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#señor de los sueños
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Un inmortal se sienta en la misma taberna una vez cada 100 años para encontrarse con el Señor de los Sueños, le cuenta qué siente un mortal cuando no muere. Así me siento cada vez que vengo, como si hubieran pasado 100 años desde la última vez. ¿Espero a alguien? ¿A quién? ¿Algo? A diferencia del inmortal que sabía exactamente quién se sentaría junto a él cada vez, yo nunca tengo idea. A diferencia del inmortal que nunca sabe si volverá a ver al Señor de los Sueños los próximos 100 años, yo estoy completamente seguro de que una sombra titubeante va a agitarme el viento cerca. Encima soy como un castillo de naipes que se cae con cualquier soplido, constante a veces, pero fuerte jamás. Hago lo mío siempre que pueda ser yo, pero para serlo necesito la ausencia de huracanes y brisas. Me amenaza incluso la respiración más leve, ante la insinuación de… ¿de qué? No importa, la incertidumbre y la certeza son las únicas amenazas que no soporto. Son lo que hace que mi vida sea obtusa, sin posibilidades, la variable de lo inexorable o el abismo cuántico que lo diluye en un todo o nada. Los dos laberintos mortales: el de paredes retorcidas con callejones sin salida o ese de Borges sin límites ni fronteras ni nada, un desierto eterno donde cualquier lugar es el centro, y ninguno también.
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(The Sandman Nº13: Hombres de fortuna; 1989 - Neil Gaiman)
Acostumbradoalfindelmundolandia: linktr.ee/acostumbradoalfindelmundo
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somos-deseos · 1 year
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Cartas que lloran:
Si me preguntas sobre si estoy bien, te diré que estoy genial. Y es que mis últimos meses fueron malos, pasó de todo y hasta cosas que no te imaginas. No hablo de la ruptura, sino del hogar. Sentí que necesitaba darte tiempo para recuperarte y sanar de todo lo sucedido y en consecuencia yo también lo hice.
En el fondo, te quería para mí, pero al mismo tiempo sabía que eso ya no sucedería. Quería saber cómo te fue o te va con todo lo que pasó mientras estuvimos alejados el uno del otro.
Sé que ya no te importa, pero todavía me preocupo por ti. Tanto es así que no te busqué, te dejé ir, incluso en el momento en que más necesitaba a alguien.
Sabes cómo pasé el Año Nuevo y también que no tenía muchos amigos, lo sola que me sentía, mis traumas, miedos, vivencias, secretos, mis lágrimas, mis sueños, mi vida con Dios y mis padres.
Sé que nunca tendremos esta conversación madura o leerás este mensaje, pero quiero decir que haría todo lo posible nuevamente para que funcione y seamos felices juntos. Todavía te amo, eso no cambiará. Lo que cambia es la forma de expresarlo, ya sea amistad o algo más serio.
Puede que incluso ame a alguien más en el futuro, pero nunca olvidaré los buenos momentos y cuánto me hicieron madurar las cosas malas.
No sé si es un adiós eterno o un hasta luego, pero diré esto:
Adiós cariño...
Adiós capitán...
Adiós galleta de lluvia...
Adiós vida...
Adiós mi señor...
Adiós mi sol...
Adiós, perfecto...
Y adiós...
- Seguen Oríah ☁️.
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alasdepaloma · 10 months
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Amarlo y extrañarlo me ha guiado a contemplarlo en el titilar de cada estrella. Amarlo y no tenerlo me ha encaminado a soñarlo más que a vivirlo o a vivirlo ahí donde la posibilidad de ser uno, existe. Pero entonces despierto y no puedo ni salir de las sábanas porque allí afuera el alma desnuda se congela sin el sueño de ser amada. Es complicado para alguien que sueña amar con los ojos abiertos, y a usted, señor, he aprendido a quererlo con una vigilia invidente… Con la mirada extraviada en la fantasía.
—Paloma.
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jupitersolaris · 1 year
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Más screenshots del álbum de calcomanías/estampas de Saló [o:
↓↓↓ TRANSCRIPCIÓN DE LO QUE DICEN LAS IMÁGENES ↓↓↓
Eusebio Manguera: Dueño del canal. Su función dentro del programa es la de "Emperador Corporativo con Poderes Plenipotenciarios", pero sus empleados lo llaman "amo"
Cortez y Albertito: Directores. Ambos hermanos siameses son los encargados de que el programa sale al aire. Nunca nadie los ha visto pero de que el programa sale, sale.
Tulio Triviño: Conductor. Rostro del noticiero, sus tareas van desde dormie vien para no tener ojeras, hasta darles órdenes a Juanín o decirle a Juanín que revise el libreto. Otra de sus funciones es exigirle a Juanín que lo llame para despertarlo en la mañana.
Juan Carlos Bodoque: Periodista estrella. Cumple órdenes directas del señor Manguera, quien le encomendó un profundo reporteo del frente noticioso ambiental.
A su cargo se encuentran los otros periodistas del programa.
Policarpo Avendaño: Comentarista de espectáculos. Nos trae las noticias y copuchas más frescas de la farándula, y elige cada semana el primer lugar de su Ranking top top top, según sus gustos personales.
Balón von Bola: Comentarista deportivo. Ex gran figura del fútbol, el anciano Balón es uno de los más prestigiosos y olvidadizos comentaristas del país.
Raúl Guantecillo: Comentarista deportivo. Discípulo del Balón von Bola, entre sus funciones están recordarle a su maestro como llegar a su casa y cómo llegar sin perderse.
Ténison Salinas: Reportero de deportes. Nuevo y atrevido periodista en terreno. Le hace el trabajo a von Bola y Guantecillo.
Mario Hugo: Reportero de actualidad. Su función es ponernos al día con el acontecer nacional y pagarle a Tulio por dejarlo trabajar en el programa.
Mico el Micrófono: Periodista. Realiza la popular encuesta de "31 Minutos", aunque su sueño es hacer un programa estelar de puras encuestas.
Jackson Aceituno: Corresponsal de guerra. Nos interioriza de las viscitudes de la guerra de tarros del Mar Despensico.
Patana Tufillo: Reportera. Hago las mejores notas, y algunas bromitas a mi tío Tulio. (Fue quién escribió el artículo)
Juanín Juan Harry: Productor. Lo hace todo, soporta a Tulio.
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jedivoodoochile · 5 months
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Dian Hanson, en una antología del género Pin Up para Taschen, lo definió como "Una imagen provocativa pero nunca explícita de una mujer atractiva, creada específicamente para ser exhibida públicamente en un entorno masculino".
Y ella es el icono Pin Up más famoso de la historia. Mucho antes del #MeToo, siempre intentó mantener su independencia, rechazando ofertas, hasta del mismísimo Howard Hughes, que tenía un equipo para llamarla y acosarla.
Bettie Page nació un 22 de Abril de 1923 en Nashville.
Tuvo una infancia difícil, sin afectos, ni dinero, varias mudanzas y abusos.
Su padre era un alcohólico y su madre una mujer casi analfabeta.
Vivían en medio de la pobreza, y la única isla de esa realidad, era alguna escapada al cine, donde sus ojos infantiles veían como verdaderas hadas, a esas actrices, siempre bellas y perfectas.
Pero cuando la pantalla se apagaba, también lo hacían sus sueños.
De regreso al hogar, cocinaba, limpiaba y ayudaba en las tareas a sus hermanos.
Siempre preparaba alguna actuación, donde bailaba y reía todo el tiempo.
Ella y sus hermanos fueron separados por los servicios sociales y alojados en orfanatos.
Fue muy buena alumna de instituto, donde conoció a Billy Neal, un compañero con el que se casó, poco antes de que él sea movilizado por el Ejército en la II GM.
Obtuvo una Licenciatura en Artes en la Universidad de Peabody, en Tennessee, y comenzó a trabajar como profesora. Pero no funcionó.
Recordaba años más tarde que "No podía controlar a mis alumnos, sobre todo a los chicos".
Bettie en 1945 se traslada a NYC, donde trabaja como secretaria, mientras recibía clases de interpretación. Consiguió una audición en la 20th Century Fox, pero su prueba de cámara fue mal manejada y no fue aceptada.
Neal regresó de la guerra en 1947, y comenzó un bucle de violencia verbal y física en la relación.
Aún amenazada de muerte, Betty lo abandona.
Caminando por la playa de Coney Island sin rumbo, conoció a Jerry Tibbs, un policía de NY y fotógrafo aficionado, que la invitó a su estudio para una potencial sesión de fotos como modelo Pin Up.
El estilo había nacido en los 40', donde las imágenes de esas chicas aparecieron en sensuales calendarios y postales, y sus dibujos desde tanques, hasta barcos y aviones.
Fue Tibbs quién le sugirió un flequillo, que ya no la abandonaría.
El éxito fue inmediato. Su imagen comenzó a aparecer en muchas revistas como Stare, Gaze, Vue, Titter, Beauty Parade, o Eyeful entre otras, y muy pronto se convirtió en la modelo preferida de los clubes de fotografía, apareciendo en garages, talleres, gasolineras y habitaciones.
Poco después conoció a los hermanos Irving y Paula Klaw, propietarios de Movie Star News, una pequeña productora de cine.
Así, en tres cortos casi amateurs, y filmados en 16 mm, Striporama, Varietease y Teaserama, Bettie apareció en filmes de una naif temática BDSM.
Lo que verdaderamente la distingue de las demás pin-up, era que nunca dejó de ser ella misma.
Tenía una candidez en la expresión y una alegría natural de chica sana, que la alejaba de todo el maniqueísmo del género.
Actuaba, no era, y siempre dominaba la situación.
Pero su consagración llegaría cuando Bunny Yeager, la fotografía para un póster de la edición de Enero de 1955 de la revista Playboy que la convirtió en una de las playmates más famosas de todos los tiempos.
Pero todo terminó en la Nochebuena de 1958.
Bettie se sentí­a tan sola, que decidió entrar en una iglesia bautista de Key West. Vio una luz de neón en forma de cruz, mientras estaba tumbada a la orilla de mar. Se habí­a mudado a Florida, tras fracasar su segundo matrimonio y sufrir una crisis nerviosa.
