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Palabras que burbujean como refresco (サイダーのように言葉が湧き上がる) (2021) Director: Kyōhei Ishiguro, Actores: Ichikawa Somegorō VIII, Hana Sugisaki, Megumi Han, Natsuki Hanae, Yuichiro Umehara, Koichi Yamadera.
Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Shanghái, Palabras que burbujean como refresco es el proyecto por el décimo aniversario de Flying Dog, su estudio productor.
En una ciudad rural de Japón vive Cherry, un joven que trabaja como cuidador en una casa de día de ancianos; su afición es hacer haikus, lleva consigo un diccionario de palabras para cada estación y, cada que puede los publica en internet sin que nadie le haga mucho caso. Por toda la ciudad, sin embargo, están grafiteados los haikus que escribe, obra de un amigo suyo llamado Beaver que intenta aprender a escribir en japonés, nieto de uno de los ancianos a los que cuida. Un día, por accidente, se tropieza con una streamer famosa llamada Smile que lleva una mascarilla que la ayuda a ocultar sus dientes. Tras levantarse enojada, Smile recoge su teléfono y se va, sin darse cuenta de que lo ha cambiado con Cherry. Es el retorno se este teléfono, la declamación de un pequeño haiku en público y la búsqueda del disco extraviado del abuelo de Beaver lo que llevará a Cherry y a Smile a acercarse poco a poco el uno al otro, a ir descubriendo sus inseguridades y a, finalmente crear un vínculo que se siente como poesía, que nace de una canción perdida y, como su título dice, es efervescente, enervante, tierno e, inevitablemente, duce.
Con una animación preciosa y sumamente rica en colores, Palabras que burbujean como refresco es una historia de amor que se escapa de las convenciones normales del género en el sentido de que siempre parece que hay algo más grande o más urgente que la atracción que los personajes se tienen: es en pequeños momentos, en intercambios sutiles, que podemos ver lo que sienten el uno por el otro, y eso, junto con un enfoque muy realista en lo que ser inseguro de sí mismo se refiere, hacen de esta película una particularmente tierna que me dejó pensando en cuántas veces, cuando somos más jóvenes, no llegamos a sentir que nuestra mayor cualidad es una farsa, o que es inexistente, cuando a los ojos de otra persona eso que vemos nosotros mismos como imperfección es, más bien, lo que nos hace destacar.
Cherry, en una parte, compone un haiku que lo describe: Yamazakura / me gustan las hojas / que tú escondes.
El haiku es una parte central de esta película, y es una de las clases de poesía que más aprecio por lo que ha significado para mí personalmente.
Mi historia con el haiku es atropellada, lo conocí a los catorce años por una lección en un libro de español de la secundaria, eso fue en un tiempo en el que la poesía no me gustaba, quizá por eso el haiku, tan simple y complicado a la vez (una paradoja) se me hizo tan interesante, desde entonces buscaba consumirlos aunque, francamente, no estaba seguro de dónde buscar. Leí lo que Octavio Paz dijo de ellos, sus haikus, junto con los de Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco, que realizó también hermosas traducciones de varias poetas japonesas. Sin embargo no fue hasta que leí a Kawabata hace unos meses que me di cuenta de que el haiku, con sus 17 sílabas y sus 3 versos, es una de las evocaciones más hermosas de la naturaleza, con sus partes aparentemente inconexas (más que nada las primeras dos líneas de la tercera), sus palabras temporales que deben cambiar con la estación, y el hermoso acompañamiento visual que debe tener la caligrafía con la acuarela del paisaje, que se cambia cada temporada junto con el té, con la decoración de la sala, con lo que alcanza a verse desde la ventana: las flores de cerezo y su caída hipnótica en primavera, el movimiento de los sauces en la brisa húmeda del verano, el suelo revestido de las hojas naranjas durante el otoño, y la nieve resplandeciente en el invierno.
Me permito dejar para ustedes cuatro haikus que me gustan mucho:
«En el cielo del Año Nuevo
mil grullas vuelan,
o así me parece».
Yasunari Kawabata.
«La vida no te dolería
si pensaras en que todo se asemeja
al cerezo silvestre
que en un día florece y se marchita».
Murasaki Shikibu.
«No distingo entre sueño y realidad
pero ¿en qué mundo voy a despertar
de este sueño terrible que es la vida?».
Akazome Emon.
«Por siempre verdes,
los pinos, sin embargo,
son más verdes en primavera».
Minamoto Muneyuki.
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Fallen Angels (1995) Director: Wong Kar-Wai, Actores: Leon Lai, Michelle Reis, Takeshi Kaneshiro, Charlie Yeung, Man-Lei Chang, Karen Mok.
Escrita y dirigida por Wong Kar-Wai, Fallen Angels es una historia de amor y crimen envuelta en la tela de la noche, con gran nostalgia y comedia esta película gira sobre su propio eje como el mundo en el que su autor la ha concebido.
