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miriamgreenwood · 1 year
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Pov: you are taking shelter from a storm in the secret little library wh...
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miriamgreenwood · 1 year
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Ven y recibe un detalle solo por asistir! Lee "Sense Títol" y pasa una tarde en grande con más lectores cómo tu! Firma de libros al final! @conmdemujereditorial y @ejlafontana @barcelonasecreta @barcelona_cat @bcn_joventut
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miriamgreenwood · 1 year
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cap 12.
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Su pulso estaba a punto de rebentar todas sus cadenas. Quizás era el momento que llevaba tanto tiempo esperando. Lo había provocado en un ataque de ira, una pistola en sí misma que disparaba sin mirar quien era el receptor, disparando más de lo que jamás había embotellado, siendo fuego y umbral.
Así estaba, delante de los ojos de Dean, a punto de romper la cuerda en la que se sostenían todas sus dudas y todas sus huídas. A punto de huir una vez más, la idea de abandonar Nueva York había cruzado su mente varias veces en pocos segundos, igual que la de besar a Dean probando suerte por si conseguía hacer que olvidara sus palabras.
Rebosaba la pleitesía del juego al que había jugado perdiendo ventaja por esa vieja costumbre de no saber controlar su lengua. El ismo truco de su pasado, esa consciencia que le costó la relación con su padre. Lo mismo que le costó enfados con Aitor, lo mismo que deslenguó parte de la ira que Jim pagaba con ella cada vez que la encontraba, cada vez que mordía el anzuelo creyéndose salvada por a saber que compasión del universo voraz.
-¿Quién te persigue? ¿Es a quién le escribes canciones de desamor? ¿Es quién intentas proteger de mi conocimiento? ¿igual que trataste de ocultarme que te habían pegado, cortado el pelo y vete a saber que más, hace unas semanas en la competición? -fue preguntando con voz tébia, no había más ataques era una tregua.
Una tregua a la que Ana se había acogido para tratar de hacer doradas sus lágrimas, pues pulcras y rojas ya serían. Iba a morir, deshacerse en llanto justo delante de a quien deseaba jamás haber mezclado en todo su desastre. Ana se vió mucho más deshonrada, perdida y enterrada en aquel piso, en aquel momento mirando sus preciosos ojos, teniendo la mano del hombre del que se había enamorado como el jugador de la obsesión.
-No llores... por favor, no me llores. -le pidió Dean poniendo sus manos en las mejillas de ella. Se temía lo peor, estaba temblando por dentro, era un retrato de si mismo desencajado del marco vital, su aura intentaba traspasar la morada de la chica pero su alma no tenía suficiente fuerza para comprender todos los colores que se iban a vertir por las tuberías de esa habitación. -Ana... Háblame, dime por qué estás triste. Ana, por favor, quiero ayudarte.
Las palabras conmovían a Ana que quería salir de aquel sitio, tirar todo por los aires, rebentar la casa entera, llorar y gritar hasta convertirse en el oxígeno robado de sus pulmones. sin embargo, no podía, se había convertido en una estátua que representaba una vez más su falta de presentación de sentimientos.
Dean se pasó una mano por los ojos en darse cuenta de que él tambien estaba derramando lágrimas por aquella reacción que era nada, la auténtica nada, devastación, nada, ni tormenta ni diluvio, ni paz ni guerra, solo algo inexplicable a lo que se debe llamar nada.
-Ana, no se lo contaré a nadie pero dime, dime quien te ha hecho tanto daño. ¿Quién te persigue, Ana?
-Jim, Jim me persigue. Jim fue quien me cortó el pelo, quién lleva cinco años persiguiéndome allá donde voy, siempre me encuentra, él es quien me hizo Nora.
-¿Quién es Jim?
-Mi ex. Mi único ex. Salimos durante un año, creo que menos porque intenté dejarle varias veces pero no funcionó. Lo siento, mucho pero si te lo cuenta irá a por ti igual que intentó matar a Aitor, o a mí.
-Ana, no va a ir a por mí. Porque como vuelva a acercarse a ti, yo iré por él.
-Es un tipo peligroso, yo no lo sabía. pero lo supe después, empezó a pegarme por las razones más estúpidas y durante un tiempo incluso creí que llevaba razón, pero no. me siguió hasta la universidad, ahí me dejó inconsciente en una bañera y le rebentó la cara a Aitor, nunca me lo tuvo en cuenta. poco despues dejé de estudiar y me dediqué únicamente a pintar. Por lo que me hizo estuve en un hospital durante seis meses, recuperándome, tan solo podía moverme para dibujar con una mano y fue partir de la tercera semana. los médicos no pueden asegurar que mis lesiones no sean permanentes, debo llevar un corsé para corregir mi columna durante los próximos dos años todavía. No sé si puedo seguir.
-No lo hagas, no hace falta, lo comprendo. -Dean abrazó a Anda con fuerza y le besó la frente, ella se dejo querer mientras ambos lloraban las lástimas. Pero decidió que quedaba mucho a contar aún.
-Me secuestró en mi ruta de ejercicio de cada mañana, lo hizo en el día de mi décimooctavo cumpleaños para que no le cayera la máxima pena. No lo hizo solo para que no pudieran identificarle con tanta facilidad, de hecho, él es el único que salió impune. Estuve una semanaen ese jodido sótano, no recuerdo la mayoría pero te juro que aún oigo el goteo del agua, su hedor y noto como el frío me colapsó cuando me abandonaron en la cuneta.
-Ana... lo siento muco. No tenía ni idea, yo...
-Tres costillas, una columna descuadrada, una mano con tres dedos rotos, veiente quemaduras de cigarrillos, dos semanas inconsciente, un mes en shock postraumático, dos años de terapia, una incapacidad por tener pareja o confiar en la gente, el miedo de que me persiga toda mi vida, la duda de si no esta fuera del hotel. No tengo casa, no he parado por mi casa en cinco años. No soy capaz de enamorarme sin miedo, no sé vivir, Dean, se me ha olvidado como es ser humana Ben.
Ana se cayó de rodillas al suelo, Dean se dejó ir con ella y le dejó apoyarse en su ombro paa que llorara toda la rábia que le provocaba no poder matar a Jim. En ese momento Dean tenía un par de ideas para hacerle sufrir hasta que el infierno o el demonio parecieran simpáticos.
-No te va a encontrar, ya no estás sola. Puedes quedarte conmigo. Puedes hablar con Aitor, puedes confiar en Kathia. Anastasia, ha acabado. Te juro que todo va a salir bien, en Florencia te van a aclamar, en Nueva York te adoran, el mundo está a tus pies solo tienes que decidir dejar el pasado donde corresponde. Vive de nuevo, sé que es mucho pero debes hacerlo: por tu hermano, por tu madre. Por la chica que fuiste. No es tu culpa, ahora te falta ser consciente de ello, y hasta que lo necesites, yo estaré contigo. Y si no me pides que me vaya, no lo haré.
-siento mucho ser tan débil.
-Ana, eres la creación más fuerte que he conocido, -Dean se ó obligándola a grabar este mensaje en sus ojos lagrimados, preciosos como una luz de discoteca, como el cielo estrellado en la tormentade una rabieta astral. -No eres débil, jamás lo has sido, eres un maldito diamante. Y joder, debes brillar. Déjanos ciegos al resto, seré feliz siendo un ciego, pero brilla.
-Si eres ciego me quedaré sin motivos por los que pintar.
Se dibujo una pausa con una sonrisa cómplice entre tanta tristeza aguada, se podría caer el cielo de la habitación con sus penas pero tambien con lo que habían curado.
-Eres la primera persona a la que le cuento esto, solo mi padre lo sabía porque me ayudó a salir de la recuperación y se cobró la venganza con la mayoría, me ayudó y despues volvió a desaparecer porque no quería volverlo mezclal.
-¿Y cómo te sientes ahora que me lo has contado?Porque yo siento que me has hecho un regalo.
-¿Un regalo? Esto es una condena.
-Por la que moriría. -él se calló mirándola, viva, sonriendo por sus comentarios sarcásticos y la falta de ocultar la sinceridad.
-Gracias por escucharme. gracias por dejarme confiar en ti, nadie lo hubiera hecho.
-Tú has hecho mucho por mí, más de lo que crees. -Dime Ana, ¿te apetece ver una tormenta?
Los relámpagos concretaron el cielo y los dos se arrumbaron en el sofá jugando una partida de ajedrez invisible que antes de poderse acabar tenía a los jugadores a medio dormir. Ana se quedó embobada en el pecho de Dean, sin ser nada más que la mejor persona que había conocido y de quien ignoraría cualquier rumor o habladuría que se escribiera. Él la había devuelto a la vida. Incluso si se esforzaba en decir que el proceso era propio y intransferible, como un alma.
-Buenas noches, Ana... Descansa.
-Gracias por creerme, gracias por existir, Ben.
Y oir que pronunciaba nombre despues de al sentencia le dió a Drean la tranquilidad de dormir, descansar y vivir bien por los próximos años, incluso por tda su vida si ella se quedaba en su ciudad.
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miriamgreenwood · 2 years
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miriamgreenwood · 2 years
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I utterly love this book "sheila levine is dead and living in new york"
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap. 11
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-Tan solo hay un problema.
-¿Cuál?
-No creo que tengas una guitarra o un teclado, no voy a poder tocar. -mientras Ana trataba de terminar la frase, Dean se giró para abrir el único mueble medianamente grande de la estancia. Era un colgador de abrigos que estaba al lado de la entrada y sacó de él, como si fuera un arca perdida de instrumentos, tesoros y alianzas, una guitarra acústica.
La chica se rió para si misma, sus labios en curba positiva eran un regalo de como de sorprendente podían ser las casualidades. El chico tenía la expresión más mínima de ser músico, jamás nadie lo hubiera pensado pero Ana no terminaba la diversión de su voz; el joven no sería musical como ella, pero guardaba de los artilugios más curiosos en su casa.
-¿Ahora podrás tocar? -le preguntó sacando la preciosa guitarra lacrada en uan cubierta de marrón barnizado intacto, las cuerdas estaban por estrenar y las clavijas de plata valdrían lo que la mayoría de los libros de la sala. Era un verdadero monumento, miles de cuestiones le volaban la cabeza a la muchacha.
-¿Por que tienes una guitarra? -propuso acceptando cogerla entre sus delicados dedos. Iba a comprobar la afinación sin embargo, era demasiado curiosa como para evitar recibir una explicación.
-Era de mi hermana Marie, se la dejó aquí la última vez que pasó por Navidad. Vinieron todos a ver el piso y acabamos celebrando la comida aquí, todo el mundo quería cantar y bailar así que Marie cantó y tocó para olvidar la guitarra detrás de la cortina. Siempre decimos que se la voy a devolver, incluso las tres veces que quedamos pero por una razón u otra, nunca terminamos de coordinarnos. -le respondió el hombre expectante de su voz.
-Entonces debo hacerlo el doble de bien; uno, por ser de tu hermana y dos, porque tienes con quien compararme. -aseguró al hacer volar las cuerdas para mirar si estaba afinada. Movió dos o tres clavijas, estaba bastante bien.
Acarició el instrumento como si en el tacto pudiera adoptarlo en su alma. Y pensó una canción mientras otra pregunta le rascaba la lengua.
-¿No ves a tu família desde las pasadas Navidades?
El chico tragó antes de responder.
-Nos hemos visto más veces, Marie y Daniel viven en Rochester y Albany. Mis padres se mudaron hace unos veranos a la antigua casa de mi madre en Virgínia. Estamos los tres hermanos cerca. Nos caemos bien, tenemos buena relación; de hecho, les llame pare contarles lo de que vendrías a Nueva York y que estaria un mes y medio por aquí para vernos un dia los tres. -Ana se sintió desplazada, el golpe de echar de menos a Albert le cayó como las nubes disipadas a esas horas de la noche.
Algo le heló la sangre. Pues ella nunca tendría lo que él tenía.
-Es una gran notícia para tus padres. -sonrió evitando mirar directamente a Dean. Ya tenía en mente que canción cantar, tan solo quería evitar el tema familiar, pues de padres tampoco era como si tuviera al mejor del mundo. Almenos hasta entonces, pues era una relación complicada. Y su madre descansaba cuidando de su hermano.
