¿Cómo sé que la terapia está funcionando? (alias, la recuperación)
Este post es una traducción no oficial del artículo de Sandhya Menon, que forma parte de una serie sobre terapia.
Este es, posiblemente, el resultado que todas buscamos en la terapia. La recuperación. ¿Estaré mejor? ¿Cambiará mi vida? ¿Seré capaz de hacer cosas sin todos esos sentimientos tan intensos que me asaltan cuando quiero hacerlas? Sobre todo, ¿seré “normal” y no sentiré tanto?
Antes de que te responda, déjame contarte una pequeña historia. La primera vez que sentí que me había recuperado, estaba por las nubes. Era funcional: capaz de salir de la cama a una hora decente, preparar a los niños para la escuela sin causar mucho desastre, trabajar por unas horas y dormir en la noche, aun ayudada por medicamentos. Estaba además funcionando sin aquellas personas que yo creía indispensables. Comía bien y regularmente. Salía de vez en cuando, me podía conectar con amigos y llevaba una vida que parecía algo hermosa. Entonces, una noche, tuve una discusión con alguien de mi familia y traté de suicidarme. En cuestión de momentos, cualquier idea de que me hubiese recuperado se desvaneció. Esa noche, me encontraba exactamente igual que cuando empecé la terapia: cansada de vivir, emocionalmente inestable y muy propensa a sufrir gran daño.
Tras mi salida del hospital, tuve que empezar el proceso de recuperación desde cero. Y tuve que hacerlo incluso desde más atrás que la última vez. Los meses transcurrieron y pronto me sentí un poco mejor. Dejé de ir a terapia. Estaba muy lejos, ella no estaba haciendo nada por mí; yo no la necesitaba, etcétera. Pasé un año sin ir a terapia, diciéndole a todo el que me preguntaba que iba de vez en cuando. Y en privado, lo que pasó es que me puse mucho, mucho peor.
Este es, en resumen, el relato de mi recuperación. Esta podría ser la historia de cualquier recuperación. El fin de semana vi Split, una película sobre el trastorno de identidad disociativa. Aunque mi condición no es tan severa (o no lo es de esa manera, lo que resulte más adecuado), hubo muchas cosas de la película con las que me identifiqué por completo. Por ejemplo, hacer de todo para obtener lo que la mente quiere, incluso si no es bueno para ti a la larga. Puede que esas cosas te den un poco de dopamina pero es temporal: en general, es malo para ti y aun así lo haces. Ese proceso, de hecho, es parte de la recuperación para mí. La habilidad de hacer creer a todos alrededor tuyo que lo que estás haciendo es bueno para ti cuando en realidad estás haciendo algo terrible.
Me tomó otro año de terapia llegar a donde estoy ahora y puedo decir con una profunda convicción que no estoy ni cerca de recuperarme. En mis días buenos, siento que el futuro es brillante y que se abre frente a mí; soy capaz de todo el trabajo duro que requiere el éxito. En mis días malos, me voy a la cama deseando no despertar la mañana siguiente. Y en mis días “normales”, soy poco más que funcional. Lo que significa que me levanto al amanecer, me alisto y alisto a mis hijes, preparo el desayuno y les llevo a la escuela; voy a trabajar, hago lo que puedo y es importante y trato de dar el 100 por ciento. Aunque no sea posible todo el tiempo. Vuelvo a casa y es todo. No hago nada más que lo básico para mantenernos a flote. Podría hacer mucho más en las tres horas previas a la hora de dormir de los niños, pero no lo hago. Y así es la recuperación. Comienza con hacerte funcional, incluso feliz y jubilosa; luego estallas y recaes. Entonces te quedas en lo funcional porque eso es lo que se te ha vuelto hábito. Lo que no se hace cotidiano es la fluidez, el placer o la inspiración. Eso pasa en mis días buenos, cuando estoy sacando una cosa creativa tras otra. Me dan miedo esos días, porque el quiebre que les sigue es espantoso.
Así que, ¿qué puedes esperar de la recuperación?
1. Puedes esperar sentirte con menos intensidad al respecto de todo lo que te ha estado abrumando. Poco a poco, aprenderás a tomar control de tus emociones, experimentándolas en vez de luchar contra ellas o analizarlas, y aprenderás a reconocerlas. Después de eso, no te molestarán más pero ya veremos.