"El Señor me llevó de la mano, y perdonó mis pecados", declaró.
Así, dejó la vida pública, y comenzó a predicar, siguiendo al Pastor Billy Graham.
En su conversión, hasta llegó al África,
donde fue misionera en Angola.
Luego, ya en la década de los 70', sufrió graves problemas mentales, una inestabilidad que obligaron a internarla en un instituto psiquiátrico.
Estuvo con algunos intervalos, bajo tratamiento en el Patton State Hospital de San Bernardino hasta 1992. Al salir vivía de las ayudas públicas.
Hugh Heffner salió a su rescate y gestionó sus derechos de imagen, y a partir de entonces, ella comenzó a recibir regalías por la comercialización de todo tipo de productos con sus fotografías, como camisetas, tazas, carteles, libros, y varias producciones cinematográficas sobre su vida, y pudo pasar sus últimos años sin necesidades.
Falleció en Diciembre del 2008.
Símbolo de la Cultura Pop y la revolución sexual de los 60' y 70', enfrentó el puritanismo y se convirtió en la más legendaria de las Pin Ups, con un espíritu libre y colmado de belleza.
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hobidess · 6 months
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La pesadilla de Chayanne
Ahí estaba otra vez, aquel niño de cabello rubio y máscara de calavera, estaba teniendo otra pesadilla. Estaba tan cansado, cada vez que intentaba dormir esa maldita pesadilla se apoderaba de sus sueños e interrumpía su sueño. 
Porque nadie querría volver a dormir después de morir a manos de su propio padre, aunque tal vez decir que “su padre” lo mató en la pesadilla, era falso. No era su padre, aquel hombre en sus pesadillas no era Philza, era alguien más, alguien que desconocía, pero era alguien peligroso que podía afectar a su familia. 
En esa pesadilla siempre era lo mismo, era él en un campo de flores buscando a su hermanita y a su papá Missa. Pero no podía encontrarlos por ningún lado, no encontraba a nadie conocido, ni siquiera a ese estúpido señor Quackity. 
Simplemente era como si todos hubieran desaparecido, pero luego llegaba a aquel lugar, un lugar como un desierto, pero más que desierto, era como si toda la vida en aquel lugar hubiera muerto y ahí los encontraba. 
Una pila enorme de cuerpos y justo encima se encontraba su “papá Philza” ahorcando a Tallulah y ella lo veía asustada, le gritaba con los ojos que se alejara, que huyera por su vida, pero eso no era lo que Chayanne quería. 
Aunque no mentiría, si lo había intentado varias veces, había intentado huir en cuanto se daba cuenta que era la misma pesadilla pero simplemente era imposible huir. Philza sabía exactamente dónde estaba, lo perseguiría hasta el cansancio y lo mataría, justo después de haber matado a su hermanita. 
Ahora ahí estaba, frente a aquel hombre al que llamaba papá y podía ver esos ojos de color morado totalmente enloquecidos. Incluso sus alas tenían ese leve color morado y brillaban con maldad. 
El color morado se había convertido tanto en su calma como en su tortura, pero no sabía como acabar con esa pesadilla. Incluso había intentado enfrentar a su papá, pero era simplemente inutil, su padre era mil veces mejor con la espada. 
Aunque ese día había algo extraño, no sabía que era, pero algo era distinto. Aunque su hermana estaba sufriendo a manos de su padre, aún así sentía una extraña calidez y confort a su alrededor. 
— Recuerda 
Escuchó una voz profunda y no sabía de dónde venía, pero podía darse cuenta que era para él, le estaba hablando a él. 
— Si alguien está detrás de ti…
— Protegelos - susurro tomando su espada con ambas manos y colocándose en posición de ataque
— Si alguien está a tu lado…
— Respetalos - volvió a susurrar y pudo ver por el rabillo del ojo la sombra de una gran capa roja 
— Pero si están en tu contra… 
— ¡No muestras misericordia! 
Finalmente gritó y se lanzó al ataque tomando desprevenido a “Philza”. Lo golpeó dos veces y luego se alejó para tomar tiempo. Observó como su padre se recompone y toma su propia espada, una que era muy diferente a lo que él había visto antes. Era de color morado, era brillante y parecía exudar poder. 
Fue más rápido de lo que pudo prever, pero aún así resistió, solamente sus manos dolieron al soportar tanta presión. Soporto incluso tres golpes con la espada, hasta que encontró una abertura y atacó sin parar, cuatro golpes, en el tercero pudo atajar uno. 
No era una pelea fácil, no cuando quién le enseñó a pelear era contra quién estaba luchando. Philza conocía sus ataques y él mismo conocía los ataques de Philza, pero había algo diferente, no sabía cómo definir aquello. 
— Él solo ataca… 
— Solo ataca y no se defiende - entendió finalmente 
Eso era una ventaja, porque a Philza no parecía importarle cuantos ataques recibiera, era como si se hubiera olvidado completamente de la técnica y se dedicara solo a golpear. Aunque era difícil, Chayanne continuó, no se rindió, podía caer cada cierto tiempo pero se volvía a levantar para volver a luchar. 
— Él no es Philza…
— ¡Tú no eres mi padre! - gritó el pequeño guerrero 
Observó cómo el hombre se enojaba aún más, Chayanne sabía que durante una pelea no debías mostrar tus sentimientos, cada inseguridad, cada miedo, cada molestia, todo debía ser guardado y contenido. Un guerrero que se deja guiar por la emoción, no era un guerrero. 
Chayanne respiró hondo, tomó su espada con ambas manos y volvió al ataque. Esta vez Philza era menos preciso, no por eso menos fuerte, pero gracias a eso Chayanne fue más que capaz de atajar varios golpes. 
Hasta que finalmente, lo logró, derrotó a aquel hombre que osaba tomar el nombre y aspecto de su padre. 
— Porque aunque te veas como él, tú definitivamente no eres mi padre, no eres a alguien a quién respeto y eres solo alguien contra el que lucharé las veces que sean necesarias - explicó con la respiración agitada y mostrando su espada ante aquel enemigo - Haré esto mismo las veces que sean necesarias con tal de proteger a los míos, porque si amenazas mi felicidad y la de mi familia, me encargaré de que desees jamás haber despertado mi furia 
Con eso finalmente despertó, veía por la ventana que era de día y su respiración seguía agitada, incluso sentía que estaba sudando. A su lado su hermanita dormía completamente inconsciente de lo que sea que le haya afectado e incluso su papá Missa dormía plácidamente.
Encima de sus camas observó pétalos de flores rosas,  tal vez habían dejado la ventana abierta durante la noche y alguno de ellos se levantó a cerrarla pero no quiso limpiar. 
Había sido una pesadilla aterradora, pero ahora sabía lo que debía hacer, siempre debía proteger a su familia, de quién sea que pudiera amenazarla, aún si esa amenaza era su propio padre. 
Hola, aquí traigo una nueva historia. Esta vez sobre el pequeño guerrero Chayanne. Vi un vídeo en tiktok, lo dejaré a continuación y la verdad me gusto mucho, mucho más después de ver un poco del Lore de Philza.
Aclaro, no es que yo sepa demasiado del Lore de Philza, así como tampoco tengo mucha idea de Techno, que en paz descanse. A Techno lo conocí nada más por Philza y por la comunidad, así que tampoco sé mucho de él. Pero de lo que sé, es que era un gran guerrero y ese vídeo solo me dio esta idea, como que Techno ayudaría a Chayanne a hacerle frente al enemigo, incluso si es su propio padre. Tampoco sé mucho del lore de Philza porque no lo veo tanto, pero de lo poco que veo, me encanta. Así que simplemente les comparto esta pequeña historia. Espero no ofender a nadie, yo esto lo hago con mucho respeto y cariño, gracias por leer <3 También quiero aclarar que no soy buena en las escenas de batallas o peleas, hice mi mejor esfuerzo, pero lamento mucho si no es suficiente :')
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kamas-corner · 2 months
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A los locos no nos quedan bien los nombres.
Los demás seres llevan sus nombres como vestidos nuevos, los balbucean al fundar amigos, los hacen imprimir en tarjetitas blancas que luego van de mano en mano con la alegría de las cosas simples.
Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios, los pobres Juanes y los taciturnos Sergios, los Alejandros con olor a mar!
Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan sus nombres envidiables como banderas bélicas, tus nombres que se quedan en la tierra sonando aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.
Pero los locos, ay señor, los locos que de tanto olvidar nos asfixiamos, los pobres locos que hasta la risa confundimos y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas, cómo vamos a andar con los nombres a rastras, cuidándolos, puliéndolos como mínimos animales de plata, viendo con estos ojos que ni el sueño somete que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?
Los locos no podemos anhelar que nos nombren pero también lo olvidaremos
-Roque Dalton / Los Locos
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edy-lyy · 3 months
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Para Katara guardaespaldas:
Su primera cita según Katara, y su primera cita según Azula xD
La primera cita según Katara fue despues de la conquista de Ba Sing Se, Mai y Ty Lee estaban muy cansadas y se fueron a dormir temprano, mientras que Azula y Katara fueron a comer a una habitación aparte. Azula había preparado una cena casi como festín, lo suficiente para cuatro personas, porque era el plan original de Azula comer todas juntas para celebrar la victoria de la Nación del Fuego, puso los ojos en blanco por sus amigas que hicieron poco a comparación de ella y Katara, pero no dijo más. Katara no sabia esa parte, por lo que asumió que Azula le preparo una cena romántica, se sintió un poco decepcionada cuando Azula no le pidió ser su novia, el ambiente era bastante perfecto para eso, pero de todas maneras se sintió feliz por su primera cita. Azula en esa ocasión regañó a sus Dai Lee por hacer del ambiente "muy inapropiado" con su guardaespaldas.
Azula, despues de la guerra, despues de no ser el Señor del Fuego, despues vivir en el Polo Sur por AÑOS, despues de oír a Katara decir que es su prometida cuando la presentó con su tribu y su familia, asumió que su primera cita con Katara fue serca de la tundra en donde es escaparon un rato para ver las estrellas y la aurora boreal, había un pequeño iglú que Katara hizo antes y en el interior pieles que funcionaban como cama, el momento más perfecto para su primera cita y seria con la chica de sus sueños. Katara le dijo que cree que era hora de que se casen porque han estado comprometidas desde hace 10 años. Azula tardó en procesar que su primera cita en realidad no era su primera cita, sino una propuesta de matrimonio.
