#lector beta
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lisamstng · 1 year ago
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Busco Lector Beta.
¡Hola! Como lo dice el título, estoy buscando lector beta.
Es para una historia de Jungkook ambientada en una ciudad ficticia donde hay carreras callejeras ilegales.
Me gustaría más que nada revisión de redacción, ortografía y coherencia dentro de la trama y el mundo.
No es el centro de la historia, pero la pareja es Jungkook x OC Femenina.
Me gustaría un lector beta de preferencia mayor de edad y que no le incomoden las escenas subidas de tono y algunos temas fuertes.
Para más detalles pueden enviarme mensaje, ya sea por aquí, o por mi Wattpad.
Muchas gracias.
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adictabooksbyeli · 11 days ago
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#Artículo ¿QUÉ ES UN LECTOR BETA? | Artículo
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Servicio de Lector Beta
¿Buscas un lector beta que te brinde una opinión sincera y constructiva sobre tu obra? Mi nombre es Manuela Sánchez, soy escritora y docente con experiencia en lenguaje y literatura contemporánea. Junto a mi equipo puedo ayudarte a perfeccionar tu manuscrito y llevarlo al siguiente nivel. ¿Qué ofrezco? Comentarios en línea: Mientras leo tu texto, dejo anotaciones con mis impresiones inmediatas,…
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chaskafrost · 2 years ago
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Lector beta
Hola!
Soy escritora de fanfics Stucky y estoy en búsqueda de un lector beta que pueda ayudarme con mis historias. Los interesados o interesadas por favor pueden escribirme por chat privado (y para una mayor información).
Muchas gracias ✨
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postrada · 3 months ago
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¿Lectores beta?
Estoy escribiendo una novela (corte experimental 🧪 se esperan críticas mordaces)
—Octavio Paz
🧪🧪🧪🧪🧪🧪🧪🧪
“Las revoluciones son las encarnaciones modernas del mito del regreso a la edad de oro”
“La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”
—Alejandra Pizarnik
“No sé si me explico
Lo que quiero decir es otra cosa”
—Nicanor Parra
PRIMER CAPÍTULO (SIN EDITAR)
El verano irrumpió con una ola de calor abrasadora. Desde la mañana, los rayos del sol aparecieron derritiendo la cordillera. Ese sol azotaba con una tenacidad brutal, pero los vientos eran tales que el cielo engañaba disfrazado de tibieza; la fuerza era tan imparable como el calor. La radiación castigaba a quienes, ingenuos, se detenían a observar las escasas nubes. El cielo resplandecía y los deambulantes se alertaban frente a los trozos de vidrio y latas de cerveza que reposaban peligrosas en las orillas de terrenos descuidados. La basura se acumulaba en las bermas de los caminos, allá arriba en la montaña, en Cajón del Maipo. Subiendo por El Toyo, entre dorados opacos, una botella arrojada al borde de un pastizal seco consiguió que Marta detuviera su elegante automóvil para recogerla. Ella bajó de su vehículo pisando de cuclillas para no enterrar sus tacones de aguja en los suelos blandos, y se inclinó para alcanzar esa botella que debía ser reciclada. La Región Metropolitana jamás había recibido un verano tan agresivo. La prensa incipiente, especializada, debatía y especulaba, con algunas voces denunciaban la degradación de los ecosistemas. Por ello, Marta deseaba contribuir a la preservación de la naturaleza con la que se rodeaba. Volvió a subir al automóvil, ajustó su cinturón de seguridad y sintonizó la radio, mientras presionaba un cigarrillo contra el encendedor del vehículo. Con su pie en el acelerador, se mantuvo en los márgenes de los límites de velocidad, conduciendo a su casona mientras oía cómo los santiaguinos se sofocaban a los pies de la cordillera.
Sus manos se aferraban con fuerza al volante, dejando marcas en sus palmas con la presión de sus uñas. Había ocupado su mañana en reuniones con los nuevos arrendatarios del olivar en su propiedad, pues llevaba años viviendo en terreno heredado que no sabía cultivar; un terreno que se había regalado a la subestimación de una riqueza que se evaporaba igual que los citadinos en el calor de ese irreal diciembre. El ardor irritaba su brazo como las pizarras llenas de números irritaban los rincones de su mente. Ella intentaba borrarlas en un intento por reanudar su rutina y centrarse en sus quehaceres. Viajaba en su automóvil, oyendo las noticias en una recóndita estación de radio: Calentamiento global, repetía el locutor, una y otra vez.
«Tengo que salvar mi terreno antes de que se derritan los polos» se decía ella, pero la antena del vehículo cortando la ventolera le impedía escucharse a sí misma. «Podría ser peor. Podría vivir en Santiago, como Pilar» pensaba, con una gota de sudor recorriendo su frente «El plazo y la renovación del contrato» se repetía sin cesar «Si no arriendo esa casa, mi patrimonio se convierte en peso muerto». El sonido del bíper en su cartera se mezclaba con las nubes de humo encerradas junto a sus preocupaciones en ese automóvil. El viento soplaba feroz, calmando el calor en las alturas con rachas que destruían los tejados más débiles, y Marta sentía todo su atropello entrando por las ventanillas. «Faltan arreglos en el techo de Pilar» decía, mientras estacionaba en su residencia. Marta bajó del automóvil, tomó su cartera y cerró la puerta con una suavidad que apenas se oía. Se detuvo frente la entrada de su casa, esforzándose por inflar su pecho para respirar el aire que subía escapando del smog de la ciudad.
En la ciudad no había terrenos que rescatar. El hormigón en los edificios comenzaba a calentarse y la vida allí se hacía insufrible. Aunque todavía no se sentía completamente la crueldad de la temperatura, los transeúntes intentaban disimular su bochorno y transpiración, caminando por las veredas tan desabrigados como si fueran las dos de la tarde. Santiago centro despertaba en su propio caldo, cociéndose en un horno. Las chaquetas holgadas de los trajes colgaban de manos sudorosas, y el tafetán de las faldas de lápiz se pegaba a piernas que marchaban incómodas. Pilar observaba toda la prisa de los citadinos desde un séptimo piso, preparándose para recolectar las pertenencias de su familia. La urgencia era innegable; ella debía abandonar la ciudad. «Imposible cómo caen los patos asados —pensaba, con el apremio de dejar ese departamento—, no se aguanta un segundo más en este lugar» terminó por hablar en voz alta, antes de levantar a sus hijos. Aquel era el día de su mudanza a Cajón del Maipo. Ella había firmado un contrato de arrendamiento con Marta Santibáñez, quien ponía en renta una porción de su propiedad. Pilar siempre supo que su paso por Santiago sería transitorio, pues, con su llegada a Estación Central, fue embestida por una desidia comunal que bordeaba la antipatía, y con esa malvenida comprendió que no podía quedarse por demasiado tiempo. Así, su estadía en la capital no llegó a soportar los tres meses; tres meses de cesantía, tres meses de problemas financieros, tres meses de la energía de sus hijos encerrada en cincuenta metros cuadrados. Pilar añoraba intensamente su antigua vida en los campos de Frutillar. Recordaba su amplio jardín, los paseos al bosque y la imagen de sus hijos corriendo por los pastos junto al lago Llanquihue, pero la vuelta al pasado había dejado de ser una alternativa en cuanto puso un pie en la estación ferroviaria. Esa mañana de fuga, Pilar miró por última vez una realidad que creía inmutable y decidió que su vida allí no podía entregarle el futuro que se había prometido a sí misma, ni el que le prometía a sus hijos. Así, ella subió con los niños al tren, aunque el cierre de puertas se sintiera como una guillotina para su nostalgia embustera.