En un lugar de Hong Kong convergen varias historias en torno a dos figuras principales: un sicario que, poco a poco, comienza a aburrirse de su trabajo, y un joven mudo con gran capacidad para hacer dinero fácil. Ming es un asesino a sueldo que guarda gran relación con su asistente: una mujer que le limpia su departamento y que nunca ha conocido. Ella no puede evitar, al revisar su basura, quedar enamorada de él, eso pese a saber perfectamente a lo que se dedica, y a disfrutar los frutos de ese trabajo. Ese amor imposible que se basa en la idea de la persona: sus gustos, cómo dispone de sus cosas, qué tipo de pasta de dientes usa, qué cigarros fuma y cómo tiende su cama hacen que esta relación sea diferente a otras, la vuelve íntima de tajo, y por ende, peligrosa, los mundos de ambos no están cortados con la misma tijera, la atracción, existente o no, está supeditada a los riesgos que conlleva el trabajo, la cuestión de si viviremos mañana, y de si, si vivimos mañana, será posible dejar ese mundo algún día.
Entrelazada está la historia de Zhiwu, un joven que se quedó mudo luego de comerse una lata de piña caducada. Trabaja arduamente: abre negocios cerrados y los pone en servicio mientras sus dueños duermen. Ha estado en la cárcel por ello, pero a pesar de todo una obsesión por ganar su propio dinero y vivir de noche lo retiene allí, en el mismo tejido nocturno en el que viven los personajes de Kar-Wai. A pesar de su atropellado paso por el mundo, Zhiwu sigue siendo bastante inocente: conocemos su paso por el primer amor, y su primer corazón roto, lo vemos intentar reformar su vida, y querer mucho a su padre, y es, muchas veces, a través de él sólo, que podemos ver y preguntarnos si todos, sin importar el tamaño de nuestros corazones, o lo que sepamos de la vida, podemos entregarnos a esta existencia casi hedonista que vuelve a todos una suerte de perros solitarios que, como él dice, sólo chocan codos de vez en cuando, sin saber si esas personas serán alguna vez amigos o confidentes.
Esta película visualmente retadora, fascinante e inmersiva podría resumirse en una historia de apegos: el de una mujer con el hombre que ama, una asistente con su jefe, un muchacho con su padre, con su primer amor, y es también una historia de separaciones porque, inevitablemente, desde el principio de esta caótica película, estamos expuestos al destino que dicta uno de los protagonistas: todo está cambiando siempre, y aunque sea un cambio de aires momentáneo, un vuelco en la vida, o un deseo enorme de partir de un sitio, Fallen Angels retrata de una manera hermosa a las personas que no son de ningún lugar, a los que no pertenecen a nadie, y es así como, irremediablemente, todos nos hemos sentido, hijos de la noche, del llanto y los secretos, del amor propio, y también del odio; y todo llevado a cabo con una fotografía tan íntima y hermosa que no deja nada que desear. Me alegra que el director haya decidido utilizar este material, que principalmente se había escrito para Chungking Express, y que nos dejara ver estas facetas increíbles de actores tan buenos, como Lai, Reis y Kaneshiro.
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Territorio (2019) Director: Andrés Clariond Rangel, Actores: José Pescina, Paulina Gaitán, Jorge A. Jiménez.
Parte de la Selección Oficial del 17º Festival Internacional de Cine de Morelia, Territorio es una película mexicana que explora el final de una relación, la traición y la masculinidad tóxica que aflora cuando un hombre que se cree débil se siente amenazado.
Manuel y Lupe viven un matrimonio alegre: tienen un patrimonio y cada uno se desenvuelve profesionalmente, tienen sueños y aspiraciones; una de ellas es tener un hijo, cosa que, pese a intentarlo demasiado, no pueden lograr. Cuando van al médico se dan cuenta de que Manuel es infértil, y tras rechazar la adopción buscan un donador de semen. Poco a poco se abren las ventanas de sus vidas: sus inseguridades y sus miedos, y es en un afán de tener el control que Manuel escoge a un hombre: Rubén, su subordinado en el trabajo y a quien cree su amigo. Se ponen de acuerdo y el procedimiento ocurre, es tras su fracaso y la estancia de Rubén en la casa de ellos que todo comienza a desmoronarse: ¿qué busca Rubén en casa de ellos, y por qué no logra someterse al orden jerárquico de la casa, donde hay un amo, un amo que es dueño de casa y mujer, y que no quiere ceder ni un paso para saberse fuerte para sí mismo?
Una película psicológicamente hipnótica y, en ocasiones, difícil de ver, la historia de Manuel y Lupe es una en la que un hombre lleno de inseguridades se enfrenta a otro, y ambos, cuales animales, intentan evitar que el otro le vea lamerse las heridas, olvidando todas las normas del diálogo humano y de la comprensión para imponerse sobre un objetivo que no luce tan firme: Lupe.
Es una película enervante, no en el mal sentido, es entretenida y nos hace ponernos a pensar en la justicia divina y en los límites que no conoce un hombre para hacer ver que es fuerte e inamovible. Es buena e interesante, y no puedes evitar quedarte pensando en ella toda la noche, con algo como bilis en la boca, una sensación de impotencia, y unas ganas enormes de hacerle ver a todo el mundo que, con la cabeza fría, nadie está haciendo lo que debería.