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saintsr · 3 months
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Capitulo III
Missa estaba experimentando sueños lúcidos dónde un ave gigante lo secuestraba y después lo recostaba sobre  muchas ovejas grandes, esponjosas y que olían bien, tal vez el ave lo trajo para dárselo a sus polluelos, puede ser que lo confundió con un gusano ¿Qué tipo de gusano sería? ¿Su familia aún lo amaría si él fuera un gusano?  ¿Spreen lo cargaría? ¿Shaudone le construiría un lugar para descansar? ¿Se podría meter a la oreja de Quackity? ¿Rubius le pondría un lugar alto para saltar? ¿Podría usar suéteres? ¿Tal vez cocinaría con psicoquinesias?  ¿Sus animales lo reconocerían? ¿Por qué los gusanos no tenían brazos?, al abrir sus ojos noto muchas telas rodeando donde estaba recostado, todo estaba oscuro sin luz, un olor a incienso dulce pero fuerte cómo en un campo de flores recién bañadas por el rocío pero al mismo tiempo como el río cuándo choca con las rocas.
De repente escuchó algo golpeando un cristal, así con cuidado se levantó y abrió las cortinas para ver un gran ventanal, con un balcón un poco iluminado por lámparas. Cuándo estaba apunto de abrirla una piedra chocó contra el cristal, gritó tan fuerte que lo que sea que estuviera afuera también gritó y escuchando aves volando a gran velocidad así como un ruido a sus espaldas cómo una silla cayendo al piso. Siente unos brazos posarse alrededor de su torso y ser jalado hasta regresarlo al colchón para que un peso extra se sitúe arriba de él haciendo que se paralice y respiré agitadamente.
“No hagas más ruido, tranquilo estás a salvo” una voz profunda pero desconocida habló.
“¿A salvo?” repitió sintiéndose tonto al hacerlo ya que no procesaba lo que estaba ocurriendo
“Sí, aquí nada malo te sucederá lo prometo” Las sombras por fin se despejaron viendo el rostro de su  captor sobre todo esos ojos azules fríos y temibles pero ese sombrero a rayas era curioso.
“Es-Esta bien, loco de seguro lo que usted quiere es quitarme mi castidad pero no sabe que Shaudone y Rubius ya me advirtieron sobre personas cómo usted señor violador” habló rápido en una lengua desconocida para el otro hombre.
“¿Qué?” Philza se sintió ofendido por algo que no entendió por completo, acaso ¿lo ofendió en lenguaje de las Ninfas?
“¿Qué?” Missa se hizo el desentendido “Bueno me presento Soy Core o Perséfone y mi nombre para mis amigos es Missa y sí ya no soy virgen”
“¿Qué?” por fin notó la posición  en qué se encontraban él entre las piernas de Missa , el cabello oscuro extendiéndose sobre las mantas blancas además de esa sonrisa coqueta junto con la mirada amatista brillando los brazos estaban extendidos en una pose sugerente con el resto de su cuerpo “Disculpe, yo no pretendía ya sabe sólo quería protegerlo así que por eso me pose sobre usted para cubrirlo” se levantó con prisa pasándose al otro lado de la habitación con un gran sonrojó que la oscuridad tapó.
“¿Ah? Ehh, ¿Entonces sólo es un secuestrador? Por qué las demás Demeteres vendrán por mí y destruirán todo” Missa se levantó rápido yendo al otro extremo agarrando una lanza o báculo para blandirlo frente a él.
“No, esto es un mal entendido”
“No le daré nada de los secretos es más no tocará nada de mí otra vez Señor Sin Nombre”
“Baja eso te puedes lastimar más y con esos movimientos bruscos se abrirá la herida en tú cabeza” Se trató de acercar lentamente mientras le mostraba las palmas de sus manos aún así Core seguía blandiendo el arma para asegurarse que no se acercará “Por cierto, soy Hades Rey del Inframundo pero mis amigos me llaman Philza o Phil con el que te sientas cómodo”
“Espera el Rey del Inframundo ¿Me secuestró?” Preguntó con asombro y un poco temor .
“No , no te secuestré  ¿Qué es lo último que recuerdas?”  Hades preguntó con exasperación mientras  trataba de esquivar los golpes.
“Corría de una multitud El Rey 8cho volvió a atacarnos e involucró a su pueblo, las Demeteres mayores me dijeron que escapará  después de perder mi arma pero tenía que proteger a mis animales .. Espera ¿Y mis lobos?” Missa dejo de blandir  el báculo por un momento.
“¿Tus lobos? No te estaban atacando también” Hades dijo con perplejidad , por fin se había acercado un poco más
“No, son mis amigos” Missa al ver a Philza más cerca alzó  el báculo hasta que sintió que atoró en algo jalándolo con violencia para después sentir un golpe en su cabeza “Oh no”
“¡Core!” Philza vio todo en cámara lenta como Missa jaló el báculo que estaba atorado en una lámpara y está le caía encima haciendo que se desmayara de nuevo y que su herida se volviera a abrir, corrió a su lado para volverlo a cargar y llevarlo a la cama para repetir la curación.
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Mujer con alma de mariposa 🦋 Buenos Días...
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No dejes que se detenga el reloj de tu vida, sin que hayas disfrutado de todo lo hermoso que El Señor te a dado...
Mucho menos sin compartir las bendisiones infinitas que por su amor y su Grande Misericordia haz recibido...
Comparte tus sueños, tus dones, tus talentos y tu conocimiento con los menos afortunados y con los que tienen necesidad...
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Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia...
(S. Mateo 10:8)...Amén... DTBM.!! 🙌🦋🌼🍃😴✨💫
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idoltoons · 17 days
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Desconozco si ya lo ha mencionado pero, leyendo las opiniones acerca de Elias. ¿Elizabeth está consciente de lo que Everett piensa acerca de el? ¿Ella le ha hecho mención de su deseo de que Elias y Amy estén juntos? ¿Everett sabe de que medio mundo ya asume que Elias y Amy van a terminar casados cuando crezcan? Tengo muchas preguntas perdón-
El tema de Elias con Everett es la misma situación que Caleb con Everett en su momento.
Everett JAMAS va a considerar que alguien es lo suficientemente bueno a para las mujeres de su vida.
Pero, distinto es lo que él piensa a como habla frente a esas mujeres de su vida.
En el caso de Elizabeth, ella sabe que para Everett es un tema sensible hablar sobre lo muy enamorada que Amy esta de Elias. Ella no sabe como tal lo que Everett piensa de Elias, pero si sabe que este teme que Elias cometa errores que hagan llorar a Amy. Ella sabe que de parte de Everett, este opina que Elias necesita madurar mucho para ser un pretendiente decente para su hija. Elizabeth esto no le ofende, no lo toma personal, ella sabe que Elias jamás haría algo intencionalmente para dañar a Amy, pero entiende que es común para un padre sobre pensar las cosas más cuando se tratan de sus hijos.
Elizabeth normalmente intenta no demostrar frente a Everett lo mucho que ella quiere que Elias y Amy se queden juntos, pero Everett no es tonto y puede ver que Elizabeth se le iluminan los ojos cuando ve a ambos niños pasar tiempo juntos.
Everett frente a Elizabeth muestra resignación. No esta de acuerdo, no esta contento, se quejara mucho, pero tampoco intenta ser potencialmente un obstáculo.
En el caso de Everett fuera de Elizabeth, cuando se trata del resto de personas, este se retirara del lugar donde este hablando de el posible futuro matrimonio de estos dos, porque no quiere escuchar nada de eso.
Por eso digo que Everett actúa igual con Elias como actuó con Caleb. Everett jamás aprobó a Caleb, nunca confirmo agradarle, nunca estuvo de acuerdo con que Elizabeth se casara con él, pero jamás fue un obstáculo potencial para que estos se quedaran juntos.
Es el abuelo que siempre tiene una opinión negativa de los futuros maridos de sus nietas pero nunca dirá que no a pagar el vestido de novia y la boda en sueño de sus nietas favoritas. Es el señor que le dirá a sus nietas que son las novias más bellas que el mundo ha visto pero durante la caminata hacia el altar les dirá que aun no es tarde para arrepentirse.
En ese tema, Everett se quejara mucho, pero, resignación ante todo...
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adiosalasrosas · 2 months
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EL TIEMPO DE BORGES Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges
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EN EL OTRO, EL MISMO
Soy, pero soy también el otro, el muerto, el otro de mi sangre y de mi nombre; soy un vago señor y soy el hombre que detuvo las lanzas del desierto. Vuelvo a Junín, donde no estuve nunca, a tu Junín, abuelo Borges. ¿Me oyes, sombra o ceniza última, o desoyes en tu sueño de bronce esta voz trunca? Acaso buscas por mis vanos ojos el épico Junín de tus soldados, el árbol que plantaste, los cercados y en el confín la tribu y los despojos. Te imagino severo, un poco triste. Quién me dirá cómo eras y quién fuiste.
En El otro, el mismo (1964) Jorge Luis Borges
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astroreyes · 3 months
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Como un milagro inesperado, él regresó.
Si señores, el amor de mi vida, de quien no supe nada durante 13 meses porque estuvo a 10.000 kms de aqui, por una jugarreta del destino volvió a mí, volví a oír su voz y su risa, mi alma pudo tener sosiego y recibí ese regalo que creí inalcanzable.
Me pensó, me extrañó, pasé por su alma de vez en cuando, sin embargo, el destino es tan perfecto que fraguó lo mejor para él, para que pueda cumplir sus sueños y se irá de nuevo.
Yo, lo amo tanto que solo puedo ser feliz al verlo cumplir sus anhelos, y pedir al universo cada día como lo hice todo este tiempo, para que sea todo lo feliz que se merece, tan feliz que no lo pueda creer.
Esa sensación agridulce es difícil de expresar, pero el amor, como dice la canción amigos míos, es mucho más fuerte.