Con un rostro derrotado y desteñido, Pilar caminó hasta el espejo del cuarto de baño para peinar su cabello. El cepillo se enredó por completo entre sus rizos y ella, a tirones, lo separó de su cabeza. Sentía ejercer una fuerza sobrehumana que arrancaba su cabello a mechones, pero Bastián, su hijo mayor, la miraba a través del marco de la puerta, asustado por el letargo en los brazos de su madre. Creyéndola en una vorágine de emociones que él siquiera conocía, el niño decidió volver a la habitación para ayudar a su hermano menor, Felipe, a empacar sus juguetes. Él evitaba alterar a su madre, pero, de pronto, Pilar desistió de la dolorosa tarea de peinarse, dispuesta a entrar en el cuarto de los niños. Golpeó en la puerta y la abrió con suavidad, encontrándose con Felipe sentado sobre un bolso mientras Bastián intentaba cerrar la cremallera. «¿Ya guardaron todos sus juguetes?» preguntó. Bastián tomó uno de sus camiones y lo empujó con fuerzas dentro de ese bolso que se negaba a cerrar. «Si mamá, ya no nos falta nada» respondió el niño. «¿Seguros?» insistió ella, alzando una ceja y dirigiéndose a Felipe, quien se movía a la orilla de la cama con una expresión tan presente como ausente. Pilar se les acercó y se sentó sobre el bolso: «Ya hijo, ciérrala». Decidido, Bastián luchaba contra el cierre de ese bolso rebelde mientras Pilar intentaba hacerse más pesada, respondiendo con su risa a las carcajadas de Felipe. Sin decir palabra alguna, Felipe se unió a Bastián y, luego de varios intentos, consiguieron cerrar el bolso. «Muy bien. Póngase los zapatos, que ya nos vamos» Pilar abrió las puertas de un armario vacío, contenedor únicamente de dos pares de zapatos. Se los entregó a los niños y los apresuró para que se alistaran antes de entregar el departamento. Caminó a la sala de estar y, con las llaves en su mano, se sentó en el sofá pensando en la extraña mujer junto a quien ahora viviría. No conocía nada de ella, salvo su imperturbable sonrisa; esa sonrisa que parecía desconectada de los ojos brujos en el rostro de Marta. Pilar no sabía qué esperar de esa nueva relación, pues parecía amistosa, aunque toda la presencia de Marta le era un enigma inquietante en su perfección.
Mientras tanto, en la gran casona, Marta buscaba las llaves de la casa que arrendaría a Pilar, en un cajón en su escritorio adornado con fotografías de su boda y su familia. Ella pensaba en Pilar y en su abrumador estancamiento en el centro de la ciudad. Pensaba también en los hermanos y en la increíble rapidez con la que incluyeron a su hija, Clara, en su juego durante la primera visita de esa familia a la residencia. Marta contemplaba la soledad de Clara y, para ella, esa nueva amistad emergía como una balsa de rescate. Aferrándose a ese pensamiento, cerró un gran libro de cuentas, sentada en su oficina impecablemente limpia y ordenada, que encerraba los documentos que evidenciaban el declive de su opulenta vida. Con su mano en una taza de porcelana sobre la cubierta del escritorio, ella repasaba los documentos que le había entregado su corredora, con la precisión de quien busca un error temiendo encontrarlo. Presionaba su pulgar contra sus labios, teñidos de un tono rosa pálido que pretendía naturalidad, pero delataba artificio. Con la determinación de su voluntad, ella cerraba su puño, pues su antiguo hábito de arrancar sus pestañas la desafiaba. El futuro era tan próximo como incierto, siendo Marta una figura inamovible, pero erosionada por el miedo al cambio. Su herencia se perdía, su estatus tambaleaba y su firmeza la abandonaba, pero su vida no se desmoronaba, pues aquella era una consecuencia inaceptable; su dignidad pendía de esa tranquilidad solemne.
«Todo en orden» suspiró con la mirada fija en la ventana que encuadraba las vistas del olivar, árboles de prosperidad puestos a prueba en manos ajenas, y se tomó una pausa antes de archivar los documentos en la carpeta que entregaría a Pilar. Ella se los llevaría pronto, y Marta sabía que, al despedirse de esa carpeta, se despediría también del control que solía tener sobre una vida que creía inquebrantable. Así, volvió a suspirar, archivó los documentos y sonrió para sí misma antes de cerrar la cubierta. «Esto va a funcionar» tomó la carpeta y salió de la casona por los ventanales del salón de visitas, caminó por uno de los corredores exteriores, sobre el crujido casi inaudible de sus tablas de madera fina, y cruzó la terraza. El sol ardía aún más despiadado que en Santiago, allí, en alguna altura de El Toyo; sin embargo, el viento soplaba igual de feroz, calmando el calor con rachas que destruían los tejados más débiles. Marta caminaba en favor del viento, a un paso apresurado, pues sabía bien que el clima mentía y que un baño de sol la insolaría por completo. Entonces, atravesó los jardines para entrar en la casa que había construido sobre el terreno donde solían vivir los empleados. La casa no era demasiado grande, pero tampoco era pequeña, y la terraza elevada fuera de la sala de estar le otorgaba vistas de postal todas las tardes despejadas.
Marta dejó la carpeta sobre la mesa del comedor para volver a asegurarse, por última vez, de que todas las llaves de agua funcionaran perfectamente y de que todas las ampolletas encendieran sin problemas. Ella llevaba una hoja de papel con varias indicaciones y sugerencias: los canales de televisión por cable, las direcciones de los comercios más cercanos, hasta los parques y reservas donde Pilar podía llevar a pasear a sus hijos. Fijó la hoja a la puerta del refrigerador con un imán y salió a la terraza con el mirador que daba a la quebrada. Ante ella se desplegaban dos cumbres rocosas, solapadas, con varias raíces aferrándose a los áridos pliegues de sus faldas. Marta observó por un momento: «Y pensar que un día este mirador lo compartieron varios empleados… No sé en qué estaba pensando mi padre» sacudió una mota de polvo de su vestido y se dio una vuelta al oír los silenciosos pasos de Clara explorando la casa.
La niña se movía con curiosidad. Sus pequeñas manos, ya despojadas de cutículas toscas, se volcaban al tacto de aquello que sus ojos capturaban: las densas cortinas de tela brillosa, la alfombra antigua en la sala de estar, el tapiz floral de los sillones y las borlas del mantel en la mesa del comedor. La casa había sido construida recientemente y ella jamás la había visto amoblada, sintiéndose abrazada por la paleta otoñal que en ese momento la rodeaba. Clara se paró frente a una estantería adornada con varias figuras de cerámica y comenzó a ordenarlas en una gradiente de colores, aislando un pajarito rosa que no le agradó a la vista, aunque no pudo evitar sentirse mal por él. Los pequeños animales de distintos colores se formaban en una fila a la voluntad y pulcritud de la niña, y ella les daba nombres e historias. El pajarito rosa no dejaba de llamar su nombre con un susurro silente, pero Clara decidió ignorar su lástima. Marta caminó hacia ella y acarició los largos cabellos de su hija: «¿Te gusta cómo quedó la casa?». Clara giró su cabeza y levantó la vista para encontrar el rostro de su madre. «Ese adorno era de la señora Ilda» Marta señaló una de las figuritas en la fila de Clara. «¿Qué le pasó a la señora Ilda?» quiso saber la niña. Marta meditó un segundo antes de responder: «Ella se tuvo que ir. Tenía que cuidar a su mamá». «¿Y por qué destruyeron su casa?» la voz de Clara se oía como un problema para Marta. «Hija, tú sabes que tu papá y yo construimos esta casa para tu bisabuelo, pero él está demasiado enfermo para vivir aquí». «Pero…» Clara calló y Marta descendió su mirada hacia ella «… ¿Pero?». Un ruidoso silencio las separó por un instante, hasta que Clara dio un paso atrás y tomó otra dirección: «¿Aquí van a vivir mis amigos?» su pregunta era, más bien, una afirmación que ella deseaba confirmar. «Sí, ellos van a vivir aquí y vas a poder venir a buscarlos para jugar cuando quieras» sonrió Marta. Clara le devolvió la sonrisa y Marta tomó su mano para enseñarle bien la casa que arrendaría a la familia Salinas; le mostró las habitaciones, los cuadros que había elegido para decorar las paredes y el mirador en la terraza trasera. Clara se veía entusiasmada, esperando con ansias la llegada de sus nuevos amigos. Bastián y Felipe supieron mostrarle un mundo que ella no conocía. Le llamaban el juego de la cámara; un mundo existente únicamente en la imaginación de los hermanos, donde coexistían todas las películas que habían logrado marcar la manera en que ellos miraban la realidad. Allí, esas historias se hacían infinitas y narraban tantas tramas como Felipe y Bastián desearan. Fue a ese mundo donde invitaron a Clara sin preguntar ni exigir nada, entrando ella como si ya perteneciera.
