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Railay West Beach | Thailand | 2024

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Yogyakarta, Indonesia 🇮🇩

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Flower Dome 🌼

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Treasures of the orient….

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Sea Life Bangkok, Thailand

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Hạ Long Bay - July 2023

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Background Music [by Audioknap]

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The Icon of Singapore, The Merlion

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“Privileges I have in Japan that I don’t have in America”

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What a time to be alive, big up the 3D museum (Da Nang, Vietnam, March 2024)

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Tiempo, un café y una limonada sin azúcar.

Desde que soy pequeño vivo en cierto modo obsesionado con el tiempo.

Siempre he tenido claro que es lo más valioso que tenemos y, sin embargo, nunca he entendido lo mal que (a mí entender) lo empleamos. "Malvivimos" 5 días a la semana para poder disfrutar uno o dos, de los cuales -encima- la mitad estamos durmiendo.

Siempre he pensado lo bonito que sería poder realmente disponer de mi tiempo e ir un poco más allá, ver qué hay alrededor del mundo, descubrir cómo invierten su tiempo otras personas y enriquecer el mío por el camino.

Para ello, el primer paso era mentalizarme en no tenerle miedo a las cosas o, mejor dicho, asumir que el miedo (y, sobre todo, la incertidumbre) es una sensación natural consustancial al ser humano, pero siendo también consciente de que muchas veces ese miedo es irracional, y es este segundo el que tenemos (o tengo) que intentar dejar de lado. Quién me conoce sabe de mis miedos a las aves (sí, una fobia absurda que he heredado de mi madre y que, cuando cuento, suele originar cuanto menos una carcajada); o mi miedo a hablar en público (es superior a mí: se me traba la lengua, empiezo a sudar y el discurso puede tornar en lo ridículo). Se trata de miedos irracionales, ya que no creo que un gorrión pueda suponer ninguna amenaza real, ni hablar delante de un grupo de personas pueda condenarme al ostracismo, por muy mal que lo haga.

Pues bien, otro de los miedos irracionales con el que viven la mayoría de las personas (al menos en occidente) es el miedo a salir de su zona de confort; cambiar de trabajo, pareja o vivienda puede convertirse en una auténtica pesadilla por una cuestión puramente cultural. Y en eso, creo, tengo yo algo de ventaja. En ocasiones pienso que es parte del legado que me dejó mi difunto padre, o simplemente que mis propias circunstancias y experiencias vitales han determinado que asuma los cambios con bastante normalidad. Sea como fuere, lo único cierto es que no he sentido ni un ápice de miedo en ningún momento desde que empezamos a planear esta aventura, he tenido siempre claro que quería hacerlo y que era el momento, y que además contaba con la mejor compañera de viaje que se puede tener.

Y el momento llegó, y empezó esta locura. Y aquí me encuentro ahora, escribiendo estas líneas en una playa de la isla de Koh Rong mientras me tomo un café (Candela un limonada, después de insistir al camarero varias veces para que no le pusiesen azúcar), y sintiéndome inmensamente afortunado por todo lo que estoy aprendiendo, viviendo y sintiendo. ¡Y ojo que todo no es de color de rosa! Que nadie me malinterprete, que acostumbrarse a este clima no es fácil, ni a las continuas picaduras de bichos (que no sabes ya ni cuáles son), ni a vivir con un presupuesto ajustado que nos permita mantenernos durante un tiempo mientras encontramos trabajo... Pero lo que recibo es, con creces, muchísimo más que todo lo que me está costando.

Seguiremos disfrutando de estos ratitos de felicidad que nos regala la vida.

Gracias por leernos y un abrazo inmenso desde esta pequeña isla.