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Noche de fuego (2021) Directora: Tatiana Huezo, Actrices: Mayra Membreño, Giselle Barrera Sánchez, Alejandra Camacho, Mayra Batalla.
Basada en la novela de Jennifer Clement y ganadora de Un Certain Regard en el Festival de Cannes de éste año, Noche de fuego es una historia terriblemente cruda y desgarradora que no puede, lamentablemente, ser más cercana a la realidad.
En un pueblo de la Sierra de Guerrero viven Ana, Paula y María, tres niñas que juegan entre la milpa y los espesos bosques, que corren entre los caminos enlodados y nadan en el río turquesa que corre por el cerro, son niñas felices que, de un modo u otro, saben que están viviendo en medio de una guerra cruel que no conoce la piedad o los límites. Existen contrastes terribles: en la escuela apenas hay un salón de clases y, cuando los niños (como el hermano de María, Margarito) cumplen cierta edad, comienzan a trabajar para la mina que está perforando la sierra. Es cuando una niña se pierde en el pueblo que la madre de Ana comienza a tomar acciones para evitar que los jefes de plaza se lleven a su hija: la rapa, es mejor que no la vean bonita, y acondiciona en la casa un escondite donde quepa para cuando anden cerca los criminales. Poco a poco las personas del pueblo se cansan: por cualquier paso adelante que den se ven obligados a retroceder dos, y es en una noche de fuego, cuando una de ellas desaparece, que la vorágine de violencia y la espiral de terror terminan por separar para siempre a la comunidad, las niñas incluída.
Esta es una historia que se siente real y terrible: la práctica de las mujeres que se esconden para evitar que las rapten viene desde la Revolución. En un país violento por naturaleza, machista, la visión de lo que es ser tres niñas en medio de un mundo que las rechaza es algo sumamente valioso y raro. La visión cuidadosa de Huezo ha hecho que seamos amigos de ellas, que convivamos con ellas en una cotidianeidad que nos permite sentir como ellas y empatizar. La actuación de las tres protagonistas, particularmente de Membreño y Batalla, en su relación de madre e hija. Esta película es muy delicada, se siente tan cercana al corazón que no puede evitar ser la historia de terror perfecta. Los éxodos en México no son cosas nuevas, pero mirar a los ojos a quienes lo protagonizan es lo que necesitamos para entenderlos y, por fin, hacer algo para que nunca más sucedan.
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Synonymes (2019) Director: Nadav Lapid, Actores: Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, Uria Hayik, Olivier Loustau.
Ganadora del Oso de Oro en el Berlinale, Synonymes es una película franco-israelí que habla de la desaparición forzada de la identidad, la construcción de otra basada en la convicción propia, y la migración voluntaria para escapar de lo que muchos pensarían ser una existencia monótona y vacía.
Yoav llega a un apartamento de París en medio de la noche, le han dejado la llave en el portón y decide darse un baño en el sanitario del piso, cuando sale se da cuenta de que le han robado sus cosas, empieza a gritar por las escaleras pidiendo ayuda, pero ante la congelación inminente termina metiéndose de nuevo a la bañera y desmayándose en medio de la noche. En la mañana Caroline y ...mile, una pareja que vive en uno de los pisos, sale en busca de quien gritaba la noche anterior: se encuentran a Yoav inconsciente, lo llevan a su apartamento y comienza la interrogación: ¿quién es? un exsoldado israelí que ha huído de su país, ¿qué hace en Francia? simple, quiere volverse francés, y es entonces cuando esta historia de carácter, hombría y convicciones fuertemente marcadas comienza, y la vida de Yoav, endeble como parece, comienza a arrastrar a sus nuevos amigos parisinos, hasta que la única pregunta en la sala termina siendo ¿quién está loco, ellos, o nosotros?
Este es uno de los únicos roles de Mercier en el cine y, quizás al ser un debut a una edad más adulta de la usual termina siendo una interpretación sumamente honesta e insana: la manera en la que toma a este hombre, autoproclamado refugiado, y lo pone a caminar en París sin mirar por dónde va o levantar la vista es increíblemente interesante, su personaje es el que mueve la película completa, y con la dirección tan dinámica de Lapid sólo puede entenderse como una obra sumamente personal, tanto para el director como para el actor, que son, ambos, residentes israelíes en una Francia moderna en la que el antisemitismo y la islamofobia alimentan el submundo oscuro y descabellado de la capital francesa. La despreocupación con la que esta película parece estar realizada explica quizás el porqué de su gama emocional: es aterradora, inspiracional, y profundamente divertida, muchas veces a la vez, y no puedo pensar en ella más que como una trama honesta y salvaje de lo que significa para muchos buscarse (y encontrarse) a sí mismos en un sitio en el que se dan cuenta de que están solos en el mundo.
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Sin señas particulares (2021) Directora: Fernanda Valadez, Actores: Mercedes Hernández, David Illescas, Juan Jesús Varela, Ana Laura Rodríguez, Armando García.
Invitado por mi novia a verla (lo cual es el honor más grande), Sin señas particulares es la película ganadora de los reconocimientos de Mejor Película, Mejor Actriz, y Mejor Película Mexicana del Festival Internacional de Cine de Morelia.