🥲🥲🥲🥲🥲
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Señorita con sentimientos de hielo, te pido que me brindes el mismo afecto que te doy para saber si soy sólo yo el único que vive en esta relación o no, si hay verdades en tu tacto o sólo son mis ilusiones las que me hacen creer que también me amas.
Señorita “Giro a la izquierda cuando vienes por la derecha”, no te refugies de mi lluvia de rosas cuando intento demostrarte mi amor, cuando trato de hacerte ver que no caen espinas sólo pétalos. No rehúyas la cara cuando enfrento tu falta de querer. El uno por ciento de mi corazón roto lo llevas tú, pero el noventa y nueve por ciento lo llevo yo por enamorarme de una pared.
Señorita “No tolero tus gustos”, escúchame cuando te hablo de lo que me apasiona, léeme cuando me inspiro escribiendo sobre ti. No me calles y digas que mis ideas son estúpidas o dudaré del próximo paso que planee dar en tu dirección, No digas que no haré realidad mis sueños cuando me empeño todos los días en alcanzar una pizca de ellos.
Señorita “No te dedico una sonrisa porque no tengo razón”, no les digas a tus amigos que soy insuficiente cuando me parto la espalda todo el tiempo por hacerte feliz.
Señorita “Me encierro ya que eres el único que se abre”, ¡exprésate ante mí, dime lo que sientes, lo que piensas, lo que amas, lo que odias! Déjame entenderte. Muéstrame tus verdaderos colores.
Señorita sin responsabilidad afectiva, te importan un demonio las lágrimas que lloran tu nombre, resbalando por mis mejillas.
Señorita “Me percato de lo negativo, desestimo lo positivo”, nunca me das crédito cuando consigo que esboces una sonrisa pero me arrojas platos a la cabeza cuando te hago enojar.
Señorita “Nunca reparo lo que rompo”, has terminado conmigo más de lo que recuerdo porque siempre acabas hartándote de mí, y todas esas veces he corrido detrás de ti para recuperarte, incluso cuando no he sido yo quien ha encendido la llama en la madera.
Así que ya no me des más oportunidades. Me he aferrado tanto a ti que no puedo dejarte ir, por lo tanto, corta el nudo que me tiene atado a ti. Me la he pasado buscando tu corazón que ya no recuerdo cómo volver a casa.
Ayúdame un poco con esto.
Vete lejos, empaca tus maletas, cruza la puerta y el jardín; finalmente me he dado cuenta que estando contigo, más me quiebro.
Anda, se cruel. Sigue siendo destructiva. Evapora las ilusiones que tengo de que algún día podré encontrar calor en la fría atmósfera que emanas. No envíes ninguna otra señal de humo. No me confundas más con falsas esperanzas.
Señorita “Nunca cambiaré”, continua decepcionándome de la única manera que sabes, sígueme desequilibrando emocionalmente.
Hazme odiarte para dejar de amarte. Dame razones imperdonables para irme de una vez.
Quiero ser el Señor “Me he cansado de la Señorita sin sentimientos”.
-Dark prince
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rubimoon45 · 4 months
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UN MENSAJE DE DIOS 1/2
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Pairing: Sigtryggr x fem!reader
Sinopsis: cuando los daneses asedian la capital de Wessex con Dynah dentro, no queda otro remedio que rendirse. Así hacen, separan a la familia real de la clase baja. Aún con esas, el líder de los daneses parece atraído por la idea de aprender.
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Valhalla.
Una palabra con tanta fuerza, pero a la vez vacía. Poderosa, para aquellos que desafiaban las órdenes de la hermandad y la palabra de Dios. Con tanta profundidad como lo podía ser un pozo sin fondo, que se convertía en nada... O en todo, para ellos. Morir en batalla. Buscar una muerte honrosa que los lleve a esa fiesta o reunión al otro lado. O como le habían explicado, muy por encima, hacía ya mucho. Y vacía para aquellos como ella, que se refugiaban en las cálidas palabras del Señor, pero también comprometedoras. Porque a veces el Señor era cruel hasta con sus más fieles seguidores. A Lady Aelswith le habían arrebatado al rey, pero bendecido a su hija con la corona de Mercia para continuar el sueño de su padre.
La cristiandad se mantenía fuerte, pese al avance y los continuos esfuerzos de los bárbaros daneses para extinguirla. Eso era lo que decían los padres de la ciudad, o los monjes que llegaban de una larga peregrinación. El cambio de trono de Mercia y los rumores dentro de Wessex sobre una posible traición habían dejado el camino llano a las especulaciones. Una pequeña novicia en prácticas tampoco tenía mucho que aportar. Recomendada desde hacía un año por el fallecido Beocca y educada por la antigua sacerdotisa y guerrera Hild. Un honor, cuanto menos. Sobre todo ahora que Wessex estaba vacío y necesitaban el consuelo de Dios.
Había pasado una semana desde que la noticia de Mercia había llegado con los peregrinos a la ciudad, a Wintanceaester. Lord Aetelhem decía que las funciones de la ciudad debían continuar como siempre, y que el rey volvería cuando acabase su gestión al otro lado del reino. Más bien le ordenaba. Debido a la falta del Padre Pyrlig para aconsejarla, pasaba sus días al servicio de la reina y jugando con el joven príncipe, vigilándolo a veces también. Limpiando el desorden de la vieja sala de escritura, recitando sus oraciones en la capilla, ... En ese momento estaba en ella, orando por la delicada salud de la reina y la del rey que no podía dejar el reino en las manos de un niño. El frío bajo sus rodillas era tétrico, como aquel espacio apenas iluminado por unas velas y el viento nocturno que se colaba por la piedra helada de la residencia real. En Cockham las noches eran iguales, pero allí al menos estaba en presencia de sus hermanas aprendices, y era reconfortante.
Una vez acabó sus oraciones, se levantó del suelo. Observó a su alrededor. Vacío, como las palabras de los infieles, pero protegida por la fe y mano del Señor. El sarcófago de piedra tallada con el cuerpo del viejo rey como su compañía terrestre. Huesos y polvo era lo que quedaba, pero había leído las crónicas de sus hazañas por encima con ayuda del Padre Pyrlig, y aprendiendo la sabiduría de sus acciones por el Padre Beocca. Apretó el rosario entre sus dedos. El dolor de las cuentas era gratificante para aquellos que pecaban como su castigo... Y para ella un recordatorio más para sus labores hacia la fe. Casi salió corriendo de la capilla, a un pasillo oscuro apenas iluminado también y por aguas ventanas amenazaban los primeros rayos de luz.
Sus aposentos estaban en un ala alejada, cercanos al dormitorio de Lady Aelswith. Conocía la situación de la reina viuda, así que suponía que era un consuelo tener a alguien en enseñanza de lo que ella conocía de cerca. Una de las doncellas de la reina apareció de entre las sombras, saliendo de un cuarto ahora abierto.
-¿Qué ocurre? -preguntó con cortesía, en voz baja, a sabiendas de que dentro de los aposentos reales iba a estar la reina descansando. Así lo supo solo con ver la oscuridad que lo envolvía, sin apenas un rayo amable de luz.
-La reina no puede dormir. Dice que escucha ruidos fuera.
-Tal vez madrugar para rezar consolaría su agitado espíritu y conciencia -razonó. El semblante de la doncella no se inmutó-. Debe echar de menos al rey.
-Un rezo matutino no va a ayudarla. Iré a buscar algo para relajarla.
-Lo dudo.
Dynah levantó la cabeza ante la gruesa voz masculina. Una parte de su cabeza pensó que era un guardia, hasta que se dio cuenta de que la voz provenía de dentro. Del interior de los aposentos de la reina. Solo para encontrarse con el rostro blanco y melena rubia de esta. Dynah casi se tambaleó al ver quien iba tras ella, con un cuchillo a un lado de su delgado cuello. Las cuentas de su rosario resbalaron de entre sus dedos, hasta caer al suelo. La doncella apenas tuvo tiempo para reaccionar.
Dos hombres más, con el mismo tipo de atuendo para la vida nómada y forrado con pieles, pero también visiblemente protegido con zonas de cuero, aparecieron sujetando al joven príncipe. Al verlo, la reina Aelflaed lanzó un jadeo e intentó ir a por él. Al intentarlo, hubiera tropezado con su ropa de cama de no ser por el agarre del hombre. Este rio al verla fracasar, y dijo algunas palabras que ninguna comprendió. El corazón de Dynah se aceleró cuando los tres las arrastraron con ellos por los pasillos de piedra del palacio. Todo estaba tan callado... ¿Y lo guardias que protegían el interior? ¿Y los demás hombres leales que quedaban? El miedo de su interior se acumuló pensando en lo que podría estar ocurriendo para que todo estuviera tan calmado, pero ese silencio... Era peor que la soledad de la capilla cuando Dios no respondía a sus plegarias.
Los tres hombres las sacaron con ellos al exterior, a través de la entrada que daba al jardín delantero y posteriormente a la salida del palacio. Dynah tragó saliva cuando vio lo que acontecía ahí mismo. Más hombres como esos desconocidos invasores en el jardín, acompañados de los propios guardias. Con una diferencia. Estos destacaban por estar de rodillas y con las cabezas gachas, delante de un grupo de captores armados que al pareces esperaban órdenes. Una mujer con el pelo recogido, mismas vestimentas, y notablemente embarazada, sujetaba una larga espada por la empuñadura en dirección a un hombre también en ropa de dormir. El rostro anciano y cansado del hombre miraba hacia el filo del arma, que apuntaba hacia su cuello sin vergüenza, como la imagen del arcángel Miguel cuando se enfrentó a los ejércitos de Satanás. Solo que los papeles estaban invertidos. Lord Aetelhem.
-Padre -sollozó la reina aún temblando y con la piel de gallina.
-Por favor -los labios del hombre temblaron al verla. Al verlos, a su nieto y a su hija, expuestos de esa manera como trofeos de guerra.