Antes de abandonar definitivamente el departamento donde habían intentado vivir, los hermanos decidieron asomarse una última vez por la ventana, para despedirse de esos paisajes grises que les recordaban a las películas de acción que conocían de la gran pantalla. Los edificios antiguos, bajo la sombra de colosos de vidrio blindado, se escondían de sus vistas. Los monumentos que se elevaban, con una autoridad maquiavélica, sobre las viejas estructuras construidas durante el siglo anterior, infundían la presencia de villanos modernos en el juego de los niños. Para Bastián y Felipe, Santiago centro era el tipo de ciudad donde los superhéroes se disfrazaban durante el día para protegerlos por las noches, y, aún sintiéndose forasteros, encontraban la ausencia de límites tras el tedio y la monotonía que ahogaba a los santiaguinos. «¿Crees que volvamos algún día?» Bastián miró a Felipe sin esperar respuesta alguna. La mirada de Felipe se cruzó con la de su hermano, sugiriendo un pensamiento que Bastián no supo descifrar. «Me gustaría volver —comentó Bastián—. Nunca fuimos al parque de diversiones —volvió a admirar las vistas y giró su cabeza con los ojos bien abiertos—. ¡La diversión total!» dijo, con su mejor imitación del locutor de la propaganda televisiva. Felipe le dirigió a su hermano una última mueca y volvió a entrar en el departamento para buscar el caballito de madera que Clara le había prestado. Aquel era un objeto elegante y delicado y Felipe no quiso forzarlo dentro del bolso con el resto de sus juguetes, así que lo guardó en una calceta y se lo entregó a su madre para que lo guardara en su cartera. Pilar lo tomó y envolvió la calceta en una página del periódico de ese día, cuidando que el caballito no escapara de su envoltorio. «Barco Pirata —leyó—. Restauración de atracciones en Fantasilandia». Una sonrisa se dibujó en el rostro de Felipe; sin embargo, al buscar un espacio para el caballito en sus bolsillos, Pilar dejó caer una fotografía instantánea de la parcela donde solían vivir. Se agachó rápidamente y tomó la fotografía, la dobló y volvió a esconderla en su bolso, pretendiendo que no era más que una boleta. Ella intentó acercarse a su hijo, pero Felipe desvió la mirada. Entonces, con una inhalación profunda, Pilar decidió que ya era hora de marcharse: «¿Todo listo? Ahora sí nos vamos, el arrendador viene en camino».
La familia esperó en la sala de estar por un momento, hasta que el arrendador entró en el departamento. Él intercambió trivialidades con Pilar y ella entregó las llaves, mirando en sus ojos por última vez. «Buena suerte» fue lo que el arrendador le dijo a los Salinas al despedirse. Pilar, Bastián y Felipe caminaron hasta el paradero cargando su equipaje. El lugar estaba vació, así que los tres se sentaron en la banca. Mientras esperaban a que pasara la micro, Pilar les contaba a sus hijos sobre la nueva escuela a la que asistirían al terminar el verano, donde ella enseñaría. Sin aparente interés en la conversación, Felipe se levantó y movió sus diminutos dedos siguiendo el trazo del mapa en el panel del paradero, dirigiéndose a Pilar con una interrogante en sus ojos. «Ahora vamos a vivir en un lugar distinto… Más grande» respondió ella, con una sonrisa, pero, con una expresión incrédula, Felipe volvió a sentarse en la banca del paradero junto a su hermano. Pilar dejó las maletas en la vereda para buscar dentro de un bolso unas cajas de jugo para los niños. Bastián aceptó el jugo, ajustó la bombilla y se lo entregó a Felipe antes de perforar el suyo, costumbre que Pilar siempre admiró con ternura.
Los niños subieron a la micro, aferrados a los pantalones bombachos de su madre, y la familia se encontró con un tumulto tan estático como enajenado. Los hermanos nunca se acostumbraron a las micros amarillas y se perdían, apretados, en la discordia de piernas que no encontraban su lugar. Los universitarios entraban por las puertas de atrás, negándose a pagar su pasaje, y la estampida arremetía a Felipe y a Bastián con una brusquedad que, hasta ese momento, descreían. Felipe cubrió sus oídos sin contener su llanto, pero, desde su encierro, nadie más podía oírlo. Bastián miraba los zapatos de los pasajeros, sintiéndose un extraterrestre en un planeta no identificado. Las personas en esa micro se empujaban sin disculparse, presentándose como distorsiones de aquello que ya conocía. Bastián buscó a su Felipe en esa jungla de piernas sin dueños, creyendo que todo debía verse aún más aterrador para él, pues era un tanto más pequeño. Lo encontró y, al notar que lloraba, llamó la atención de Pilar. Ella se agachó, buscando territorio para sus pies e intentó cargar a Felipe. Una joven mujer no fue capaz de ignorar los esfuerzos de Pilar por consolar a su hijo, así que cedió su asiento y la familia lo compartió. Los tres se sentaron en el mismo asiento junto a la ventana.
«¿Van bien?» preguntó Pilar. Bastián asintió, ella besó su cabeza y él se inclinó apoyándose en su pecho y acercándose a su hermano menor. Tocó el hombro de Felipe con su dedo índice y, al llamar su atención, le dirigió unas muecas para hacerlo reír. «Cabeza de huevo» le decía con cariño. Ambos niños decidieron pegarse a la ventana y señalar cada automóvil azul que veían, mostrándose indiferentes al cambio de paisaje entrando y saliendo de distintos barrios. Atravesando Puente Alto, la micro pasaba por varios resaltos sin reducir su velocidad. Las vistas ya comenzaban a cambiar de manera notable, y Pilar examinaba los edificios que disminuían en tamaño hasta volverse casas. Observaba el confuso graffiti en los muros de algunas viviendas que parecían pelear entre ellas, intentando no agobiarse ante la confrontación. Así, ella sostenía a Felipe, quien se sentaba en su rodilla y no dejaba de resbalarse, mientras Bastián se recogía en el rincón.
Se bajaron en un paradero en Puente Alto y tomaron un bus hasta San José. Allí almorzaron y luego subieron a un colectivo que los dejó en una casona colonial en El Toyo, junto al río. Ya conocían la casa, pero no habían tenido la oportunidad de explorar sus espacios. La construcción era de dos pisos y tenía muros de adobe pintados de blanco, con corredores exteriores terminados con suelos de madera y barandas talladas. La puerta principal resaltaba sobre unos cuantos escalones detrás de una fuente de agua, y su color caoba armonizaba con las flores rojas de la madreselva que trepaba los muros. Pilar miraba el lugar sintiéndose completamente ajena. Intentaba incorporarse, pero el portón estaba abierto y los hermanos corrieron hacia la fuente para jugar con el agua. Bastián miraba esos corredores, robustos y amplios, imaginando una carrera con su hermano a lo largo de ellos, mientras Felipe caminaba en contra del viento con dificultad y unos ojos que parecían fijos en las frágiles barandas de los corredores. Cargando las maletas con firmeza, Pilar caminó hasta la puerta principal, llamó a sus hijos con seguridad, les recordó que debían comportarse, y tocó el timbre.
Marta oyó la campana desde la sala de estar, cerró el libro que leía, acomodó su vestido y caminó hasta el vestíbulo. Allí pudo notar cómo las rosas en la vasija del arrimo frente a la puerta, parecían desordenadas. Entre el bermellón aterciopelado de sus pétalos, sobresalía una mancha gris, indicio de una vida desvanecida y arrancada de la tierra, en aquella rosa. Marta removió ese pétalo cuidadosamente y ordenó el resto, en una especie de caricia, para restablecer el vigor en su arreglo. Guardó el pétalo muerto en uno de sus bolsillos y se miró en el espejo sobre el arrimo para revisar su peinado. Se miró sin decir nada, con una seriedad que inevitablemente se transformó en sonrisa. Entonces, abrió la puerta pareciendo estar preparada para recibir visitas.
Pilar la observó intentando disimular la aprensión en su rostro; Marta llevaba un vestido negro, simple pero elegante, joyas de perlas y tacones de charol, tambien negros. Su peinado era perfecto, sus uñas impecables y su rostro hermoso estaba enmarcado por una chasquilla encrespada con peine y secador. Ella saludó a Pilar con una cortesía casi ensayada, pero la rigidez en su expresión se esfumó por un momento al dirigir su mirada hacia los niños. «¿Qué tal el viaje?» preguntó «¿Se les hizo muy largo?». Felipe tomó distancia, acercándose a su madre mientras Bastián respondía con celeridad: «Pasamos por un derrumbe». Con una expresión risueña, Pilar corrigió a Bastián, manteniendo su mirada en Marta: «Hijo, no fue un derrumbe. Era una señal de advertencia». Bastián calló con un dejo de decepción y Marta volvió a dirigirse a Pilar: «Ven te muestro la casa. Permíteme» dijo, ofreciéndose a cargar una maleta. Pilar dudó un momento, pero le entregó el mango de su maleta a Marta, quien abría paso al interior de su casa cuando Clara corrió atravesando la puerta de entrada, gritando: «¡Bastián!¡Felipe!». Los hermanos la saludaron y prontamente comenzaron a intercambiar los eventos que habían vivido desde la última vez que se vieron. «Mi mamá nos llevó al cine» decía Bastián. «¿De verdad?» Clara preguntaba, sin haber visitado nunca un cine «¿Qué película están dando?». Felipe hizo un gesto apuntando sus dientes con un dedo, a lo que Clara respondió inclinando su cabeza, pero Bastián nombró la película que señalaba su hermano: «Parque Jurásico». «¿Qué es?» preguntó la niña, pero antes de que Bastián pudiera explicar, Marta interrumpió dirigiéndose a Pilar con una mueca extrañada «¿Tú los llevaste a ver esa película?». «Bueno, todavía no se mandan solos» habló ella de inmediato. La ironía de Pilar le robó a Marta una risa involuntaria, pero reanudó su calma y volvió a mencionar el arriendo: «¿Niños? —dijo, llamando su atención— ¿Por qué no van a jugar al jardín? Ven, Pilar. Te llevaré a la casa».
