Tumgik
#pañuelo de papel
bearbench-img · 6 months
Text
ティッシュぺーパー
Tumblr media
ティッシュペーパーは、柔らかくて薄い紙製の製品で、主に手や顔などの汚れを拭くために使用されます。一般的に、ティッシュペーパーは単層または多層のものがあり、包装された状態で市販されています。
ティッシュペーパーは、以下のような特徴や用途があります:
柔軟性と吸水性: ティッシュペーパーは柔らかくて柔軟性があり、肌にやさしい素材でできています。また、吸水性が高いため、水分や油分を効率的に吸収することができます。
使い捨て性: ティッシュペーパーは使い捨て可能な製品であり、一度使用した後は捨てることができます。これにより、衛生的な清潔さを保つことができます。
多様な用途: ティッシュペーパーは、手を拭く、鼻をかむ、顔をふく、メイクを落とすなど、さまざまな用途に使用されます。また、キッチンやバスルームなどの清掃にも使われます。
様々な種類: ティッシュペーパーには、フェイシャルティッシュ、トイレットペーパー、キッチンペーパー、ポケットティッシュなど、さまざまな種類があります。それぞれの種類は、特定の用途や環境に適した特性を持っています。
エコフレンドリーな製品: 最近では、リサイクル素材を使用したり、環境に配慮した製造方法を採用したティッシュペーパーが増えています。これにより、環境への負荷を軽減することができます。
ティッシュペーパーは日常生活に欠かせないアイテムであり、使い捨てで衛生的な清潔さを保つことができるため、広く利用されています。
手抜きイラスト集
0 notes
yuanhuapaper · 1 year
Video
undefined
tumblr
Proveedor de rollo madre de papel tisú | Fabricante de papel higiénico
0 notes
erizumon · 1 month
Text
Divorcio
Miraste los papeles en la mesa y una ligera mueca de desagrado salió de tus labios, levantaste la mirada hacia el que alguna vez (aún) consideraste el amor de tu vida. Su mirada era impasible, fría y distante.  
Era la clase de miradas que le viste hacer cuando se trataba de su trabajo, no le gustaba que lo interrumpieran, así que solías quedarte en silencio mirando con detenimiento cada uno de sus gestos.  
Antes amabas esa mirada.  
Ahora te lastima.  
Sientes el hueco en tu estómago mientras tu garganta se cierra, cortándote la respiración, así que buscas el vaso de agua que estaba a tu costado, dejándolo caer torpemente sobre la superficie, arruinando los documentos que ansiabas desaparecieran en ese mismo instante.  
Cómo si el agua pudiera borrar y desaparecer la pesadilla que estaba pasando en este momento.  
Él dejándote.  
Él abandonándote.  
Perry el Ornitorrinco, tu Perry, decidiendo finalmente que ya había sido suficiente de tu presencia en su vida.  
Miras el fantasma del hombre que amaste levantarse de su asiento, para sólo acercarse y comenzar a limpiarte con su pañuelo mientras te daba esa sonrisa suave y gentil que en algún punto te negaste a creer que fuera real.  
Te arrepientes de eso ahora.  
Pero nada eso está pasando, porque su fantasma es eso, un fantasma de un recuerdo que ya no está. De un hombre que antes te amaba y nunca dudó ningún momento en demostrártelo.  
Él no se movió, ni siquiera parecía interesado en tus pantalones manchados de agua, más suspiró resignadamente al ver los papeles arruinados. Entonces levantó el maletín que tercamente ignoraste que existía y volvió a sacar otra carpeta, no necesitabas ver lo que había adentro para saber lo que habría.  
El agua no se llevó sus problemas.  
Y Perry no era la clase de persona que permitiría que eso lo detuviera.
—No tenemos que hacer esto —rogaste, patéticamente rogaste... Cómo si no lo hubieras hecho antes.  
Él te da una mirada poco impresionada, limpiando el agua con un pañuelo que llevaba consigo, dejando descansar la carpeta en otra orilla seca de la mesa, una vez todo limpio, volvió a deslizar la carpeta delante tuyo, la clara respuesta de que no estaba dispuesto a retroceder en su decisión.  
Otro clavo a tu maltrecho corazón.  
—Arreglaré lo que quieras.  
Silencio.  
—Te daré lo que quieras.  
Silencio.  
—Haré lo que sea para que no me dejes.  
Te quebraste ahí, tu voz se va y tu respiración se hace más pesada, sintiendo el zumbido en tus oídos y los latidos en tu corazón pidiendo clemencia a este dolor, rogaste porque este no fuera el fin de tu vida, porque sabías que no podrías soportarlo una vez más.  
Apenas sobreviviste cuando Charlene lo hizo, sabes que no podrás resistirlo, que, si se va, tu corazón se irá con él.  
—Déjame darte un motivo para quedarte.  
Finalmente, después de que te dejara hablar y ser todo lo patético que podrías llegar a ser en esta situación decide que es hora de abrir la boca y lo único que vez es la exasperación en su rostro, está harto.
Está harto de ti.  
—Ya no te amo Heinz.  
Y una parte de tu alma se muere en ese momento.  
—Ya no hay nada que arreglar, así que, por favor, no lo hagas más difícil para mí... O para ti.  
—No puedes pedirme esto, no puedes esperar que simplemente acepte esto, ¿qué fue lo que hice mal? ¿hablar demasiado? ¿ser demasiado afectuoso cuando me pedías espacio? ¿Ser infantil? ¿¡Que fue lo que hizo que te alejaras de mí...!? —gritaste, levantándote de un golpe, apenas manteniéndote de pie, usando tus manos para no caerte mientras se apoyaban en la mesa.  
Miras su rostro que decide no verte a los ojos, eso es raro, él nunca desviaría la mirada de ti, porque a falta de voz, siempre usaría la mirada para expresar todo lo que las señas no podrían hacer.  
Espera... ¿Voz?  
—No hiciste nada...  
Un segundo, él está hablando, él no habla. No puede... Sus cuerdas--... 
—Sólo ser tú.  
Despiertas.  
Miras el techo purpura de tu habitación, sientes tu cuerpo en una parálisis que te impide moverte, el dolor en tu corazón se hace más grande y apenas salen unos sonidos irregulares de tus labios.  
Entonces comienzas a respirar, lento, despacio, hasta que tu cuello y torso parecen relajarse un poco, miras a tu derecha, en el reloj marcaban las 4:00 A.M. 
Ahora tu izquierda.  
Y ahí estaba él.  
Heinz.  
Tu Heinz, plácidamente dormido, aferrado a ti como pulpo, entonces entiendes que tu parálisis no es una parálisis, sino tu cuerpo siendo apresado por el cuerpo de tu marido, el que dormía pacíficamente.  
Heinz.  
Heinz.  
Heinz...  
Abriste la boca, trataste de decir algo, pero no pudiste, no había nada que soltar.  
Te llevaste una mano a la garganta y al parecer, ese fue suficiente movimiento para despertar a tu bello durmiente, el cual pese a no abrir los ojos y estar más alejado de la conciencia, comienza a darte besos en tu cabeza, mejillas, parpados.  
Te aprieta más contra sí.  
Y tú sonríes.  
Estas donde quieres estar. Donde debes estar, con él, a su lado, en esta cama e incómoda posición que te quita el aire y el espacio propio, ahora llevando tu mano a su mejilla, la cual provoca que él haga unos pequeños gruñidos y murmure un par de cosas en alemán.
Si estuviera más consciente, sabes que podrías entenderlo, pero en vez de eso, sólo es apenas unos cuantos balbuceos imposibles de identificar, pero al menos sabes que es alemán.  
—Schatz...  
Ah... Esa palabra.  
Abrazas más ese cuerpo que amas, aquel del que nunca querrías separarte, cuando cierras los ojos la mirada fría de ese Perry llega hasta el fondo de tus entrañas y frunces el ceño.  
Porque si de tu vida dependiera... Nunca mirarías a Heinz así.  
Pero sobre todo... Nunca le harías sentir que él es el problema y mucho menos lo dejarías ir.  
Amas todo de él, es la razón por la que estas aquí.  
Él es tu motivo para seguir.  
Y no vas a permitir que nadie te lo quite... Nunca.
17 notes · View notes
nebulamorada · 6 months
Text
aegon targaryen x sultan! ocfem
Tumblr media
ADVERTENCIA: mención de AS, perversión de lactancia, secues/tro, venta de escla/vos
Aegon ya había creído perder la cabeza por completo durante los días que había pasado en el inmundo barco de esclavos que lo había tomado en Essos; no estaba seguro de si lo reconocieron como príncipe, pero creía que solo bastaron sus rasgos valyrios para hacerlo una mercancía valiosa.
"Ese no, él irá a un lugar más especial" había oído decir a uno de los hombres a cargo cuando intentaron bajarlo para agruparlo con los que serían vendidos en Astarpor, momentos como ese le hacían desear haber escuchado al cretino de Aemond, aunque, ¿él no podía haber dejado de buscarlo verdad? Seguro su madre había puesto aquellos ojos de ciervo lastimado que siempre usaba para manipularlo y que él continuara su búsqueda. Sí, Aemond lo encontraría tarde o temprano. 