2. Puedes esperar que la recuperación sea lenta, como si escalaras un cerro muy empinado durante una tormenta. El camino es apenas visible, y está resbaloso por toda el agua que cae. Lo único estable eres tú, si encuentras tu centro, tu yo adulta. A veces avanzarás un poco, y luego caerás y parecerá que nada tiene sentido.
3. Esto es lo que sentirás cuando suceda lo anterior: que toda tu terapia es un desperdicio, que nunca vas a ponerte mejor. Vas a ver el resto de tu vida de manera catastrófica y creerás que nunca vas a poder ser feliz o estar en paz. Nada de esto es cierto. Tu cerebro te miente y esta es una instancia en la que tu cerebro miente de forma muy convincente.
4. Pasarás por algunos ciclos así antes de que encuentres la estabilidad en ti que te mantendrá convencida de que esto también pasará. Yo todavía no la he encontrado sin necesitar que me lo recuerden. Algunas veces sí la encuentro, pero la mayoría no. Por ello, es buena idea tener amistades que te recuerden que te han pasado cosas peores antes y que esto se irá también.
5. Tomará tiempo. Por favor espera y ten esto en mente. Tomará alrededor de seis meses a varios años lograr cierto nivel de control sobre tus emociones, tus reacciones al estrés y tu vida en general. No hace falta decirte que entre más complicada sea tu condición, más tiempo te tomará aceptar lo que la terapia requiere de ti.
6. Tu terapeuta no hace magia. Dale tiempo. Confía en ella a menos que, con el tiempo, termines enfrentada contigo misma en situaciones de conflicto. Si simplemente no puedes confiar en ella o acostumbrarte a ella después de unas cuatro o seis sesiones, hazte un favor y busca a otra terapeuta. No importa que tengas que pasar por ese proceso de vuelta; es mejor que quedarte con alguien que no te agrada o en quien no confías.
7. Habrá días malos. Habrá días horribles, porque ahora que has empezado terapia te observas a ti misma mucho más y serás receptiva a niveles muy profundos. Va a dolerte. Vas a sentir el dolor cuando te ocurra, y de forma muy física. Te sentirás asocial y no tendrás ganas de hablar con nadie (pero sí de que te cuiden). Estos días pueden ser muy malos: busca a un amigo o a tu terapeuta para que te apoyen. Pero no te rindas.
Entonces, ¿cómo me recupero?
1. Terapia, terapia y terapia. No dejes la terapia, hasta que se te pida que lo hagas. No puedo agregar más.
2. Haz lo que sea necesario para ti: mantén un diario, ejercítate, toma tus medicamentos, ve a terapia, come y duerme adecuadamente.
3. Mantén un registro de tu recuperación: regresa al año pasado, piensa en cómo estabas y mírate ahora. Pregunta a tu familia y amigos sobre ti; una charla informal basta. Escribe lo que te dijeron y cómo te sientes. Esto es invaluable. Te da una gran perspectiva al respecto de cuán lejos has llegado desde que comenzaste a recibir ayuda.
4. Practica, practica, practica: respiración, registro de pensamientos, notas, pensamientos alternativos, ejercicios para manejar situaciones de estrés. Practícalos tanto como puedas hasta que se sientan parte de tu personalidad o tu naturaleza.
5. Equípate con información confiable: pídele a tu terapeuta que te recomiende libros sobre los temas con los que estás lidiando. Esto me ha ayudado bastante.
6. Sobre todo, si fallas, deja de culparte y condenarte a una vida de miseria. Deja de hablarte a ti misma de forma negativa. Tu terapeuta está ahí para ayudarte. Tus amigos están cerca, y si tienes una familia que te apoya, también. Estarás bien otra vez. La mejor parte de las recaídas es que cada vez que te caes, tu regreso es más rápido y fuerte, más consciente. Así ya sabes qué hacer y qué no la próxima vez. El siguiente paso desde ahí será un salto hacia adelante, no pequeños avances.
Recuperarse se siente como esa frase que detesto: “Hasta aquí todo bien”. Un día a la vez, metas alcanzables y pequeñas que no te abrumen, expectativas realistas y la habilidad de manejar las cosas si un contratiempo ocurre; es como cepillarte los dientes todos los días. Recuperarse es reconocer que hoy tienes que hacer esto, y hacerlo. Tal como cepillarte los dientes no te paraliza de ansiedad, llevarlo un día a la vez tampoco debería. Puede que colapses mañana, pero por hoy estás bien.
Que les vaya bien, queridas lectoras. Y sigan esa buena lucha.
5 notes
·
View notes