-Supongo, ellos estan más centrados en tener nietos. -bromeó Ben queriendo quitarle hierro al asunto.
Ana le complació con una mueca divertida.
-Mi hermana tiene una hija, se llama Olivia. Y mi hermano está comprometido con una chica llamada Helena Marie, así que la oveja negra soy yo. Por no decir que sus trabajos son estables.
-Supongo que cada uno tiene un tempo. -los rostros se quedaban prendados... -Bueno, te voy a cantar una canción que compuse hace un tiempo, se llama "Can't remember love". No me odies mucho. -Ana hizo una mueca y Dean sonrió. Entonces sus ojos se centraron en un hueco murmullo que tan solo ella podía oir, para colocar sus manos en atentos acordes y hacer de su voz una tela tan melancólica como perdida.
"I remember springtime I remember when it rained I remember night time The happiness and pain
I remember you But I can't remember love When I do, when I do
I remember nature And many other things I remember Big Joe Turner What he sounds like when he sings
I remember you But I can't remеmber love When I do, when I do
Was it only yestеrday Or many moons ago? When I turned and walked away Where, oh, where did it go?
I remember as a child I played with kings and queens I remember growing older Losing childish things
I remember you Yet, I want to remember love" (créditos a su respectivo autor)
En la cabeza de Dean había una pregunta en concreto: "Quién te ha hecho tanto daño?" Pero Dean se limitó a mirarla con ojos de asombrado, deseando acariciarla, protegerla de todo el dolor del mundo. En realidad, tenía alguna idea de lo que había sufrido, imaginaba el pasado con esa noche en el hotel. La canción hablaba por si misma.
-¿Te ha gustado? Ya te dije que no era muy buena... -dijo ella dejando la guitarra en la funda.
-No, no, no... Me ha gustado. Es que me has sorprendido. Simplemente. Es como tus pinturas: un sentimiento congelado en una pieza de arte.
¿Congelado? Pensó para si misma, se sentía congelada. Quizás era un buen principio para sentirse comprendida.
Ana se levantó y trató de esconder su vergüenza , heridas dirigiéndose a la cocina. Señalando la mirada del chico. Él pretendía fingir que no sabía nada, que no sospechaba que alguien la había destrozado totalmente, que el corte de pelo no era más que una fase nueva en su vida. Él había entendido la letra de la canción completamente, si alguien le escribía una canción así se desharía en mil destellos de dolor; pues el menjsaje estaba claro.
-Voy a hacer algo de cena, ¿ensalada va bien? -Ana empezó a cortar vegetales sobre la tabla de madera, Dean se levantó y pensó en su manera de comunicación, aquello que los había unido, lo que los había presentado en la vida del otro.
Recordó la primera vez que fue a una exposición de Nora Waters, la chica que a los dieziocho años se transformó en el alma de los artistas. Conocida mundialmente, la primera mujer en ser aclamada por toda la crítica, reconocida por todo el público y admirada por todos los compañeros de profesión.
-Ei, Ana; Juegas con negras, muevo yo mi caballo blanco a F3: ¿Qué haces?
-Caballo a F6. -respondió sin desviar su mirada, comprendiendo a lo que jugaba el hombre.
Jugaban la defensa Grünfeld con variación rusa.
-Peón a C4.
-Peón a G6.
Jugaron a ajedrez rápido sin tablero, teóricamente la especialidad de Ben, al que todavía no había conseguido vencer a Ana. Ella le estaba entrenando y el siguiente ejercicio era digno de recordar.
Pues en cuarenta y un movimientos, Ana sentenció un jaque mate perfecto colocando su torre en C2 despues de acabar con once de las dieciseis piezas blancas de Dean.
Cuando él vió la jugada se rió, era puramente brillante que no consiguiera ganarla. Ella era la maestra más increïble que jamás tendría y ni tan solo había competido en años. Sentía una mezcla entre orgullo, admiración y envídia. Pues quizás él no conseguiría jugar como ella en toda su vida. Igualmente, sabía que a su lado mejoraría.
-Ya está. -dijeron los dos, uno refiriéndose a la comida y el otro a la partida. Ambos sonrieron. Dean y Ana se saludaron con la mano. Sirvieron la mesa y el agua, pusieron música, tal y como Ana había querido. En silencio, con mucha calma, eso que ambos tanto pedían sin encontrar, pues a veces el silencio es la más pura curación.
-Dean, ¿por qué me recuerdas? -preguntó ella recordando el comentario de la pasada noche, justo antes de irse a dormir. Tal y como se veían en esos momentos, no quería repetir la historia. Dean sonrió para si mismo. Llevaba esperando hablar del tema todo el día y toda la noche.
-Eres Anastasia Goldshine. ¿Cómo te iba a olvidar? -ella apartó la mirada, hubiera llorado. "Ya no soy Anastasia Goldshine, la chica contra la que te ibas a enfrentar ya no existe. Murió hace mucho, moría a diario, puede que todavía lo haga." Quisó responder.
-¿Cuando recordaste quien era?
-Lo sospeché cuando te ví analizando las partidas, lo confirmé cuando me dijiste tu nombre y ganaste.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-No quería que volvieras a desaparecer, Anastasia. -ell lo miró lamentando toda su vida, ni cambiando de aspecto, de nombre o de profesión había tapado todos los agujeros de su existencia. Él le tomó la mano cuando notó sus ansias de marchar de la mesa. -¿Por que desapareciste la primera vez?
-Ay, Dean... Tenía doce años...
-Ya sé qué edad tenías, quiero saber el motivo de que la mejor ajedrecista abandonara.
-Mi hermano tambien te ganó.
-Pero él nunca supo ganarte a ti. Es como si tu fueras quien me venció a través de sus actos. -hizo una pausa para poderse explicar mejor. -Por si no lo recuerdas, tuvimos que aplazar la partida; la mañana siguiente él apareció con un papel con movimientos anotados, sus pensamientos eran m��s fluídos y tu estabas observando moviendo los labios, supe que ya no jugaba contra Albert, jugaba contra Anastasia y eso era mi peor pesadilla como jugador. -ella se sonrojó mientras sus cejas temblaban por ser incapaz de recordar sin notar un nudo atando cada milímetro de su ser, de su garganta, de su alma. -No llegastéis a enfrentaros, te fuiste del torneo, abandonaste y nunca más se supo nada de aquella muchacha.
-Pues tenía un motivo de ser.
-¿Cuál?
-¡Basta! ¿No crees que ya es suficiente? Mi hermano se suicidó, mi madre murió, mi padre y yo no nos hablamos, un loco me persigue, mis amigos se van... ¿No crees que tengo derecho a reservarme un puñetero secreto para mi? ¿No crees que tengo motivos para no decirte porque abandoné mi pasión? ¡Fue la decisión más jodida de mi vida! ¡El ajedrez era todo lo que sabía, Ben! ¡No tienes ni idea de lo duro que fue! ¡Y no tienes ningún derecho a machacarme con ello! -ella estaba de pie gritando, furiosa. Estaba harta, él siempre quería curar heridas que ella no quería rebelar. Odiaba que alguien pudiera ver su vulnerabilidad. -No debería haberte dicho mi nombre.
Ben reflexionó, vió que ella tenía razón pero no quería molestarla. Nunca tuvo tan mala intención. Y entonces se dió cuenta de como ella había revelado mucho más de lo que le había pedido.
-Ana, lo siento.
-Yo tambien siento que tengas que saberlo, ¡joder! -ella respiró con fuerza varias veces. Parecía ser una vela apagándose. Pero él volvió a encenderla con una pregunta, lejos de terminar la conversación:
-¿Quien es el loco que te persigue?
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miriamgreenwood · 2 years
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap 10.
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Anastasia estaba sudada y roja, tenia la coleta revuelta y una sonrisa impresionante. Había corrido su rutina diària de una hora por las calles de Nueva York explorando toda la zona, llegando hasta Central Park, examinando que cafeterias querría probar y que museos querría visitar. Eran las siete de la mañana cuando volvió a lo que llamaría casa con la costumbre...
Llevaba una bolsa con pastas para Dean, era el desayuno, ella había desayunado unos cereales antes de marcharse a córrer. Había batido récords de velocidad por la emoción de las calles de una ciudad que hacía tanto que no visitaba, ya ni recordaba el suave aroma de sus preciosas aceras, de sus edificios, y el tráfico que nunca descansa. Incluso el ver salir el sol y hacer ejercicio en bajas temperaturas en un invierno que sería caníbal eran una satisfacción de la que podría alimentarse eternamente.
Entró en el apartamento sin hacer ruído, había dormido cuatro horas, lo que era todo un logro, un agradecimiento que le debería dar a su amigo. Dejó las pastas en la cocina en una bandeja, bien presentado, dejó el café preparándose; ese perfume era el de la felicidad para ella, el color de su infancia, de mostrar que te preocupas por alguien. Además, el café solo con azúcar era la medicina a todos sus problemas: sobretodo porque ya que tenía insomnio, tan importante no era tomar una tacita por la mañana. Sobretodo después de haber corrido onze kilómetros como quien lee cien páginas de una sentada.
Pisó con cuidado para no despertar a Ben, pensó en si ducharse con agua caliente pero no quería que la caldera se entrometiera en sus planes... el ruído seria abrumador estando al lado de la habitación de su nuevo casero. El frío no le molestaría... total, era bueno para los músculos.
Se duchó mirando como la piel se quejaba en el agua, pues las heridas tardarían en cicatrizar. Las miraba como si fueran un lienzo lleno de polvo, algo que estaba harta de ver y un día desaparecerían para siempre. Pero ella no era alguien que creyera en los "para siempre", pues aún no había nadie en su vida que no hubiera roto su palabra en relación a ella. El frío del agua era la temperatura habitual de su corazón, quizás por eso no quería que Ben lo notará ni se acercara demasiado a ella. El hielo de su alma podía contagiarle hasta cortarle, ella no iba a permitir tal cosa.
Se lavó y miró al espejo: "Vas a ser feliz, te lo prometo" Le dijo a la mujer del reflejo, no sabía si era ella o quien ella sería pero al salir con la toalla enroscada en su torso se veía limpia y purificada. Se fue a su habitación a acicalarse, miró los esbozos de la noche anterior: había uno o dos que le habían parecido interesantes. Los usaría para un nuevo cuadro con una mujer de protagonista. Algo pensaría... emepzaría el retrato mientras Dean se levantaba, las clases serían intensivas despues de que el muchacho se sentara en la mesa.
Eligió una blusa azul marino de cuello vuelto metido por dentro de una falda con mucho vuelo rosada, era un conjunto delicado. Llevaba unas medias para ir a la nieve y unas botas con piel de borreguito. No pasaría frío. Además, la cinta de su pelo, el corte al que se estaba acostumbrando, le tapaba suficiente como para no tener que usar pañuelo en el cuello.
Salió con sus armas de trabajo y en cuanto se sentó delante del todavía oscuro cielo de Nueva York vió a un lindo menino paseándose por el sofá del comedor.
-Vaya... tu debes ser Aslor. Yo soy Ana. Vamos a ser muy buenos amigos. -le dijo acariciándole, el gato negro tenía unos ojazos azules, eran como la propia luna, como el color del verano. Era un gato que parecía haber encontrado a su humana, prefería no despegarse de la chica nueva. Incluso se sentó en su falda un par de veces mientras ella preparaba el material. A ella le sorprendió el poco pelo que le caía al animal, aunque tampoco le importaba demasiado: esa inocencia le resultaba afable, se sentía un poco más querida. -Que bonito eres. Ojala fueras mío, despues tendrás que volver con tu dueño... aunque puedes quedarte conmigo todo el rato que quieras, ¿vale? -le dijo pasando los dedo por el precioso pelaje azabache del animal.
Si ella era una bruja había encontrado a su compañero de hechizos.
Al poco rato oyó unos pasos y supo que su amigo se estaba despertando. No se movió, esperó a que él saliera de su habitación. Ella había hecho todo lo que debía hacer, incluso un poco más, menos secarse el pelo.