Clara invitó a Felipe y a Bastián a jugar en la pérgola, que se encontraba en medio del jardín, y los hermanos la siguieron, cruzando la casona. Pilar afirmó su puño alrededor del mango de su maleta y marchó detrás de Marta. Caminaron por un pasillo bajo un parral y llegaron a la división del terreno. El límite estaba definido por una cerca de madera, que no hubiera sido capaz de impedir el paso de intruso alguno, pero reconocía perfectamente la privacidad de ambos espacios. Marta entregó a Pilar la llave de la casa y Pilar, aún sintiendo el peso del futuro de su familia, exhaló un aire singularmente helado. Había resuelto su necesidad más urgente, pero aquello venía acompañado de presiones tan preocupantes como el sol que calentaba inadvertido. Aún así, el aire que respiraba era limpio otra vez, el aroma de las parras era agradable y, en su silencio, podía oír las corrientes del río Maipo. Pilar dejó las maletas en el suelo, tomó la llave para abrir la puerta y se encontró con la expresión de Marta, quien, moderando un suspiro ahogado, mantuvo el brillo en su voz al despedirse: «Bueno, ponte cómoda. La casa ya la conoces y, si sales por la puerta principal, te encuentras con tu portón independiente —hizo un gesto indicando el interior de la casa—. Si necesitas cualquier cosa, marca el número que fijé en el refrigerador».
Pilar asintió y Marta se dio una vuelta para volver a su casa. «Gracias, Marta» se despidió Pilar. Ella giró: «No hay de qué. Un placer hacer negocios contigo». Pilar entró en la casa para desempacar sus maletas. La puerta de entrada se abría a un pequeño vestíbulo con un arrimo envejecido y una salamandra; a su izquierda, una sala de estar decorada en sepia con objetos que parecían intencionalmente añejados, y a su derecha, un espacio de comedor con una mesa extensible, dos sillas en las esquinas y una cocina americana. Con un último esfuerzo, antes de permitirse un respiro real, Pilar cargó las maletas hasta la habitación principal. Allí desempacó sus pertenencias y luego ordenó las de Bastián y Felipe en sus respectivos cuartos. Se detuvo en la sala de estar y se dejó caer sobre el sofá. Allí permaneció por un momento y luego salió a la terraza en el antejardín para fumar un cigarrillo. Desde su silla, veía cómo los tres niños jugaban alrededor de una pérgola. Bastián tenía un pañuelo en sus manos y Clara y Felipe corrían detrás de él, intentando quitárselo. Sus risas pretendían disipar el tormento de Pilar. Ella se reclinaba en la silla y se imaginaba soltando todo aquello que se escapaba de sus manos en ese instante, pero el peso de las maletas parecía haberse quedado en sus hombros. Deslizó sus manos recorriendo sus brazos para masajear su dolor, abrazándose a sí misma. El frío consuelo de su nueva libertad parecía suficiente, pero la presión de sus dedos en sus muñecas la empujó fuera de sí, con un recuerdo que no sabía cómo recordar: «¿Te acuerdas de nuestras caminatas después del colegio?¿De cómo nos las arreglábamos para pasar tiempo juntos?» Decía Patricio, sentado sobre el borde de la tina, mientras Pilar cortaba su cabello. Patricio siempre habló de llevar a Pilar de vuelta a lo que un día fueron, pero eso no sucedió y su amiga decidió llevarla a la estación del tren un jueves a las diez de la mañana, y, al ver el manto en la espalda de aquella mujer desaparecer entre el vaivén de extraños, Pilar comprendió que abandonaba su vida entera. Aunque construida sobre las ruinas de una ilusión derrumbada, su vida al sur del continente era todo lo que sabía del mundo, pero ahora se encontraba en la montaña entre los murmullos ambivalentes del viento y del río, y no sabía qué hacer con ello.
Con un silbido tan ligero como insidioso, una brisa recorría la residencia Santibáñez —un día hacienda ostentosa—, pasando por los despeinados rizos de Pilar, los arbustos de hortensias y las nubes de tierra que levantaban los pies descalzos de los niños jugando frente a la pérgola. La pequeña estructura se había erigido como antesala de tradiciones hacía décadas, pero ahora se sostenía, rodeada de colas de zorro, como una casa de juegos para Clara y las amistades que no sabía mantener, aunque los hermanos Salinas desafiaban esa expectativa. Así, Bastián mantenía su trote, victorioso con el pañuelo, riendo hasta que Felipe consiguió alcanzarlo. En un descuido, Bastián tropezó con una piedra, desplomándose sobre el suelo y rompiendo en llanto. «¿Te duele mucho?» Clara tomó el pañuelo de las manos de Felipe y lo presionó contra la rodilla de Bastián, intentando detener un leve sangrado que se escurría a través de sus rasmillones. «¡Déjame!» él la esquivó con una voz que sonaba atrapada en su garganta, mientras Felipe se acercaba con lentitud. Le ofreció una mano a Bastián y él la aceptó con austeridad, evitando toparse con la mirada de su hermano. Clara se dio la vuelta aún sosteniendo el pañuelo, esperando poder ocultar sus lágrimas, pero sin pasar desapercibida. Bastián se alejó, sentándose en los escalones de la pérgola, observando la herida en su rodilla. Pequeñas gotas de sangre brotaban de su piel resentida. Clara intentaba ocultar la obviedad de la vergüenza que sentía, cubriendo su rostro. Sin embargo, falló en detener su llanto así como falló en detener el sangrado de Bastián. Felipe se le acercó, reposando su mano en el hombro de la niña y, al sentir el tacto, ella comenzó a sollozar. Bastián la miraba, debatiendo la reacción que debía mostrar, mientras Felipe intentaba calmarla con movimientos erráticos y unos ojos que también se veían al borde de las lágrimas. Fue entonces cuando Pilar encontró en el llanto de Clara un fuerte motivo para empujar a Patricio fuera de su mente y socorrer a la niña.
Caminó rápidamente hasta la pérgola, pero, una vez allí, decidió enlentecer sus movimientos antes de acercarse a Clara. «Pero, ¿qué les pasó? —preguntó—. Lo estaban pasando tan bien» decía ella mientras buscaba su lugar. Felipe cedió su espacio y se sentó en los escalones junto a Bastian, quien se mantenía en silencio. Pilar descendió, arrodillándose frente a Clara: «Cuéntame» insistió, pero la niña se negaba a hablar o a dirigir su mirada hacia los hermanos. Pilar tomó su mano y la guió para que se sentara en la entrada de la pérgola junto a los otros dos niños. «A ver… —dijo—. Si nadie me cuenta lo que pasó, se acaba el juego» Pilar se mostraba determinada y sus hijos conocían el tono en su voz. Felipe fue el primero en reaccionar, señalando la herida en la rodilla de Bastián. Sin comprender por qué era Clara quien lloraba, Pilar inclinó su cabeza y torció los labios: «Alguno de ustedes dos tiene que decirme cuál es el problema». Las palabras de Pilar, aunque articuladas con delicadeza, no detenían el llanto de la niña. Ella lloraba mirando al suelo y Bastián evitaba observarla, pero terminó por disculparse: «Clara —comenzó—... Perdón. No fue a propósito» giró la cabeza y se dirigió a su madre «Ella quería ayudarme y le grité sin querer hacerlo». Pilar se sentó en medio de Bastián y Clara, suspirando: «… Hijo, mira lo que le hiciste a tu rodilla —se dirigió a él—. Ven, vamos a limpiar esa herida» miró a Clara, quien aún no levantaba la vista «Clara —pasó sus dedos por el cabello de la niña, despejando su rostro—, ¿quieres ayudarme con esto, o prefieres que llame a tu mamá?». Clara asintió: «La ayudo». Pilar tomó a Bastián de la mano para levantarlo y les hizo un gesto a Clara y Felipe para que la siguieran hasta la casa, donde atendería a Bastián. Sin embargo, en ese momento, Marta cruzó los ventanales de su terraza y, al notar los rostros decaídos de los niños, caminó hacia ellos: «… ¿Qué pasó aquí?» quiso saber. Al ver cómo Marta se acercaba, Felipe retrocedió y volvió a sentarse en los escalones. «Un pequeño desencuentro —respondió Pilar—, pero ya se arreglaron —miró a Bastián y a Clara—, ¿verdad?». Los niños asintieron con sus ánimos caídos. «¿Cómo es eso de un desencuentro?» Marta se mantuvo de frente a Pilar, cruzando sus brazos. «Es que le grité a Clara —intervino Bastián—. De verdad, no quería hacerla sentir mal» el niño intentaba defenderse, cuando Marta notó la herida «¿Y cómo fue que te caíste?». Ella mostraba una preocupación irreconocible tras su seriedad. «Y-yo… —tartamudeó—. Me tropecé». Marta suspiró y volvió a elevar esa sonrisa disonante que siempre portaba: «Pilar —dijo—. Ocupate de tu hijo, ¿qué no ves que sangra? —se dirigió a Clara—. Vamos, ya va a ser hora de cenar». Pilar alzó una ceja, observando a Marta con cierto recelo. Bastián, sintiendo que su disculpa había sido insuficiente, se apresuró, interrumpiendo a Marta: «¿Puede Clara cenar con nosotros?». Marta se quedó de pie, algo desconcertada por la interrupción, pero Clara, después de una cómplice mirada con Bastián, decidió hablar: «Mamá, ¿puedo?». Marta y Pilar intercambiaron miradas incómodas, estando Marta por negarle el permiso a su hija cuando Pilar, sin pretenderlo, la detuvo: «Yo no tengo problema —se dirigió a la niña—, pero depende tu mamá». Marta respondió de inmediato: «Bueno, Vicente y yo tenemos visitas —dijo—, si no te complica, me estarías haciendo un favor». «No hay problema» respondió Pilar. «Muy bien —Marta respiró profundamente y sonrió—. Los dejaré, porque tengo cosas que preparar» acarició el rostro de Clara y caminó de regreso a la casona.