Dynah tembló también, pero no podía hacer nada contra su captor. Más fuerte y más alto que ella, la cogería al instante de zafarse. Estaban tomando el castillo. Hild le había enseñado lo que hacían en ese tipo de situaciones, en especial con las mujeres. A la reina no la tocarían, el príncipe solo era un niño que no comprendía lo que pasaba y Lord Aetelhem era el protector de la ciudad ante la ausencia del rey. Pero a ella, a las doncellas y a las súbditas les vendría un destino peor que una muerte. Solo hacía falta verles. Y la mujer que apuntaba a Lord Aetelhem...había una frialdad en sus ojos, en la forma en la que se movía, comparables con las ciudades de Northumbria de acuerdo a los caballeros.
-Usted elige, Lord -dijo otra voz. La del varón al lado de la mujer guerrera. Se dirigía al padre de la reina, casi burlándose, pero sin mostrarlo. No comprendía nada. Tan contrarios y por una misma causa. Melena larga, piel blanca y ropajes de cuero. Casi vio a Sihtric reflejado en esa persona de no ser por la expresión. En las pocas ocasiones que se habían visto, le había parecido un personaje diferente por sus ambiciones. Esa persona...a simple vista se divertía con lo que hacía. Entonces lo recordó. Juzgar era un pecado, por el cual ella se estremeció-. Rendirse o luchar. Es sencillo.
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Lord Aetelhem vaciló.
Y las piernas de Dynah temblaron cuando el frío la golpeó. El hábito al menso era de lana. La ropa de cama de la reina no era más que algodón y lino finos. Supo ver lo que pasaba por la cabeza de Lord Aetelhem. Sobre todo cuando era consciente de la posición en la que estaban.
-Nos rendimos.
Dynah tomó aire cuando una sonrisa apareció en la cara del varón que le plantaba cara. Escalofriante, pero... La mujer se mordió la lengua, pero bajó la espada. Continuó mirando al Lord antes de darse lavuelta y atender directamente al que parecía el líder de esa pequeña armada. No era una guerrera como Hild, pero sabía contar y distinguir. Cuando vio que las espadas atravesaban los cuellos y los pechos de los guardias sajones, Dynah supo que no iban en broma. Que ahora toda la ciudad estaba al mando de los daneses y ellos eran rehenes.
-Encerradlas en la capilla. Que estén junto a su dios y rey.
Los guerreros a sus órdenes obedecieron. Tiraron de sus codos para obligarlas a caminar, de nuevo, al interior. La sangre manchaba el suelo y se extendía a medida que los cuerpos se vaciaban. Su cuerpo se sacudió y su nariz picó, amenazando en derramar alguna lágrima y suplicar el perdón por su vida y la de esos guerreros.
-Madre -el príncipe balbuceó frotándose los ojos, adormilado. Dynah rezó una oración silenciosa por la que podían hacer ahora con ellos.
El príncipe heredero y la reina en manos danesas. La capital del reino más poderoso tomada. El rey debía darse prisa y resolver esa situación. Dios apretaba. Eso se suponía.
-Espera -ladraron a sus espaldas. Los hombres danesas se detuvieron-. Separadlos. Poned a la familia del rey en la capilla separad a los otros.
La mujer se acercó a él. La espada colgaba ahora de su cintura.
-¿Qué estás haciendo?
-Ser inteligente. Ellas dos no son de la familia real -les lanzó un gesto despreocupado con la cabeza. Su melena sucia de sangre y polvo y oscura se balanceó con el gesto-. Se ve a simple vista.
-Qué más da eso -sonaba muy molesta. Tanto que hizo que ella se encogiera.
El hombre le devolvió la mirada, los ojos claros mirándola como si intentase leerla. Los ojos oscuros de la mujer no vacilaron ni un instante. Temía perderse en esa oscuridad. El silencio mortal entre los dos se rompió cuando la cabeza de ella dirigió hacia ellos. La cara de la reina, blanca como la nieve, palideció si cabía más. Sus delgados brazos fueron a sujetar los estrechos hombros del príncipe.
-A ti te conozco -dijo entonces la mujer. Había posado los ojos sobre ella, como si fuera la presa de su larga y emocionante caza y la familia del rey quedase en otro plano. Asimilando sus rasgos, la mujer no era una belleza, pero su violencia le daba una belleza fiera. Tal vez los dioses la hubieran forjado de esa forma-. Sí, te reconozco -se acercó un poco más a ella, hasta que pudo oler el aroma a muerte que la envolvía-. Ese pelo rojo... Thyra bromeaba con que podrías ser su hija. Estabas con Uthred y sus amigos cuando esa bruja de Pelo Sangriento lo maldijo para atormentarlo. Pensaba que eras danesa.
A Dynah se le secó la garganta.
También la recordaba, muy por encima, casi como un recuerdo dormido sobre su pasado. La Hermana Hild recomendaba abandonar el pasado y perdonarse a sí misma por los errores de los demás, pero teniendo en cuenta que no todo lo ocurrido era por ella. La vida en Coockham había sido un lavado de cara y sin lugar a dudas una muestra de la misericordia de Dios para aquellos que siempre habían sido unos fieles seguidores de sus enseñanzas. Esos ojos juntos y pecas desperdigadas alrededor de la nariz. Ya la había mirado a lo lejos cuando viajaron a Northumbria, ahora era como tener un espejismo del pasado sobre la imagen de la mujer alegre y vivaz que una vez vio.
-Debes de saber dónde están Uthred y sus amigos, ¿verdad?
-Sé lo mismo que usted, señora -apretó los puños en uno, los dedos arañando la piel de sus nudillos.
La respuesta de la mujer fue cruel. Una sonrisa despiadada que solo consiguió erizarle los pelos de todo el cuerpo.
-Un recordatorio de lo que somos capaces le vendrá bien a ese rey vuestro. Demostrarle de lo que somos capaces -la miró de pies a cabeza, desde el final de su hábito azul oscuro hasta el más erizado de su melena pelirroja. Como si tuviera la solución justo en frente. El sudor y el miedo se juntaron-. Obligarlo a que nos entregue más territorios y la ciudad. Su ciudad y la de su querido padre.
Se estremeció con solo pensar que iba a ser madre.
-¿Qué propones, Brida? -respondió él, casi con pesadez.
Birda, la mujer, le devolvió la mirada una vez más. Nunca había visto a nadie mirarla como si valiera menos, con esos pequeños ojos marrones observándola con absoluto desprecio.
-Mándale su cabeza -hizo un gesto brusco con la barbilla en su dirección-. Es más chocante para los cristianos cuando ven que estás dispuesto a matar mujeres y niños.
Dynah jadeó audiblemente, aterrorizada ante la idea. La reina y el príncipe se revolvieron, pero antes de que pudieran objetar -que lo dudaba- los guerreros se los llevaron junto con la doncella, seguidos de Lord Aetelhem al final, tras un sutil pero no desapercibido gesto de cabeza de su líder.
-No haremos eso -le respondió él, fríamente-. Matarás a los hombres que quieras, pero ella se quedará conmigo.
-¿Y qué harás con ella, ir a rezar? Es sajona y cristiana. No tiene más gracia que eso.
-Eso lo decidiré yo.
Dynah se revolvió del agarre del hombre que todavía la mantenía a su lado. Los dedos apretaban la carne tierna del brazo, aunque la gruesa lana la protegiera. El hombre hizo un gesto cortante hacia los daneses que flanqueaban a la mujer. Solo pudo ver cómo algunos de ellos comenzaban a arrastrar los cuerpos de los sajones muertos hacia la salida, dejando senderos de sangre a su camino. Si quedaba algo de esperanza, esta se perdió cuando el líder avanzaba con desdén y tomaba su brazo en un rápido movimiento. A pesar de la conmoción y disgusto, el saber que tanto la reina como su hijo estaban a salvo y su cabeza se mantenía en su sitio era reconfortante.
Por el momento.
La habitación a la que la llevó era el estudio del rey. El sitio donde se planeaban las guerras y que anteriormente había sido el lugar de redacción del rey Alfredo. Aún habían libros, pero predominaban los mapas. Una larga mesa de madera y varias sillas decoraban el medio del espacio. Mientras sus ojos vagaban por la habitación, ese nuevo espacio que solía estar cerrado para gente como ella, salió de su ensoñación al recordar la razón por la que estaba ahí. Ni el iluminado y bello espacio podían hacer frente a la maldad de los actos de los hombres. Dynah se dio la vuelta rápidamente, envuelta en la tela de su atuendo y el rostro enmarcado en la pesadez de su melena ahora revuelta.
-Quédate atrás -tartamudeó una advertencia, retrocediendo. Ya no la agarraba, pero su brazo recordaba la fuerza de los dedos del anterior y la todavía presencia del otro. Y no le gustaba. Miró a su alrededor. Lo único que podría usar como arma era uno de esos libros o alguna pluma.
Si Brida había conseguido asustarla con solo sonreír, la presencia de aquel hombre hacía que todos sus sentidos se pusieran alerta. No tenía el semblante austero de los otros guerreros, pero sí un aspecto que pese al desinterés podía ser considerado de atractivo y juvenil. De su misma edad, o cercanas, con suerte. Dynah apretó los dedos de nuevo, con el miedo apretando en su pecho. En su respiración nerviosa. Y esa sonrisa, que no era cruel. Divertida y peligrosa, sí. Pero si un danés quería matarla, la habría dejado en manos de Brida y su espada tras la amenaza.
Él solo la miraba, como si le pareciera divertida la situación. Caminaba por la habitación, ordenada, y analizando el espacio detenidamente sin pararse mucho en cada detalle.
-¿Sabes quién soy, pequeña guerrera?
-No.
Así solían llamar a Hild. Sihtric para burlarse. Que la llamasen así era estrechamente familiar. Y una forma de recordarle que era una inútil, una sierva más. Ahora un rehén. Pero la vanidad era un pecado y casi un castigo. Él se detuvo, después de rondarla como una presa, y cambió su comportamiento. Su postura se enderezó, inclinando la cabeza y juntando los brazos tras su espalda.
-Soy Sigtryggr Ivarrson. Soy un danés que ha tomado Winceaester -lo decía con orgullo, cosa que no le sorprendía. Lo que sí conseguía generar en ella era la sorpresa de que se pareciera tanto a Sihtric como a Uthred, a su propia manera. La cercanía de su cuerpo se tuvo en cuenta cuando los dos ojos rodeados de negro, seguramente ceniza, se convertían en dos faros de luz azul-. Si desease follar con una mujer, no necesito hacerlo por la fuerza.