Ahora, mientras se recuesta en la amplia bañera de mármol, Aegon suelta una pequeña risita irónica sin poder evitarlo. Recuerda los temores que había pasado allí, los golpes que recibió por alegar ser un principe y negarse a comer la basura de sopa que servían y el pan agrio y duro con el que se acompañaba; pero ahora cerca de él tenía las frutas más dulces, el vino más dulce y los quesos más cremosos. Sus moretones se habían curado, su cabello lleno de mugre y grasa ahora estaba nuevamente blanco y su piel enferma había recuperado su color pálido natural, manteniéndola perfumada y suave con mezclas de flores y haciendo que los sirvientes agreguen un cubo de leche de burra a su bañera.
—Mi dulce favorito debe estar pensando algo muy bueno para no notar mi presencia—escucha su voz detrás de él, haciendo sus mejillas sonrojar y su cuerpo estremecer.
Oh, su Esmeray, su tan amada emperatriz a la cual Aegon le daría todo de si mismo si ella lo pidiera; verla allí fue casi como un sueño; su figura comenzaba a redondearse con la crecida del bebé en su vientre, sus pechos llenos, sus caderas anchas, su vientre hinchado, todo parecía ser la mezcla perfecta para hacer que Aegon se hincara ante ella. Y lo había hecho más de una noche, adorandola de pies a cabeza, cubriéndola de besos y murmurando súplicas y palabras azucaradas, pidiéndole que lo tomara, que lo usara para su placer. 
Aún puede recordar la noche en la que ella lo había elegido a él como su favorito luego de que la encargada del harén lo separara junto con otros tres hombres; la recuerda colocando en su mano un suave pañuelo morado, rozando sutilmente su piel con la yema de sus dedos mientras tenía una ligera sonrisa sobre sus labios. Aegon sabía que si ella hubiera pedido en ese momento que lo siguiera de rodillas por el inmenso palacio, él lo habría hecho. 
—No escuché que los aghas la anunciaran, ¿nuestro bebé está bien, mi señora?—cuestionó con una pequeña sonrisa mientras le brindaba toda su atención, acercando su frente a su vientre tan pronto ella se acercó lo suficientemente.
—Sí, no es el bebé quien arde por el deseo de verte—bromea la mujer, acariciando su cabello platino con cuidado, bajando su caricia por sus mejillas—mi dulce amor—murmuró, soltando un pequeño gemido en cuanto él introdujo suavemente su pulgar en su boca, presionando la lengua contra la yema—la comadrona está segura de que le diste otra niña al imperio, bien echo, ojitos de lirio—sonrie mientras le da un estimado del sexo del nuevo bebé.
Esmeray amaba comparar cualquier característica física suya con alguna flor, Aegon juraba sonrojarse como una mojigata cada que encontraba en sus aposentos algún nuevo poema, sintiendo los latidos retumbar en su pecho y el hormigueo de sus dedos, deseosos de acariciar cada palabra en el papel.
Él jamás le contaría de sus visitas a burdeles y su accionar con algunas mujeres de menor clase, esta es su nueva vida ahora, él es suyo; jamás pertenecerá a alguien más salvo a su dulce señora y sus bebés solo crecerán en su vientre. Comprendía el sistema matriarcal por el que se regía la tierra que gobernada su amada señora, adaptándose rápidamente a ella cuando todo lo que se le dio fueron lujos por haber logrado poner una niña en el vientre de la emperatriz.
"El único favorito de su majestad" lo llamaron luego del primer parto de Esmeray, mientras se les repartían dulces, jugos y oro a los hombres del harén, quienes a Aegon no les daba mucho importancia; él era el único favorito de su Esmeray, él mismo la había oído decirlo mientras su lengua se adentraba en su calor y sentía sus carnosos muslos presionarle la cabeza mientras la hacía acabar.
—¿Qué ronda tu mente, dulce dragón?—cuestionó, retirando sus prendas para introducirse en la bañera, colocándose en su regazo, acariciando su cabello tan pronto como lo sintió esconderse en sus tetas. 
—Digame que me ama, su majestad, se lo imploro—murmuró en un tono bajo mientras su rostro frotaba con la carne suave de su pecho antes de tomar uno de sus pezones en su boca, acariciandolo con su lengua antes de empezar a succionar.
—Mi pobre florecita, tan necesitado de cariño—respondió, dejandolo hacer lo que necesitara mientras dejaba suaves caricias por su piel y le permitía darse gusto con la dulzura de su leche—Mi corazón nunca anhelo a alguien o a algo como lo hace contigo—le susurró en el oído antes de reposar su mentón sobre su cabeza.
Esmeray no podía imaginar la vida que él llevaba antes de llegar a sus tierras, pero nunca hacía preguntas, creyendo que era difícil para él hablar sobre ello; imaginaba a su pobre amor siendo maltratado o agredido de alguna forma, descuidado y despreciado, por lo que estaba más que feliz de proporcionarle cada lujo que estuviera a su alcance. Las ropas más finas, las joyas más caras, todo lo que él deseara.
Y Aegon amaba esa nueva realidad, disfrutando de comodidades y lujos junto con el amor de una mujer hermosa.
24 notes · View notes
la-semillera · 3 months
Text
Herta Müller: Cada palabra sabe algo sobre el círculo vicioso. Discurso al recibir el premio Nobel de literatura, 2009
Tumblr media
¿TIENES UN PAÑUELO? me preguntaba mi madre cada mañana en la puerta de casa, antes de que yo saliera a la calle. Yo no tenía el pañuelo, y como no lo tenía, regresaba a la habitación y sacaba un pañuelo. No tenía el pañuelo cada mañana, porque cada mañana aguardaba la pregunta. El pañuelo era la prueba de que mi madre me protegía por la mañana. A otras horas del día, más tarde o en otras circunstancias, quedaba a merced de mí misma. La pregunta ¿TIENES UN PAÑUELO? era una ternura indirecta. Una directa hubiera sido penosa, algo que no existía entre los campesinos. El amor se disfrazaba de pregunta. Sólo así podía decirse a secas, en tono de orden, como las maniobras del trabajo. El hecho de que la voz fuera áspera realzaba incluso la ternura. Cada mañana estaba yo una vez sin pañuelo en la puerta, y una segunda vez con pañuelo. Sólo después salía a la calle, como si con el pañuelo también estuviera mi madre.
Y veinte años más tarde estaba hacía tiempo sola en la ciudad, como traductora en una fábrica de maquinarias. A las cinco de la mañana me levantaba, y a las seis y media empezaba el trabajo. Por la mañana resonaba el himno sobre el patio de la fábrica a través del altavoz, durante la pausa del mediodía se escuchaban los coros de los obreros. Pero los obreros, que estaban comiendo, tenían ojos vacíos como hojalata, manos embadurnadas de aceite, y su comida estaba envuelta en papel de periódico. Antes de comerse un trocito de tocino, le quitaban la tinta del periódico rascándola con el cuchillo. Dos años transcurrieron al trote de la cotidianidad  cada día igual al otro.
Al tercer año se acabó la igualdad de los días. En el transcurso de una semana entró tres veces en mi oficina, a primera hora de la mañana, un hombre gigantesco, de huesos sólidos, con ojos azules centelleantes, un coloso del Servicio Secreto.
La primera vez me insultó de pie y se marchó.
La segunda vez se quitó el impermeable, lo colgó en una percha del armario y se sentó. Aquella mañana yo había traído de casa unos tulipanes y los estaba acomodando en el florero. El tipo me observaba y alabó mi inusual conocimiento del ser humano. Su voz era resbaladiza. Sentí un gran desasosiego. Impugné su elogio y le aseguré que sabía algo de tulipanes, pero nada del ser humano. Entonces me dijo en tono malicioso que él me conocía mejor que yo a los tulipanes. Luego se colgó del brazo el impermeable y se marchó.
La tercera vez se sentó y yo permanecí de pie, porque había dejado su cartera sobre mi silla. No me atreví a ponerla en el suelo. Me insultó tratándome de necia redomada, holgazana, putilla, tan corrompida como una perra vagabunda. Empujó los tulipanes hasta casi el borde de la mesa, en cuyo centro puso una hoja de papel vacía y un lápiz. Rugió: escribe. De pie, empecé a escribir lo que me iba dictando. Mi nombre con fecha de nacimiento y dirección. Y después que yo, independientemente de la proximidad o del parentesco, no le diría a nadie que…, y entonces llegó la horrible palabra: colaborez, iba a colaborar. Esta palabra ya no la escribí. Puse el lápiz a un lado y me dirigí a la ventana, por la que miré hacia la polvorienta calle. No estaba asfaltada, baches y casas gibosas. Y esa calleja ruinosa se llamaba, encima, Strada Gloriei: calle de la gloria. En la calle de la gloria había un gato trepado en la morera desnuda. Era el gato de la fábrica y tenía una oreja desgarrada. Encima de él brillaba el sol matinal como un tambor amarillo. Dije: N-am caracterul. No tengo este carácter. Se lo dije a la calle, fuera. La palabra CARÁCTER puso histérico al hombre del Servicio Secreto. Rompió la hoja y tiró los trozos al suelo. Pero probablemente se le ocurrió que tendría que presentarle a su jefe la prueba de que había intentado incorporarme a su red de espionaje, porque se agachó, recogió todos los trozos en una mano y los metió en su cartera. Luego lanzó un profundo suspiro y, en medio de su derrota, arrojó hacia la pared el florero con los tulipanes, que se estrelló y crujió como si hubiera dientes en el aire. Con la cartera bajo el brazo dijo en voz queda: esto lo pagarás muy caro. Te ahogaremos en el río. Como hablando conmigo misma dije: Si firmo eso ya no podré vivir conmigo y tendría que hacerlo yo. Mejor háganlo ustedes. Y al instante la puerta de la oficina ya estaba abierta y él se había marchado. Y fuera, en la Strada Gloriei, el gato de la fábrica había saltado del árbol al tejado de la casa. Una de las ramas se mecía como un trampolín.