En un ejido de Guanajuato Magdalena vive pobremente con su hijo: trabajan la parcela y comen de lo que logran sacarle. Su hijo, con el hartazgo de un horizonte en el que sólo alcanza a ver la posibilidad de trabajar la tierra para siempre, decide contarle que tiene planes para irse a Estados Unidos con un amigo, lo deja ir, y es cuando deja de tener noticias suyas que empieza a buscarlo: encuentran el cadáver del amigo, pero no el de Jesús, y es entonces que su madre empieza un viaje plagado de peligros e incertidumbre con la esperanza casi inexistente de, al menos, saber qué fue lo que le pasó.
En un mundo donde la justicia no existe, donde la única certidumbre es la de saber si un ser humano vivió o murió, esta película desenvuelve su herramienta narrativa más poderosa: la verdad; la verdad que millones de mexicanos viven todos los días ante una sensación asfixiante que causa la vida misma, el miedo de todos los días, de no saber si vamos a llegar a salvo a casa de noche, de no saber quién nos sigue en la calle, o quién nos echó el ojo en el camión, esta incertidumbre y este miedo, muchas veces convertido en fetiche y alimentado por el morbo hollywoodense, es traducido por Valadez como el sentimiento más puro y verdadero que se encuentra en su centro: un terror abismal y agobiante, que te deja helado y te impide moverte. La actuación de Hernández es sorprendente, su valentía y miedo son dos cosas opuestas, ambas a las que logra sobreponerse para, a tientas, seguir adelante con lo que la impulsa: el amor a su hijo.
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A Clockwork Orange (1971) Director: Stanley Kubrick, Actores: Malcom McDowell, Paul Farrell, James Marcus, Warren Clarke, Miriam Karlin, Patrick Magee, Adrienne Corri, Anthony Sharp.
Basada en la novela maestra de Anthony Burgess, A Clockwork Orange es la adaptación más perfecta, controversial, y alejada del material original, que pudo salir de la mente de Kubrick como realizador brillante.
En una Inglaterra en la que todo se ha salido de control, Alex y sus drugos se pasan la vida bebiendo leche plus en el bar lácteo de la Korova, vandalizan a los ancianos borrachos de la calle y participan en fechorías criminales con y contra otras pandillas de su zona. Alex reina con una tiranía y superioridad intelectual que le nublan la vista, toma a sus amigos por tontos y, creyéndose más listo que el resto, no escatima en demostrarles que lo es. Cuando estos se hartan lo traicionan: luego de atroces crímenes no hay otra cosa que hacer más que dejar que la policía lo pesque, es ahí cuando el protagonista y triste narrador inicia las complicaciones que marcarán su vida y, quizás más importante, sus instintos.
Esta película se ha convertido en un clásico no sólo por su manera única de realizarse; cuenta con un reparto increíble, nadie más que McDowell podría haber interpretado a Alex DeLarge, y es esto en conjunto con la fotografía vibrante, el diseño de espacios únicos, y el acercamiento a los personajes que hacen de esta película una pieza única.
Es chisme de oficina bien sabido que, ante la reacción de una Gran Bretaña sumida en la cultura del punk y la crisis económica causada por la lenta disolución del Imperio, a Burgess le pareció que la obra de Kubrick estaba tergiversada y dejaba entrever todo lo que él había intentado ocultar en la novela. Si bien la adaptación de Kubrick es una interpretación literal de lo que sucede muchos critican que deja pasar el lado humano y la búsqueda de redención que el material original intenta dar, sin embargo la trama y el sentimiento que Kubrick presenta son los mismos de la novela, tanto que Burgess tuvo que añadir un capítulo extra a las ediciones más modernas del libro. Kubrick logró transformar esta historia fantástica, de un héroe maldito, de un criminal que, lleno de hipocresía y rabia, viaja de un mundo a otro con la intención de que no le tomen el pelo; logra capturar el deseo de un chiquillo de que lo tomen en cuenta y hace que, a pesar de sus fechorías y horrores, nos empaticemos con él, hace que nos tenga en la palma de su mano, y caemos en una trampa peligrosa de la que, tanto autor como director, saben sacarnos, logran últimadamente, con la gran actuación de McDowell, que nos preguntemos cuál es la verdadera maldad que reside en nuestros corazones, cuál es ese odio primitivo que, como lo escribió Graham Greene, "[...] Formándose entre las estaciones, ahora cristalizado en su decimoquinto año de vida por el dolor de la pubertad," y se materializa en una persona sin rumbo que termina por darse cuenta de los horrores que cometió. La pregunta, como siempre, es si aprende a vivir con ello.
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Tsurune, la recomendación del mes, por si quieren sentirse raros y tristes un rato.
(P.D. ¿Por qué no les recomiendo cosas alegres?)
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Tokyo no yado (1935) Director: Yazujirô Ozu, Actores: Takeshi Sakamoto, Yoshiko Okada, Tomio Aoki.