Dynah no le respondió. Solo lo observó, en silencio, con el cuerpo arqueado buscando una separación entre ambos a la fuerza. Se preguntó, una parte de ella, si era consciente de lo que generaba solo con abrir la boca. ¿Era eso lo que sentían los guerreros del rey cuando daba una orden, cuando les imbuía coraje antes de una guerra...? Con esa suavidad, pero también fuerza y sentimiento, su confianza.
Buscó algo que decir, pero no encontró palabras. Nada más que un nudo en la garganta y la lenta cadencia de su propia respiración, subiendo y bajando en su pecho. La una reacción que tuvo fue el sentir la sangre subir a sus mejillas. Dynah se quitó el sudor de las manos, pensando en la tontería que era conocer su nombre si iban a matarla en algún momento. Cuando se dieran cuenta de que los sajones no iban a dejar que los daneses tomasen su ciudad más importante. Y con solo imaginar la contraofensiva el efecto de las palabras se anularon, como un hechizo.
-Bien -fue lo único que le salió decir-. ¿Por qué habéis venido? El rey no está en la ciudad.
Tragó saliva cuando los finos ojos azules, del color del hielo, continuaron sobre ella como si fuera el único objeto de la sala. Que el pelo le cayese por cara no ayudaba a quitarle esos aires violentos, ni...la enorme cicatriz que pasaba por el lado izquierdo de su cara. ¿A cuántos habría matado? Si no abusaba de ella, es que había otro motivo para mantenerla separada de las demás doncellas.
-A tomar lo que me deben -dijo, simple-. Tu gente me expulsó de la mía. Así que tu rey me la devolverá a cambio de su hijo.
-¿Y si no lo hace? -se atrevió a preguntar, casi en un susurro.
-Entonces la cabeza del crío sería una bruna oferta para recapacitar. Puede tener más, ¿no?
-Su humor al ver la ciudad no será un buen paso para recuperar las tierras.
La sonrisa su respuesta. No cruel, pero sí burlona.
-Una buena oportunidad para probar su paciencia, entonces.
-El príncipe no tiene culpa de nada, es un niño -Dynah vaciló, pero entonces recordó las palabras de Hild. El Señor la protegería en su espacio más sagrado, por mucha reticencia que tuvieran los paganos a entregar un lugar que ellos ya habían ocupado con anterioridad-. ¿Somos vuestros prisioneros?
El líder, Sigtryggr o como se pronunciara su nombre, se volvió hacia ella. Había comenzado a inspeccionar los mapas sobre la mesa con aire curioso, como si de verdad conociera su uso.
-Eres libres de irte cuando quieras -ofreció, aún con las manos en la espalda. Y una sonrisa un tanto socarrona-. Pero tendrán que enfrentarte a Brida. Para estar embarazada es más vigorosa que la mitad de mis hombres.
No quiso saber de cuántos meses estaba. O de lo que pasaría si salía por la puerta siguiendo el consejo y se enfrentaba cara a cara con ella. Dynah tragó con fuerza, mirando hacia la puerta. Era imposible que estuvieran ellos dos solos, habría más hombres detrás de esos dos trozos de madera tallados. Su libertad era una ilusión, una broma con la que él jugaba. Estaba atada de manos y pies. Mantenerse callada y obedecer era su una salvación.
-¿Voy a...estar aquí encerrada?
-Es un buen lugar. Para un hombre aburrido.
La sala de los hombres y la ley. Tan diferente a lo que a ella le correspondía... Hubiese preferido tener la capilla. Aunque fuera helada, estuviera sola y húmeda cuando hacía mal tiempo. Estaría con su dios. Como si supiera lo que pasaba por su cabeza, la atención de Sigtryggr pasó hacia donde ella miraba: las estanterías. Su cuerpo se alejó de la prudente separación entre ambos, y caminó hacia la más cercana. De entre todos los pergaminos y contenido, toda la información de los sajones durante generaciones, sacó uno de los gruesos tomos. Lo hojeó por encima, frunció el ceño y cuando acabó con él preguntó:
-¿Puedes leer?
Ella asintió. No era necesario saberlo, pero Hild había tenido la cortesía.
Sigtryggr le tendió el tomo.
-Leeme.
-¿No sabes leer?
-Puedo -dijo con una sonrisa traviesa. Dynah tomó el reino, que pesaba, y casi le dio la sensación de haber acariciado las puntas sus dedos-. ¿Pero dónde está la diversión si lo hago?
Supuso que tenía razón. Suspiró pero no le quedó otra que hacer lo que le pedía. Se sentó en una de las duras sillas frente al escritorio, mientras que él hacía igual en un asiento al lado de la ventana al final de la sala. La luz que entraba por los múltiples huecos cubiertos hacía que su melena hasta por debajo de los hombros brillase clara, entre un castaño claro tirando a pelirrojo.
Cuando comenzó a leer tuvo la sensación de estar invadiendo el espacio de Alfredo y la Casa de Wessex. Pero a medida que avanzaba se daba cuenta de que los sajones eran sólo nombres de los grandes reyes y solo de ellos y sus mayores victorias, sus avances en las islas. Y que en ninguna se mencionaba o hacía referencia a la presencia de Uthred tanto en negociaciones como en el campo de batalla. Pero que a Sigtryggr parecía interesarle, curiosamente, sólo porque escuchaba y en ningún momento, sólo en las batallas de los daneses, interrumpía para lanzar algún comentario jocoso.
Y eso ya tenía bastante que decir sobre él.
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Durante la próxima semana, los días transcurrieron parecidos a ese. Ella le leía en voz alta la historia de los sajones o algún texto religioso cuando se aburría de escuchar las hazañas de sus enemigos. No estaba segura de las motivaciones reales sobre su interés en escuchar esas historias, o lo que pretendía encontrar al hacerlo. Lo único que podía pensar era en una forma de distraerse de la espera. Dynah estaba ansiosa por tener noticias del rey, más allá del asedio que Sigtryggr le había informado uno de esos días atrás. Porque estaba segura de que al conocer las noticias Uthred no se quedaría de brazos cruzados. Actuaría por su cuenta, como siempre.
Rezaba todas las noches, cuando quedaba sola ahí encerrada, y con las manos entrelazadas, por la seguridad de todos ellos. Por el rey y su familia. Por Uthred y sus amigos. Por el Padre Pyrlig. Y por último se dejaba a ella misma. No es que estuviera siendo torturada, como si viviera como una reina, pero todo buen gesto tenía que ser agradecido, en parte. Y dado que aún tenía la cabeza sobre los hombros... Estaba siendo afortunada.
Una vez, la entrada de Brida al estudio los había pillado desprevenidos. A ambos, sí. Ella le estaba leyendo sobre los milagros de algún santo y él escuchando, pero con la mirada perdida en otra parte del estudio. Nunca hablaba, y no recordaba haberle dicho su nombre. O que le preguntase por él.
-Tenemos que empezar a matar rehenes -había anunciado.
Dynah se había quedado sin palabras.
-Tenemos a la familia del rey. No van a hacer nada.
-Planeando un ataque. Ahí parados y conociendo la ciudad mejor estarán buscando una oportunidad. Un hueco -la ira incontenida de sus palabras se traslado a sus acciones. El vientre protegido por una tela más gruesa y escamada cada vez abultaba más-. Déjame matar a la cría. Si no me dejas la cabeza de la pelirroja, déjame a la hija de Uhtred.
Se había quedado callado, pensando. Stiorra. La última vez que la había visto fue en el convento de Coockham con Hild, cuando Uthred había ido a reclamar sus tierras... Y luego la noticia de la muerte del Padre Beocca y que el plan había salido mal. El joven Uthred y su hermana se habían quedado en el convento con ellas a su cuidado, y lo último que supo de ella fue una mañana en la que le comunicaron que por órdenes de su madre había marchado camino a Mercia para refugiarse en alguno de los señoríos mercianos de la reina.
El peso de su corazón la hundió en la tristeza desde eso, y en rezar cada vez con más frecuencia. No supo más de la hija de Uthred. ¿La habían matado de verdad? Sin su rosario era difícil mantener sus pensamientos a raya, pero lo hacía como podía Incluso en la improvisada cama que había hecho con unas cuentas mantas de otras camas para mantenerla en la misma sala, ese hombre seguía siendo un misterio y su captor.
La respuesta de Sigtryggr había sido continuar con lo que estaban haciendo. Cosa que a Brida no le gusto un pelo.
-¿De qué conoces a Brida?
La había interrumpido después de eso, cuando volvían a estar solos y ella iba a comenzar a leer de nuevo, con la boca seca, para preguntarle.
-Cuando Lord Uthred fue maldito por una bruja pidió que lo llevasen al norte, donde ella residía con Ragnar y otros daneses. Ellos me encontraron por el camino y decidí seguirlos. Luego llegaron el Padre Beocca y Thyra, su esposa y hermana de Ragnar. Me fui con ellos a su convento cuando me ofrecieron una vida de paz -no supo qué mal contarle, puesto que lo demás iba a ser un lío de explicar para alguien que desconocía la vida cristiana y el pasado aún era una marañas de imágenes-. Ellos me salvaron.
-No me imagino a una cristiana viajando con unos daneses a cambio de nada. ¿Qué te ofrecieron, o qué les ofreciste?
Solo se encogió de hombros, conociendo el significado de sus intenciones.
-No todo es deseo de algo. Me ayudaron y ahora rezo por ellos aunque no crean en mi dios -lo último lo dijo en un susurro-. Es lo mínimo que puedo hacer.
-¿Confiar en un matadaneses consuela el alma de tu dios?
Dynah lo miró a la cara después de mucho rato concentrada en los adornos de la crónica y las intricadas letras.
-Dios no tiene alma. Y si la tuviera, yo no soy nadie para juzgar sus decisiones -agachó la cabeza, cuando el frío de sus ojos azules pasaron la barrera y la hizo estremecer-. Confío en la persona que me salvó la vida sin saber cómo era.
No hubo respuesta.