-Buenos días, Ana y Aslor, por lo que veo. -fue lo primero que dijo. -¿Qué hora es? ¿Cuánto llevas despierta?-miró el pelo de la chica.- Espera... ¿Te has duchado? -miró la bandeja en la cocina y percibió el aroma del café. -¿Has hecho café y comprado pastas? -preguntó en incredulidad. Era una costumbre despertarse en soledad, sin nada en la nevera y salir con el abrigo a comprar un café mientras se moría del aburrimiento. Podría acostumbrarse a las muestras de amistad y afecto de Ana. Incluso si permitía que Aslor llenara el sofá de pelos.
-A ver... Son las ocho menos cuarto y me he levantado a las cinco y media, he ido a córrer y he comprado las pastas cuando volvía. Despues me he duchado con agua fría-
-¿¡Agua fría!? ¡Estás loca!
-No quería despertarte con el ruído de la caldera.
-¡Dios, Ana! No me hubiera importado, vas a coger una hipotermia. -se movió para ponerle por encima una manta y tocar su frente.
-Estoy bien... -respondió apreciando su preocupación.- Volviendo a las preguntitas, he hecho café y ahora estaba aprovechando para empezar un lienzo en lo que te despertabas.
El chico sin darse cuenta le dió un beso en la frente y despues se retiró procesando lo que acabava de hacer. Entonces sirvió dos tazas de café, una con mucho azúcar para ella, tal y como recordaba. Y le ofreció una pasta para que ella respondiera que ya había desayunado.
-Muchas gracias por todo, Ana. No tenías porque, es demasiado.
-Me estás acogiendo en tu casa. -le recordó sentada a su lado en la cocina, había dejado a un lado el lienzo, expuesto en el caballete. Había colocado unos plásticos en el suelo para no manchar nada, el cuadro estaba en las fases prévias a considerarse algo pero era mejor prevenir que curar. -Además... me apetecía hacer algo por ti -añadió para hacer ruborizar internamente al hombre.
-Y despues dices que no eres buena... -comentó Dean. "Eres lo mejor." quiso añadir, pero no quería asustarla. -Bien... ¿por dónde vamos a empezar?
-¿Qué quieres trabajar? -contraatacó ella bebiendo un sorbo del delicioso café, en su punto. Sonrió al notar que Ben había recordado el punto justo de dulce al que ella respondía para despertarse.
-¿Qué crees que debería mejorar? -él preguntó sinceramente. Nunca imaginó que estaría preguntándole eso a alguien pero desde la apsada tarde llevaban una infinidad de partidas, en tablero o sin él, y todavía no la había vencido ni una sola vez. Si ella fuera un muro, sería indestructible.
-Creo que no tienes algo que mejorar, te lo digo de verdad. Es tan solo que debes considerar improvisar, pensar que te puedes encontrar gente que no quiera seguir ninguna norma ni se sienta presionada por jugar en tu contra... Yo diría que el truco es renovar el juego para que no te aburras. Y que no des por hecho que despues de la apertura vendrá un final. -el chico se rió con eso entendiendo a lo que se refería, pues en los últimos años había tenido muy pocas partidas reales, pocos retos y aquellos tampoco los había perdido. -A ver, sé que no has tenido muchos rivales pero el torneo va ser entre los mejores, este torneo se celebra una vez cada ¿què?... ¿quinze años? Ellos podrían machacarme sin abrir los ojos. Diviertete en el juego medio y olvídate un poco de las estadísticas y estrategias.
-Entiendo.
-Entonces vamos a ello.
-De acuerdo pero no te vuelvas a duchar con agua fría para no despertarme, despiertáme todas las veces que sean necesarías pero no te duches con agua congelada en este Nueva York de invierno.
Ella se pusó colorada y aceptó.
-Te lo prometo.
____________________________________________________________
Jugaron durante horas, eran las cuatro de la tarde cuando se dieron cuenta del paso del tiempo y de que tenían hambre.
Habían leído estrategias de los mejores ajedrecistas y habían tomado un par de puntes que revisar en la tarde. Ben le había preguntado sobre el trabajo del teatro, Ana había dicho que todavía no lo tenía claro y había movido ficha para demostrarle cual era su jugada la primera vez que le ganó. Pues el talento de Ana no era ir improvisando solamente, era planear la partida a partir de las variables y movimientos, parecía lógico y típico, pero su velocidad y las opciones que ella planteaba podían sonar rídiculos o extrañas para algunos, teniendo todo el sentido si la conocías o de verdad entendías cual era su objetivo.
Fueron a comprar algo para comer al supermercado de siempre, le presentó al vecino propietario de Aslor, quien le dió las gracias por cuidar de su gatito. Todos quienes la conocían se enamoraban de ella, como si fuera un hechizo, ella era la elegancia, la ambilidad, el carisma. Todos miraban a Ben como si se dieran cuenta de que las malas lenguas no tenían razón.
Dean se sentía afortunado. Querido. Sentir los dedos de la muchacha en el ombro le hacía querer besarla, decirle todo lo que le venía a la cabeza cuando pensaba en lo que significaba para él. Se sentía como el cocinero que había encontrado el verdadero sabor a la vida o el artista que por fin tenía una musa.
Caminaron por las calles como si las calles fueran sus amigos, le presentó al dependiente del supermercado; un anciano llamado Matthew Edward David, a quien todo el mundo llamaba Med. El hombre le regaló uno de los rosales en miniatura que le acabavan de llegar. La joven parecía haber encontrado un buen hogar, un destino, un vecindario, un lugar donde quería pertenecer.
Por eso acercarse a ella, tomando como respuesta la libertad con la que ella se movía y reía. Ella... quien entendía sus bromas y le acabava de enseñar a cocinar unos espaguetis como dios manda. Y él le había reservado el derecho de mostrarle como se miraba Nueva York cuando el silencio dejaba la mejor de las veladas posibles. Pues la tarde fue idílica y despues de la pausa de jugar él la miró pintar un rato como si fuera el arte fuera ella. Y en como movía el pincel había una mágia particular.
A ella le complacía notar sus ojos mientras el chico fingía leer. Había terminado la primera capa cuando le vino a la cabeza la idea de escuchar música, cuando él sacó de un armario un tocadiscos metalizado en rojo despues de su sugerencia.
-Y la caja de sorpresas soy yo...
-Lo que tu no sabes es que escuchar música hoy tiene un precio. -propuso el divertido.
-¿Ah sí?
-Cantarme algo.
Y justo cuando él esperaba que hiciera una cosa, ella fue fiel a su forma de jugar y como una bomba, como quien no era consciente del efecto que causaría. Como quien sabía que el destino era un jugador más, dejó el lienzo secándose con Aslor fuera ya no había peligro. Se acercó al chico con una mirada profunda y con una sonrisa misteriosa. Sus ideas de bombera eran la mejor de las fantasías.
-De acuerdo.
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap. 9
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-Hacia mucho tiempo que no jugaba sin tablero. -comentó Nora viendo al chico al volante de su coche, él se veía batido en una espiral de pérdidas que no podía creer. Cada vez se veía probando abrir el candado de la mente de Nora con una llave, pero la llave jamás encajaba.
-Pues quien lo diría... Aunque ya no juegues profesionalmente, eres una gran maestre.
-Eres un poco exagerado.
-¿Un poco? Lo haces sin parpadear, como si ya supieras que pieza es la siguiente, como si estubiera programado. Nunca nadie había podido hacer lo que tu haces. ¿Tienes algun secreto?
-Un dia te lo contaré... -empezó a sonar en la radio una vieja canción que Nora amaba con todo su corazón y se puso a cantarla, no le era complicado mostrarse real cerca de Dean.
-¡Estupendo! -se quejó entre risas el conductor, no podía contener su asombro.
-¿Qué? -preguntó alarmada Nora perdiendo un par de versos de la melodia.
-Que no tan solo pintas, juegas ajedrez, bailas y eres sarcásticamente divertida; tambien cantas. ¿Hay algo más que tenga que saber? ¿Algun talento oculto más?
Nora se divertía con la forma que tenía el chico de sazonar sus antiguos lamentos, cuando estaban cerca era como si la persona que era antes ya no importara. Sus pecados y errores quedaban perdonados y sus condenas eran lecho del pasado.
-Tambien toco el piano y la guitarra.
El chico la miró de reojó como sin salir de su asombro, realmente era un tesoro. Le parecía irónico que una sola persona puediera tener tantas cualidades, pero como ya le contó su educación y niñez no le parecía tan improbable.
Las horas se hicieron humo, cantaron y jugaron, debatieron sobre los últimos libros leídos y cuando quisieron alargar la conversación ya estaban delante del apartamento de Ben. Nora quería hacerle un tipu de regalo, contarle más de su verdad, tampoco podía continuar mintiendo, quería que le llamara por su nombre, queria oir su voz pronunciando las letras de Anastasia, o almenos Ana. Quería que conociera la cristalinidad de su identidad.
Bajaron del vehículo y cuando tenían todo descargado, la chica hizo una pausa antes de empezar a abrir camino hasta el edificio.
-Ben... Quería decirte una cosa.
-Soy todo oídos.
-Es importante. -el chico dejó de hacer lo que hacía y centró su atención en la chica, se situó en la seriedad de la situación. -Vale... -aclaró su garganta. -Cuando te conté que era ajedrecista... si no me reconociste es por algo; antes tenía otro nombre y otro apellido, me lo cambié a los dieciocho, yo era Anastasia Goldshine, la hermana de Albert Goldshine. Así que... no me llames Nora, tu no; tu mereces llamarme como me llamo en realidad, es más, si confías en alguien de verdad dile mi nombre real, así sabré que puedo confiar en esa persona.
La chica esperaba algun tipo de reprimienda o pregunta pero Dean le cogió la mano le dió un beso en ella y dijo: "Bien, Ana... ¿entramos?
Entraron y subieron hasta el ático con silencio, era tarde, de madrugada prácticamente, los vecinos estarían dormidos y el ascensor causaba unos ruidos un poco sonoros. Los bostezos de ambos eran tan solo un eco de los tacones de Ana andando detrás de su amigo.
La puerta lacrada en azul y marfil era el número de la suerte, se adentraron en el piso dejando a la vista un comedor amplio estilo loft. las vidrieras eran lo que más llamaba la atención, las cortinas no estaban corridas y la luz entraba por todos lados. Los muebles tenían un contraste en tonalidades claras, básicas quizás, pero no eran tal y como Dean las había descrito pues el habitáculo tenía un sentimiento acogedor, sentimentalista, afable. Era como si la casa te invitará a mirar el cielo de Nueva York a dormir entre las nubes o besar a la Luna. Ana estaba anonanada con las vistas. Tanto que ignoraba que la decoración era minimalista, estaba concentrada en poder admirar aquel firmamento que no era oceable todos los días.
-Esto es totalmente fascinante... -fue lo que sus labios pudieron expresar.
-Me alegro que te guste. Vamos a ver tu habitación, espero que sea agradable desde que vas a dormir durante un mes y medio.
-Seguro que sí. -Afirmó Ana siguiéndole con su maleta sin poder acabar de apartar la vista de la inmensidad de Nueva York.
-Esta de aquí es la tuya, si necesitas más espacio puedes dejar tus cosas en el comedor o en la mía, tampoco es que haya demasiado sitio para todo pero puedo organizarlo. El armario esta vacío y la cómoda tambien. -la habitación era smpática como el dulce color azulado que la vestía. Una cama en el centro que ocupaba el mayor espacio, a un lado una estanteria y una cómoda en blanco con pequeños rasguños de mil historias, un armario sin pomos y una ventana hacia el otro lado de la ciudad eran lo que Ana podría contemplar durante las próximas seis semanas. Le parecían perfectas.
Habían pactado, tras ganar a Dean cinco veces consecutivas, que Ana le pagaría el alquiler y contribuiría a los gastos del hogar. Ella no quería parecer aprovechada, aunque Ben insistía en que era él el que salía ganando con su presencia.
-Es perfecto, gracias. -aseguró la chica.
-Me alegro que te guste. Voy a cambiarme, si necesitas algo estoy en la habitación de al lado.
Anastasia se cambió, se puso ropa de estar por casa, o almenos lo que ella consideraba. Se puso una camisa blanca amplia con unos pantalones avellana que eran acampanados pero con una cintura muy estrecha y unas manoletinas, si en vez de esos pantalones llevara el mono se diria que era su uniforme de pintora, lo que vestía cuando se introducía en el estudio. Uno que durante el tiempo que viviría en Nueva York dejaba a cargo de Kathia, su prima de Salem. Quien le llevaba todas las cuentas, exposiciones, ruedas de prensa... era algo así como su asistente personal.