Al día siguiente comenzó el tira y afloja. Yo debía desaparecer de la fábrica. Cada mañana a las seis y media tendría que presentarme ante el director, con el que cada mañana estaban el jefe del sindicato y el secretario el Partido. Y así como en otros tiempos me preguntaba mi madre: ¿tienes un pañuelo? ahora me preguntaba cada mañana el director: ¿Has encontrado otro trabajo? Y yo le respondía cada vez lo mismo: No estoy buscando ninguno. Estoy a gusto aquí en la fábrica, quisiera quedarme hasta la jubilación.
Una mañana llegué al trabajo y mis voluminosos diccionarios estaban en el suelo del pasillo, junto a la puerta de mi oficina. La abrí, y había un ingeniero sentado a mi escritorio. Me dijo:aquí se llama a la puerta antes de entrar. Ahora estoy aquí yo, y tú ya no tienes nada que hacer en este despacho. A casa no podía irme, porque habrían tenido un pretexto para despedirme por faltar sin permiso. Ahora no tenía oficina, y con mayor razón tenía que ir cada día normalmente al trabajo, por ningún motivo debía ausentarme.
Una amiga, a la que cada día se lo contaba todo en el camino de vuelta a casa por la Strada Gloriei, me dejó compartir al principio una esquina de su escritorio. Pero una mañana se plantó ante la puerta de la oficina y me dijo: No me autorizan a dejarte entrar. Todos dicen que eres una soplona. Las trabas y vejaciones se enviaban hacia abajo, los rumores empezaron a propagarse entre los colegas. Eso era lo peor. Contra los ataques uno puede defenderse, contra la calumnia es impotente. Yo contaba cada día con todo, incluso con la muerte. Pero con esa perfidia no sabía qué hacer. Ningún cálculo la volvía soportable. La calumnia nos atiborra de mugre, y nos asfixiamos porque no podemos defendernos. En opinión de mis colegas yo era exactamente aquello a lo que me había negado. Si los hubiera espiado y delatado, habrían confiado en mí sin sospechar nada. En el fondo, me castigaban porque yo los protegía.
Como ahora con mayor razón no podía ausentarme, pero no tenía despacho y a mi amiga no le permitían dejarme entrar en el suyo, me instalé, indecisa, en la caja de la escalera, una escalera que recorrí varias veces de arriba abajo – de pronto volví a ser la hija de mi madre, porque TENÍA UN PAÑUELO. Lo extendí en un escalón entre el primer y el segundo piso, lo alisé para que estuviera como es debido y me senté encima. Me puse en las rodillas mis gruesos diccionarios y empecé a traducir descripciones de máquinas hidráulicas. Yo era un chiste malo sobre la escalera, y mi despacho, un pañuelo. En las pausas del mediodía, mi amiga se sentaba en la escalera junto a mí. Comíamos juntas como antes en su oficina y, más antes aún, en la mía. Por el altavoz del patio, como siempre, los coros de los obreros entonaban cantos sobre la felicidad del pueblo. Mi amiga comía y lloraba por mí. Yo no. Debía mantenerme firme y dura. Largo tiempo. Unas cuantas semanas eternas, hasta que me despidieron.
En la época en que yo era un chiste malo sobre la escalera, consulté el diccionario para averiguar la importancia de la palabra ESCALERA. El primer escalón de la escalera se llama PELDAÑO DE ARRANQUE, el último escalón, PELDAÑO DEL DESCANSILLO. Los escalones horizontales que uno pisa encajan lateralmente en las MEJILLAS DE LA ESCALERA, y los espacios libres entre los distintos peldaños se llaman incluso OJOS DE LA ESCALERA. Por las piezas de las máquinas hidráulicas, embadurnadas de aceite, ya conocía las bellas palabras COLA DE GOLONDRINA y CUELLO DE CISNE, para ajustar un tornillo se utilizaba una MADRE DE TORNILLO, e igualmente me dejaron asombrada los poéticos nombres de las partes de una escalera, la belleza del lenguaje técnico: MEJILLAS DE LA ESCALERA, OJOS DE LA ESCALERA – es decir, la escalera tenía un rostro, ya fuese de madera, piedra, cemento o hierro – y los hombres reproducen su propia cara en las cosas más voluminosas del mundo, dan al material muerto los nombres de su propia carne, lo personifican en partes del cuerpo. Y el arduo trabajo sólo les resulta soportable a los especialistas gracias a esa ternura oculta. Cada trabajo, en cada profesión, se rige por el mismo principio de la pregunta de mi madre sobre el pañuelo.
Cuando yo era niña, en casa había un cajón destinado a los pañuelos. En él se alineaban tres pilas en dos hileras, una detrás de la otra:
A la izquierda, los pañuelos de hombre, para el padre y el abuelo.
A la derecha, los pañuelos de mujer, para la madre y la abuela.
En el centro, los pañuelos de niño, para mí.
Aquel cajón era nuestro retrato de familia en formato de pañuelo. Los pañuelos de hombre eran los más grandes, tenían un borde oscuro de color marrón, gris o burdeos. Los pañuelos de mujer eran más pequeños, con borde azul celeste, rojo o verde. Los pañuelos de niño eran los más pequeños, sin borde, pero en el cuadrado blanco había flores o animales pintados. Entre los tres tipos de pañuelos había los que se usaban los días laborables, en la hilera anterior, y los que se usaban los domingos, en la hilera posterior. Los domingos, el pañuelo debía hacer juego con el color de la ropa, aunque no se viera.
Ningún otro objeto en la casa, ni siquiera nosotros mismos, nos resultaba tan importante como el pañuelo. Podía utilizarse para una infinidad de cosas: resfriados, cuando la nariz sangraba o había alguna herida en la mano, el codo o la rodilla, cuando uno lloraba o lo mordía para reprimir el llanto. Un pañuelo frío y húmedo en la frente aliviaba el dolor de cabeza. Con cuatro nudos en las esquinas servía para protegerse del sol o de la lluvia. Cuando uno quería acordarse de algo, hacía un nudo en el pañuelo como artificio mnemotécnico. Para cargar bolsas pesadas se envolvía en él la mano. Si ondeaba era una señal de despedida cuando el tren salía de la estación. Y como tren se dice en rumano TREN, y en el dialecto del Banato lágrima (Träne) se dice trän, en mi cabeza el chirrido de los trenes sobre los rieles equivalía siempre al llanto. En la aldea, cuando alguien moría se le ataba enseguida un pañuelo en torno a la barbilla para que la boca permaneciera cerrada cuando pasaba la rigidez cadavérica. Cuando en la ciudad alguien se desplomaba al borde del camino, siempre había un transeúnte que con su pañuelo cubría la cara del muerto, y así el pañuelo pasaba a ser su primer reposo mortuorio.
A última hora de la tarde, los días calurosos del verano, los padres enviaban a sus hijos al cementerio para que regasen las flores. Nos juntábamos dos o tres e íbamos de una tumba a la otra, regando rápidamente. Luego nos sentábamos, muy pegados unos a otros, en las escaleras de la capilla y observábamos cómo de algunas tumbas subían nubecillas de vapor blanco. Volaban un ratito en el aire negro y desaparecían. Para nosotros eran las almas de los muertos: Figuras zoomórficas, gafas, frasquitos y tazas, guantes y medias. Y de vez en cuando un pañuelo blanco con el borde negro de la noche.
Más tarde, conversando con Oskar Pastior para escribir sobre su deportación a un campo de trabajos forzados soviético, me contó que una anciana madre rusa le regaló una vez un pañuelo blanco de batista. Tal vez tengáis suerte tú y mi hijo, y podáis regresar pronto a casa, dijo la rusa. Su hijo tenía la misma edad que Oskar Pastior y estaba tan lejos de casa como él, en la dirección opuesta, dijo, en un batallón de castigo. Oskar Pastior había llamado a su puerta como un mendigo medio muerto de hambre, quería cambiarle un trozo de carbón por un poquito de comida. Ella lo hizo entrar en la casa y le dio un plato de sopa. Y cuando la nariz de Oskar empezó a gotear en el plato, le dio el pañuelo blanco de batista, que nadie había usado todavía. Con un borde calado de bastoncillos y rosetas impecablemente bordados con hilos de seda, el pañuelo era una belleza que abrazó e hirió al mendigo. Un híbrido; por un lado un consuelo de batista; por el otro, una cinta métrica con bastoncillos de seda, las rayitas blancas en la escala de su desamparo. El mismo Oskar Pastior era un híbrido para esa mujer: un mendigo extraño en la casa y un hijo perdido en el mundo. En esas dos personas lo había hecho feliz y le había exigido demasiado el gesto de una mujer que para él también era dos personas: una rusa extraña y una madre preocupada con la pregunta: ¿TIENES UN PAÑUELO?