Continuó leyendo como él quería y sin hacer nada que se saliera de la regla. De lo establecido entre captor y rehén. Siguieron pasando los díos, en los que el único contacto humano era con él, Brida cuando entraba para informar de los cambios o algunos guerreros que llegaban por órdenes suyas para...dar más órdenes. Pero ninguno hablaba con ella o si quiera la miraba. Le dejaban claras sus intenciones cuando le llevaban la comida, que a cada día disminuía, y la veían ahí desaliñada con su hábito de lana azul y la cruz de madre colgando de su cuello. Algunos daban miedo solo con verlos, y otros la ignoraban.
-¿No puede haber una resolución pacífica? -preguntó uno de esos días, cuando el hambre la mantenía incapaz de concentrarse y leer era cada vez más difícil, y más comprender lo que decía los libros.
-Es más difícil vivir en paz con los enemigos que enfrentarlos.
-Estamos en paz -se defendió-. Si pudisteis sitiar la ciudad es porque el rey Eduardo no os ve como una amenaza.
Escuchó su asiento crujir y seguido una serie de pasos hacia ella. Por un momento pensó en que iba a matarla por criticar su plan. O lo que fuera que tuviera en mente.
-Tampoco somos aliados -Dynah se mordió en labio inferior, manteniendo las manos sobre la mesa y cerradas en puños. La presencia de él no tardó en aparecer a su lado, acompañado de su olor salvaje y a fuego. Al lado de su mano diestra dejó un trozo de pan que no recordaba haber dejado de lado y para después-. Cuando uno de los bandos quiere exterminar al otro, tienes que elegir. Yo elijo defender a los míos y tu defiendes a los tuyos.
Miró hacia los mapas. Colocados estratégicamente cada uno y con unas figurillas que supuso que representaban a los ejércitos; luego, al trozo de pan que le había dado. ¿Qué era, entonces? Ansiaba recuperar lo que era suyo pero no cedía ante nada. Winceaester era suyo.
Alzó la cabeza y se atrevió a mirar en su dirección, hacia su espalda. El pelo caía por debajo de sus hombros, enredado pero de alguna manera medianamente decente frente al suyo que sí era un desastre de mechones pelirrojos. Se fijó en la forma de sus hombros, anchos frente a una cintura estrecha pese a toda la armadura de cuero que no se quitaba desde...hace mucho. Sus brazos eran igual de delgados, pero se notaba el uso de la espada, el movimiento continuo de ambos para sus guerras. Dynah se pellizcó consciente de lo que acababa de hacer. Casi se avergonzó de mantener esos pensamientos. La mentalidad de los daneses era curiosa.
Antes de que se marchara una de las noches, cuando la garganta de Dynah ardía de cansancio y ansiaba un trago de agua, él se quedó parado delante de la puerta.
-Nunca pregunté tu nombre, ¿verdad?
-¿Para qué querría saberlo? -guardó el libro en la estantería. Estaba lista para irse a la cama, pero retenerla por eso significaba algo diferente a los días de atrás.
Se abrazó a sí misma, disimulándolo con que cruzaba los brazos sobre el pecho. Los ojos de Sigtryggr la recorrieron, para acabar con la sombra de una sonrisa en un rostro manchado de ceniza. El aleteo de su corazón despertó en sus adentros
-Saber con quién paso el tiempo -fue lo único que dijo.
Casi sonaba indecente, pero Dynah estaba demasiado cansada y dolorida para discutir. O cuales fueran sus motivaciones queriendo continuar su charla.
-Dynah.
Silencio. Sigtryggr asintió, el pelo que caía por su cara meciéndose.
-No suena sajón -dijo, antes de irse.
Ella se quedó en el sitio. Tardó unos minutos en darse cuenta de que no iba a volver, que ya era tarde y le daba permiso para dormir. Se miró una última vez las manos, las cutículas levantadas y sangrientas por sus dientes. Luego, se fue a la cama improvisada con mantas y se abrazó como pudo, con el rostro enterrado en una de ellas. Cuando se levantó, a la mañana siguiente, el rosario estaba envuelto en su mano.
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Con su rosario ahora podía rezar apropiadamente. Sigtryggr desaparecía todos los días dejándola sola en el estudio. Era en esos momentos que aprovechaba para hacerlo, de rodillas en el suelo y mirando hacia la ventana más grande del estudio. De alguna manera, aunque supiera que no iba a tocarla y probablemente ignorar lo que hiciera con su dios, rezar en su presencia nunca sucedería. Se descubrió un día dándose cuenta de que lo hacía para no molestarle. Y estando sola... Dios era su única compañía.
Murmurando la última estrofa de su oración, antes de que iniciara la siguiente, fue interrumpida cuando la puerta se abrió de un golpe contra la pared. Dynah se levantó rápidamente cuando escuchó los pasos que se adentraban. Pensó en Sigtryggr, en que venía a recibir su clase diaria de historia sajona, pero le sorprendió ver que no era él quien entraba en el estudio del viejo rey. Ni Brida.
Parecía sajón, por la ropa, pero descuidado y con una incipiente barba desaliñada naciendo en su cara afilada y marcada por unas ojeras. No lo recordaba, pero no debía pertenecer a la corte del rey. Le habrían permitido caminar por la finca con libertad o se habría conseguido escapar de sus captores... De alguna forma. Hasta ella llegó el olor a cerveza que a medida que se acercaba se volvía repulsivo. Dynah retrocedió ansiando mantener la distancia entre ellos.
-Lo que planee que intente hacer, le suplico que no lo piense.
Él solo soltó una carcajada.
-Me he aliado con ellos, los daneses, ¿pero a qué precio? Soy como un perro al que dan órdenes -miró a su alrededor con bastante asombro, pero sin querer demostrarlo-. Y mientras eso pasa, Sigtryggr te mima. Dime, ¿tan bueno es tu coño que lo tiene distraído? Debería descubrirlo por mí mismo.
Dynah gritó todo lo que pudo.
Las manos del sajón agarraron sus brazos y la retuvieron contra la pared más cercana, su cabeza hundiéndose en el hueco de su cuello. Dynah se revolvía como podía, aunque la fuerza de aquel hombre doblaba con creces la suya. En una de esas sacudidas, harto de que se rebelara a sus deseos, la golpeó en la mejilla con tanta fuerza que de haber estado libre la habría lanzado al suelo. El ardor y dolor no tardaron en aparecer.
-¿Sabes lo que es vivir sin honor? Que te humillen cuando intentar recuperarlo.
-No haberte aliado con los daneses.
Un brillo que no era lujuria iluminó sus ojos. Rabia. Si cabía, la fuerza fe a más cuando posó una mano en su cuello, sujetándola de esa forma, y un viejo cuchillo apuntando directo a su cara descubierta. Dynah apretó los dientes cuando la punta fría acarició su mejilla. Eso le heló la sangre.
-Una puta como tu nunca sabrá lo que se siente porque ya debe vivir en ello.
-Si me mata se va a arrepentir, señor. Dios le castigará.
-¿Juegas con los daneses así en la cama?
Las intenciones del hombre cambiaron cuando el cuchillo cayó al suelo y la mano que lo ocupaba su puso encima encima de la que rodeaba la delgadez de su cuello. Dynah apretó las suyas sobre sus muñeca, jadeando por aire. No podía respirar. Por mucho que patalease no se quitaba de encima. Las lágrimas humedecieron sus ojos la idea de morir. Por su propia osadía. Dios no la recibiría con las puertas abiertas si había instigado su muerte. Podría considerarse suicidio. Y su muerte...¿se tendría en cuenta? ¿O su cuerpo sería lanzado fuera de los muros como un muerto más?
Apenas tuvo tiempo para ajustar lo que quedaba de concentración antes de sentir el vacío del peso de aquel hombre que intentaba matarla. Su cuerpo resbaló desde la pared hasta el suelo, donde se quedó de rodillas, sus manos entre su pecho y cuello respirando por la boca como un perro, tosiendo.
-¿Qué es este juego? ¿Va de hacer daño a los más débiles?
Dynah contempló lo que pasaba delante de ella mientras todavía se concentraba en respirar. A la velocidad del rayo, el golpe en la cara al hombre lo hizo caer al suelo y rodearse de la vergüenza con la que había entrado borracho. El sollozo audible no lo hizo más honorable de lo que había dicho que ansiaba ser. Dynah escuchó la risita divertida del otro, pero de poco ayudó a la situación. Ni la sonrisa confiada que le dirigió.
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-Vamos -lo animó, mientras que el sajón se tambaleaba por recuperar la compostura-, me gusta este juego.
-¡Me provoca! -vociferó-. Y no me teme.
-Eso es mentira -soltó ella, con dificultad. Luego, tosió del esfuerzo. Eran la dos cosas. Solo hacía falta verla.
Sigtryggr vaciló unos segundos, pero no volvió la cabeza hacia ella cuando habló. Creyera lo que creyese, iba a dar igual. Seguiría siendo su aliado y todavía lo necesitaban, ¿no? Tal vez tuviera algo que ver con el asedio.
-¿Así se controlan los sajones?
Los ojos del sajón brillaron por su ausencia. Cuando pudo levantarse, aún tambaleándose, apenas había rastro de un hombre. Solo un niño triste y deprimido por sus fallos. No sintió pena alguna, si bien era un dogma perdonar a todos.
-En tierras sajonas, ¿se somete a la gente con el miedo?
-¿No se somete a todos así?
Una burla sin gracia.
-¿Así prosperó Alfredo?
-Sí -afirmó, pese a su estado.
Otra mentira que ella se contuvo a contradecir. Y el otro debería de saberlo. Después de todos aquellos días leyendo las crónicas y los textos de los sajones, quedaba claro cuál iba a ser el legado de Alfredo en la historia de Wessex y su sueño. Dynah miró en dirección a Sigtryggr, que miraba sin diversión hacia el otro que hacía poco la había maltratado.
-¿Y el rey al que traicionaste para venir conmigo?
-Aethelred -apuntó con el dedo adornado por un anillo de plata a la barbilla del danés. Este no se movió- era amado y temido.
Más una cosa que la otra, pero las crónicas nunca reconocerían su actitud frente a lo sucedido con la hija de Alfredo, la historia que todos conocían. Ella solo se apretó más contra la pared, recogiendo las piernas contra su pecho.