-Ben, perdona pero ¿Dónde está el baño? -preguntó sin abrir la puerta con tan solo dos golpecitos en ella.
-Es la puerta al lado de la cocina, perdona. -respondió mientras se terminaba de alistar.
Al volver del baño se instaló en la habitación própiamente, dejando sus utensilios de pintura en un determinado orden y deshaciendo la maleta para encajar su ropa en el armario. Había dejado algunos de sus objetos personales en la mesita de noche, así no le parecería que estaba tan lejos de su hogar, si es que ella tenía de eso.
No querían comer, habían hecho una parada en un área de servicio para comer algo de cena. Querían acostarse y dormir hasta el próximo día, claro que para Ana la falta de posibilidad de descanso era ya un hábito. A ella no le importaba pasar horas y horas sin dormir, de hecho, en lo único que podía pensar era en el hermoso cielo que se iluminaba en el salón de ese pequeño y cuidado apartamento.
Eso sí, necesitaba hacer una llamada a su prima para asegurarle que estaba bien y que no se preocupara. No le había contado lo del incidente en el hotel aunque estaba al corriente de todos los problemas dcon Jim, quería un poco de paz. Por el otro lado, sí le había hablado de Dean y ya había tenido que soportar alguna ocurrencia de su familiar.
-¿Puedo hacer una llamada antes de acostarnos? -se miró a si misma y reflexionó sobre lo mal interpretada que podía sonar esa frase. El chico que ya había salido de la habitación y estaba cogiendo un vaso de agua antes de darle las "buenas noches" se percató. -Qué mal ha sonado eso...
-Tranquila, te he entendido. El teléfono está ahí mismo, llama a quien quieras pero no me despiertes a la vecina, esa sí que tiene mal genio.
Ben quiso esperar a que terminara de hablar para señalarle donde tenía las mantas y un par de explicaciones obvias de la casa, así pues, se sentó en el sillón con un libro sin escuchar de la conversación. Ana si situó en el teléfono y marcó esperando una respuesta.
-¿Kathia?
-¿Ana?
-Sí, perdona que te llame tan tarde era para decirte que ya estoy en Nueva York y todo va bien. Nos vamos a ir a dormir, ya te contaré mañana era tan solo para que estés tranquila.
-Ahora ya puedo irme a la cama, estaba esperando tu llamada. -las dos notaron satisfacción en la voz de la otra. -Te lo iba a decir mañana pero ya que has llamado te anuncio que quieren hacerte un encargo en Nueva York para que pintes el teatro, quieren que pintes un gran mural de todo el vestíbulo y han ofrecido una cifra de más valor de mi própia vida.
-No digas eso ni en broma. -le aseguró Ana.
-Ya me entiendes. -continuó Kathia, tení aun humor bastante negro cuando se lo proponía, esta era una ocurrencia de bajo calibre. -El caso es que quieren que lo pintes en dos semanas y les he dicho que te lo pensarías, como estás por ahí quizás podrías conseguirlo... las clases de ajedrez se pueden dar en cualquier parte, ¿no?
Ana se quedó pensando en la propuesta. Si estaba en la ciudad era para ayudar a su amigo no para hacer negocios, tendría tiempo para debatirlo más tarde.
-Ya me lo pensaré. Te dejo, estás bostezando. Buenas noches, te quiero, Kathia.
-Yo tambien te quiero, Ana. Ve con cuidado y preséntame al ajedrecista si no lo quieres tu.
Ana se rió y colgó la llamada. Se sentó delante de su amigo y él le preguntó si todo estaba bien, ella le contó sobre la oferta y el chico se ofreció para que la aceptase, era una gran oportunidad. Ella le dijo que no quería distraerse y que estaba por él no para pintar, Dean insistió en que la acompañaría y que aprender y jugar eran cosas que podían hacer en el vestíbulo mientras ella pintaba. Ella no estaba tan segura. En cualquier caso, Ben parecía decidido a convencerla para que aceptara.
-Bueno, tan solo me queda decirte que las mantas estan en este baúl de aquí. -lo señaló. -En que la nevera si se queda abierta demasiado se apaga y que el gato del vecino tiene tendencia a colarse, si lo ves un día no te asustes; se llama Aslor y es un gatito negro, como los de Salem, ¿verdad?
-Ahora sí que piensas en brujas... -presumió ella. Dean callaba una pregunta que Anastasia percató, la cazó al vuelo de las sonrisas. Era algo que prefería resolver antes de retirarse a su habitación a dibujar hasta que las pastillas para dormir le hicieran efecto hasta las seis, cuando iria a córrer un rato y ya de paso exploraría esa maravilla ciudad llena de vida.
-¿Te puedo preguntar porque te pusiste Nora Waters? -en realidad quería preguntar el motivo del cambio pero las horas y la oscuridad le hacían preferir tratar cada paso con la delicadeza que merecían.
-Nora era mi segundo nombre pero nunca nadie me había llamado así, además la primera vez que fui a Itália, un hombre me alagó llamándome "bella como el sol" después me enteré de que eso precisamente quería decir Nora, al mismo tiempo que es la traducción de mi apellido real. Y Waters porque siempre he tenido una filia con el agua, es que me encanta, su movimiento, fuera, significado, el agua nos alimenta, nos nutre y parece pacífica pero es capaz de destruir civilizaciones, mira la Atlántida.
-Vaya... cuantas historias. -el chico continuaba con un secreto debajo del brazo. Algo que le comentaría justo antes de ir a dormir pues los dos ya habían hecho amago de caminar hasta las habitaciones y abierto las puertas pero justo en el último segundo, cuando Ana iba a cerrarla Dean abrió la boca. -Sabes, Anastasia Goldshine tenía mucho miedo de enfrentarme a ti cuando tenía diecisiete años, casi fue una bendición que tu hermano me ganara y ahora entiendo porque.
Ana quiso preguntarle la razón pero Ben ya se había retirado y ella se encontró copiando ese mecanismo. Se pusó a dibujar y pintar, trató de relajarse pero el sueño no venía a ella. Se impulsó hasta el comedor para retratar la belleza nocturna del cielo de Nueva York. Hacía todo lo que podía por relajarse y no tener unas ojeras hasta los pies la siguiente velada pero su mente estaba despieta, activa.
Poco a poco un sueño le vino a la cabeza, se deshizo en el sofá del comedor mientras la luna la acariciava como si de verdad fuera su hija. Y entre todo aquel maremoto de emociones que Ana no podía evitar sentir una voz que no sabía si provenía de su imaginación o su consciencia, con un tono de madre tan típico como anhelado, le dijo: "Estás a salvo." Y se durmió, marchitando en ese sueño las horas de peligro que no querrían volver.
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap. 8
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No se dijeron nada. Estaban mirándose. Ella sostenía un pincel al borde de los dedos, él tenía su anillo girando entre los dedos. La prensa estaba entrando y con ellos todos los observadores, el contrincante y el juez estaban presentes, pero los minutos no sucumbían a su curso.
Uno deltante del otro, sin abrir la boca. Como si puedieran hablar en el pesado silencio, porque todo pesaba demasiado. Incluso aquella bella melena morena que Nora acabava de perder, simbolizaba el peso del mundo, de su mundo, de todas y cada una de las respiraciones que no qeuría liberar.
Nora hubiera llorado ahí mismo, sin dejar de mirarlo, sin apartarse ni un milímetro de no ser por toda esa gente y que no se permitiría demostrarse vulnerable cerca de él.
Él levanto un brazo para acercar su mano al pañuelo que cubría la mayoría de la cabeza de la joven y colgaba como si fuera una coleta. La chica no podía moverse, se veía inmobilizada, totalmente fría y sin ese fuego interior que tanto la caracterizaba. Por eso no pudo evitar que él tirara de la tela, lo suficiente para que se revelaran unos cortos mechones, antes de que se sacrificara todo su pelo, ella freno el movimiento y se recolocó el pelo.
-No... Por favor. -murmuró.
Él chico fue a acercarse a ella, a preguntarle de donde venía todo ese dolor, toda la pena que llovía de sus ojos sin derramar una sola lágrima. Pues su rostro era una tormenta y él deseba con toda su alma ser su calma.
-Señor Dean, la partida está a punto de empezar. -avisó el juez.
El chico se giró y se retiró a la mesa, ella mojó el pincel en la pintura y en cuanto el reloj del oponente fue activado los trazos de la pintura en el lienzo fueron tan fluidos como los movimientos del jugador. Pues incluso en la miseria tenían la complicidad de todo el tiempo anterior. Parecía que estuvieron conectados en el ritmo, por eso cuando el jaque mate mató el rei del oponente de Dean fue el mismo compás de las marcas finales del lienzo.
La chica se retiró y lavó los pinceles mientras trataba de evacuarse de la sala, se lo impedieron sus amigos y la prensa que le preguntaron por la victoria y como se sentía delante esa oportunidad artística. Las cuestiones sobre su amistad con Dean no faltaron, mucho menos en respecto qué sentía delante de la victoria del convicto campeón de ajedrez de Estados Unidos. Diez años manteniendo el título... Siete años exponiendo en galerías de todo el mundo...
La chica vió a Dean observando su obra, era quizás el mejor retrato que había captado y con diferencia. Pues se podía oler a kilómetros que los ojos del hombre estaban pintados con afecto, con el sentimiento de quien ya conoce el secreto que solo el espejo de las almas calla.
Dean se giró cuando notó a la muchacha alejándose de la rueda de prensa. Él ya había terminado con los reporteros y con silencio, parsimónia y diligencia la siguió.
Sus amigos fueron a esperarle en el bar, a celebrar su victoria, sin saber, que él tenía otros planes.
Nora llegó a su habitación y se encerró sabiendo que alguien rompería esa calma desaparecida, tenía el equipaje listo, era cogerlo y disiparse en niebla por el ascensor; no era tanto pedir, podría haberlo conseguido. Claro que era posible, excepto por un motivo: Dean estaba a su puerta con toques en la madera de la habitación antes de que un minuto pasara cuando ella había puesto sus pies en ella.
-Nora... Ábreme, por favor... No sé que te ha pasado, no sé quien te ha hecho eso pero por favor... tienes que abrirme la puerta. -las palabras de su voz eran más una súplica que cualquier plegaria jamás percibida. Había tanta verdad, necesidad y deseo en ellas...
Y ella, que ya no escuchaba a sus acciones ni a su consciencia pusó la mano en el pomo y abrió la puerta con un espasmo.
-¿Qué? -preguntó con más lástima que otra cosa.
El hombre pasó y vió el equipaje, se enfadó y molestó pero tenía un problema mucho mayor que su enojo: el cambio radical de Nora.
-¿Qué te pasó?
-No sé de que... -él le cortó antes de terminar la frase.
-Ni se te ocurra acabar la frase. Sabes de que te estoy hablando perfectamente. de lo que te hace hacer las maletas corriendo para qeu no nos podamos despedir, de lo que te hizo marcharte sin dar explicaciones, de lo que te hizo prometerme narraciones de hechos que ni tan solo conocía. -entonces él la cogió del brazó mirándola a los ojos. -De lo que te hace apartarte de mi en cuanto me acerco.
Ella se mantuvo en silencio, le quemaba la lengua y la garganta, quería contárselo pero la amenaza era clara; cristalina.
-De lo que te hace huir. - "cuando sientes algo", quisó terminar la frase pero la mantuvo en su mente.
Antes de que se pronunciara otra palabra ella se dejó caer en él. Y lo abrazó. Él se asustó pero no renegó de los brazos de la joven, enterró su cabeza en el pelo de Nora, continuaba teniendo esa esencia a vainilla y bosque. Ella tenia su rostro en su cuello. La mujer lo estrujó fuerte, como si fuera su bateria, su vitamina, su potencia.
-Juguemos. -afirmó Nora y Ben sin decir una palabra preparó el tablero.
______________________________________________________________
Tras lanzar una moneda al aire, Nora sacó negras. Jugaba con desventaja. Él lanzó un gambito de dama que ella rechazó jugando a la siciliana. En menos de cinco movimientos él ya sabía que el dominio de la chica era algo que le fascinaria hasta no poder comprender su manera de pensar.