Marta esperó a entrar en el salón para relajar su rostro. La tensión en sus mejillas se negaba a liberarse, por lo que, al bajar las comisuras, se llevó las manos a la mandíbula y presionó en los extremos. Frente a uno de los espejos, los ojos de Marta permanecían fijos. Dos pequeñas arrugas comenzaban a revelarse en su piel; esas arrugas que había marcado en su rostro la consistente expresión de calma inventada con la que se engañaba a sí misma. Subió a su habitación y tomó del librero un inmenso libro de arte, pues planeaba discutir las pinturas del Vaticano en la cena con sus invitados. Antes de sentarse en el sitial que usualmente usaba Vicente para leer repetidamente las mismas novelas, Marta tomó la manta de lana que descansaba esparcida sobre los cojines. La sostuvo cerca de su nariz, la dobló cuidadosamente para dejarla colgada del respaldo y se sentó. Allí permaneció, leyendo su libro, mientras Vicente conducía camino a casa.
Compartiendo la costumbre de sintonizar estaciones de radio recónditas en la zona, Vicente oía las canciones más emblemáticas de Los Jaivas en su paso por la periferia de Santiago. Él conducía desde el trabajo, con una lista de conflictos; la academia en la que enseñaba no le ofrecía los desafíos que esperaba y la orquesta en la cual tocaba le exigía una docilidad que rechazaba. Pese al permanente desencanto de un éxito con el que un día soñó, Vicente no hacía más que pensar en la cena y en las amistades que no deseaba ver. La incomodidad era tal que se empeñaba en disminuir la velocidad, en un intento por manipular el tiempo. «¿Cómo puede ser tan ruidoso un aire acondicionado que apenas se siente?» se quejaba, moviendo las rejillas de manera insistente. El zumbido de ese aire, constante y evidente, no dejaba de irritar su pensamiento, impidiéndole apreciar la música que sonaba en la radio. Vicente giró las perillas del aire acondicionado hasta su máxima potencia y bajó las ventanillas, siguiendo una lógica que siquiera él comprendía. El viento invadía su automóvil con un bullicio fatal, la interferencia hacía que en la radio no sonara más que una estática ocasionalmente interrumpida y Vicente intentaba decidir si valía o no la pena seguir aplazando su llegada a casa. Ansiaba recibir el entusiasta saludo de Clara y el beso de Marta, pero la idea de esa cena le era un asunto particularmente doloroso de pensar, y los objetos a su alrededor le impedían una evasión fructífera. El colgante para espejo que Clara había fabricado con un antiguo sujetador de cortinas se columpiaba frenéticamente, chocando contra el parabrisas. Aquel adorno adorado había aprendido a reproducir un compás imperfecto que Vicente resistía con paciencia. El lápiz labial que Marta había dejado en el compartimiento junto a la palanca rodaba de un lado a otro, estrellándose errático contra las paredes. Ese automóvil se había convertido en una cámara de tortura cacofónica, por lo que Vicente cambió su estrategia, acelerando para poder bajar del vehículo lo antes posible.
El sol poniente entraba por la ventanilla del copiloto, aunque conseguía estirarse para alcanzar su brazo y adormecer su piel, incluso a través del algodón de su camisa. Vicente intentaba no distraerse mirando los colores de ese ilusorio atardecer, con los últimos rayos del sol escondiéndose tras la cordillera, pintando el cielo con nubes de oro y bronce. Sin embargo, el calor del día se había acumulado en los surcos del Cajón y aún no se disipaba en el frío de la noche, sintiendo Vicente el sofocamiento final de toda la jornada. Entonces, subió camino El Toyo y entró en la casona, estacionando su automóvil junto al de Marta.
Peinó los flecos del colgante de Clara, guardó el labial de Marta en un pequeño cosmetiquero que ella había dejado en la guantera y bajó del vehículo para caminar hasta la entrada. Cruzó esa enorme puerta principal, burlándose de ella en su mente: «Tan ornamentada como mi examen final» aquel pensamiento era un ritual de todas las tardes. Abrió las puertas del armario en el vestíbulo y guardó la chaqueta que no usó en todo el día. Fue entonces cuando Marta se apareció para recibirlo con un beso en los labios. «¿Todo bien hoy?» preguntó ella, distanciándose para volver a ocuparse con los preparativos de la cena. «Sí, un día más. Nada nuevo —Vicente cerró las puertas—. ¿Necesitas que te ayude con algo». «Hum… Sí» respondió ella, ya desde el fondo del corredor. Marta entró en la cocina y, antes de probar el aperitivo que había preparado, volvió a dirigirse a él: «Trae dos botellas de cabernet». Sabiendo que le resultaría inconveniente cuestionarla, Vicente dejó el vestíbulo y fue por el vino. «… Por favor» se oyó la voz de Marta desde lejos, como la reverberación de una cortesía rezagada. Él no lo comprendía, pero sabía que Marta necesitaba mantener la compostura de una anfitriona perfecta, así que tomó las botellas de la cava y entró en la cocina con el vino. Ella lo recibió y lo vertió en el decantador. «¿Dónde está Clara?» quiso saber Vicente, buscando a su hija con la mirada. «Los niños de Pilar la invitaron a cenar. Le di permiso porque, bueno, acá se iba a aburrir» respondió Marta. «¿Y qué tal todo eso?¿Cómo te fue con Pilar?¿Se sintió cómoda?» él hacía preguntas cuyas respuestas no tenía ánimos para oír. «Supongo que se siente cómoda —dijo Marta—. El arriendo no es el más barato; si no se sintiera cómoda no hubiera firmado el contrato» tomó algo de espacio y Vicente se apoyo en el marco de la ventana. «Lo rescatable es que Clara jugó toda la tarde con Felipe y Bastián. Ella no tiene un problema, solamente le hacían falta amistades más sencillas» Marta sonreía con una expresión que, aunque conmovedora, no eliminaba el ceño fruncido de Vicente. «¿Más sencillas?» él la corrigió con tierno desafío. «¿Sinceras?¿Cercanas? —Marta alzó las cejas—. ¿Tengo que repetir la prueba global de corrección política?» ella se burlaba. «Quizás el año completo —él siguió su juego—. No se puede pasar de curso con esa asignatura en rojo» Vicente volvió a acercarse a su esposa, pero ella lo detuvo: «¿Por qué no subes a cambiarte esa corbata? No queda bien con esos zapatos». «¿Por qué no me lo dijiste en la mañana?» bromeó él. Marta respondió con una seriedad que respondía sin palabras, así que Vicente subió para elegir una nueva corbata.