Desde que me enteré de esta historia también yo tengo una pregunta: ¿Es ¿TIENES UN PAÑUELO? válida en todas partes y se halla extendida sobre medio mundo en el brillo de la nieve entre la congelación y el deshielo? ¿Cruza todas las fronteras pasando entre montañas y estepas hasta adentrarse en un gigantesco imperio sembrado de campos de trabajos forzados? ¿No hay manera de dar muerte a la pregunta ¿TIENES UN PAÑUELO? ni siquiera con la hoz y el martillo, ni siquiera en el estalinismo de la reeducación a través de tantos campos de trabajos forzados?
Aunque hace décadas que hablo rumano, en la conversación con Oskar Pastior me percaté por primera vez de que en rumano pañuelo se dice BATISTA, de nuevo la sensual lengua rumana, que simplemente lanza con apremio sus palabras hasta el corazón de las cosas. El material no da ningún rodeo, se designa como pañuelo listo, como BATISTA. Como si cada pañuelo fuera de batista en todo tiempo y lugar.
Oskar Pastior guardó en la maleta el pañuelo como reliquia de una doble madre con un doble hijo. Luego se lo llevó a casa tras cinco largos años en el campo de trabajos forzados. ¿Por qué? – su pañuelo blanco de batista era esperanza y miedo, y cuando uno renuncia a la esperanza y al miedo, muere.
Después de la conversación sobre el pañuelo blanco me pasé media noche pegándole a Oskar Pastior un collage sobre un papel blanco:
Aquí bailan puntos dice Bea entras en un vaso de leche de tallo largo ropa interior blanca tina de zinc gris verde contra reembolso se corresponden casi todos los materiales mira aquí yo soy el viaje en tren y la cereza en la jabonera nunca hables con hombres extraños ni acerca de la Central
Cuando a la semana siguiente fui a su casa a regalarle el collage, me dijo: encima debes pegar: “PARA OSKAR”. Yo le dije: Lo que te doy, te pertenece, y tú lo sabes. Él dijo: debes pegarlo encima, tal vez el papel no lo sepa. Me lo llevé de nuevo a casa y encima pegué: para Oskar. Y se lo volví a regalar la semana siguiente, como si hubiera regresado la primera vez de la puerta sin pañuelo y ahora estuviera por segunda vez en la puerta con pañuelo.
Con un pañuelo termina también otra historia:
El hijo de mis abuelos se llamaba Matz. En los años treinta lo enviaron a Timişoara a estudiar finanzas para que se hiciera cargo del negocio de cereales y de la tienda de ultramarinos de la familia. En la Escuela enseñaban maestros del Reich alemán, auténticos nazis. Al concluir sus estudios Matz quizás había recibido, de paso, una capacitación en finanzas, pero sobre todo recibió una formación de nazi – un lavado de cerebro planificado. Cuando salió de la escuela, Matz era un nazi fervoroso, un convertido. Ladraba consignas antisemitas, era inalcanzable como un débil mental. Mi abuelo lo reprendió repetidas veces, diciéndole que debía toda su fortuna sólo a los créditos de hombres de negocios judíos amigos suyos. Y al ver que esto no servía de nada, lo abofeteó varias veces. Pero a su hijo le habían trastornado el juicio. Jugaba a ser el ideólogo de la aldea, vejaba a los muchachos de su edad que se negaban a ir al frente. En el ejército rumano ocupaba un puesto de oficinista. Pero de la teoría quiso pasar a la práctica. Se presentó voluntario en las SS, quería ir al frente. Unos meses después regresó a casa para casarse.
Tras haber sido testigo de los crímenes en el frente, aprovechó una fórmula mágica válida para escaparse unos días de la guerra. Esa fórmula mágica era: permiso por boda.
Mi abuela tenía dos fotos de su hijo Matz en el fondo de un cajón, una foto de la boda y una foto de la muerte. En la foto de la boda se ve una novia vestida de blanco, una mano más alta que él, esbelta y seria, una virgen de yeso. Sobre su cabeza hay una corona de cera como hojas nevadas. Junto a ella está Matz con su uniforme nazi. En vez de ser un novio, es un soldado. Un soldado de la boda y su propio último soldado de la patria. Apenas volvió al frente, llegó la foto de la muerte. Y en ella un último soldado destrozado por una mina. La foto de la muerte es del tamaño de una mano, un campo negro, en el centro un paño blanco con un montoncito gris de restos humanos. Sobre el fondo negro, el paño blanco parece tan pequeño como un pañuelo de niño cuyo cuadrado blanco tiene pintado en el centro un dibujo extraño. Para mi abuela esa foto también tenía su híbrido. En el pañuelo blanco había un nazi muerto, en su memoria, un hijo vivo. Mi abuela dejó esa doble foto todos aquellos años en su devocionario. Rezaba cada día. Probablemente sus oraciones también tenían doble fondo. Probablemente seguían el hiato entre el hijo querido y el nazi obcecado y pedían también al Señor Dios que hiciera el espagat de amar a ese hijo y perdonar al nazi.
Mi abuelo había sido soldado en la Primera Guerra Mundial. Sabía de qué estaba hablando cuando decía a menudo y en tono amargo, refiriéndose a su hijo Matz: Sí, cuando ondean al viento las banderas, el juicio se pierde en las trompetas. Esta advertencia también era aplicable a la siguiente dictadura, en la que me tocó vivir a mí misma. A diario se veía cómo el juicio de los pequeños y grandes oportunistas se perdía en las trompetas. Yo decidí no tocar la trompeta.
Pero de niña tuve que aprender a tocar el acordeón contra mi voluntad. Pues en la casa se había quedado el acordeón rojo de Matz, el soldado muerto. Las correas del acordeón eran demasiado largas para mí, y para que no se resbalaran por mis hombros, el maestro de acordeón me las ataba a la espalda con un pañuelo.
Se puede decir que precisamente los objetos más pequeños, ya sean trompetas, acordeones o pañuelos, terminan atando las cosas más dispares en la vida; que los objetos giran y, en sus desviaciones, tienen algo que obedece a las repeticiones, al círculo vicioso. Uno puede creerlo, mas no decirlo. Pero lo que no puede decirse, puede escribirse. Porque la escritura es un quehacer mudo, un trabajo que va de la cabeza a la mano. De la boca se prescinde. En la dictadura yo hablaba mucho, sobre todo porque había decidido no tocar la trompeta. La mayoría de las veces, hablar tenía consecuencias intolerables. Pero la escritura empezó en el silencio, en aquella escalera de la fábrica donde tuve que sopesar y decidir conmigo misma más cosas de las que podían decirse. El acontecer ya no podía articularse en palabras. A lo sumo los añadidos externos, mas no su dimensión. Esta yo sólo podía deletrearla en mi cabeza, en silencio, en el círculo vicioso de las palabras al escribir. Reaccionaba ante el miedo a la muerte con hambre de vida. Era un hambre de palabras. Sólo el torbellino de las palabras podía captar mi estado y deletreaba lo que no podía decirse con la boca. Yo iba detrás de lo vivido en el círculo vicioso de las palabras, hasta que aparecía algo que no había conocido antes. Paralelamente a la realidad entraba en acción la pantomima de las palabras, que no respeta dimensiones reales, reduce las cosas principales y aumenta las secundarias. El círculo vicioso de las palabras confiere de buenas a primeras una especie de lógica maldita a lo vivido. La pantomima es furiosa y permanece atemorizada y tan adicta como hastiada. El tema dictadura surge ahí espontáneamente, porque la naturalidad ya nunca regresa cuando a uno se la han robado casi por completo. El tema está implícito ahí, pero las palabras se apoderan de mí y llevan al tema adonde quieren. Ya nada es cierto y todo es verdad.
Como chiste malo sobre la escalera estaba yo tan sola como en aquella época, en que de niña, cuidaba vacas en el valle del río. Comía hojas y flores para formar parte de ellas, porque ellas sabían cómo se vive y yo no. Me dirigía a ellas dándoles un nombre. El nombre cardo lechoso debía ser realmente la planta espinosa con leche en los tallos. Pero la planta no escuchaba el nombre cardo lechoso. Entonces yo lo intentaba con nombres inventados: COSTILLA ESPINOSA, CUELLO DE AGUJA, en los que no figuraban ni cardo ni lechoso. En el engaño de todos los nombres falsos ante la planta verdadera se abría el agujero hacia el vacío. La situación ridícula de hablar a solas en voz alta conmigo y no con la planta. Pero la situación ridícula me hacía bien. Yo cuidaba vacas y el sonido de las palabras me protegía. Sentía:
Cada palabra en el rostro sabe algo del círculo vicioso y no lo dice
El sonido de las palabras sabe que debe engañar, porque los objetos engañan con su material, y los sentimientos, con sus gestos. En el punto de intersección del engaño de los materiales y de los gestos se instala el sonido de las palabras con su verdad inventada. Al escribir no puede hablarse de confianza, sino más bien de la honestidad del engaño.
Por entonces, en la fábrica, cuando yo era un chiste malo sobre la escalera, y el pañuelo, mi oficina, también encontré en el diccionario la hermosa palabra INTERÉS ESCALONADO, que designa las tasas de interés de un préstamo que van subiendo por tramos. Las tasas de interés son para uno gastos y para otro, ingresos. Al escribir acaban siendo ambas cosas, cuanto más voy ahondando en el texto. Cuanto más me expolia lo escrito, tanto más muestra a lo vivido lo que no había en el vivir. Sólo las palabras lo descubren, porque antes no lo conocían. Allí donde sorprenden a lo vivido es donde mejor lo reflejan. Se vuelven tan apremiantes que lo vivido debe aferrarse a ellas para no deshacerse.