Recientemente restaurada, esta hermosa obra japonesa, la única película muda que se conserva de Ozu, es un retrato sutil y bello (como la mayoría de la literatura nipona) de la infancia, el amor y la pobreza, que nos brinda una mirada única del Japón de la entreguerra, recuperada de entre las cenizas del país hipermoderno de la actualidad: una visión que nos hace dudar, incluso, si un lugar como el que hoy lleva a cabo los Juegos Olímpicos, tuvo un pasado como aquel.
En un suburbio industrial de Tokio, un hombre y sus dos hijos vagan con la esperanza de que el padre encuentre trabajo. Mientras los días pasan y no lo consiguen ven su dinero filtrarse de sus manos; los niños, llenos de esperanza, le dan alientos a su padre, quien no tiene más que darles que habitación en un hotel desvencijado y comida de vez en cuando. Los niños buscan perros en la calle, pues por llevarlos a vacunar contra la rabia les dan cuatro centavos. Un encuentro fortuito les cambia la suerte, y pretenden extenderle esa esperanza a quien la necesita tanto como ellos en su momento.
Una historia sumamente tierna y bella, se siente en parte como un sueño idílico, o quizás como la memoria de un verano caluroso en el que el sol quema la piel y parece no ocultarse nunca, esta película muestra la hermosura de la infancia, al punto en el que los adultos desearían varias veces ser niños de nuevo, una historia que, a pesar de lucir esperanzadora y llena de luz, no deja de ser un recordatorio de la inminencia de un mundo distinto: la velocidad con la que la salud se deteriora, lo rápido que nos volvemos adultos, y el resonar de una guerra que, tarde o temprano, vuelve a llegar.
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Der junge Törless (1966) Director: Volker Schlöndorff, Actores: Mathieu Carrière, Marian Seidowsky, Bernd Tischer.
Basada en la novela homónima de Robert Musil, es la primera película del director alemán, pieza clave del nuevo cine germano.
En una academia del Imperio Austrohúngaro, el joven Törless inicia el año escolar protegido por unos compañeros que, aprovechando su posición social, toman el pueblo donde está ubicada la escuela como suyo. Un día descubren al desgraciado de Basini, uno de sus compañeros, robándoles dinero: inmediatamente conciertan un plan para hacer de su vida un infierno, y Törless comienza a preguntarse si quienes llama sus amigos están haciendo lo correcto, ¿vale más hablar para defender a un pobre diablo y acabar como él, o guardar silencio e ignorar los alaridos violentos de ayuda?
Una obra sumamente interesante, Young Törless es una de las primeras visiones al coming of age del siglo pasado; es también un retrato de la crueldad de la adolescencia y de la pasividad del silencio que confrontan una cuestión moral que se siente a través de la pantalla, se refleja en forma de una incomodidad y una tensión palpables en toda la película, la oscuridad del blanco y negro, usada para darle una textura densa a un sitio lleno de pasillos tan sombríos como los corazones de los personajes que los caminan, Törless es una película que asusta por la cercanía que tiene a las almas reales de los hombres, y como ellas, es dura e intransigente por fuera, pero, de cierto modo oscuro, esperanzadora y extraña por dentro.
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Rashômon (1950) Director: Akira Kurosawa, Actores: Toshirô Mifune, Machiko Kyô, Masayuki Mori, Takashi Shimura, Minoru Chiaki, Kichijirô Ueda, Daisuke Katô, Noriko Honma.
La hombría, la valentía, la verdad y la justicia son los valores que explora esta escalofriante historia, la mano cuidadosa de Kurosawa es la indicada para transportar este cuento sobre el siglo XII hasta nuestros días, y la más apta para que, setenta años después de su estreno, siga siendo tanto sorprendente como relevante.
En el siglo XII, durante el Período Kamakura, tres hombres están reunidos en las ruinas de un templo para discutir los acontecimientos recientes: la cereza del pastel que colma un año de desgracias y calamidades; uno de ellos ha encontrado, en el bosque, a un hombre muerto, al reportarlo con las autoridades rápidamente se esclarece una línea del tiempo: el hombre viajaba a caballo con su esposa, han sido emboscados por Tajômaru, el legendario bandido de esas tierras, cuando lo detienen da su versión de los hechos, aclara lo que hizo con el hombre y con la mujer, pero conforme avanzan las indagaciones los testimonios no coinciden: la historia de dobla y se tuerce mientras todos dan su versión: Tajômaru, la mujer, el muerto, y hasta un testigo oculto que se acerca casi a la verdad. Un relato contado en flashbacks que confronta realidad con ilusión, aún cuando muchas veces dependa de los ojos de quien esté a cada lado del escenario.
Una historia clásica y fascinante, Rashômon es, en el centro, una historia sobre desastre y fe, un intento constante por encontrar luz en la oscuridad y ver, en este mundo al borde del colapso, si aún se puede tener fe en la humanidad.
El significado de esta historia flota en la superficie con tanta elegancia que es imposible no tomarlo, la habilidad de Kurosawa para adaptar esta historia a la pantalla con tanta delicadeza, humor, y habilidad es increíble. Rashômon es la historia cruda y titubeante de un crimen horrible que logra que no quitemos la vista de la pantalla ni un segundo, cada momento es hipnótico, y la música y las fantásticas actuaciones logran que, poco a poco, como si cayéramos en la madriguera de un conejo, nos adentráramos en un mundo tan peligroso y oculto como emocionante y misterioso.