Nora era el viento que fluía con fuerza, elegancia y decisión cada una de sus piezas. El campeón estaba impresionado de como era de complicado predecidr sus movimientos, pues en cada idea que trataba de ejercer sobre el juego de la chica, ella demostraba que se equivocaba.
-¿Qué haces? -le preguntó él y la chica se limitó a mirar el tablero.
Ben la imitó, comprendió tras unos instantes que acabava de perder, un jaque mate no citado, como en los torneos importantes, había firmado con tanta sofisticación que no había sido ni percibida.
-¿Cómo? -fue lo único que él preguntó cuando se levantó a rascarse la cabeza dando vueltas encima de si mismo. Era increïble pensar que tan solo una hora antes había sido coronado campeón, acababa de perder contra alguien que no había jugado en meses, años. -Otra vez.
Volvieron a jugar y el resultado se repetió intentando la Caro-kann. El chico cada vez más desesperado pidió la revancha hasta en cinco ocasiones aunque ni por un solo segundo mantenía el control de la partida.
-No había perdido contra nadie desde los catorze años... Joder...
-Si quieres me voy ya, eh... -Nora propuso, él la detuvo.
-Perdona... es que eres lo mejor que he visto en mi vida. No puedo anteponerme a ninguno de tus movimientos, justo cuando creo comprender la jugada me sales con un cambio totalmente inesperado. Como si fueras vidente. -explicó el chico mientras pensaba en otras cosas...
-¿Qué pasa?
-No sé como voy a poder vencer a los rusos si tienen tu nivel, sinceramente. -la sinceridad de Dean era algo que Nora no esperaba, algo que le hizo contemplar a las maletas cogiendo polvo en un rincón de la sala.
-No sé si reirme o tomármmelo como un cumplido.
-¿Reirte?
-Ben, tienes que tener en cuenta que yo me crié jugando con jugador de ajedrez y tan solo he jugado contra grandes maestres. -ella se dió cuenta de lo que acababa de rebelar, el rostro del hombre lo confirmó.- Mi hermano era el gran maestre que se suicidó antes de la partida contra el campeón del mundo, competíamos siempre... -él fue a decir algo pero ella continuó hablando porque si no lo contaba entonces no lo haría nunca. -Competí hasta los doce años, fuí la primera mujer en jugar al ajedrez a nivel profesional, de hecho... tu y yo ya nos conocíamos mucho antes de la galería: mi hermano te ganó en el 57', jugastéis horas hasta llegar a un aplazamiento de la partida, yo le indiqué el siguiente movimiento. Supongo que siempre se me ha dado bien entrar en la mente de la gente.
-Eres un secreto encerrado en un misterio, ¿verdad? -el chico le sonrió. A ella le gustó que no le diera el pésame verbalmente, pues los ojos hablaron más que mil poemas.
-Creo que soy el misterio que nadie puede resolver.
-¿Tu quieres que te resuelvan, Nora? -formuló Ben y los dos volvieron a ese punto inicial de partida donde todo es posible. Pues aún ninguno de los dos entendía las razones que les impedía poner nombre a lo que sentían, a lo que no querían compartir y era más fácil disimular con bromas, era mucho más senzillo... -Ven a Nueva York conmigo.
-¿Perdón?
-Enséñame a jugar como tu, prepárame para que pueda enfrentarme a esa gente y desde allí te puedes ir a tu exposición de arte en Florencia.
La chica estaba sorprendida pero agredecida, no sabía si quería volver a casa, de hecho, sabía que no quería hacerlo pero no se atrevía a reconocerlo. Deseaba coger un avión para volar a miles de kilómetres, un lugar dónde nadie supiera quien era.
Para convencerla, en un improviso, Dean la tomó por la mano y ella no se negó. Parecía cómoda, en parte porque era lo que quería, notar el tacto de la piel de alguien qeu no la trataba como una pieza más de un gran rompecabezas, era alguien con quien completar el rompecabezas.
-Pero yo tengo que llevarme cosas... además tengo que pintar y no quiero interferir... tengo mis rutinas y tu tienes las tuyas...
-Pues continualas, a mi no me importa que pintes y tengo una habitación de invitados pequeña.
-Pensaba que no tenías más que tu habitación... -Tardó unos segungos fingiendo pensar una respuesta, pues en realidad la decisión estaba tomada antes de la propuesta. Todo el riesgo se contraría en un hombre, si es que su dama no podía protegerlo. -¿Eso quiere decir que sería tu profesora?
El chico se echo a reir con honestidad.
-Depende.
-¿De?
-¿Quiere decir que vienes conmigo?
-¿Nos vamos ya?
-Si tu quieres.
-Sí.
-Entonces, sí. -sellaron el pacto con un apretón de manos. Pero en cuanto se separaron se reencontraron en un abrazo, pues había quedado en el aire lo que había pasado la noche anterior. Y tan solo se daría una explicación cuando el alma estubiera preparada.
Los dos salieron de la habitación con el equipaje y material de Nora para ir a cargarlo en el coche de Nora, Dean había llegado en taxi. El coche de Nora era un Cadillac Camaro del 66', una versión en un precioso azul eléctrico. Si Ben supiera de donde había sacado el coche quizás abriría los ojos hasta que le dieran vueltas.
Llegaron al aparcamiento y cargaron el malatero y asientos de atrás con todas sus pertinencías sin dejar de hablar. Dean estaba impresionado con el coche, se notaba en la manera de mirarlo como si fuera un lujo jamás tocado; un trozo de pastel delicioso del que no podías comer por su delicadeza, precio.
La chica no era ajena a la visión de su amigo, así que se sonrió y cogió las llaves, antes de subir cualquiera de los dos al vehículo, lo detuvo.
-¿Quieres llevarlo?
-¿Estás segura de ello?
-Dean, aunque nos estamparas merecería la pena.
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap. 7:
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Era la noche antes de la final y Nora brillava con todo el odio que las notícias habían hablado. Pues sabía que si Jim tenía que venir a por ella que almenos su mejor vestido hubiera tenido reconocimiento.
En otros casos, Nora se habría ido y hubiera huido pero si se iba sufriría toda la vida el miedo de que se la cobrara a Ben. No quería eso para alguien que le había devuelto la esperanza en el ser humano.
Pues Nora se había vestido a conjunto de Dean, y por una vez, a proposito, se había colado durante la preparación del finalista para la cena. Él le había propuesto pasar de la fiesta y celebrarlo ellos solos pero la chica quería aprovechar la velada por lo que pudiera pasar. Así que cuando el chico le pidió que fuera su acompañante una vez más no pudo evitar aceptar.
-¿Americana azul o negra?
-No sé... depende.
-¿De?
-Si vas a ponerte la camisa negra o no.
El chico se rió, aunque tenía un gran sentido del estilo tener una excusa para pasar más tiempo con Nora, además, no iban a mentir, ver las caras de envidia en la gente se había vuelto un pasatiempo muy agradable. Tan dulce como le resultaba ver sonreir a su compañera.
-Me voy a poner la camisa negra.
-Que elegante.
-¿Entonces? -le preguntó sacándose la camisa que llevaba para ponerse la negra sin ningún tipo de vergüenza. Ella le mantuvo la mirada, sin bajar ni un centímetro de sus ojos. Eran tozudos pero ahí estaba la gracia, el erotismo que preferían obviar.
-Entonces la negra.
-Gracias.
La chica se acabó de preparar, peinarse mientras la chica miraba la habitación y analizaba la última partida que su amigo había jugado. Había sido una estrategia brutal. Había sido perfecto.
-¿Y tu que te pondrás?
-Ven a mi habitación y lo vemos...
Dos minutos más tarde los papeles se habían invertido y ella era la que se estaba preparando mientras su caballero la esperava. De la habitación salió con un vestido negro, para variar, con un corsé de encaja hecho a mano con perlas incrustados, el escote era de barco, dejando los hombros al descubierto, un par de pecas que ilusionarían a la luna. La falda era escalada, pues era más corta de delante que de atrás. Parecía que fuera una reina, una diosa, tal vez. Pues el maquillaje tapaba el miedo que tenía de encontrarse con su pasado.
¿Podría haberle dicho a Dean de marcharse? No. Había la final. Y él no era nada suyo para pedirle nada.
Y si ella desaparecía, no le pagaban. No era por el dinero pero si por lo que le había costado su reputación.
Salió del baño y el chico que se contenía por no dejar caer su boca hasta el suelo no pudo evitar suspirar al verla. Estaba realmente preciosa. Pero es que en la mente del chico lo que veía era que parecía el arte de su mente exteriorizado.
-¿Y bien? ¿Te parece demasiado? Yo creía que si teníamos que bailar estaría mejor que el otro, además... mañana me voy antes de la final. -era su manera de evitar la aparición de Jim, él nunca llegaría antes de la final: necesitaba el apoteosis para poder matar el rumor y acabar con el jugador en su momento de máximo esplendor, la noche de la semifinal sería la última noche de Nora en el hotel, la última con Dean. En el nuevo sol, la misma luna una vez hubiera cogido el coche dirección cualquier parte, arrancaría su corazón y lo quemaría para verlo arder con el resto de sus sueños.
-Me parece que eres increïble. Pero no te vas a ir sin jugar esa partida en mi contra. -la partida que ella quería evitar, pues creía que el jugador tenía algo preparado.
-Me iré justo despues, por eso no te preocupes.
-Entonces no hay tiempo que perder.
Ambos bajaron y cenaron en la mesa de siempre con sus amigos, una vez más siendo admirados como si fueran piezas de coleccionista. El hotel podría haberles pagado un extra solo por como las habitaciones libres se habían llenado por los rumores...
Lo mejor llego cuando la banda empezó a tocar y sus manos se entrelazaron. Bailaron el primer baile juntos, el segundo y el tercero. Despues se sentaron con una copa de champán, algo que Nora no probó demasiado pues le resultaba picante.
Algunos de los jugadores que se habían hecho amigos de ella le pidieron un baile, era curioso que tanto el bailarín como ella miraban a Dean de reojo como si fuera para asegurar que nada pasaría. Nadie tenía la conexión de Dean y Nora; ellos que sin haberse tocado antes parecían profesionales, como si toda su vida se hubieran sincronizado. Pero con los demás era más una diversión simple, algo pasajero.
Ella se volvió a sentar, él no quería bailar con nadie más.
-Quería hablar contigo pero prefiero para despues de la final, despues de la partida. -le confesó Dean, con un punto de temblor en los dedos.
-¿Qué es lo que no me puedes decir ahora?
-Cosas del destino...
-Que místico te has vuelto.
-Serás tu, demasiado tiempo contigo.
-¿Demasiado? Que valorada me siento...
-Es broma, nunca sería capaz de cansarme de ti, Nora.
Y cuando se debatía entre besarle ya o esperar vió un fantasma en la cristalera del jardín. Un espíritu codicioso que la perseguiría hasta los confines del infierno. Y supo que el reloj no siempre tenía un buen tempo, el tiempo se le había agotado, era el momento de córrer y encerrarse en la habitación a ser la creiente que nunca fue.
Se bebió dos copas de vino tinto de golpe.
A preguntarse porque se había presentado antes, nunca lo había hecho. Debía haber esperado almenos un día. Era el tiempo que tení apara echar a córrer o apartarse de la sociedad. Pero el monstruo se había dado prisa en desatar a las fieras.
Rezar.
-Lo siento, Ben, pero debo irme. -el chico se levantó con ella y la intentó mantener cogiéndole el brazo.
-¿Qué pasa? -le preguntó mirando donde ella miraba antes de decidir desaparecer.
-Es que debo irme. -el chico frunció el ceño, pensó que una vez más se había equivocado. Se volvió a hermetizar y ella lo notó. -Ben, si pudiera decirte lo que siento por ti juro que lo haría pero lo mejor es que me vaya ahora y mañana ya nos veamos en la final y juguemos esa partida.