Me parece que los objetos no conocen su material, que los gestos no conocen sus sentimientos y las palabras tampoco conocen la boca que las enuncia. Pero para asegurarnos nuestra propia existencia necesitamos los objetos, los gestos y las palabras. Cuanto más palabras nos es permitido usar, tanto más libres somos. Cuando se nos prohíbe la boca, intentamos afirmarnos con gestos e incluso con objetos. Son más difíciles de interpretar y permanecen un tiempo libres de sospecha. Y así pueden ayudarnos a convertir la humillación en una dignidad que permanece libre de sospecha por un tiempo.
Poco antes de mi emigración de Rumania, el policía de la aldea vino un día muy de mañana a llevarse a mi madre. Ella estaba ya en la puerta cuando se le ocurrió la pregunta: ¿TIENES UN PAÑUELO? Y no lo tenía. Aunque el policía se mostró impaciente, ella volvió a entrar en la casa y sacó un pañuelo. En la comisaría el policía estalló en gritos e improperios. Los conocimientos de rumano de mi madre no bastaban para que comprendiera los rugidos del policía, que luego se marchó del despacho y cerró la puerta con llave desde fuera. Mi madre se pasó el día entero encerrada allí. Las primeras horas sentada a la mesa, llorando. Después empezó a ir de un lado para otro y a limpiar el polvo de los muebles con el pañuelo empapado en lágrimas. Por último cogió el cubo de agua del rincón y la toalla que colgaba de un clavo en la pared y fregó el piso. Me quedé aterrada cuando me lo contó. ¿Cómo has podido fregarle el despacho a ese individuo?, le pregunté. Y ella me respondió, sin ningún reparo: quería hacer algo para matar el tiempo. Y el despacho estaba tan mugriento. Hice bien en llevarme uno de los pañuelos de hombre, grandes.
Sólo entonces comprendí que con esa humillación adicional, pero voluntaria, se había proporcionado dignidad en aquel arresto. En un collage busqué palabras para formularlo:
Yo pensaba en la rosa vigorosa en el corazón en el alma inservible como un colador pero el propietario preguntó: ¿quién se acaba imponiendo? yo dije: salvar el pellejo él gritó: el pellejo es sólo una mancha de la batista ofendida sin juicio.
Me gustaría poder decir una frase para todos aquellos que, en las dictaduras, todos los días, hasta hoy, son despojados de su dignidad, aunque sea una frase con la palabra pañuelo, aunque sea la pregunta: ¿TENÉIS UN PAÑUELO?
Puede ser que, desde siempre, la pregunta por el pañuelo no se refiera en absoluto al pañuelo, sino a la extrema soledad del ser humano.
Retrato de Herta, 1972
9 notes · View notes
Text
Cronica #4
Un hombre con una mochila gigante caminaba de casa en casa,
"Enciclopedias, Diccionarios para las tareas de los niños" gritaba retumbante en la calle. Mi madre salía siempre como si lo esperara desde hace años, caminaba revisando los bolsillos de su vestido verde y sacaba unos fajos de billetes.
"Páguela en dos partes o páguela en cuotas de seis meses"
Parecía un viajero del mundo, con lentes de montura dorada y un pañuelo siempre en la mano. Mi madre empolvada y con el cabello recogido en un moño lo esperaba muy erguida, ella en la reja del jardín, saca su mano y lo dirige a casa.
Vaya para adentro que vamos a conversar los grandes, me decía y yo la veía sentada junto con el hombre cansado que le pedía un vaso de agua con mucho hielo y que revolvía con el dedo índice, los bloques flotantes en el vaso de la vajilla que solo se sacaba cuando un invitado importante llegaba. Hacían el intercambio y el hombre se despedía secándose la frente y caminando por la polvareda de la calle.
Bloques de papel se amontonaban en la sala y mi madre los observaba orgullosa y repetía en voz alta lo que siempre le reprochaba a la vida. - Yo hubiera estudiado Psicología por correspondencia - Me tocaba el hombro y volvía a la rutina de la casa y los tomos de la enciclopedia se quedaban en la sala acompañando a los otros que había comprado meses atrás. Sentía mi madre un gusto por los libros, en especial por los diccionarios ilustrados que dejaba abiertos siempre en alguna página aleatoria.
Yo siempre fui un niño solitario, me costaba relacionarme con los niños del barrio por mi inclinación natural a lo prohibido según las normas establecidas en ese pueblo. Corría y movía las manos, caminaba y flotaba, me detenía a mirar las flores o si hablaba mi tono de voz agudo avergonzaba a los hombres. No había reunión donde no tuviera que mantener mis manos en los bolsillos y con mi cabello peinado de lado me sentaba en una esquina mientras los demás niños jugaban con una pelota que yo nunca supe patear o con pistolas de plástico de alguna piñata que me parecía una locura. Yo que veía el juego de tazas de mi prima Anabel con sus florecitas bordadas y envidiaba sentarme con ella. ¡Qué horror! Hubiera sido aquel escenario. Entonces, convencido de mi desgracia, me quedaba sentado viendo a las amigas de mi abuela, o escondido tras la puerta, viendo el ritual de mujer de mi madre, polvos en la cara y rojo en los labios frente a ese espejo heredado con el marco grabado en madera. La belleza veía yo, del otro lado los niños en la sala me evitaban y si alguno se acercaba era retirado, pues era el hijo de los García que sembraba flores y se decoraba los pelos con izoras.
En la Biblioteca de la sala paciente me esperaban las enciclopedias y los diccionarios y buscaba las palabras que había aprendido. Cielo, Dios, Corazón, Castigo, Infierno y la palabra prohibida Homosexual.
"Persona inclinada hacia individuos del mismo sexo"
¡Qué espanto!, y cerraba de golpe aquel diccionario azul y borraba evidencia de haber buscado esa palabra alisando las páginas para que nadie sospechara que busco justo allí abriendo en libro, en la letra H cerca de la palabra Hogar, aquel horrible conjunto de letras que formaba esa palabra que cuando la decían en la iglesia significaba tormento, castigo, depravación.
Escogí entonces aquellas palabras amables, Poesía, Arte, Pintura y las ilustraciones hermosas me removían el espíritu de niño y en las noches hablaba con Dios diciéndole que me perdonara por interesarme en saber el significado de las cosas malvadas, de las cosas condenadas por los predicadores con traje que en el pulpito de la iglesia hablaban del amor de Cristo y de las consecuencias de no seguir sus estatutos.
Una tarde, Vicente Graterol llegó a la casa con dos libros. Era un hombre alto y poco agraciado, bebedor y electricista; no le temía a la corriente y arreglaba los cables de la casa cuando algún fusible se quemaba. Tenía en sus manos unos tomos de una biblioteca infantil; uno de esos libros se llamaba "El mundo de los niños" regaló uno a mi tía y otro a mi madre que, como siempre, una enciclopedia le recordaba a sus años de querer estudiar. Entonces, nuevamente junto con los demás libros, con una tapa dura y color marfil, me esperaba lo que fue mi mayor revelación. No cabía en mi duda de que aquellas imágenes me hablaban en el idioma que entendía. Veía los colores y las situaciones y comencé a sentirme acompañado por esos hombres majestuosos de mármol y cada ángel, paisaje o deidad antigua me miraba y yo me enamoraba de esos cuerpos bellamente iluminados y de esos rostros con ojos vidriosos. Fue mi primer amor el David de Miguel Ángel
7 notes · View notes
revistapipazo · 10 months
Text
Historias de Mierda III
"El completo con lechuga"
Me gustaba una mina cuando estaba en el colegio. Segundo-tercero medio mas menos. Y un dia logré que la mina me invitara a su casa. Ganador pensarán, pero no.
Lo penca es que no estaríamos solos sino con TODA su familia. Yo ya me habia hecho el lindo con ella asi es que solo faltaba caer bien y después la guinda de la torta era llegar a mi casa con polola oficial.
Nada hacia presagiar que ese anochecer sería una de las mas notables, vergonzosas y humillantes experiencias de mi vida y que, paradójicamente tendría un final feliz.
Llegue cerca de las 6:00 PM a su casa, después de haber ido a la mia a sacarme la pichanga de la “tarde deportiva”. Así es que duchadito, limpiecito, olorosito y bien lavado de bolas el huevón se dignó a agarrar el colectivo y volar para llegar a la hora acordada con la mina que tanto me había costado engrupir.
Llego, saludo cortésmente a la mamá, el papá, el hermano mayor, el hermano chico, la abuela, el abuelo y un par de viejas que ni me acuerdo quienes eran, etc, etc. La cuestión es que estaba lleno de gente.
Conversamos, nos reímos, nos joteamos hasta que la mamá dice ”¿Quieren tomar once con nosotros? ¡Hicimos completos!”
Puta, la raja. -¿Me puedo comer a su hija tambien?- pensé, pero de mi boca salió un “Claro, por supuesto. Muchas gracias”.
Nos sentamos en la mesa: El hermano mayor con una cara de culo conmigo porque intuía mis verdaderas intenciones, y yo haciendo de todo por caer bien.
Acepté cada huevá que me ofrecieron. Todo era un Sí. ¿Quiere esta huevá? Sí ¿Le echo esto otro? BUENO. Y así el primer completo era una masa apoteósica, tremenda like this, con todo lo que se podía imaginar, pero con un ingrediente que en mi puta vida había visto arriba de un completo: LECHUGA.