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Le petit soldat (1963) Director: Jean-Luc Godard, Actores: Michel Subor, Anna Karina.
Laureada película de la Nueva Ola, Le petit soldat es una de las primeras consolidaciones de la mirada de Godard del mundo y la vida a medida que la Guerra Fría tomaba el control de Europa.
Bruno Forestier es un hombre joven que vive en Ginebra, vive de manera casi ascética, es independiente de cuerpo y corazón, revolucionario e inteligente, y a pesar de ello, se ve envuelto en una situación un tanto escabrosa: es un agente secreto para la República Francesa, está destinado en Suiza porque ha sido tachado como posible traidor, y se le asigna una misión para confirmar sus lealtades; se le ordena matar a un locutor ginebrino de gran renombre llamado Palivoda; consternado sobre si podrá hacerlo, se embarca en una aventura de amor con una mujer rusa que acaba de conocer: Veronique.
Las capas de esta película son increíbles: por un lado se encuentra el brillante contexto en el que está compuesta esta historia, desde la resonancia de la Guerra Fría en toda la película, la importancia del espionaje internacional, y la constante voz del protagonista recordándonos que el amor y las pasiones son más importantes cuando, él mismo, no lo tienen bien claro. Subor, en esta película, peca de lucir más maduro de lo que es su personaje, es una estratagema de la que nos fiamos hasta que nos damos cuenta de que, en realidad, no es más que un niño que, como muchos nosotros, se toma demasiado a pecho sus ideales hasta que llega el momento de ver por el pescuezo propio: el personaje de Forestier es uno fascinante, y me ha encantado: la pasión de este arquetipo godardiano se repite en otros personajes que casi puedo señalar con el dedo, como Guillaume, en La chinoise. La maestría de Gordard para dirigir puede verse en esta película, es el comienzo de una carrera inigualable, se siente y se ve como una roca preciosa a la que le falta un poco se sensibilidad, pero su escritura es tan refinada y sutil, como natural y elegante, que esta historia se desliza como mantequilla, que se siente como leer un libro tan bueno que al terminar sólo deja un vacío en algún sitio entre el estómago y el corazón.
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Old (2021) Director: M. Night Shyamalan, Actores: Gael García Bernal, Vicky Krieps, Alex Wolff, Thomasin McKenzie, Abbey Lee, Rufus Sewell, Ken Leung, Nikki Amuka-Bird, Eliza Scanlen, Kathleen Chalfant.
La recién estrenada película de Shyamalan es una obra de terror moderno que explora algo tan familiar como desconcertante, un concepto aterrador y cruel (por no decir lovecraftiano) al que todos nos sometemos por el simple hecho de vivir: el tiempo.
La familia Capa se embarca en unas paradisíacas vacaciones en un resort en medio de una isla que parece un pedazo del cielo: la playa es de aguas cristalinas, de arenas doradas y palmeras que lucen como sacadas de un póster de Cancún. En un desayuno con algunos eventos, un gerente sospechosamente amigable se acerca y les habla de una playa privada de la que no pueden prescindir: sin una pizca de desconfianza latinoamericana, Gael y su familia aceptan. Luego de atravesar un risco se encuentran con una playa hermosa junto con otro par de familias, todas entrañables (al principio), pero cuando los sucesos extraños empiezan a pasar se dan cuenta de que no pueden salir de la playa: están varados y no hay nada qué hacer; ahí comienza esta historia de tiempo y desesperanza.
La relación que tengo con Shyamalan es quizás similar a la que tiene con muchos de los que vemos sus películas cuando están en cartelera: el talento bruto del hombre es innegable; su ejecución, sin embargo, aparece como brillante cada ciertas películas. Tal parece que va de racha, porque esta película, como las anteriores, desde su concepto, escritura y realización, no dejan ningún detalle de lado en una maraña que, aunque carece de jump-scares u oscuridad como muchas películas del género, termina siendo increíblemente aterradora y logra que nos pensemos dos veces la celeridad con la que se nos va el tiempo de las manos.
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Little Joe (2019) Directora: Jessica Hausner, Actores: Emily Beecham, Ben Whishaw, Kit Connor, Kerry Fox, Jessie Mae Alonzo, David Wilmot, Phénix Brossard, Andrew Rajan, Sebastian Hülk, Lindsay Duncan.
Ganadora del Premio a la Mejor Actuación Femenina del Festival de Cannes, Little Joe es una visión única e inquietante de la ciencia y la moral que, cuidadosamente, ha sido llevada al cine a través de la mirada experta de Hausner.
Alice es una bióloga experta en nuevas especies de plantas: trabaja en un laboratorio que se especializa en modificar flores genéticamente para que sean más vistosas al público, huelan mejor, o duren más. Como parte de su nuevo proyecto, junto a su compañero Chris, crea una flor que a través de su polen libera oxitocina que, al olerla, produce la felicidad misma. La bautiza en honor a su hijo: Little Joe, y es entonces que todo se va por la borda: la protagonista comienza a ver como su hijo y su trabajo se salen de sus manos, y comienza una pesadilla en la que, aquello que considera más importante en su vida, empieza a salir de su control.