Entró en la habitación, notando de inmediato cómo uno de sus trajes parecía acostado en su cama, perfectamente tendido. Marta había elegido un nuevo conjunto para él: un traje ligero de un color café medio y una corbata verde musgo. Vicente sonrió con la amarga falta de sorpresa, pues, pese a ser el verde su color preferido, se desvirtuaba en aquel traje, tan entallado con sus medidas imposiblemente precisas. Aún así, cambió su traje y dejó la habitación. Al bajar las escaleras, pudo ver cómo los invitados caminaban hacia la puerta de entrada. En el primer piso, Marta seguía en la cocina preparando la salsa para su filete a la pimienta, así que Vicente se vio en obligación de recibir a las visitas. Se trataba de viejas amistades de Marta, con quienes nunca llegó a congeniar. Vicente abrió la puerta, los saludó y recibió sus pertenencias. «El calor está tremendo» decía Juan Pablo. «Y los pronósticos, mentirosos» añadió Angélica. Marta salió de la cocina para saludar a sus invitados y hacerlos pasar al comedor. Juan Pablo y Angélica caminaron tomados de la mano y se sentaron el uno junto al otro. Marta se retiró para traer los aperitivos y el vino. «Te ayudo» ofreció Vicente, buscando excusas para evadir a sus invitados. «No, no —Marta hizo presión en sus hombros, guiándolo para que se sentara—. ¿Cómo se te ocurre que vamos a dejar a las visitas solas?» su tono, aunque jocoso, no distraía a Vicente del cúmulo de tensiones que arrastraba dentro de esa sala. Con la sedosidad de sus movimientos, Marta abandonó el comedor, dejando a Vicente para que enfrentara la situación que lo había mantenido en suspenso durante todo el día. Él sonrió con su mirada anclada a las ventanas que lo separaban del olivar, donde hubiera preferido estar, cortando hojas de los árboles e intentando alimentar a los conejos salvajes con Clara. «Entonces, Vicente —Juan Pablo intentó llamar su atención—. Tengo un conocido, que es el primo de un colega, que toca… —movió sus dedos en un gesto casi ansioso—. No recuerdo qué instrumento, pero está en la Filarmónica…» Juan Pablo intentaba formular un tema para conversar con Vicente, y él evitaba mirarlo a los ojos por demasiado tiempo, aunque mantenía una expresión cortés pese a su cansancio. Angélica los observaba a ambos, sin saber cómo insertarse en la conversación, pero Juan Pablo continuaba: «Luis, creo que era su nombre… En realidad, no estoy seguro —hizo una pausa vacilante—. Es de Santiago norte». Vicente sostenía su cabeza con su mandíbula reposando en su mano, con sus ojos puestos en las uñas mordidas de Juan Pablo. Observó sus manos por un segundo «A Marta le daría un ataque si se me ocurriera presentarme con esas manos» pensaba, pero Juan Pablo lo sacó de su ensimismamiento de una manera que sabía provocarlo: «Tal vez lo conoces». Vicente suspiró: «Ah, sí. Éramos vecinos—levantó la vista—. Aprendimos a tocar el violín en el Centro Cultural de Recoleta, cuando Camiroaga era alcalde». Juan Pablo y Angélica lo miraron en silencio por un instante. Angélica no conocía la reacción más apropiada, pero quería participar: «¿De verdad?». Vicente sonrió con acidez: «No». El rostro de Angélica se transformó rápidamente, aunque no tardó en volver a su habitual complacencia. Angélica no era realmente una invitada, sino un apéndice de Juan Pablo en esa cena, y ella había aceptado la invitación conscientemente. Juan Pablo, por su parte, también sintió un ligero disgusto tras la respuesta de Vicente, sintiendo que la ironía lo obligaba a buscar redención: «Claro… Bueno, Santiago norte es grande». Vicente sabía que Juan Pablo no insinuaba ofensa alguna, pero su comportamiento le era tan predecible que no sintió el deseo de detener la inercia del inevitable choque. Así se mantuvieron, intercambiando comentarios truncados, hasta que Marta volvió de la cocina.
«Ceviche peruano y chardonnay» decía Marta en su entrada al comedor, con una bandeja de madera rústica en sus manos. «¡Qué maravilla!» Angélica se levantó para ayudarla. «No, no. Linda, siéntate» Marta insistió y organizó la mesa para dar presencia a la entrada de la cena. Se sentó en la cabecera, con Vicente a un lado y los invitados al otro, y sirvió el vino con un temblor invisible en su mano. «Bueno, ¿qué me cuentan? —Marta se dirigió a los invitados—. ¿Cómo los ha tratado el calor?» ella finalizó con una risa apenas perceptible, pero contagiosa. «Dicen que la temperatura va a seguir en crescendo» aseguró Angélica, intentando incluir a Vicente, pero él se escondía tras su copa. «Ese calentamiento global —intervino Juan Pablo—. Algunos dicen que es falso… Tal vez lo sea» tomó un bocado y se dirigió a Marta «A todo esto, ¿cómo ha resistido tu olivar? Escuché que lo arrendaste a una agrícola». Marta inhaló y levantó su sonrisa de inmediato: «Bueno, Juan Pablo, lo que pasa es que no se habían tomado las mejores medidas de modernización, y este arriendo es una oportunidad para aprender de quienes saben trabajar las tierras». «Comprendo» dijo él, tomando un sorbo de su copa. «Y ¿qué pasó con el colegio de los niños? ¿Encontraron ya dónde matricularlos para marzo?» Marta desvió el tema, mientras Vicente se camuflaba en esa escena sin decir nada. «Quedaron en uno en Providencia. Creo que es lo mejor para ellos, ya sabes, conectarse con lo urbano antes de que entren a la universidad» respondió Angélica, jugando con su ceviche, pues odiaba el pescado. «Tal vez deberías vender el olivar, digo, si aún no has aprendido a administrarlo…» Juan Pablo volvió a mencionar la conversación que Marta se esforzaba en eludir. Ella sonrió, bajó su copa y respondió con su aspereza diluida en una cordialidad que la asfixiaba: «Como verás, nosotros somos comerciales, no agrícolas. Sería soberbio de mi parte pretender introducirme fácilmente en un mercado que no conozco». «Y, ¿cómo funciona ese arriendo?» preguntó Angélica, pensando que si se involucraba, nadie cuestionaría su desinterés por el ceviche. «Otras personas administran el campo de Marta, cariño» respondió Juan Pablo de inmediato. Vicente lo miró deteniendo un ceño que quería fruncir, pero, desde ese momento, Marta decidió que se alejaría de los bordes de revelar su estado financiero, validando los comentarios de Juan Pablo, respaldando sus opiniones y dejando que la charla caminara el camino que él decidiera. Marta encontraba los momentos más oportunos para levantarse e ir por los distintos platillos que constituían su elegante cena, delegando la hospitalidad a Vicente, quien se veía a sí mismo frente a amistades a quienes no apreciaba, ni sentía que lo apreciaran genuinamente. De esa manera, Vicente y Marta —denominados los Herrera— cenaron con sus amigos, Los Oporto, en una dificultosa reunión que los mantuvo en esa mesa hasta media noche.
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coiticoiti · 1 year ago
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Estoy considerando contratar lectores beta para mi novela, necesito alguien que la pueda leer más rápido y darme feedback para ya poder pasar a la corrección de estilo. Voy a ofrecer $600 pesos uruguayos a quien pueda leerla y decirme que le parece en un tiempo de dos meses 👊・ω・
Se la había compartido a algunas personas ya, pero creo que todos están muy ocupados con el trabajo o los estudios como para poder dedicarle mucho tiempo a la lectura y yo ya quiero pasar a la siguiente etapa del proceso.
Preferentemente busco gente de Uruguay, opcionalmente que en algún momento tenga la posibilidad de juntarse conmigo para discutir en persona (eso sería en Montevideo, en algún parque, cafetería, etc). Pero si a alguien de otro lado le interesa, tengo la posibilidad de pagar a través de PayPal.
Básicamente sería leer la novela de principio a fin, que tiene 52.000 palabras y 165 páginas, en un periodo de dos meses. Durante el proceso o tras haber terminado de leerla darme tu opinión general, cosas que no se entiendan bien, o que parezcan contradictorias, sin sentido, todo eso que resalta y molesta a la hora de leer. Esto puede ser por escrito o en un audio. La novela se las envío en formato PDF. No es necesario corregir nada o reescribir cosas. Les pagaría $300 por adelantado y el resto al final. Puedo pagar con depósito en Abitab, transferencia con PREX o con PayPal.
También quiero aclarar que la novela ya está desde el año pasado registrada por derecho de autor en la Biblioteca Nacional de Uruguay. También vengo hablando de esta historia y sus personajes desde hace ya más de 5 años. Aclaro estas cosas para espantar a cualquier persona que se dedique a robar el trabajo de otros, si alguien llegara a hacer eso👁️👁️ cometo un crimen de pasión me parece, piro mal.
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In summary, looking for beta readers in Spanish, I will not translate all of that because it doesn��t make much sense in English. I hope to be able to translate the story in the futere, but first I have to polish it more.
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evi-moon · 9 months ago
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¡Servicio de edición y lector beta!
Para quienes no me conocen, mi nombre es Evelyn, mejor conocida como "Evi" en esta hermosa comunidad en internet de escritores en fanfics y originales. ❤️ ¡Soy estudiante avanzada en Letras (lenguaje y literatura), y actualmente ofrezco este servicio como freelancer a un precio super económico! 🙌
✨Adjunto imagenes con la información sobre el tipo de obras que recibo y lo que ofrezco: ¡No duden en consultarme! 🤍
🤍Si son de Argentina: acepto mercado pago y transferencias.🤍Si son del extranjero: acepto PayPal.