-Nora... -fue lo último que oyó de la voz de su amigo antes de echar a correr con los tacones en la mano y escaleras arriba hasta el ascensor. No tenía tiempo de pensar, la velocidad era su nueva amiga. Fue veloz, más rápido que cada mañana cuando salía a córrer. Tenía resistencia y velocidad, entre ellos los ojos de Aitor que leyó su escapada para tratar de mirar por su bien. Algo malo pasaría y él lo vería sin poder evitarlo. Si llamaba a la policia todo el mundo lo sabría y Nora Waters nunca más sería Nora Waters.
Había visto a un camarero que pasaba con una bandeja de vasos de vino y cócteles, ella robó dos y se los tomó devolviendo rápido los vasos con un breve lo siento.
-Venga, venga.... -pidió al ascensor que se abrió en su planta dejándola córrer hasta su puerta para abrirla con una llave que parecía no aparecer. Y oía los pasos de los trabajadores y de los camareros de habitación. Uno se le acercó.
-Señorita, ¿tiene algun problema?
Los nervios no le permitieron ver nada, no acertaba con la llave, no podía distinguir donde estaba, sus sentidos se estaban borrando a un ritmo descomunal. Le pareció sentir que se desmayaba.
-Tranquila... Yo la sujeto.
Pero cuando se alzó a ver quien la sujetaba vió al demonio en su rostro y el dolor en su condición. Lo único que agradeció fue haber bebido vino pues los trazos en su espalda serían más indoloros.
-Tan solo... no hagas ruido. -fue lo único que le pidió al ver que no podría escapar de sus asquerosas manos.
-Eres una zorra... a ver si le gustas al jugador ese con el pelo corto...
Y las lágrimas de la chica fueron diluyendo la sangre del suelo.
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Cuando Nora estuvo preparada para levantarse ya eran las tres de la mañana, Jim había desaparecido y ella tenía que limpiar el desastre, como siempre.
Se metió en la bañera llorando, confiando en que nadie la escucharía. Encendió el agua y rezó para que no le levantara la piel. No se atrevía a mirar la mujer que había muerto en el espejo. Pero tuvo que hacerlo en salir de la bañera. Ahí vió una versión de si misma con el pelo por la nuca y rastros de quien no era.
Lloró y agarró un cojín para taparse la cara y gritar.
Pero tenía mucho trabajo por hacer. Se lavó, perfumó y maquilló cada detalle de su piel. Buscó entre su ropa algo que ponerse que pudiera disimular el corte de pelo. Inventó con pañuelos una mena de recogido que evitaria preguntas que no podria responder.
Acabó y recogió cuando eran las nueve de la mañana, había pasado cerca de dos horas mirando el techo encima de la cama. Tumbada, esperando a que todo hubiera sido una pesadilla. Almenos esta vez no le había roto la mano, almenos podría pintar en la final. Todo el mundo la estaría esperando a las diez. No quería bajar demasiado temprano, así que recogió los esbozos e hizo las maletas. Lo preparó todo para no perder el tiempo más tarde. Quería desaparecer, hacer de su pelo perdido bruma e ahogarse.
Cogió el material y decidió bajar a la cafetería a por un café que le quitará el dolor, si eso era posible. No era una violación pero era otro tipo de violación.
Su expresión no podia evitar suscitar tristeza. Y bebió esa tristeza del café como si su azúcar pudiera salvar su alma. Pero esta ya estaba condenada a un infierno especialmente para ella, donde su satanás particular tenía nombre y apellido, y rostro, y piel, y cuchillos con los que cortar la piel de la espalda de la chica. Él conocía bien el juego, romperla pero no demasiado como para que fuera obvio a todos los ojos.
Entonces, con su café en mano entró en el salón de actos para perparar el lienzo y su material, rezando para que los jugadores no aparecieran hasta el último minuto.
¿Cómo respondía a Ben? Simplemente no podía. Ella era una mentirosa experta pero él era un lector de mentiras.
Y claro, la mentira tiene las piernas cortas...
La chica con gran incomodidad y tirantez en su piel se dispuso a colocar cada detalle de su trabajo. Pero se percató de unos ojos. Y quiso llorar, quiso crear océanos. Así que se centró en el lienzo en blanco hasta que los ojos eran una persona delante de ella.
Pero el silencio hablaba por si mismo.
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap 6:
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-Parece mentira que ya tan solo queden dos días... -dijo Nora.
-Lo que parece mentira es que no haya llegado a semifinales por un estúpido peón. -recalcó Aitor pasándose las manos por la cara, estaba sentado en la cama de su habitación con el traje gris todavía puesto. Nora estaba sirviéndose una copa de vino, era de noche y habían pedido la cena al servicio de habitaciones despues de relajarse en el spa, despues se fueron a dar una vuelta en coche vestidos de gala. ¿Por que? Porque si llegaban tarde siempre podían quedarse a cenar en el comedor... pero llegaron demasiado tarde.
Aitor había perdido y por un error de pequeña importancia. Nora había decido pasar la tarde con él y cenar, Ben le dijo que sería una buena idea mientras fuera a la semifinal. Así él tambien podría descansar y preparar sus mejores jugadas. Aunque no le hacía falta revisar demasiado.
-Almenos te puedes quedar para cubrir la notícia de la final. -le recordó Nora sentándose a su lado, bebió de su copa y se dejó caer en la cama de espaldas.
Entonces Aitor recordó algo muy importante, algo que Nora desearía que no fuera real. Aitor había acompañado durante meses a Nora, en sus presentaciones en galerías, en sus estudios universitarios, hasta que por culpa de Jim tuvieron que separarse. Más bien, fue prevención. ¿Que quien era Jim? Jim era quien se encargó de convertir a Nora en Nora, quien destruyó a su antigua versión.
Y Jim era periodista tambien, y un jugador de ajedrez. Alguien que hubiera sido el amor de la vida de Nora de no ser porque no la quería.
-Ya... respecto a las notícias. -empezó a descordinar el tren de Aitor, cuanto antes se lo confesara mejor sería.
-¿Qué? No te dejan quedarte... pensaba que nos separaríamos en el aeropuerto, aunque todavía no sé a donde voy a ir... -narró Nora ya cansada del día. Llevaba semanas trabajando muy duro, con dos días de más o menos calma, ya valía lo que le pagaban, aunque no necesitaba el dinero en realidad.
-No es eso... -la chica preguntó qué sucedía entonces levantándose de golpe por la voz de preocupación que iba rizando la piel de la habitación. -¿Tu recuerdas que durante estos días los periodistas han estado preguntando mucho sobre tu y Ben? -la chica afirmó con la cabeza mientras repetía una y otra vez, "no por favor" en su cabeza.
La chica empezó a temblar teniendo memorias de todas las cicatrices que Jim le había causado, no se atrevía a pronunciar su nombre. Él era la causa de que no tuviera un hogar. La encontraba siempre, era el problema de ser famosa, ni cambiado de nombre o de tinte le había sido invisible.
Nora algun dia sería feliz con alguien pero hasta entonces no dormía, no era mentira, desde que sucedió lo que sucedió, necesitaba pastillas para descansar, y con ellas exagerando conciliava tres hores de sueño. Quizás por eso tenía tanto tiempo para pintar...
-Pues, hay algunas publicaciones de rumores en los periódicos nacionales y no he podido evitarlo. No lo sabía, lo he leído esta mañana. Lo siento mucho.
La chica no reaccionó con verbos, se levantó con el vestido de satén dorado como recién planchado, atado al cuello y con su coleta todavía bien peinada. Se fue descalza.
-Ahora vuelvo. -fue lo último que pronunció.
Cerró de un portazo y se marchó por los pasillos de alfombras de decoraciones rojas y doradas con borlas blancas. Caminó por las escaleras pasando por delante de la habitación de quien sería amenazado por su pasado. Estaba más claro qeu nunca que debía marcharse a un lugar recóndito y que lo de ir a las cenas de la semifinal y la final serían metas imposibles.
Llegó al jardín y a la piscina, todavía se veía la luz de una celebración en el comedor principal. Aquel que sus puertas daban a la terraza y sus ventanas explotaban en luces brillantes, jolgorio y alegría.
Allí, sin saber que desde una habitación la observaron, se quitó el vestido en la oscuridad. Nadie diferenciaría sus curvas. Y se lanzó a la piscina. Nadie le diría nada, como mucho la tacharían de bohemia. Nadó en el agua, se hundió hasta el fondo y allí gritó, despues salió a la superfície y continuó en el agua purificadora nadando, remojándose. El vestido dorado lo dejó en el borde de la piscina como el éxit que de nadie le servía. Entre el alcohol y la pena estaba en un punto intermedio entre la euforia de nadar desnuda y la pena de estar a punto de revolver los fantasmas.
Entonces recordó a Jim, recordó todas las veces que había tenido que lavar su propia sangre y haber maquillado sus heridas. Recordó el dolor de su sorpresa de los dieciocho. Recordó como le destrozó la vida. Recordó como echaba de menos a su madre, a su hermano. Como algun día volvería a ver a su padre pero que hasta entonces, no había llegado el momento.
-Vaya, vaya... Mira lo que ha traído la tormenta. -dijo una voz en la oscuridad, Nora no había oído los pasos al pasar más tiempo debajo del agua causando movimiento en ella. -¿Qué haces aquí? -el chico se fijo en la tela que había tocado con el pie antes de acercarse a la orilla de la piscina. -Y desnuda... -remarcó.
Nora nadó hasta él. Incluso en la oscuridad podía reconocer su rostro. Quería aprovechar el tiempo ahora que sabía que no estarían juntos demasiado tiempo. En otro momento, Nora le habría dicho cosas preciosas, en otro momento él la hubiera besado. Pero no era el momento, ni el lugar. Él tenía una reputación, ella una vida cruel. No eran compatibles pero tenían algo.
Dean continuaba quieriendo esa partida, más que nunca, en esas semanas había conseguido dejar a un lado todos sus amoríos y festejos. Los periodistas ya no le seguían, tan solo querían averiguar si eran amantes o pareja, pero en realidad eran algo mucho mas profundo que eso. Aunque fuera momentáneo e inefable.
-Refrescarme... -respondió. -¿Y tu? ¿Miras la piscina a ver si te apuntas a una fiesta? ¿O ya te aburrías de estar sin mi?
Los chicos rieron, él le apartó el pelo del lado, ella le cogió la mano sin saber del todo lo que causaba ese afecto. Prefería no preguntárselo.
-Más o menos... Los chicos son aburridos de ganar.
-Qué humilde... -le recalcó ella con una sonrisa.
Él separo la mano de la cabeza de la chica con una carícia, parecía poder leer la tristeza en esa oscuridad. La chica que no llegaba a tocar el fondo de la piscina hizo caer un anillo que el chico llevaba en la mano sin intención alguna. El chico miró rápidamente hacia abajo
-Perdona. -antes de que pudiera reaccionar, la chica se hundió hasta recuperar la joya y se la devolvió al hombre.
El agua en esa zona le llegaba hasta el cuello. No se averiguaba su silueta, a él no le importaba, lo prefería así. En esas conversaciones que habían llenado miles de horas había mucho más erotismo del que había sentido acostándose con las mujeres más bellas.
-Gracias. -le dijo él. -No crees que deberías salir, te vas a helar.
-Me gusta el frío.
-Lo que vas a sentir es el fuego de una buena fiebre.
El chico la convenció para salir con la idea de ir a tomar algo y hablar un rato, ella le propuso ir a su habitación, no hacía falta más información para curiosos. Rieron en recordarlas informaciones que daban las revistas del corazón.
La chica nadó hasta las escaleras y el chico la esperó allí quitándose la americana y recogiendo el vestido.
-¿Ben?
-¿Sí?
-Date la vuelta.
-Es verdad, perdona.
El chico lo hizó entregándole el vestido estirando el brazo a un lado con los ojos cerrados y de espaldas. La chica se lo puso rápidamente y le hizo saber que ya estaba lista. Él se giró y la vistió con su americana, le quedaba bastante grande. Ella se recogió su largo y mojado pelo con un moño y una goma que llevaba en la muñeca. Caminaron por el vestíbulo evitando la fiesta del comedor y a los trabajadores más propensos a dar exclusivas por cuatro perras.
Desaparecieron como la espuma del mar: misteriosamente y seductoramente. Llegaron a la habitación de ella. La amfitriona le ofreció un cigarro, él lo rechazó. Ella se tumbó en la cama, vestida y sin deshacerla. Él se iba a sentar en el sofá pero ella le pidió que no sé alejara tanto.