Me comí el famoso completo, que estaba bien rico, así es que pasó no mas y seguí en la reunión familiar, súper simpático, educado, demostrando todo el entrenamiento paternal y todas las buenas costumbres para que e autoconvencieran d emi farsa y concluyeran la máxima familiar “Es un buen cabro”.
Aprobado en la familia (a esa edad esas huevás importan, hoy verdaderamente dan un poco lo mismo) cuando de pronto, cerca de las ocho de la noche, siento un retortijón que nunca se me olvidará.
Fué una huevá tan inmediata que me puse pálido: Un verdadero alarido intestinal. Una súplica, una sobre reacción de mi sistema digestivo a esa huevá que me había acabado de comer hace un par de minutos.
Y, haciéndome el gil, me manche las manos con mayo y dije:
“Chuta, ¿Dónde esta el toillete? Necesito lavarme las manos….”en ese pasillo a la izquierda”
Me señalaron el trono y puta, no habían terminado la frase y ya estaba allá con los pantalones abajo (virtud muy útil y por lo que me ha dicho mi padre, además hereditario).
Como quería pasar piola, intente cagar en el mismo rango de tiempo que puede llevar lavarse las manos y “otra cosa” que podía ser reventarse una espinilla, peinarse o simplemente orinar (‘char la corta).
Llegue, me senté y me mande una cagada con toda la potencia, fuerza y velocidad que podían imprimirle mis músculos abdominale. Entonces, agarrado a la tina, al borde del lavamanos y con los pies bien puestos en el suelo, me mandé una cagada dantesca, hedionda y líquida, por lo que estaba seguro no habría problemas de reflujo por parte del WC. Todo bien hasta que caché que: Oh my gosh! No hay papel!!!!
Sin perder la calma ni el garbo, comencé a buscar en ese baño algún artículo auxiliar que mepermitiera pulirme el ojete: Pañitos húmedos, toalla nova, pañuelos desechables, la hueva que fuese desechable. No había nada. Solo un paquete de pañales del hermano chico.
Ni huevón, la solución estaba frente a mis ojos. Así es que ocupé unos pañales, y todo a la basura, bien al fondo.
Después de mi cagada Gold Medal World Record de solo tres minutos, que ni Asafa Powell la hace, estaba de vuelta en la mesa, con la mejor cara de niño bien educado, rosagante y rosadito producto de que todavía no me bajaba la sangre de la cara debido al apretón abdominal para la cagada Express, y me dicen. ¿Quiere otro completito? A lo que la mina responde: Sí, yo se lo preparo!!
Una gota fría escurrió veloz entre mi frente y de algún modo místico me llegó hasta el orto.
En un minuto tenia el mismo monstruo lechugoso frente a mí (nota: recálco la lechuga porque tengo la certeza de que eso fue lo que produjo el aborto espontáneo).
Pensé: Lo peor ya pasó, no creo que me pase de nuevo. Lo recibí, y como previendo el desastre, lo comí con cierto recelo. Esta vez paso un poco mas de tiempo, pero la contorsión intestinal fue igual o peor, y ya había ocupado el comodín de las manos con mayo (si la ocupaba otra vez pasaba por huevón): No quedaba otra que arrancar confiando que el tiempo de viaje fuera menor a lo que demoraría el moreno en aterrizar en mis tobillos.
Muy care’ raja, pero pareciendo alguien completamente dominado, temeroso e imbécilmente obediente con los padres, me excusé diciendo que se me hacia tarde para llegar a casa y que el colectivoRs dejaba de pasar temprano (excusa harto flaite, pero que a esa edad era comprensible) me puse de pie, me despedí de todos a la vez, di las gracias y la mina se ofreció de compañía ”para conversar” hasta el colectivo.
Caché que venia sin defensas, era cosa de hacerse el lindo un poco y era golazo de mitad cancha. Había hecho bien la pega hasta ahí y no quería cagarla… en el amplio sentido de la palabra.
Entonces yo comencé a avanzar rapidito, a paso corto, como el marciano de Bugs Bunny….y ella miraba hacia arriba y me decía que linda estaba la noche, que lo había pasado súper bien, que les había caído la raja a los papas, bla bla bla, mientras yo sonreía y dejaba deslizar la gota de sudor por mi sien.
Si la besaba me relajaba y me cagaba, si la abrazaba ella me apretaba y me cagaba, si le tomaba la mano caminaba mas despacio y me cagaba. El panorama no era prometedor, pero quería disfrutar de lo bien que había engrupido, así es que en un momento de no aguanto más me frené y me sinceré:
¿Sabes? Creo que el último completo no me hizo muy bien ¿Me prestarías tu baño?. Y ella abrió los ojos bien grandes (seguro quería una declaración romántica y “el huévas” le sale con que está que se caga), esbozó una sonrisa maquiavélica de vendetta y me dijo: ¡Claro!
Media vuelta y sale corriendo a la casa. Yo, medio cojeando y apretando el ass hasta el calambre, partí detrás.
Cuando llego a la reja de la casa me doy cuenta que está abierta, también estaba abierta la puerta de la casa, estaban todos los familiares en palco y tribuna, y ella estaba en la entrada con un cono de confort y la revista Cosas.
Respire, trague saliva y pensé que toda mi pega se había ido por el water al igual que el kilo que me iba a mandar en pocos instantes. Se acerca y me dice: La puerta del fondo es el baño grande, anda a ese. Baje la vista y rapidito pase bajo las miradas de TODA su familia.
No contentos con eso y con el afán de humillarme ella me grita: No vayas a ocupar el jabón de glicerina que tengo en ese baño porque lo uso para la cara!!!!! Y escucho los jajajaja de todos.
Además, voy llegando y me doy cuenta que, el wc del baño da la espalda a un muro muy delgado que limitaba con el living, en donde todos estaban conversando, y yo, me mande una cagada apocalíptica, 5.1 dolby incredible tremendo surround stereo 4000w de salida, refuerzo de bajos y agudos incontrolables. Abría las nalgas para bajarle el volumen y ampliar el rociado, pero nada! Se escuchó la cagada COMPLETA.
Entre las risas y medio llantos derivado de las risas, salí del WC con la frente en alto y tratando de tirar todo pa’ l chiste, haciéndome el simpático de nuevo, pero con cero respeto!!!
Tenia menos respaldo que un columpio a esas alturas, y entre risas me despedí con la sensación de derrota.
Otra vez fue ella a dejarme al famoso colectivo, yo iba con una sensación de derrota tan extrema que me relaje y sabiendo que ya no había opción le conversé tranquilo. Al final ella me tomó y fui depredado con un tremendo atraque y me dijo que le había encantado la manera en que había manejado la situación y si quería ser su pololo.
¿La huevá romantica?!!!!
Final feliz despues de todo. Y creo ser de los pocos que ha conquistado alguna vez a una mina gracias a una cagadera.
Porque hay veces en que la caca, es oro.
Fuimos pololos por un tiempo y la anécdota es imborrable. Sobreviví para contar que….VI A LA MUERTE A LOS OJOS Y TIRE LA CADENA!!!!!…que lindo es el amosh!
Tumblr media
18 notes · View notes
nathmich · 8 months
Text
Si no te gustan mis defectos, recuerda que tengo más.
Soy atea, creo en sonrisas pasajeras que me roban el sueño.
Soy pacifista, me defiendo con uñas y dientes.
Me gusta que me despierten con besos, prefiero dormir sola.
Soy amable, insoportable cuatro días al mes.
Soy de mente abierta, no apta para todos los públicos.
Intento ser humilde, parezco creída.
No creo en amores duraderos, creo en amores verdaderos.
Nunca estoy preparada para una relación,soy adicta a la pasión del primer día, a la indiferencia, a acabar y volver a empezar.
No me gusta competir con nadie, sé en lo que destaco y en lo que no.
No sé si soy inteligente, lista, o intelectual; o simplemente estoy.
No me gusta pelear, debajo de algunas piedras me sale algún enemigo.
Soy fría en mis relaciones, caliente cuando me enamoro.
No soy rencorosa, hay cicatrices que me recuerdan que no debo olvidar.
Soy graciosa, payasa, poeta de risas; al menos dos veces al mes necesito unadosis de canciones tristes y gastar un par de pañuelos en lágrimas retenidas.
Soy tímida, no pudorosa.
Devoro libros, odio estudiar.
Soy adicta a escribir, me avergüenza que me lean alto. Pocos saben leer en alto lo que yo escribo en bajo.
Me encanta hablar por teléfono, odio el tono de llamada.
Creo en la rutina, no sé marcarme ninguna.
Me pierdo en algunas noches de fiesta, me encuentro en un lápiz y un papel.
Odio a la gente mala, tengo picardía.
Si paso por tu lado puedes girarte, soy borde si me hablas.
Soy provocadora pero no me provoca serlo.
He roto tabúes, no sé cuales.
Soy solitaria, odio las ausencias.
Soy coherente, a la vez, inconsecuente.
Tengo principios, los negocio si me roban el corazón.
Predico la tolerancia, soy intolerante conmigo misma.
Hablo ingles, me gusta el francés.
Adoro el arte, me aburren los museos.
Estoy llena de amor propio, salvo cuando estoy enamorada.