Esta fantástica película ha sido una total sorpresa: la actuación de Beecham es no sólo incómoda sino que, como una espectadora, parece que va desentrañando junto con nosotros todo lo que sucede en este mundo fantástico creado por Hausner que, de la nada, parece estar muy cerca de la realidad: las actuaciones de Whishaw, Connor, Fox y Brossard muestran características similares: son incoloras e insaboras (no en el mal sentido), y terminan contribuyendo grandemente a crear un lienzo inquietantemente blanco que, inevitablemente, no puede hacer otra cosa más que asustarnos al grado de que, como con esta película, el miedo nace en el fondo de la cabeza y termina materializándose en un lugar que creíamos seguro e inofensivo.
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Llegó el verano y las manos...
4 libros de menos de 200 páginas para devorar en vacaciones (y no al revés), y para terminar con algo de congoja en el corazón y quedarse viendo al mar sin ningún pensamiento particular.
El baile, de Irène Némirovsky. En menos de cien páginas, en esta obra deliciosa (no hay otro adjetivo) de la brillante escritora franco-ucraniana, se nos presenta la historia de los Kampf, los nuevos ricos en un suburbio adinerado de París. Ante la necesidad imperiosa de encajar y demostrar que pertenecen a la clase social más alta, el matrimonio decide organizar un baile al que vendrá nada más y nada menos que la crema y nata de la sociedad parisina de principios del siglo XX. Marido y mujer afinan hasta el más mínimo detalle, ignorando y desairando a su hija Antoinette, a la que tienen relegada por considerarla una niña tonta y con poca educación. Ante esta desatención Antoinette decide hacerle caso a un deseo caprichoso, pero crucial, que terminará convirtiendo la fantástica velada que los Kampf tenían planeada en un infierno que sólo revelará cómo son en realidad.
El marino que perdió la gracia del mar, de Yukio Mishima. Maestro japonés de la suavidad y la belleza, en esta novela, Mishima usas ambas armas para demostrarnos que la carne más bella sólo reviste huesos, y que sólo basta el aleteo de una pluma para hundir un barco entero. En la Yokohama de la posguerra vive Noboru de trece años con su madre, una mujer independiente que lleva la tienda de su difunto marido. Una noche, luego de una cena a la que asiste un marino que han conocido ese día, Noboru los espía a través de un agujero que hay entre su habitación y la de su madre. La desnudez de los cuerpos resulta abrumadora y sorprendente. Con la luz de la luna entrando desde la ventana, y una sirena melancólica viniendo del puerto, Noboru compara el cuerpo desnudo del marino con el de una construcción tosca y fuerte, vigas de madera, la torre de un templo; y a la vez nota el embriagador aroma de su madre, que se desviste de su kimono de seda para acercarse al hombre. "Al fin, el orden universal, reestablecido gracias a un súbito grito de sirena, revelaba un círculo vital ineluctable; las cartas casaban por fin, Noboru y la madre, la madre y el hombre, el hombre y el mar, el mar y Noboru...". Comienza entonces una espiral llena de suspenso y desilusiones, mientras el muchacho construye en su cabeza, según sus ideales, un proceso contra el marino para determinar si es, o no, un hombre verdadero.
Mil grullas, de Yasunari Kawabata. Una bella novela que nos introduce, en poco más de cien páginas, al universo surreal creado por el Nobel japonés en el que trascienden todas sus obras. Íntimamente ligado a la naturaleza, esta novela podría pasar por poesía en un camino hermoso en el que los hechos que transcurren son los de soledad, amor y culpa. Esta es la historia de Kikuji, un joven que, tras la muerte de sus padres, vuelve a su casa natal y es reintroducido, casi a la fuerza, a la antigua tradición de la ceremonia del té de la que su padre era maestro. Lo que no sabe es que el té tiene secretos y guarda vidas enteras dentro de sus tazones y utensilios: Kikuji termina en un triángulo de poder con las amantes de su padre, y mientras él trata de discernir entre el amor y la memoria, trata de andar en un camino que sólo se oscurece. Un par de manos tratan de ayudarlo, el gesto máximo del amor, pero es un amor prohibido que sólo amenaza con revivir viejos fantasmas y repetir antiguos errores, como un hado que el protagonista está destinado a sobrellevar, como lo hizo su padre y sus mujeres.