-El Señor te castigará por todo lo que hiciste. En Wessex es sabido que lo mataste en el lecho estando moribundo para hacerte con el trono.
-¡Mientes, niña! Deja a los hombres hablar -vociferó, y Dynah tuvo la suerte de que la presencia de alguien con más fuerza a la suya estuviera también en la sala. Podría matarla estando solos, como ya había intentado, y lo conseguiría.
-¿Eso es cierto?
Asintió, solemne.
-El Padre Pyrlig envió una carta desde Mercia para Lord Aetelhem y yo se lo escuché decir a la reina.
-Mientes peor que un niño -increpó el danés al sajón, sin necesidad de apartarse para verlo. Era más alto, y su postura no vacilaba frente a las contradicciones que recibía por ambos lados-. Sabía que había algo turbio en ti. Mataste a tu rey.
No necesitaba verle la cara saber qué pasaba por su cabeza. Desconfianza. Desconfianza en una persona que los había ayudado y comenzaban a destaparse sus mentiras una a una.
-Te he traído aquí... -se apresuró a negar-. Puedes confiar en mí, lo he demostrado. No le he dicho a nadie lo que planeabas hacer desde el principio, ¿sabes? Soy de fiar.
¿Lo que iba a hacer? ¿No iba a quedarse así el asedio? Los hombros de Sigtryggr se tensaron, pero volvieron a relajarse en cuanto lo sintió respirar.
-Dime -comenzó, en un tono tan amenazante que cortaba el aire-, ¿cómo debería gobernar, por miedo o por amor?
Sus dedos se entrelazaron. Esa pregunta... No era un juego. No sonaba como una. Acabó tomando la cruz de su pecho, pero sin abrir la boca. No dijo nada, ni rezó ni tampoco suplicó clemencia para la persona culpable del asedio. Solo silencio, y pesadez en su cuerpo por todo lo soportado. Casi podía saborear su propia sangre por los golpes.
-Yo lo haría sin duda fundamentado en el terror.
Terror, no miedo. No era lo mismo. Ese hombre... La oscuridad de su alma iba a pesar en el juicio. Ni siquiera la herida creada a partir del golpe en el antebrazo de Sigtryggr, adornado con accesorio no solo de cuero también de metal, le hizo sentir remordimiento cuando el danés dio la orden de que lo llevasen al mercado y reunieran a la gente. Dynah se apretujó cuando uno hizo el amago de querer llevársela.
-Solo a él.
Se llevaron al sajón de la sala mientras este pataleaba y gritaba que le soltasen, también suplicando ayuda al Señor que por experiencia podía decir que eran peticiones en vano. Dios no ayudaba a pecadores, y menos a traidores que atentaban contra su fe. Dynah lo observó todo desde su pared, encogida en el sitio y preguntándose en silencio qué es lo que iba a pasar con el hombre borracho. Sigtryggr tenía una expresión helada cuando salieron del estudio. Entonces se enfocó en ella.
Estaba a menos de un brazo de distancia...demasiado cerca. Y todavía con esas, demasiado lejos como para entender sus aspiraciones. El olor de su cuero, mezclado con algo más llenaba sus fosas nasales mientras le escuchaba preguntar:
-¿Cuántas veces te ha levantado la mano?
Ni siquiera había pensado en eso, no con todo lo que pasaba en el estudio y lo que pasaría para preocuparse. El ardor de su mejilla continuaba, pero no con tanta intensidad como cuando lo había recibido. Era posible que estuviera roja, pero nadie estaba ahí para verla y no habría cuchicheos indeseados, además de pensar en el maltrato de un danés a su rehén, que era solo un daño más a la lista de infracciones en territorio santo.
Dynah le devolvió la mirada sin saber por dónde empezar a intentar darle sentido a todo: sus palabras o sus acciones. No era la primera vez que hacía eso, desde que había visto las heridas en sus manos y la regañaba por hacerlo hasta llamarla beata por su confiar su destino a su dios. Y aún con esas, era contradictorio.
-¿Qué vas a hacerle?
-¿Por qué te preocupas por él después de lo que ha hecho?
-Sigue siendo un cristiano, ¿verdad? Tengo que rezar por su alma o irá directo al infierno.
Él no dijo nada, en cambio, aunque de alguna manera mantuvo la suficiente integridad como para sostener su mirada. Rápidamente se encontró con esa frialdad suya, reflejada en la claridad transparente de su ojos, sus palabras fueron crudas y destinadas a herir.
-Tal vez la persona que merezca ir a ese infierno sea otra si han conseguido meterte esas tonterías en la cabeza.
Sigtryggr podía ser cruel cuando quería. Ahora lo veía como era. Y no se atrevió a apartar la mirada hasta que él lo hizo y se marchó, dejándola sola y en el suelo. Los ruidos de fuera no tardaron en llegar al estudio, a través de los enormes ventanales a los que Dynah se acercó uno a uno inspeccionando qué pasaba.
La multitud se agrupaba entre sajones nativos y daneses en un círculo en medio del mercado. Varios guerreros miraban a ambas direcciones, dentro y fuera de la muralla, dividiendo su trabajo entre el entretenimiento y el deber. Entonces Dynah vio lo que pasaba. El hombre de antes estaba de rodillas en el centro, sujetado por los brazos por dos guerreros, uno rubio y otro moreno con tinta en la mitad izquierda de la derecha.
Cuando la espada atravesó su hombro cubierto por la ropa de cuero y seda por debajo, hacia su corazón, y se giró para destrozar el interior de su pecho, Dynah no pudo mirar. Su cuerpo no se lo permitió. Lo último que escuchó de ese hombre fue un gemido, acompañado del chapoteo del líquido en su garganta y saliendo de su cuerpo, hasta que este cayó de un golpe seco sobre la paja agrupada para que los caballos pastasen... Estos estaban guardados a un lado, detrás de las personas obligadas a ver todas aquellas atrocidades.
Dynah se apartó de la ventana, entonces. El aire estaba frío cuando entraba a su cuerpo, y se sentía como un recordatorio de que era una rehén y su destino podría ser el mismo si averiguaba algo y comenzaba a jugar con ello. Solo se dio cuenta de que estaba llorando al notar las mejillas húmedas y el cosquilleo de la nariz. A eso se refería con fundamentar un gobierno con miedo, con terror como el otro había querido, y abandonar una parte fundamental. Alfredo había hecho lo mismo a su manera, pero jamás habría ejecutado a unas personas en público, habría buscado un castigo acorde a los sacramentos y en busca del perdón. O directamente el exilio. Pero él... Sigtryggr había buscado la solución fácil y la burla a su gobierno siguiendo la recomendación del gobierno del difunto rey de Mercia.
Vio el cuchillo que la había apuntado debajo de la mesa. Desde su posición se habría dado cuenta, pero una vez de pie se le habría complicado un montón entre el juego de luces y las sillas y la mesa... por eso Sigtryggr no habría caído en la cuenta de que había un arma todavía en el estudio. Dynah la recogió de debajo de la mesa, y una vez de rodillas con él entre las manos se quedó muy quieta. Lo analizó. Empuñadura de madera y filo de metal oxidado y algo pasado de uso, por las fracturas en algunas regiones.
La puerta la sorprendió abriéndose. Antes de darse la vuelta dejó el arma a sus espaldas, pero bien apretado entre sus manos por si se trataba de otro asalto. Ni era Sigtryggr, quien estaría enfadado y resolviendo lo que había generado, ni otro sajón. Pero sí un danés, con una bandeja entre las manos y una expresión indescifrable. Dynah vio bien lo que llevaba al mismo tiempo que este entraba, dejando la puerta abierta e indefensa, para dejarlo en la mesa.
-Gracias -se le ocurrió decir.
El danés no dijo nada, pero algo en su postura se detonó amabilidad a su propia manera de expresarlo. Dentro de lo que cabía. Una vez el hombre salió, Dynah se acercó corriendo a la mesa donde había dejado las cosas. Revisó el contenido, que no era más de lo que había recibido aquellos días. Dio una última mirada al cuchillo, que aunque destrozado podía influir daño. Casi no podía verse reflejada en él, pero lo que dejaba ver era un desastre y de haberlo sabido habría intentado cambiar su apariencia.
Pobreza y humildad eran sus votos, pero aún era una novicia en prácticas, que necesitaba acostumbrarse a perder esa arrogancia digna del hombre y saber que su propósito no era estar hermosa para los demás... Pero eso estaba a mucho tiempo de suceder, y en ese momento no estaba para predicar su religión al pelo. Primero se lavó el rostro, pasándose las manos por la piel de la cara y bajando hasta el cuello. Puede que ahí hubiera tardado un poco más para quitarse el rastro que el ahora ejecutado había dejado por la zona, y que al frotar con sus manos desnudas hubiera usado demasiada fuerza. Lo siguiente fueron los brazos, remangándose las mangas y frotando la piel sudada.
El resto del agua que quedaba era en una jarra, apartada de la otra.
Dynah se sirvió y bebió.
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jartita-me-teneis · 2 months
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“No me dan pena los burgueses
vencidos. Y cuando pienso que van a darme pena,
aprieto bien los dientes y cierro bien los ojos.
Pienso en mis largos días sin zapatos ni rosas.
Pienso en mis largos días sin sombrero ni nubes.
Pienso en mis largos días sin camisa ni sueños.
Pienso en mis largos días con mi piel prohibida.
Pienso en mis largos días.
—No pase, por favor. Esto es un club.
—La nómina está llena.
—No hay pieza en el hotel.
—El señor ha salido.
—Se busca una muchacha.
—Fraude en las elecciones.
—Gran baile para ciegos.
—Cayó el Premio Mayor en Santa Clara.
—Tómbola para huérfanos.
—El caballero está en París.
—La señora marquesa no recibe.
En fin, que todo lo recuerdo.
Y como todo lo recuerdo,
¿qué carajo me pide usted que haga?
Pero además, pregúnteles.
Estoy seguro
de que también recuerdan ellos.”
*** Nicolás Guillén.
(10.7.1902 |16.7.1989)
- 'Burgueses'. La rueda dentada, Obra poética 1920-1972, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972)
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