8 notes · View notes
nobodia · 17 days
Text
Tres fragmentos de Cuando las mujeres fueron pájaros, de Terry Tempest Williams:
1
Ver la escritura Nushu es ver huellas de pájaros, cuervos que caminan decididamente por un estrecho sendero cubierto de nieve. Es una caligrafía linear y elegante, muy distinta a los caracteres cuadrados del chino tradicional. Ésta es la escritura secreta de las mujeres, que fue usada durante cientos de años en las aldeas rurales de Jiang-yong, en la provincia china de Hunan.
El Nushu echó raíces en el lenguaje de las mujeres iletradas, mujeres a las que no se les permitía asistir al colegio incluso hasta el siglo veinte. Esas escrituras susurrantes eran transmitidas de madre a hija y entre amigas cercanas, “hermanas por juramento”, y cuidadosamente resguardadas entre los dobleces de abanicos de papel,bordadas en pañuelos o escritas discretamente dentro de los zapatos que sujetaban sus pies.
Una de las últimas practicantes de Nushu, Yang Huanyi, nació en 1909. Explicó cómo el Nushu era una manera en que las mujeres podían hablar entre ellas fuera del lenguaje de los hombres. En los pueblos, las mujeres hacían libros encuadernados a mano, escritos en Nushu, que se pasaban unas a otras como regalos.
Los temas eran principalmente autobiográficos. A veces, simples; otras veces, profundos. Cuando moría quien los había escrito, la mujer más cercana a ella los quemaba como una ofrenda para acompañarla en el más allá, una conjunción de palabra y espíritu.
2
Aquel que sabe que su cuerpo es la espuma de una ola sigue el camino que ésta marca.
— El Dhammapada
3
¿Cómo está tu sombra, tu honorable sombra? Éste era un saludo común entre amigos en Japón, un reconocimiento de que lo que rechazamos es tan importante como lo que aceptamos. Camino con mi sombra detrás de mí, a veces delante de mí y a menudo a mi lado. Es mi compañera caprichosa: visible, luego oculta, amorfa. Una sombra no se crea en la oscuridad. Nace de la luz. Podemos ser ciegos ante ella o cegarnos por ella. Nuestra sombra nos pide ver lo que no queremos ver. Si nos negamos a enfrentarla, se proyectará en alguien más. De modo que no tenemos otra opción que involucrarnos.
3 notes · View notes
himevampirechan · 9 months
Text
“El día que cruzaste mi camino, tuve el presentimiento de algo fatal…”
instagram
One shot, basado en la ilustración de @the-musical-cc
Escrito por Xareni Moreno
- ¿Herneval? – llama Frankelda en voz baja, sin apartar su vista de la libreta en la que escribe.
- ¿Humm? - Responde una voz, a un par de metros sobre ella; Recostado sobre una rama del árbol, con sus alas balanceándose suavemente, el príncipe de los sustos dormita.
- Si me espiabas desde que éramos niños, ¿Por qué tardaste tanto en hablarme? – Continúa la escritora dejando la pluma a un lado y soplando amablemente sobre el papel, la tinta azul en la libreta comienza a secarse y, ella puede escucharle despertar con un resoplido.
Frankelda levanta el rostro con una sonrisa burlona, notando como, tras perder levemente el equilibrio, Herneval, logra estabilizarse con la ayuda de sus alas; sus extremidades se extienden, maravillando a la joven, con el color escarlata de sus plumas.
- ¿Y esa repentina curiosidad? - pregunta el príncipe mirándola desde arriba con el ceño ligeramente fruncido; Frankelda se encoge de hombros con fingida inocencia y los ojos dorados de Herneval brillan divertidos.
Tras pocos días de su llegada al reino, ambos jóvenes comparten cierta complicidad que, la mayoría de los sustos, no logran comprender; es un hecho recurrente, encontrarlos pasando el tiempo dentro de la sala del trono, como si fuera su habitación de juegos y no, el valioso lugar que debe representar.
-Mmmmmm. - piensa Herneval, acomodando sus piernas al borde de la rama, llevándose una mano hacía la barbilla. – Prácticamente, si lo recuerdas, si te hablé.
-Sí, y luego me hiciste creer que todo había sido un sueño. – Dice la joven sin sorprenderse por su respuesta y poniendo los ojos en blanco; gesto que provoca una sonrisa en el susto.
-Pero eso no cambia que SI te hablé. - ríe Herneval, balanceando las piernas y provocando que el árbol se mueva ligeramente, Frankelda suelta un bufido irritado.
La escritora desliza suavemente sus dedos sobre la hoja de papel y la yema de su pulgar se mancha ligeramente de tinta; con un sobresalto, aleja su mano en un intento de no ensuciar su reciente escrito con la pintura fresca.
Una ráfaga de aire la rodea, levantando la mirada se encuentra a Herneval, de pie, a pocos metros de distancia; varias plumas escarlatas se han soltado de sus alas por la fuerza del aterrizaje y, retenidas en el aire, por una falsa sensación de tiempo congelado, provocan en la escritora un estremecimiento similar al déjavu.
Sin borrar la sonrisa presumida de su rostro, el príncipe se acerca hacía ella y, tras sacar un pañuelo blanco del interior de su chaleco, toma la mano de la joven para limpiar amablemente la tinta en sus dedos; ambos, dentro de una bizarra tranquilidad, permanecen callados mientras lo hace. Sin embargo, Frankelda es incapaz de ignorar la evasiva respuesta del susto.
-Una parte de mí, siempre estuvo esperando que te acercaras. - Susurra la joven con tono desinteresado, llamando la atención del príncipe quien se detiene en sus suaves cuidados y levanta, confundido, su mirada hacía ella.
- ¿Cómo…? - Comienza a preguntar Herneval y Frankelda es quien, ahora, le lanza una sonrisa presumida.
- ¿Realmente creíste que no lo sabía? – Exclama la escritora, sinceramente sorprendida; el avergonzado rostro del susto, confirma su respuesta – No eres el susto más discreto, sobre todo cuando éramos niños. –
- No puedo hacer mucho para ocultar mi gallarda apariencia. - Con un floreo, Herneval guarda su pañuelo bajo el chaleco rojo y se encoge de hombros en un intento de recobrar su imagen despreocupada; la escritora levanta una ceja, divertida por su actitud.
- Eres bastante guapo. – Acepta Frankelda, interrumpiendo cualquier otra palabra que el susto intente agregar y una sonrisa satisfecha se le escapa ante la visible perplejidad de Herneval.
- Al principio, creí que soñaba despierta. - Susurra la escritora, cerrando la libreta y colocándola sobre su regazo; puede sentir la penetrante mirada del príncipe sobre ella. – Es decir, no es algo raro en mí; era la principal razón de todos los regaños de mi abuela.
Herneval se sienta suavemente en la raíz frente a ella, cruzando los brazos contra su pecho y escuchándola atentamente; la luz al interior del árbol semi muerto, alumbra tenuemente la sala del trono haciendo que el cabello azul de Frankelda brille fantasmagóricamente, en una visión que le corta el aliento.
-Pero, en Navidad, ¿Fuiste tú, no es así? - La mirada agradecida que le lanza la joven, es devuelta con amabilidad y un encogimiento de hombros. - Después de eso, en ocasiones, fui consciente de tu presencia y esperé que te acercaras, pero como seguías siendo una sombra tras de mí, me rendí en creer que realmente estabas.
- Pero si estaba, Francisca. - Responde con una sonrisa Herneval, volviendo su cuerpo hacía ella; mirándolo, Frankelda abraza firmemente la libreta de cuero contra su pecho. – Desde pequeños, estaba contigo.
- ¿Por qué? - Pregunta suavemente la escritora, perdiéndose en los dorados ojos de su interlocutor. - ¿Por qué yo?
Con el ambiente a su alrededor, repentinamente, pesado, ambos se observan intensamente. Frankelda no había planeado que la conversación se volviera tan profunda pero ahora, que el latido de su corazón la ensordece, no puede evitar sentir cierta impaciencia por el silencio del susto.
-Eso es, porque…- Comienza Herneval, con las alas ligeramente desplegadas por su agitada respiración. - … porque yo …
Una repentina angustia inunda el rostro del príncipe antes de desviar su mirada, provocando que la intimidad previamente formada, reviente como una burbuja.
Frankelda lo sabe, lo siente en lo profundo de su corazón: Herneval le oculta algo y, a pesar del obvio aprecio que le muestra, los secretos pesan sobre ambos de un modo doloroso.
Aun así, la escritora desea continuar por el espinoso camino que el susto le ha mostrado; por el bien de su sueño y su orgullo.
-Escribí una nueva historia. - Dice Frankelda con un timbre tan despreocupado que lastima. El mundo humano no tiene nada para ofrecerle y la escritora se niega a mirar atrás. - ¿Te gustaría leerla?
Herneval la observa de reojo, antes de asentir con la cabeza y sonreír tristemente; en un gesto extravagante extiende su mano y Frankelda le ofrece la libreta.
Mientras el príncipe de los sustos lee, ávidamente, la nueva pesadilla; Frankelda cierra los ojos disfrutando el profundo silencio entre ellos. Los secretos pueden esperar, piensan; No vale la pena perturbar su cercanía aún.
Permanecen ahí por un tiempo indefinido, ignorantes de la arácnida criatura que los observa, desde las sombras, con una sonrisa casi cruel.