Páradais, de Fernanda Melchor. Una favorita de quien escribe (mía, pues), esta brillante escritora mexicana volvió a la carga en febrero con una novela que, como Temporada de Huracanes, retumba en los huesos al desenmarañar la ambivalencia que existe en nuestra sociedad. Cesen ahí las comparaciones. Esta es la historia de Polo, un muchacho cuya vida se ve cortada cuando, por darle banca en la prepa, termina trabajando en el fraccionamiento de lujo Páradais, donde vive la gente más náis de Boca, en Veracruz, a los que Polo se ve obligado a servir por un mísero sueldo que, en la oportunidad más mínima, usa para emborracharse en la desembocadura del río y ponerle crédito a su celular para esperar señales de vida de su primo Milton, que lleva trabajando con el narco un buen rato. En esta existencia monótona que ya tiene a Polo hasta la coronilla conoce a Franco Andrade, uno de los muchachos que viven en el fraccionamiento: un gordo mayúsculo adicto a la pornografía que tiene como único objetivo en la vida el de perder la virginidad con su vecina, la señora Marián, una mujer que, enfocada en sus asuntos, es vista por el gordo Andrade como un trozo de carne en el que recaen sus deseos más ruines y asquerosos. Esta es una novela incómoda, justo para quedársele viendo al mar sin poder discernir qué pensamos. Es una novela que desciende en los infiernos más oscuros de la vida real en un país como el nuestro y, de una forma u otra, trata de llevarnos de regreso a la superficie. Podemos recoger mucho de sus profundidades, y hay mucho que llevarnos, pero el terror y la impotencia son, sin duda, lo que logra tomarnos de los pies, y nos impide salir ilesos.
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Como agua para chocolate (1992) Director: Alfonso Arau, Actores: Lumi Cavazos, Regina Torné, Ada Carrasco, Yareli Arizmendi, Claudette Maillé, Pilar Aranda, Marco Leonardi, Mario Iván Martínez.
Adaptada de una de las mejores novelas escritas en español del siglo XX, según El Mundo, Como agua para chocolate es una película mexicana que interpreta, como muy pocas veces se ha intentado, el universo surreal que transcurre entre el amor y la comida, la distancia y las maldiciones familiares.
En el norte de México durante el Porfiriato, justo antes del estallido revolucionario, nace Tita en el seno de una familia tradicional y adinerada; esto hasta que fallece su padre al poco tiempo. Es entonces cuando, como si estuviera predestinado, se cierne sobre ella el designio de su madre que le impedirá casarse, pues es la hija menor y la que, cuando envejezca, se encargará de cuidarla. Esto no impide que, a los quince años, Tita se enamore de un muchacho llamado Pedro, mismo que corresponde su amor. Ante las imposibilidades del matrimonio Pedro idea un plan que puede tanto beneficiar a Tita como destruirla, y hace ambas cosas, y mientras ambos caminan, juntos o separados, en una cuerda floja para intentar encontrarse en medio, los hechos de la familia se entrelazan con los de la Revolución, y Tita crece mientras se cuestiona sobre si el amor mismo es para ella, pues el destino parece tenérselo prohibido para siempre.
Es justo esta atracción a lo prohibido uno de los sentimientos que Arau logró traducir tan bien de la brillante novela de Laura Esquivel. El amor desesperado y la sensación de que la recompensa nunca llega son emociones que, reflejadas en esta película, se sienten tan humanas y cercanas que es inevitable que nos entrelacemos con los personajes brillantemente interpretados, particularmente por Cavazos, Martínez, Torné y Maillé. La fotografía logra evocar sin error la belleza del paisaje del norte del país, así como nos otorga vistas privilegiadas tanto de la intimidad y la cercanía, como de la incomodidad y la tristeza.
Es, sin embargo, el punto más sobresaliente de esta película, el cuidado con el que entrelaza la relación entre la comida y el corazón. En México no sólo existen grandes supersticiones y tradiciones en torno a la cocina, sino que siempre guarda, y en especial para las personas mayores, una enorme carga emocional que puede considerarse como surrealista, pero que, en un país como el nuestro, no es más que la más viva realidad: el amor de los mexicanos por la cocina (no solo por la comida) ha logrado transmutarse y convertirse en amor por quienes se sientan en nuestra mesa, odio por los que comerán en ella, o reflejo de nuestras tristezas y alegrías. Esquivel logró evocar la emoción y cariño con el que nuestros seres queridos nos enseñaron a cocinar, la importancia de los rituales sagrados para cuidar nuestra comida: no llorar sobre la estufa, no mirar feo al atole o a la leche, moler el chocolate de rodillas, batirlo con las manos juntas, echar la sal en forma de cruz y otras tantas supersticiones culinarias que, agregadas a la carga cultural de la gastronomía nacional, como la novela de Esquivel lo demuestra, hace de la cocina un acto de amor y resistencia.
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Cahier
Carne: Luego de notar que la casa de sus vecinos está vacía, Daniel empieza a preguntarse dónde están hasta que nota a Alex, su amigo y quien vive en frente, entrar a hurtadillas a la casa oscura y desierta. La curiosidad lo hace querer saber qué está pasando, ¿por qué hay una patrulla estacionada en la acera? Cuando sus ojos se clavan en lo que pasa en la puerta, estos se cruzan con los de Alex, lacónicos y llenos de ojeras, ¿qué está sucediendo al otro lado?
Una atracción liderada por una curiosidad asfixiante y un deseo de ser incluido que puede terminar en un envolvimiento peligroso en algo que, quizás, sea mejor no saber.
Escrita como obra derivada de un capítulo de algo más grande en lo que estoy trabajando, Los fantasmas es una historia en la que el miedo y la desesperación se conjuntan con una excitación por lo desconocido.
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