Para leer y conocer mis obras y estilo de narración, pueden encontrarlas en AO3 y Wattpad.
✨Link de mis perfiles: linktr.ee/evi_moon
¡Gracias por haber llegado hasta aquí! ❤️❤️❤️
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ginghamrose · 1 year ago
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Lord knows I royally fucked up multiple times this semester and yet I prevailed
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stygiansauce · 2 months ago
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Omg just finished reading chapters 4 of moe and omg the lollipop part where jimmy was tipsy (sorry if I spelled word wrong English is not my first language it was Spanish) I just imagine Jimmy waking up the next day and just remembered what happened. Also, omg love the bother duo of grian and jimmy, the father, and bother and take care duo omfg amazing. I'm so impressed by ur writing and explaining that those parts are amazing. I really do love ur writing .
-🌸
Gracias por lectura!! Lo siento por mi español, más de 450 días de Duolingo y tres años de clases en mi universidad, y yo todavía solo hablo cocina española. (Necesito mas practica..)
El dinámica entre Grian y Jimmy es mi parte favorita hasta ahora. Ha sido divertido escribirlo porque es muy complicado. Me encanta su relación. Gracia para tus amables palabras, me alegro que lo estés disfrutando MOE.
Tu ingles es muy bueno. MOE utiliza un lenguaje difícil. Mi beta reader no habla inglés como primera lengua y ella dice que es difícil. Kudos a ti para leer tan bien. Estoy agradecida por un lector como tu.
Lo siento para cualquier error, yo usé un diccionario y mis malas habilidades gramaticales. Mis estudiantes dicen estoy mejorando, pero creo que necesito más práctica afuera de la cocina de mi trabajo y a aula.
Encantado de saber de ti!
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yumeko312 · 1 year ago
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Rules:
I have to clarify what things I can allow others to ask of me and what I can't.
I can:
· Fem Reader x Male characters.
· You can ask me for a headcanon or oneshots with or without NSFW.
· Fem Reader x Fem characters.
· Yandere Characters (Only characters, not readers.)
· Only Magi.
· Omegaverse ( Any beta or alpha male character and a beta or omega reader. The same applies with female characters.)
I can't:
· Relationships with minors.
· Sadomasochism.
· Some weird fetish like feet or something that has to do with blood.
I suppose it would be just that, then with experience I will begin to add more.
Have a Nice day.
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Reglas:
Tengo que dar en claro que cosas puedo escribir y que cosas no.
Puedo escribir:
· Lectora mujer x Personaje Masculino.
· Lectora mujer x Personaje Femenino.
· Puedes pedirme cualquier headcanon o oneshot con y sin NSFW y SFW.
· Personajes Yandere (Únicamente personajes, no lectores.)
· Solo Magi.
· Omegaverse (soy de la vieja escuela así que pueden pedirme un personaje masculino alfa o beta y un lector femenino Omega o beta. Si es Girls love, puede ser un personaje femenino Alfa o Beta y lector Omega o beta, me es difícil escribir lectores alfa, una disculpa).
No lo haré:
· Una relación con un menor.
· Sadomasoquismo.
· Cualquier fetiche con pies o algo que tenga que ver con sangre.
Eso creo que sería todo, más adelante, conforme a la experiencia seguiré añadiendo más cosas.
Tengan un buen día.
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ifaggeto · 6 months ago
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A Y U D A
holaaa ando en busca de un lector beta plsssss AYUDA el fic es un poco horror un poco culpa religiosa un poco lavado de cerebro trata principalmente de Hunter y los eventos ocurridos en cazando taliamigos o hollow mind si estas interesadx HABLAME !!!!!!!
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ametthysmoonliture · 1 year ago
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Presentación de mi futuro libro
La primera novela a la que dedico tiempo y creatividad, oficialmente
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[Mis libros con imágenes clave y png que los representan]
Tuve muchas dudas y no escogía con cual de mis (futuros) libros comenzar a trabajar, así que pregunté en varias partes de mis rd, y Project Autumn fue el ganador u,w,u ✨.
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[Aesthetic y nombre clave de mi novela]
Hay mucho material, pero primeros borradores sólo capítulos y actualmente son 4, sin embargo, aún no pienso publicarlos. Me gustaría tener un primer borrador oficial, revisado y editado. Todavía no puedo decir una fecha exacta, pero estaría genial traerles la novela durante el final de otoño e inicio de invierno.
Aunque, estaré compartiendo sneak peeks en Instagram y TikTok, y vlogs en YouTube sobre el progreso nwn , así que espero vernos por allá 💜.
[Lo que postearé aquí y en Notion, pero con más formatos :3]
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✩Información
Nombre clave: Project Autumn. Proyecto Otoño.
Autor: Stromkarl.
Géneros principales:
Ficción sobrenatural, Ficción histórico, LGBTQ+, Young Adult.
Géneros: Criaturas Sobrenaturales, Drama, Horror, Novela Juvenil, Magia, Misterio, Paranormal, Romance, Sobrenatural, Suspenso, Thriller, Tragedia, Vampiros, Supernatural.
─┉┈◈◉◈┈┈◈◉◈┈┉
���TW y advertencias de contenido:
Homofobia, transfobia, muerte violenta, gore, agresión/ataque/abuso verbales y físicos [no sexual], violencia física, traumas y/o PTSD, trastornos psicológicos/neurológicos.
─┉┈◈◉◈┈┈◈◉◈┈┉
✩Aesthetics
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•Tiempo: Época victoriana [Inglaterra]
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Estoy muy emocionado por continuar creando este libro, ansío ya ir compartiendo más cosas en mis redes sociales y por aquí, como los personajes, su biografía, ficha de personaje, entre otros 💜.
[Mis lectores beta se enterarán primero que nadie sobre cualquier actualización y/o novedades🧐, si te interesa formar parte háblame por Instagram]
Mientras tanto, estaré grabando vlogs y preparando posts para que me acompañen en la travesía de escribir Project Autumn✨
No olviden dejar un comentario (ayuda mucho, y me encantaría conversar por ahí ;^;), e interactuar en las redes sociales para amigar u,w,u
Les agradezco infinitamente el que se tomen tiempo para leerme💜💜, ¡nos vemos en un siguiente post!
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Créditos:
Imágenes utilizadas: Pinterest.
Png utilizados y programa para diseños: Canva.
Nombres:
Stromkarl: Pseudónimo de escritor y general.
AmetthySMoonliture: Nombre para el canal de escritos en YouTube.
Stromkarl Amethyst: Nickname y marca de rd de escritor.
Stromkarl Lirit: Nickname y marca de rd general.
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punch-love · 1 year ago
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B, E, J, R??? :)
B:  What was the first fandom you read fic in?  Which was the first you wrote fic for?
Pandora Hearts! I might have read something before that but I have a very clear image of me at the local library after my friend told me about fanfiction and clicking on the first explicit one I saw for the pairing I was interested in lol. I wrote a decently popular Warrior Cats fanfiction which was a co-project between me and my first beta. I wrote scripts and she would add prose to them. I eventually stopped writing it because people were uploading it to different fansites and I was overwhelmed by the response.
E: What character do you identify with most?  Is there a certain fic of yours that captures these qualities particularly well?
I always joke that I don't identify strongly with characters BUT recently, I have been "he's just like me..." about Hannibal Lector as I've watching through the series. I do identify heavily with how his mind works/how he experiences relationships. I don't know if I would ever write about him, necessarily, but after years of not having an answer to this question, he's probably the closet. I also identify with John Silver from Black Sails (who I also will never write about.)
I don't really write about characters I see myself in but I am in every character I write. I think I put the most of myself in letting time pass, love-punch, and dollar store sugar baby.
J: What’s your favorite fanfic trope?  Have you written it?
I do love me some mutual pining and I write about it in almost everything.
R: Which writers (fanfic or otherwise) do you consider the biggest influence on you and your writing?
I mean very literally @primewritessmut not only influences what I write about, but also encourages me to write things that I don't think I would have motivated myself through otherwise. I am also just in general inspired by their brain and what they like to write about - we're really on a mental tennis court tossing a gore soaked ball back and forth ad infinitum. They're a huge influence behind the latest dream sequence in spirit box as I wrote it with them in mind.
As for other influences...I am influenced more by stories than the people who wrote them, on average. I'm not an album person in any medium, so just because I like a book doesn't necessarily mean the author themselves are someone I try to emulate. I know I am influenced by what I read, and by an extent, the people who wrote them, but no one comes to mind as influencing how and why I write. I often say that my writing style is based primarily on what I DON'T like to read, so technically, any writer that made me bored, confused, or irritated has had a huge impact on the writer I am today.