8 notes · View notes
kumonomukoue · 29 days
Text
TWST: Historia principal – Episodio 7-130 (traducción español)
Libro 7 - El Líder del Abismo (Diasomnia)
Episodio 7-130 ¡Declaración exhaustiva!
Tumblr media
[ ♪ ]
COLISEO – ESCENARIO ESPECIAL
¿NEIGE?: R… ¿Por qué…?
¿VIL?: Mi belleza… se está derritiendo…
Tumblr media
EPEL: ¡Rook!
ROOK: ¡Aah, mi querida manzanita silvestre! No imaginaba que tú, que posees un veneno para dormir a cualquiera, me despertarías.
EPEL: ¡Uugh, me haces daño!
Tumblr media
ROOK: P-perdona… Uuh, manzanita silvestre, te ruego que perdones mi traición.
¡Uguu…no me creo que olvidase nuestra batalla en el VDC y la Isla del Infortunio!
EPEL: No llores. A ver, un pañuelo… uy, no tengo.
Mira que Vil me dijo que siempre llevase un pañuelo bien planchado encima…
ROOK: Jujuju. Ya veo, a mi también me dijo lo mismo cuando me acababa de cambiar de dormitorio a Pomefiore. 
EPEL: Rook, no eres el único que ha olvidado cosas importantes.
Yo mismo, de no ser por todos vosotros, habría seguido en aquel sueño falso.
ROOK: Merci! Merci beaucoup! No puedo dejar de agradeceroslo. 
SEBEK: Hay que ver… No esperaba que aparte de luchar nos tocase bailar y todo.
IDIA: Jjij, que sepas que tengo un vídeo tuyo bailando de cuerpo entero.
SEBEK: ¡Sinvergüenza, bórralo ahora mismo! ¡No consentiré que se lo enseñes a nadie!
ROOK: ¿Esa voz es de Roi de ta Chambre²? ¿Estás ahí?
¡Ooh…! Así que nos has estado guiando como buen delegado.
IDIA: ¿Eh? Nah, para nada. Más que ser un buen delegado…
He estado haciendo de productor o mánager…
ROOK: Idia, ¿qué pasó después de la fiesta de despedida de Lilia? Quiero que me cuentes todos los detalles.
IDIA: V-val… Mejor mira este vídeo¹.
ROOK: ¡Qué me cuentas! Así que habéis estado librando una extrema batalla hasta ahora.
SILVER: Rook senpai, queremos que unas fuerzas con nosotros.
Sería un alivio si tú que tienes un papel importante en Pomefiore pudieses unirte a nosotros. 
ROOK: Soy yo quien tiene que pediros un favor. Por favor, dejadme ayudaros. 
Si os dejo marchar así, nunca seré capaz de levantar la cabeza ante la Reina.
¡Prometo recompensar vuestra ayuda con el espíritu de esfuerzo que arde dentro de mí!
SILVER: Gracias. ¡Contamos contigo!
IDIA: Es increíble que el Srto. Silver pueda adaptarse a la energía del Srto. Rook tan fácilmente.
ORTHO: Por cierto, antes de transportarnos a otro sueño, este es el enlace al campo de batalla final contra Malleus…
Tengo que darle a Rook Hunt su invitación a la fiesta.
Tumblr media
ROOK: ¿Conque una fiesta? Jujuju, qué emoción recibir una invitación.
ORTHO: Sin más dilación, vamos al siguiente servidor (sueño). Ah, antes de eso…
Rook, ¿puedes cambiarte de ropa al uniforme de clase?
ROOK: ¡Vaya! Mis disculpas. ¿Qué tal así?
Tumblr media
ORTHO: Como es de esperar de un alumno de tercer curso, puedes cambiarte de uniforme así de fácil y rápido. 
SEBEK: Gn, gññññ… Tenemos que ponernos las pilas con la magia de cambio de ropa.
¡A ver si me libro de una vez de ese hechizo tan vergonzoso…!
ORTHO: He finalizado la descarga de datos disuasorios de Rook Hunt desde la sede central. Voy a proyectar el holograma.
Tumblr media
ROOK: Oh là là! Qué sensación más extraña da verme a mi mismo desde fuera.
Sin embargo… Parece que el grosor de los tacones de mis zapatos es algo diferente.
Espero que Roi du Dragon ³ no se dé cuenta…
GRIM: ¡Sólo tú te darías cuenta de un detalle tan pequeño!
ROOK: ¡Jajaja! Tengo la costumbre de mirarlo todo al detalle. 
¡Venga, embarquemos en esta aventura!
SILVER: ¿Estáis todos listos? Vamos a cruzar al siguiente sueño. Agarraos bien a mí. 
“A aquellos que conocimos y a los que conoceremos algún día… Meet in a Dream ⁴”
Tumblr media
[ ☆ ]
¹ Se refiere a este vídeo que Idia crea unos capítulos atrás. Tiene subtítulos en inglés:
youtube
² Roi de ta Chambre: Rey de tu Habitación (Idia)
³ Roi du Dragon: Rey de los Dragones (Malleus)
⁴ La Unique Magic de Silver tiene dos nombres: se pronuncia como “Meet in a Dream” ("nos veremos en un sueño" en inglés) pero se escribe como “Tengamos el Mismo Sueño” (同じ夢を見よう, en japonés)
Siguiente → Episodio 7-131 ¡Navegación de ensueño! ⏰
↪ Lista de capítulos
˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚
⚠ Por favor, no resubas mis traducciones sin permiso. Puedes usarlas si me das créditos ⚠
˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚ ༘♡ ⋆。˚
¡Espero que os haya gustado y podéis sugerirme correcciones en los comentarios!
3 notes · View notes
mortissez · 10 months
Text
u. mortisse ayuda a eunseo con una herida @eunyuin
Tumblr media
" ¿qué te pasó? ¿cómo te hiciste esto? " sacó unos pañuelos desechables de su bolso y le echó un poco de alcohol gel, lo puso sobre la herida, para cortar el sangrado. " mantenlo allí. " le indica, para que sujete el papel. " estarás bien. no parece que necesites puntos. " se quedó, observando a la cainita, quería ver que tan mal estaba llevando todo esto. lugares como estos no eran para una persona delicada y que evita el conflicto como eunseo. apretó los dientes antes de siquiera expresarse. " me... alegra que estés bien. "
3 notes · View notes
love-letters-blog · 1 year
Text
Tumblr media
Quiero olvidar que fui un pañuelo de papel tirado en la papelera en la vida de alguien. Quiero levantarme por la mañana sin la tristeza de haber despertado por las noches varias veces pensando ¿Por qué? Quiero abrir las ventanas para que salga el dolor de pensar que soy poca cosa. Quiero comerme el mundo y escupir las penas. Quiero quererme un poco más cada día. Quiero volver a confiar para no guardar para siempre todo lo que soy capaz de ofrecer. Quiero volver a reír a carcajadas y dejar de sonreír con los ojos llenos de tristeza....."
—-☮️
8 notes · View notes
lachicadeallado · 2 years
Text
Tuve pareja, y me uso como a un pañuelo de papel,
creía haber echo amistades, pero me equivoqué de nuevo, y ahora...
Ahora e vuelto a los brazos de la soledad.
Tumblr media
@lachicadealladosworld 💔
10 notes · View notes
cathy-plus-e · 1 year
Text
I promised I would start sharing poems so I will, Spanish and in English
Now in Spanish y con mis dramas amorosos fuera de personaje
"Inútil Corazón"
En el jardín, dulce flor Que al tocar, me invadió el dolor En el jardín, maldita flor Que gran herida me provocó
Planta grande, que me pudo cuidar Que tristemente, ya no me aguanta más En el jardín, maldita flor Escapatoria no tengo yo
Quiero evitarte, pero no puedo En este mundo de pañuelo Quiero alejarme, pero no puedo Con mis alas de papel, no vuelo
Yo sólo me quiero alejar Aunque sea difícil lograr Pero el mundo es tan pequeño Muy alejados de los sueños
Te quiero odiar, pero es complicado Más que hipnotizado, estoy flechado Tienes encantos, maldita flor Muy arraigados a mi corazón
Quiero terminar, de sentir y pensar En ti. Que en mi mente siempre estás Con hormonas, difíciles de controlar ¿Serás consciente de mi pesar?
Ha pasado un largo año Las emociones han aumentado Sin embargo cabe aclarar Tener la intención de olvidar
Apreciaría mucho tu honestidad O que tengas la intención de aclarar Porque sé que sabes, maldita flor Cómo el tiempo lo paso yo
¿Qué más se puede hacer? Yo siempre te lo voy a negar El mis emociones tener Ya que nunca me vas a ayudar
No negaré la maldita verdad Que tal vez a ti te cueste notar Que en el maldito jardín, dulce flor Tú rompiste mi inútil corazón
5 notes · View notes
postdepresivos · 1 year
Text
Cae la noche y con ella aparecen tus demonios
En tu mesa tienes pañuelos y la hoja de bisturí
Tus ojos solo muestran un enorme vacío
Pero tú interior grita por ayuda
Haces el primer corte en tu pequeña piel
La sangre cae por el suelo sin intención de parar
Cortas y cortas como si fuera una hoja de papel
El monstruo debajo de tu cama sorprendido está
Porque lágrimas eres incapaz de derramar
La niña que debía asustar y hacer llorar
Está demasiado rota y lastimada…
Solo se quede mirándote mientras llora en tu lugar.
3 notes · View notes