-¿Por que estás triste?
-Porque el pasado me persigue.
-A mi tambien... -el chico no mentía, ya se habían ocupado Bertha y sus amigas de que alguna noticia falsa entrara en los números de revistas de programas para gente aburrida. Siempre todo el mundo le recordaría como un mujeriego, un fiestero y un bebedor, aunque no fuera real. La única vez que había salido dos días seguidos con chicas distintas fue un fin de año en Paris.
-Estoy muy orgullosa de ti. -salió disparado de la boca de Nora antes de quedarse dormida.
El rostro del hombre se ruborizó por primera vez y simplemente no supo que hacer excepto taparla con la manta y dormir en la cómoda.
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap. 5
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Hay personas que son arte y todos pueden verlo.
Por eso hay quienes las envidian y quienes las aman. Nora siempre había encontrado la envidia de las mujeres sin querer. Las mujeres la habían odiado casi tanto como los hombres. Y sentada en la cena de acompañante de Ben Dean en la última noche de la primera semana era como se sentía, odiada. Cada una de las mujeres que estaban sentadas en el comedor y sala de baile la miraban con asco y ràbia, quizás porque llevaba un vestido de noche exclusivo de alta costura de Dior. El color negro de su traje sin espalda, atado al cuello de escote en "v" y falda de media pierna con mucho vuelo. Era precioso con diamantes y brillos. Parecía salida de una revista de moda, las modelos caerían a sus pies. El cinturón acentuaba su forma de guitarra y sus zapatos la hacían una escultura de baile. Se había recogido el pelo en unas trenzas en forma de moño clásico.
Cuando Dean la había pasado a buscar se había quedado sin aliento. La boca abierta había hecho enrojecerse las mejillas de la joven. Pues ella tambien estaba deleitada con el atuendo de su acompañante. Iban a conjunto sin haberlo preparado, parecían el rey y la reina del ajedrez. Realmente parecía un baile clásico de principes y princesas.
Entonces sentada con una copa de champán entre sus dedos, jugando con el cristal más que tragando las burbujas que todos se empeñaban en consumir. Dean se había mantenido sobrio como ella, habían celebrado que solo quedaban cerca de la mitad de los jugadores. Aitor tambien había conseguido mantenerse en la competición, estuvo a punto de renunciar en la última partida pero supo recomponerse e idear una escapada de su dama en medio del tablero.
De los cuatro jugadores que había conocido en la merienda entretenida, quedaban tres, uno había cometido un error garrafal y había firmado su despedida. Los otros tres eran claros competidores, sería fácil imaginarlos en la final contra a su amigo. Uno de ellos era un ex pupilo de un gran maestre.
Fuera como fuese, Nora estaba en una mesa medianamente cómoda. Estaban los amigos de Ben, Ben y un par de chicas. Júlia, Bertha y Claire. Por lo que Nora sabía Bertha y Ben eran viejos conocidos, habían jugado alguna vez hasta que ella se aburrió de perder y se mudó a Washington donde se casó con Peter Edwards, un conocido economista de la borsa. Júlia era la prometida de Cole y Claire la esposa de Joseph. Las parejas iban aconjuntados con elegantes vestidos y trajes de colores, todos se veían enamorados pero tan solo aquellos que no eran pareja, se veían cómplices.
Se podia notar que Bertha estaba celosa de Nora, como todo el restaurante. Pues no solo se veía bella e elogiada por su trabajo, tambien se veía integrada en las conversaciones de cualquier tópico.
-¿Y tu, Nora... vas a bailar?-preguntó Bertha, la mesa cesó su conversación. -Ya sabes, en la fiesta de después con todos los de la organización, músicos, periodistas... para hacer contactos.
Todos notaron el tono con el que la chica había preguntado. Estaba molesta por como durante esa semana no era quien había ocupado las tardes y noches con su viejo conocido. Pues ni cuando Nora estaba trabajando Ben había ido al encuentro de la visitante, en esos casos estudiaba estrategias, repasaba jugadas y admiraba las exposiciones que poco a poco se iban ilustrando en el salón de arte. Si la ignoraba no era porque ella no hubiera intentado llamarle la atención, había tratado de seducirle de todas las maneras que recordaba, pero él no pensaba olvidar lo controladora y manipuladora que en sus años como amantes había sido. En lo profundo sabía que si había roto con Elena, una de sus exparejas, era por su culpa. Pues cuando Dean quería a alguien rompía todo tipo de contacto con sus conocidas "amigas", abandonaba esa vida y con los años esa vida se le había vuelto absurda y repulsiva. Bertha fingió que había sido la amante del joven durante su relación, la única razón por la cual Ben no pedía que fuera expulsada era por la amistad que compartía con algunos de los otros jugadores; amistad, seguro...
-No creo que vaya a bailar con nadie que no conozca fuera de Aitor y los de esta mesa. Tranquila que ya conozco a la mayoría, te los puedo presentar si lo prefieres. -respondió ella, era en gran parte verdad. Llevaba demasiados años viajando y tratando a gente como para ahora ser ninguneada por unas piernas bonitas.
-No hace falta... -musitó, Bertha. Respiro y quisó volver a lanzar un ataque. -Debes de estar muy orgullosa. Todos te miran tanto... Te lo mereces.
-Gracias, es muy amable por tu parte. -contestó sinceramente.
-Bertha, ¿por que no vas a hablar con Louis? Me han dicho que está por ahí, quizás podaís hablar de los viejos tiempos... y así le das ánimos. -comentó Ben des de el lado de Waters.
-Si es lo que tu quieres... -la chica se levantó y se fue contoneándose sin ver que ya nadie le prestaba atención en aquella mesa.
"Si es lo que tu quieres..." ¡Qué asco! Pensó Nora. Agradecía la forma sútil de eliminarla de la situación, los otros comensales y ella estaban formando algo similar a una amistad. Parecía que podía encajar en algun sitio. Quizás no tendría porque vivir en las condiciones que había firmado con Aitor y Ben en charlas anteriores.
-Señores y señoras, damas y caballeros, es hora de pasar a la pista de baile. -anunció el presentador.
Dean y Nora se miraron, compartieron unos segundos mientras las parejas se dirigían a la pista de baile. La banda empezaba a tocar y los camareros se repartían para repartir copas de cava, vino y cócteles de lo más variados.
Ben se levantó y le ofreció la mano a Nora, parecía querer dejar todo su ego de narcisista sarcástico a un lado. Sus bromas y sentido del humor era tan solo era una manera más de entenderse entre ellos.
La chica la aceptó y le dió un medio abrazo, era lo más cerca que habían estado el uno del otro. Los dos podrían haber notado la piel de gallina del otro, la electricidad que se respiraba. Podían no conocerse de años pero se prometían décadas en sus versiones de miradas. Se comprendían y hablarse era como leer poesía.
-¿Qué te hace querer bailar conmigo, Waters?
-¿Qué te hace invitarme a bailar, Dean?
Se sonrieron y se abrieron pasó al dorado salón de baile donde las parejas ya habían iniciado sus danzas. En un primer momento sonaba un vals vienés, ellos prefirieron esperar a la siguiente melodia. Por la cabeza del chico cruzó la posibilidad de pedir una canción en particular... tal vez un tango. No le iba a desvelar a la chica que sabía bailar, ella tampoco iba a pronunciarse sobre sus habilidades musicales. Además, hacía tiempo de su último baile, desde aquella velada en Cuba donde danzó con Aitor antes de irse hasta Mallorca para evitar a quien la convirtió en Nora.
-¿Sabes bailar Tango?
-Puede...
-Entonces espera aquí un segundo. -dean se aproximó a uno de la banda y le hizó una petición para la próxima canción. "Mil pasos", un tango precioso que recordó de su viaje a Cuba para jugar contra Fischer en el torneo en honor a Capablanca. Era curioso que ambos hubieran pisado las mismas calles en distintos tiempos, habían escrito secretos y historias en las mismas áreas, en los mismos ambientes, sin poder imaginar que el viento desvelava el mismo calor para ellos, aunque no lo supieran, ya se habían acariciado antes. -Listo. -le aseguró al volver a su lado a primera fila de la múltitud para compenetrarse al ritmo en el siguiente tema.
-¿Qué has hecho ya, Dean? -preguntó irónica.
-Tu espera. -dijo sonriente.
Al estar de pie, muchas de las compañeras de feminidad la miraban todavía más, en especial aquellas que encontraban a Ben dean como un hombre atractivo y aquellas las cuales sus maridos habían observado a la joven. La incomodidad hacía a la muchacha mirar en busca de un cómplice sin querer mostrarse desconcentrada con su amigo. Por más que lo intentaba no era su perseverencia en permanecer serena lo que el ajedrecista captó, sino todos los ojos con desprecio o admiración por todos los del salón.
-Nunca he sido demasiado sentimental, ¿sabes? Pero eres una auténtica obra de arte, y te lo digo ahora antes de que seamos amigos y demos por dados todos los piropos. -habló él. -Que no te moleste, seguramente miran si somos pareja, con mi historial sería normal. Lo siento si estás pasando un mal rato, tan solo puedo asegurarte que tienen mucho que contemplar en ti, Nora.
Antes de que la joven pudiera emitir respuesta la canción había cambiado y se encontraban en la pista de baile. El joven le colocó las manos en la cintura y el hombro, ella le imitó con las respectivas posiciones.
-Respira y déjate llevar. -le susurró al oido.
En cuanto el ritmo emepezó, el chico empezó a marcar el compás y dirigir el baile. Ella se movía con gracia, parecía que hubieran ensayado toda la eternidad, ni un paso en falso, una seguridad de confianza del uno en el otro fascinante. Nora se sintió tan contenta que cerró los ojos y olvidó donde se encontraba o quien los observaba. Él lo tomó como un halago.
Sus amigos se apartaron de la pista de baile y los dejaron solos, la gente empezó a seguir su ejemplo y rápidamente fueron la única pareja al compás. Los suaves versos de la canción les dirigía con elegancia. Se fueron acercando hasta formar una sola persona bailando. Era verdaderamente bello verlos moverse, era como si surfearan un mar delicado.
Al acabar la gente aplaudió y todos los que la miraban con malos ojos se rindieron ante el espectaculo que acababan de regalar. De no ser porque algunas podrían haber estallado en odio, la velada hubiera sido perfecta.
Nora se dirigió al baño y Dean los despidió a los dos de sus conocidos, se venía un fin de semana de descanso antes de volver a jugar en lunes. La esperaría en su habitación antes de poder confesar ninguna exclusiva a los periodistas que sacaban las grabadoras de escondido.
-Anda... tu debes ser la nueva, espero que estés más que la última, almenos tu eres artista. El rollo bohemio le durará. -dijo una amiga de Bertha que esperaba a Nora en el espejo del baño.
-¿Perdona?
-Nora Waters, el alma de los pintores, del arte. Qué lástima que se vaya a olvidar por ser una más de la lista de Ben Dean. Pero bueno, mientras tu lo tengas claro no tengo que decirte nada más. ¡Hasta luego! -dijo marchándose evitando una respuesta por parte de la artista. -A y... no olvides que muchos se van despues de la noche, ya sabes, antes de que despiertes, te lo digo por si mañana ha desaparecido de tu habitación. -le dijo como si fuera una posdata verbal.
Curiosamente, a Nora no le molestó. Se sentía extraña pero ofendida no era la palabra. Podían decir lo que quisieran, ella sabía la verdad. Y estaba claro que su nueva amistad con el joven, era solo eso. Alguien como él no saldria con ella, jugaban a un juego, como siempre, eran profesionales en ello. Esa idea se la había grabado a fuego la misma noche que lo conoció.
Así que se peinó y lavó las manos, se dirigió al ascensor y se fue hasta la habitación de su cómplice, sería la primera vez que no se encontraba, a altas horas de la noche mientras bajaba a la cafetería a por un te despues de pintar, a Ben jugando a ajedrez con conocidos mientras hacían apuestas o estudiaban estrategias.
-Disculpe, señor Dean. -se coló un periodista a su lado y lo acompañó por el pasillo a su dormitorio. -¿Qué relación tiene con la joven que ha bailado con usted está noche? ¿Son pareja? ¿Está usted saliendo con la artista Nora Waters?