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bubbletecito · 2 years ago
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᯽— Alpha Predator.
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Sin carrd
Autor : Shui Qian Cheng
Capítulos : 132 capítulos + 1 extra
Género : Romance, BL, drama, omegaverse.
Mi calificación : ★★★★★
Son dos corazones que han pasado por muchas dificultades pero que siguen palpitando por el otro. Son dos cuerpos que una vez estuvieron conectados por una marca. Cuanto más se reprimen sus deseos mutuos, más fuertes se vuelven.
Mi primera novela omegaverse, y este es un mundo que suelo disfrutar mucho en el manga, por lo que no soy ajeno a los A/B/O y todo lo que tiene que ver, en particular adoro el concepto de las marcas, el celo y los nidos, siempre es grato ver cómo cada autor adapta estos universos a su manera y Shui Qian Cheng lo logró de forma genial.
Nos presenta al protagonista que es Shen Dai, un Omega de clasificación muy baja con feromonas bastante débiles, lo que hace que sea visto como Beta fácilmente. Destacando en su área de trabajo gracias a sus propios logros y esfuerzo, es un personaje con el que fácilmente te encariñas, no solo por su humor sino que además por su forma de pensar y desenvolverse, no se deja menospreciar con facilidad y pese a que pasa por muchas dificultades, continúa avanzando y enfrentándose a la vida. Pero su único secreto, es su enamoramiento por Qu Moyu.
Qu Moyu, un Alfa supremo con familia poderosa, nacido en cuna de oro y bastante respetado. Una vez, ayudó a Shen Dai cuando tuvo un celo inducido en su trabajo, dándole una marca temporal y dejando una profunda huella en el corazón de Shen Dai. Pero para Qu Moyu, luego de tres años tras ese suceso, no significaba nada, ni si quiera se hablaban.
Dos mundos totalmente opuestos, sin posibilidad de toparse.
Sin embargo, debido a los problemas económicos, Shen Dai acepta el trato de casarse con cierto Alfa debido a que su medio hermano que era el prometido de dicho Alfa, consiguió una marca de otro. Solo deben casarse para facilitar temas de negocios y recibiría una buena suma de dinero.
Lo que Shen Dai no imaginó es que se trataría de Qu Moyu.
Shen Dai firma un contrato, no puede embarazarse del hijo de Qu Moyu, tampoco contar los secretos de la familia ni tratar de conseguir su marca oficial.
Todos los Omegas desean la marca del Alfa clase S, consiguiendo prestigio, fama, dinero y prácticamente el mundo entero.
Pero Shen Dai solo desearía poder conseguir su corazón.
La historia nos va mostrando el desarrollo de su relación y las complicaciones de este mundo, cuando digo que hay sufrimiento es mucho y el amor no es para nada sencillo, lo más probable es que llegues a odiar a Qu Moyu y a varios del círculo que los rodea. Algo que me gusta mucho es la forma en que Qu Moyu fue escrito, él no es una mala persona, simplemente nunca fue criado en una familia donde exista el "amor", lo único que sabe es "ganar", pero créanme cuando les digo que el desarrollo que tiene es maravilloso.
Esta novela tiene muchos altos y bajos emocionales, pero lo que más destaco es la forma en que los protagonistas van evolucionando y se van enfrentando a todos los conflictos, es doloroso y sstisfactorio a la vez, ¡por favor no te dejes manipular por los comentarios que puedas ver de los lectores a lo largo de la historia! Tampoco endemonices a Qu Moyu, si estás dentro del mundo omegaverse como yo verás que de hecho es un buen alfa, e incluso si en un inicio lo odias, terminarás cayendo ante sus encantos igual.
El desarrollo de Shen Dai es de esos que se sienten como si te arrancaran el corazón que aún así sigue luchando por continuar latiendo, la fortaleza y reciliencia de él es admirable, su actitud y la forma en que nunca se deja pisotear, aunque debe aprender lecciones de forma muy cruel, termina superando cada prueba.
Y no creas que es amor del sencillo, hay toda una etapa de duelo, separación, desamor y enamoramiento nuevamente. Incluso puedes pensar "¿Pero cómo va a ser posible?", yo me lo preguntaba a medida y tenía miedo de que se sintiera forzado, ¡pero no! La forma en que se desenreda el nudo es amargo pero empalagosamente dulce a la vez.
Esta novela mezcla la amargura y la dulzura por igual, generándote múltiples emociones.
Espero odies tanto como yo al padre de Shen Dai y a la familia de Qu Moyu (a excepción de su madre).
Y no puedo no hablar de las escenas eróticas entre ellos, es de esas que te emocionan y hacen suspirar, las descripciones te dejan llenito y satisfecho (especialmente en un momento donde lo alimentan por arriba y por abajo al mismo tiempo, u know what I mean). 🤭
La lectura nunca se siente pesada aunque puede que en momentos quieras tomarte un tiempecito para tomar aire. La madurez de los personajes es maravilloso y terminarás enamorándote tanto de Qu Moyu como de Shen Dai. Si los odias, yo te odio a ti.
Por favor denle una oportunidad, les juro que lo disfrutarán y terminarán con una satisfacción muy grata. Esta novela se llevó mis cinco estrellas, la construcción de mundo, los personajes, el desarrollo de la historia, incluso si en un inicio sientes que es lo típico en el omegaverse, después te darás cuenta de la capacidad de escritura de este autor y cómo un concepto muy usado puede trabajarse de manera tan prolija.
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kindwarrior · 4 months ago
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No, no, children: You didn’t defeat the Axis, we did. Your beta-male progenitors were largely 4-F and collaborating with the communists and Nazis with fantasies of Socialist utopias, like visions of sugar plums, dancing in your heads. Hungry for the totalitarian state that would feed you, give you a “basic income” and free healthcare.
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Like the Quislings, your progenitors were, they set up the, communist infiltrated, Deep State while the Alpha-males were off fighting the Nazis; then spent the next 70 years creating division, conflict and poverty while brainwashing and dumbing down our children, in their attempt to turn the United States into a Communist puppet state.
Like the DNC (or Hannibal Lector), you claim a lineage that is not yours — It is ours!
We, Republicans, fought for emancipation, and equal justice under the law. You Quislings attempted to pervert our compassion into divisive, racist tropes like affirmative action and DEI (which undermine standards of merit and spur racial conflict), Woke persecutions and the sexualization of children. All designed to invert morality into virtue signaling.
You are the enemy you pretend to fight!
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ao3feed-brucewayne · 23 days ago
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Campaña Negra
read it on AO3 at https://ift.tt/gcsfARY by vampgalmexa Que pasa cuando el premio al “hombre del año” esta cerca? No es como que a Bruce le importe mucho, al final del dia, otro año siendo nominado por la voz social, pero que tal si a la competencia si? Lex Luthor esparce un rumor sobre el origen del mas joven de los Wayne, acusándole de ser un hijo fruto del abuso del magnate a su primogénito, el único omega de su descendencia, Dick Grayson. Argumento: su piel es morena Todo empezó como rumores, inclusive al inicio le causó gracia y había hecho mofa con sus hermanos sobre el asunto. “Damian Wayne es hijo ilegítimo del primogénito de los Wayne, Dick Grayson” Su único argumento entre una serie de palabras rimbombantes para confundir al lector del tweet, “es moreno” Poco sabían los hijos del príncipe del Gotham que esto escalaría con la magnitud de un fosforo en la maleza seca. Words: 2242, Chapters: 2/?, Language: Español Fandoms: Batman - All Media Types Rating: Not Rated Warnings: Creator Chose Not To Use Archive Warnings, Rape/Non-Con Characters: Dick Grayson, Bruce Wayne, Jason Todd, Damian Wayne, Tim Drake (DCU), Clark Kent, Lois Lane, Lex Luthor Additional Tags: Hurt Dick Grayson, Emotionally Hurt Dick Grayson, Hurt/Comfort, Rumors, Protective Bruce Wayne, Protective Jason Todd, Protective Tim Drake (DCU), Minor Clark Kent/Lois Lane, BAMF Bruce Wayne, BAMF Jason Todd, BAMF Clark Kent, BAMF Lois Lane, Lex Luthor Being an Asshole, Creep Lex Luthor, Attempted Rape/Non-Con, Alpha/Beta/Omega Dynamics, Omega Dick Grayson, Alpha Bruce Wayne, Alpha Jason Todd, Beta Tim Drake (DCU), Alpha Damian Wayne, Racism, Romani Dick Grayson, Damian Wayne Speaks Arabic, Arabic Damian Wayne, Dick Grayson Needs a Hug, Lois Lane Knows Clark Kent is Superman, Lois Lane knows Bruce Wayne is Batman read it on AO3 at https://ift.tt/gcsfARY
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