despegándose de ella levemente.
—Por ahora comeremos esos horribles pancakes que preparaste.
—Suena bien—respondió Enzo sentándose de vuelta al suelo y ayudando a Alana a hacerlo también.
No recordaba haberse sentido así de feliz alguna vez en su vida.
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