-Siento decepcionarle pero no tenemos ningún tipo de relación romántica. Somos amigos, nos conocemos hace tiempo pero no tenemos vínculo amoroso. Ella es una artista reputada y está trabajando aquí, nos hemos encontrado por casualidad y queríamos disfrutar de la noche bailando con nuestros amigos.
-Discúlpeme el atrevimiento pero, ¿no le parece que parecían algo más?
-Como no sea bailarines, no. -respondió divertido con la llave de la habitación ya en el mango de la puerta. Giró la llave y abrió para retirarse, no iba a dejar al reportero hablando sin parar pero iba a marcar él los tempos.
-Una última pregunta antes de que se retire, señor Dean. ¿Qué le parece que Nora Waters trabaje para este torneo? ¿Es esa la razón de que haya aceptado competir en este abierto?
-Me parece un proyecto interesante y una forma valiente de acercar el arte al público pero no es por eso que haya aceptado la invitación, quería defender el título en casa antes de viajar hasta Rúsia para el campeonato mundial en el próximo enero.
-¡Muchas gracias! Que tenga buena noche, señor Dean.
-Igualmente.
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-¿Cómo has escapado a los reporteros?
-Ai, Ben... digamos que una dama puede moverse en cualquier dirección.
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miriamgreenwood · 2 years
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Cap. 4:
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-Creo que todos van a soñar contigo esta noche.
-¿Incluido tu? -se atrevió a formular Waters.
Nora y Ben estaban en la terraza de la habitación de él, eran cerca de las doce de la noche, ambos tenían una copa en mano, era la post-cena de una noche que jamás olvidarían. Habían hablado de ajedrez, celebrado la ironia que compartían, conversado sobre las próximas semanas, habían discutido sobre la música y el cine, incluso formado una tregua para afirmar que "Dream a little bit of me" era una gran canción. Despues se habían reafirmado en como el arte te nace o te rompe pero para que sea arte te tiene que mover.
Ben no podía dejar de pensar en todo el tiempo desaprovechado. Nora no podía dejar de pensar en como lo echaría de menos.
Tres semanas. Eso es lo que tendrían. Tres semanas para condenarse a olvidarse. Ella no podía ligarse a nadie, era un riesgo tremendo y mucho mayor habiéndose conocido tan poco. Era una conexión auténtica, los dos la leían, sus orgullos eran perfectamente compatibles, era evidente que se admiraban respectivamente. Los dos se entendían y eso suele ser lo que todos necesitamos.
-Yo... yo soñaba contigo desde antes.
Ese forma de flirtear que se traían era mucho más que un juego. Y les gustaba, era un entretenimiento pero con significado. Se necesitaban pero tenían reputaciones y vidas... eran distintos para acabar siendo lo mismo. Quizás si Dean conociese toda la verdad de Nora, la vería con otros ojos.
-Qué bonito... -dijo sarcástica.
Se dieron una pausa, entonces él giró su espalda al firmamento y ella lo miró como quien ve una estrella.
-¿Iras a el acto de inauguración mañana por la noche?
-No lo tenía pensado, tengo mucho por lo que quedarme en mi habitación...
-¿ A sí? ¿Dónde está tu sentido del ritmo?
-Perdido, mejor no buscarlo.
Ambos rieron.
-En realidad, no sabía nada de ninguna fiesta.
-Ahora que lo sabes... ¿Vendrás?
-No tengo invitación, Ben.
-Pero yo tengo dos...
-Deberías aprovecharla con alguien que merezca la pena. -dijo ella entrando en la habitación y recogiendo sus cosas de encima del sillón. Vió el momento de irse en cuanto el corazón empezó a latir más deprisa.
-Waters, espera. -la frenó cogiendole el brazo con delicadeza. Era una de sus primeras tomas de contacto físico. No se vió crudo, se vió dulce y la chica se tranquilizó al compás de su pena creciente en su pecho. -¿Por qué no quieres venir conmigo?
Ella suspiró, cansada, no quería decir lo que él suponía. No tenía razón que le causará esa despreció y repudio hacia él, era un tema muy distinto. Si tan solo supiera que su nombre real era Anastasia Gold.
Le tomó la mano y el chico la miró atonito calmando sus ojos con la consciencia de los actos.
-Ben, no es que no quiera ir contigo. Es que no quiero que te acostumbres a mi. Almenos no a esta yo.
-¿Por qué dices eso? Nora, eres fantástica. Y te lo digo yo, que lo más sincero que soy es cuando me dan los buenos días y respondo que seran para ellos.
-No me conoces. Lo haces pero en realidad no. Hay muchos motivos para que no me conozcas.
-Quiero conocerte.
-Lo dices porque no lo haces. -el chico no podía esconcder la decepción aquella campaba a sus anchas por su rostro y sus elegantes vestimentas, se dejó caer encima de la cama de espaldas, era como si acabará de lanzarse al vacío. -Ben, no soy buena para ti.
-Tiene gracias que esa frase la digas tu.
-Ben, un día tal vez pueda contártelo pero hoy no es ese día. Te agradezco mucho que hayas sido tu conmigo pero de verdad, aquellos que me conocen siempre salen lastimados. No te lo mereces, eres bueno, sarcástico y creído, pero bueno. Ójala te hubiera conocido antes. Entonces mi historia sería diferente.
-¿Dijiste que te encontraría si sabía buscar, no?
Él rememoró su sentencia final la primera vez que se vieron y hablaron.
-Sí, pero es mucho-
-Espera, ahora hablo yo. No es mucho más complicado. -dijo sabiendo como iba a terminar esa frase. -Te he econtrado y no quiero perderte tan pronto. Tenemos tres semanas. Podemos pasarlas juntos y ver si de verdad eres tan horrible como crees y yo tan santo como me pintas, al final verás que tengo un infierno en mi interior y yo veré que no tenías razón, una vez en tu vida. Dame una oportunidad, además, prometiste una partida. Voy a ganarme el mérito de ser tu rival.
Ella no sabía muy bien qué palabras ordenar para responder. Deseaba poder cumplir los deseos de aquel chico que le estaba devolviendo el corazón y la vida.
-¿Tres semanas? -preguntó ella, él asintió con la cabeza. -Entonces me tendré que acostumbrar a tu rostro porque quiero que sea el que pinte en la final.
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Nora salió a córrer la mañana siguiente. El mundo estaba en calma, el mundo callaba, el mundo la necesitaba y ella odiaba al mundo. En cada paso que daba no podía olvidar las últimas palabras del hombre que le impedía permanecer demasiado tiempo en un país, con un perfil bajo y siempre corriendo, escondida de si misma, de sus propias posibilidades. 23 años podían pesar más que cien años de soledad.
Ben estudió con un par de libros y eligió que aperturas serían las afortunadas de confeccionar su precioso juego. Su primer oponente era alguien de bajo calibre, estaba claro que podría liberarse de él en menos de quinze movimientos.
Aitor estaba en la cafetería viendo como los primeros reporteros llegaban, la tensión estaba en el aire, la emoción se dibujaba con trazo nervioso. Los jugadores empezaban a aparecer con deportividad y el salón de actos los miraba sin piedad, tal vez, porque en unas semanas tan solo serían dos los que podrían devolver el reflejo a esa lúgubre sala.
Llegó la organización del torneo y con ella, viejos conocidos, las mujeres de los jugadores y las curiosas, pocas para ser sinceros, casi todas se saludaban por cortesía aunque ellos era más hipócritas que ellas.
Nora llegó a tiempo para prepararse y Ben supo cual era el segundo para llamar a su puerta al verla entrar por el lobby del hotel por la ventana. Dean conocía que no podían entrar juntos al salón de actos pero eso no le impediría saludar a una amiga en el primer de su contracto amistoso. El chico reconocía que vería caras conocidos, no solo por sus adversarios o los entrevistadores que querrían conseguir una entrevista, un artículo, un rumor... algunas de las curiosas, podrían ser antiguas lunas. Ellas sabían que debían mantener su anonimato, almenos hasta que el sol se despidiera dando nota a un reencuentro. Poco veían que Dean había cambiado mucho en poco tiempo, sin embargo, seguía siendo un hombre de viejas costumbres.
-Toc, toc toc. -sonaron tres golpes a través de la música que salía del tocadiscos de la habitación 102.
-¡Un momento! -Nora salió del baño a medio vestir y recogiéndose el pelo una vez secado. Abrió para sorprendrerse y coger el abrigo de detrás de la puerta para taparse, no estaba desnuda pero la vergüenza es algo muy relativo. -¡Ben! -exclamó mientras él se divertía con su reacción. El chico entró en la habitación y ella volvió al lavabo para terminar de acicalarse.
-Quería darte los buenos días y te venía a decir que hay un tal... Davids... Aitor Davids, diría, que pregunta por ti. Es jugador, lo nombraste ayer así que supongo que os conoceís. -la chica activó una nueva velocidad para arreglarse en cuanto escuchó ese nombre.-Me ha dicho que te diga que quiere hablar contigo al acabar su partida, se ve que no soy el único con orgullo en este torneo.
-Para tu suerte, no. -sentenció saliendo del baño con un precioso conjunto de falda de tubo hasta las rodillas y una blusa sin mangas con cuello alto y espalda trabajada. Un cinturón ajustado y unos tacones delicados marcaban su figura. En vez de su habitual coleta, llevaba el pelo liso con una diadema dorada que le perfilaba su aspecto. Dean no tuvo otra opción que admirarla. -Y respondiendo a tu pregunta, sí, le conozco. Éramos amigos en la universidad, jugamos juntos un par de veces hasta que me fuí a Venecia unos meses. -la chica se movía por la sala como un maremoto, cogiendo utensilios de dibujo y enseres que necesitaría al largo del día. -¿Listo? Pues vamonos. -afirmó dando un golpecito en el brazo del joven.
Salieron y cerró la puerta asegurándose de espantar a los curiosos.
El chico sacó de su espalda un café escondido, se lo entregó, era su misma petición de la pasada tarde en un vaso portable y su nombre en él.
-Gracias, no tenías porque. -le agradeció ella.
El chicó se veía complacido. Salieron directos por las escaleras, los jugadores del día anterior los saludaron y los llamaron a su encuentro.
-Está preciosa, señorita Waters.
-Tratadme de tu, a menos que queraís seguir la partida de Ferbuson, en ese caso no llegareis a jugar hoy. -todos se vieron graciosos por su sútil amenaza.
En cuanto el presentador del evento fue a dar su discurso inaugural y a ir llamando a todos los jugadores, Nora empezó sus primeros retratos a la otra punta de la sala de donde se encontraba Ben. El joven se centró en la partida y en dar la mano a su primer rival, no podía perder de vista a su conocida.
La chica vió finalizar algunas partidas de los jugadores con más categoria, en su mesa vió dar jaque mate encuarenta movimientos y más de media hora. Tenía terminado su trabajo y iniciado el de la mesa de al lado. Eran trabajos rápidos, no se trataba de dar todo tipo de detalle, para eso ya tenía las relaciones que jamás podría mantener en pie.
En acabar la suya tambien dió la mano a los jugadores y aplaudió cuando se fueron.
Los chicos que habían sido eliminados en el primer día la acompañaron a un comedor a parte para poder ser retratados. Tardó dos botes de tinta china y dos carboncillos en tenerlos a todos. Fueron veinte. Quedavan ciento cuarenta-y-cuatro. El dia siguiente jugarían diez partidas más, así progresivamente hasta terminar las primeras dos semanas, en la última jugarían por rondas sumando puntos hasta que lo dos con mayor puntuación se batieran en duelo. Esa partida sería la más lonjeva, el cuadro de mayor formato y más precisión. Nora estaba convencida de que uno de los rostros seria el del elegante compañero nocturno, tan solo esperaba que el segundo clasificado no fuera Ferbuson. De serlo no habría quien lo aguantara.
La chica vió el final del día en su limonada al atardecer, se sentó en una de las tumbonas del jardín, miraba una de les fuentes, sus peces y pájaros, los niños que corrían y las mujeres que la observaban. Siempre había sido demasiado contemplada, pero eso ya era otra historia.
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miriamgreenwood · 2 years
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miriamgreenwood · 2 years
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